CAPÍTULO 3

Normalmente no pienso antes de actuar. Sé que está mal y que debería preocuparme por las consecuencias que mis actos pueden provocar y otras frases que me ha dicho mi madre.

Realmente, eso nunca me importó.

En cuanto solté la última oración me lancé contra Girio. Sin pensar, como siempre. No supe ni siquiera qué estaba haciendo, no sentí mi propio cuerpo, sólo podía verlo moviéndose como si fuera el cuerpo de alguien más.

Mis puños azotaban contra la cara de Girio. Yo estaba literalmente encima de él. No escuchaba nada. También podía ver el movimiento de las personas en la cafetería.

Pero era como si no estuviera ahí.

No controlaba mis actos. No controlaba mi cuerpo. No controlaba mis sentidos. No estaba escuchando. Comenzaba a ver borroso. No tenía sensación al impacto. El olor a café había desaparecido. Incluso el sabor que había dejado en mi boca ya no estaba. No era consciente de nada. Sólo de la ira que había dentro de mí.

Golpe tras golpe seguía sacando el enojo que iba creciendo mientras más salía. Como si cada golpe liberara una parte de mí, pero encerrara una nueva y nunca terminara.

No me di cuenta de cuándo Gonzalo llegó atrás de mí y se las arregló para tomarme por la espalda. De pronto me vi a mí mismo siendo sacado del espacio alrededor de Girio.

Cuando por fin me puse de pie vi a Girio arrastrándose lejos de mí, y a Emy agachándose junto a él. Vi a Daniela asustada mirándome, y después de todo ése tiempo al fin sentí los brazos de Gonzalo rodeándome para mantenerme lejos.

Entonces sentí una debilidad enorme. Toda mi energía se había ido en los últimos segundos. No podía ni mantenerme en pie.

Por eso no me sorprendió caer al suelo.

***

No tenía idea de cuánto tiempo había durado mi ataque. Y tampoco tuve idea de cuánto tiempo pasé inconsciente. Pero cuando desperté estaba en la misma sala donde habíamos platicado, recostado sobre uno de los sillones, y ya habían cerrado el lugar. Tenía miedo de preguntar cómo había llegado. Gonzalo y Daniela estaban sentados en el otro sillón mirándome.

— ¡Despertaste! —dijo Daniela sorprendida— ¡Ya se despertó! —gritó a alguien más.

En ése momento Girio asomó la cabeza. Esperaba que cuando lo viera él tuviera la cara hinchada, roja o morada. Pero estaba intacto.

— Cetta —dijo— qué bueno.

Se estaba limpiando las manos con un trapo que se puso sobre el hombro. Aún llevaba puesto el mandil de su trabajo con el logotipo de la cafetería, aparentemente se llamaba Estrella Perdida. Era un gracioso nombre teniendo en cuenta las circunstancias. Se lo desamarró y lo dejó colgado de una silla.

— Lamento lo que hice —dije. Aunque realmente no estaba arrepentido—. No sé qué estaba pensando,

Nada. No estaba pensando en absoluto.

— Está bien —dijo sereno— De hecho no me pasó nada. No olvides que También tengo las habilidades. Paré cada golpe que quisiste darme con telequinesis.

No sabía si sentirme aliviado u odiarlo más.

— Aunque sí estoy un poco molesto —agregó después.

Tenía porqué, pero no le iba a dar la razón.

— ¿Puedes hablarme sobre lo que le pasó a tu padre?

Gonzalo y Daniela me miraron fijamente. Yo no quería decir nada acerca de esto, pero, de cierto modo, me sentía obligado a hacerlo. Luego Emy apareció e hizo lo mismo que Girio con su mandil, y se sentó.

— Yo soy Esmeralda —dijo— Aunque Girio me llama Emy

Ella era una mujer con rasgos finos. Tenía el pelo largo y lacio, y un fleco que le cubría toda la frente. Sus ojos eran grises y rasgados, y sus labios pequeños y rosas. No llevaba maquillaje, sólo los ojos delineados.

— Mucho gusto —dije y casi pude sonreír.

Sabía que debía contar la historia. Como una explicación de mi arranque. Pero me sentía terrible. Y no por lo que hice, no me arrepentía de lo que había hecho, sólo del hecho de tener que hablar de ello.

— Está bien —dije y traté de hablar—. El día de la explosión, una viga gigante de la construcción cayó justo en frente de la calide que conducía papá a casa. Nos preocupamos mucho por él cuando se nos fue la energía, y cuando supimos lo de la planta de energía nos preocupamos aún más.

» Tratamos de comunicarnos con él por varios medios. Principalmente telepatía, pero él nunca contestó nada.

» No fue sino hasta el día siguiente que llegó un gerlo desde la morgue para darnos la noticia de que había restos de polvo de estrella que probablemente conoceríamos. Sí. Lo conocíamos. Era mi padre. Estaba devastado. —Comencé a llorar.

Gonzalo puso un brazo sobre mi espalda.

— Perdón por preguntar —habló Daniela— ¿Qué es el polvo de estrella?

— Nosotros —expliqué— al morir, producimos una ligera explosión y sólo quedan rastros de polvo de estrella. Los forenses lo recolectan, pueden determinar las causas de muerte y otras cosas. En este caso era obvio que mi padre murió en el choque. El forense dijo que había mucho miedo en su polvo, y pudo determinar que también tenía muchas heridas antes de irse.

» Mi madre me abrazó y me dijo que todo estaría bien. Que sería horrible estar sin él al principio, pero que pronto acabaría.

Nunca acabó.

— Aún pienso en él. Puede sonar como una locura, pero hay noches en las que pienso que abrirá la puerta y dirá "Sorpresa todo era broma" como solía hacer. Siempre hacía bromas... Pero ya no las hace más.

Cada palabra que dije, la dije mirando a la mesa. No podía levantar la cara mientras contaba ésa historia. Cuando levanté la mirada, vi a todos los que me acompañaban incómodos. Claramente lo estaban. Yo lo estaría si estuviera en su lugar. Es así como reaccionan todos: Puede que todos entiendan tus sentimientos, aún incluso si no los han vivido en carne propia; pero nunca será el mismo dolor que sientes al que sienten ellos. Por lo tanto no sabes qué decir o cómo actuar cuando alguien te habla de sentimientos o historias tristes. Tristemente, nunca es igual.

No esperaba que nadie dijera nada. Sólo quería irme, pero sabía que no podía. Debía escuchar el resto de la historia de Girio. Cuando lo vi a él, se veía muy afligido. No quería hacerlo sentir culpable aunque sí lo culpaba.

— Girio —dije— continua con lo que contabas, por favor —eso último sonó más a una súplica.

— Bueno —comenzó— como decía, la onda expansiva que la explosión generó me cubrió del suero y también transmitió la energía al resto de Astéri, fue por eso por lo que sí funcionó darle el poder a las personas de allá.

— Estrellas —corregí.

— Estrellas... perdón —no me miró— el hecho de que el suero haya estado en todo mi cuerpo hizo más fuertes mis habilidades. Fue por eso por lo que pude ganar los Combates en los que participé.

— ¿Es por eso que Proteo dijo que nadie podría hacer las cosas que tú haces?

— ¿Eso dijo? Bueno, supongo que si se refería a eso sí lo dijo por la misma razón.

— Nos hablaba de ti —expliqué— y cómo podías levantar demasiado peso y hacer que los humanos te hablaran por telepatía.

— Sí, eso último lo descubrí aquí en la tierra. Creí que era normal hasta que Asdo Prev, el siguiente ganador, no pudo hacerlo. Y sí, efectivamente, fue por eso por lo que me hice más fuerte y por lo que Proteo les dijo que no podrían

— Creí que lo decía porque habías entrenado demasiado.

— No —hizo una mueca para justificarse—. Fue algo de suerte, por llamarlo de alguna forma. Sólo fui víctima de las circunstancias.

Hubo un silencio por un momento, Girio se quedó mirando a ninguna parte. Emy había traído más botanas, esta vez había dicho que eran Coma Diabético, un "pastelito" como dijo Gonzalo, de vainilla con chispas de chocolate, con glaseado y chispas de colores. Girio lo terminó primero antes de seguir hablando.

— Pasé por varias pruebas —continuó— imagino que no fueron las mismas que tú, pero sí para el mismo propósito. Todas las pasé con éxito, era demasiado claro que iba a ser yo quien bajara a La Tierra, pero debían ser justos y terminar el juego.

» Luego llegué aquí. Pasé un rato intentando adaptarme. Creo que tú tuviste suerte y encontraste a una familia que aparentemente te adoptó —señaló a Gonzalo y Daniela. Yo me sonrojé un poco, no quería ser el adoptado— yo pasé un mes sin ningún lugar dónde vivir. No sólo eso, recibía órdenes de mi papá diciendo cosas como "Encuentra un lugar importante", "Mézclate entre los humanos", "Averigua su modo de vida" y todo eso.

» Fue entonces que encontré un trabajo como mecánico y el dueño del lugar me dijo que podía vivir en un cuarto que estaba dentro del taller y además recibiría mi pago. Le conté todo, claro, alguna explicación necesitaba, y se compadeció de mí. Él fue quien me llamó Javier. Ahí mismo conocí a Emy...

— Llegué porque iba con mi hermano —agregó ella— y el carro empezó a echar humo. Y como mi hermano es más tonto que yo no supo arreglarlo tampoco. Y vi a Girio, cuando teníamos diecinueve. Reparó todo muy bien, pero accidentalmente —hizo comillas con los dedos— el carro se volvía a descomponer.

— Nos unimos como pareja —rió— recuerdo que dije "¿Quieres ser mi pareja?" pero yo no sabía que en La Tierra se le llamaba novia y novio, por eso Emy se rió de mí cuando pregunté.

— Pasó un tiempo para que me dijera lo de Astéri. Cuando me lo dijo quedé espantada, no siempre tu novio te dice que es un alienígena. Pero acepté aun así.

— El tiempo pasó y decidimos abrir este café hace un año, a ella se le ocurrió el nombre. Tomé los ahorros que había ganado como mecánico y a ella le dieron un préstamo, claro, toda la parte legal está a su nombre porque yo no tengo nombre en La Tierra, pero igual fue cosa nuestra.

» Yo seguía mandando la información de cómo era La Tierra, ahora a Kano, que se unió después, pero él me pedía cosas más fuertes como "¿Cómo es el gobierno de ése país?" "¿Qué fallas tiene?" "¿Qué tanto lo respeta su pueblo?" y eso ni a mí ni a Emy nos pareció correcto. Sentíamos que el propósito real estaba cambiando por lo que después de platicarlo, ella me convenció de que estaba metido en algo demasiado turbio para ser bueno y que debería abandonarlo.

» Así que me saqué el rastreador y...

— ¿Rastreador? —Preguntó Gonzalo—. No nos dijiste que tenías un rastreador.

— No lo sabía. —Volteé a ver a Girio—. ¿Cuál rastreador?

— ¿No les dieron un rastreador? —Preguntó—. A todos nos lo dieron. Es como un ciempiés en tu... —se detuvo— un ciempiés es un insecto largo con muchas patas que se aloja en tu abdomen.

Abrí mis ojos hasta que casi se salen de sus órbitas. Levanté mi camisa y miré mi abdomen. Yo no vi nada, pero recordé algo.

— Ficseto sí lo tenía —dije—. Y creo que lo aplastó o algo así y Mellín se lo sacó.

— Pues sí, era eso. Cuando yo estuve ahí nos hacían ponerlo en el ombligo. Sentíamos cómo iba entrando bajo nuestra piel, dolía un poco, pero era más bien incómodo.

— Yo recuerdo que la primera vez que dijo sentirlo fue en su primera ducha. Y de hecho yo también. La primera vez que el agua tocó nuestro cuerpo en La Planta sentí que algo entraba y caminaba por mi abdomen.

— Era el rastreador. Lo llaman murgo. Con él saben dónde estamos. Yo me lo quité cuando decidí que ya no quería ayudar a mi papá. Tuvimos que hacer una incisión —se levantó la camisa y nos mostró una cicatriz al lado izquierdo de su ombligo —fue una cirugía totalmente estúpida porque no la podía hacer un doctor y casi me desangro. Después aplastamos el rastreador.

— Y fue cuando ya no supieron de ti.

— Sí —asintió—. Me desaparecí desde hace un par de meses. Creo que el último torneo fue sólo para buscarme.

» Y pues me encontraron.

— Dudo que ahora quieras volver a Astéri —aseguré.

— ¿Tú qué crees, hermano? —Se encogió de hombros—. Estoy bien aquí. Me siento feliz y no quiero tener nada qué ver con sus tontos planes de dominación o algo así...

— ¿Dominación? —preguntaron Gonzalo y Daniela al unísono.

— Pues sí —dijo como si nada— supongo que sabían sobre lo que Tardius planea hacer, ¿no se los dijo Cetta?

— ¿Decir qué? —me aceleré— ¿De qué hablas?

— Claro. Asumí que no lo sabías por cómo estás actuando. ¿Tienes algún modo de contactar con tus amigos allá? Ellos también querrán escuchar esto.

Busqué la menos que tenía en los bolsillos. No entendía cómo era tan resistente incluso siendo tan delgada. Busqué de nuevo la opción que usé antes para verlos. Y en cuanto los vi comencé a hablar.

— Hola, adivinen con quién estoy —les mostré a Girio.

— ¿Quién es? —preguntó Lífsero.

— ¡Es Girio! —Respondí—. Girio Vertic. A quien vine a buscar.

— ¿Es él? —preguntó Ficseto— Lo siento, no lo reconocí.

— ¡Pero no ha cambiado! —dije en broma volteando los ojos.

— Soy igualito —me apoyó.

— Qué bueno que lo hayas encontrado —dijo Lífsero—. Ahora podemos traerlos de vuelta.

— Definitivamente no tienen idea de qué se trata esto —dijo Girio algo sorprendido— ¿Tienes una caja de recuerdos? Quiero ampliar la vista. Traten de conectar una también ustedes, chicos. La necesitarán.

No sé por qué, pero había traído conmigo mi caja de recuerdos que estaba en los pantalones del día anterior. Se la entregué y la puso justo en frente de la menos, lo que nos permitió ver una imagen ampliada de Ficseto y Lífsero en el ventanal que daba al jardín. Girio caminó y bajó la cortina para que la imagen quedara ahí.

Vi a Ficseto haciendo lo mismo.

— Bueno, chicos —comenzó— primero que nada cuéntenme qué saben.

— Para ser francos —habló Lífsero— No sabemos mucho: Sabemos que Proteo organiza estos para mandar a las estrellas a La Tierra; que todas las estrellas que salen son asesinadas, que hay un secreto que están ocultando, que Kano tiene planes diferentes a los de Proteo, entre otras cosas.

— No saben nada —dijo Girio— No tienen idea de todo lo que hay detrás.

Nos contó la historia de Tardius Misén, el dueño de la empresa Hoyo Negro, de todo lo que sabía, de todo lo que ocultaba y por qué hacía lo que hacía.

— Entonces Álligi está por desaparecer —dijo Lífsero, pero no era una pregunta.

— Lamento decirte que así es —respondió sin ganas— No les quedan más que cincuenta y dos años.

— ¿Y qué podemos hacer? —preguntó Ficseto.

— Pues volver a Álligi no creo que sea una buena opción.

— ¿Debemos llevar a todos a La Tierra? —preguntó Lífsero.

— ¡No! —Gritó Gonzalo—. ¡Estarían invadiendo un planeta!

— Por si no te habías dado cuenta —habló Ficseto— llevamos haciendo eso por cinco años.

— No —esta vez fue Daniela—. Han migrado aquí, pero no lo han invadido. Traer a todo un planeta es una invasión.

— Sólo somos mil millones de estrellas —aclaró Lífsero.

— ¿De verdad? —Preguntó Gonzalo— ¿Tan pocas?

— ¡¿POCAS?! El planeta no puede ni mantenerse a sí mismo. ¿Cuántos hay en tu planeta?

— Siete mil millones de personas.

— Nuestro planeta es más grande y ustedes están llenos a más no poder —no supe si Lífsero estaba regañándolo o dando sus condolencias.

— ¡No es culpa nuestra! —Debatió Gonzalo— Nosotros ni siquiera tenemos hijos!

— Pueden comenzar por traer algunas cuantas estrellas —propuso Girio— Tal vez las que aún están el La Planta.

— Y traer aquí a las que ya están en La Tierra —añadí—. Tal vez las necesitemos.

— En ése caso debemos mandar naves hacia donde ellos están para que lleguen a tu país.

— ¿Cuántos son? —Preguntó Emy— Tal vez podamos meterlos a todos aquí.

— Somos... —tocaron la puerta cuando Lífsero iba a dar la respuesta. Ficseto se puso de pie e indicó que él abriría— Decía que son cuatro aparte de Girio y Cetta y quince aquí. Además de seis heridos que tenemos en cuidado de Mellín

— Pues tal vez no podamos tanto —respondió con una risita—. Pero podrían quedarse en la hacienda.

— Lífsero —interrumpió Ficseto— tenemos un problema. —Volteó hacia nosotros—. Oigan debemos hablar después, ¿está bien? Lo siento.

— Algo me dice que veinte estrellas son demasiados para una casa, ¿no? Dije cuando la pantalla se volvió negra.

—No —respondió levantando las manos para hacer énfasis—. No hay problema la hacienda es muy grande. —Claramente estaba preocupada por el espacio.

— ¿Nos estás presumiendo? —preguntó Girio riendo.

— ¿Entonces te vas a ir de la casa? —preguntó Daniela

— No lo sé —respondí. Miré a Emy— ¿También yo o sólo las demás?

— Como quieras —contestó— pero yo digo que es mejor que todos estén juntos, ¿no?

— Vamos a poder ir a verlo, ¿no? —preguntó Daniela.

— ¡Pues sí! ¿Por qué no?

La menos sonó y apareció un letrero que indicaba llamada entrante.

— ¿Así se ve cuando te llaman? —Pregunté sorprendido— Sería genial poder rechazar llamadas de telepatía.

— ¿No pueden hacerlo? —Preguntó Gonzalo.

— Sí, pero no antes de saber quién trata de hablarte.

— Contesta antes de que cuelguen —dijo Girio.

Asentí y miré la menos. No tenía idea de qué hacer. Había una opción en color verde y otra en rojo, por lo que me pareció prudente presionar la roja.

— Colgaste —dijo Emy mirándome como a un tonto.

Tal vez no fue lo más prudente.

— ¿Y qué hago?

— Llama tú.

Cunado Lífsero y Ficseto contestaron, y su imagen apareció en la pantalla, no se veían muy felices.

— Tenemos algo que decirte, Cetta —Lífsero intentaba no mirarme a los ojos— Es sobre tu madre. Sobre todos nuestros padres, de hecho.

Sentía un vacío en el pecho. Aún no me decían nada, pero la expresión que tenía en su cara, y cómo Ficseto ni siquiera estaba mirando a la pantalla me preocuparon demasiado.

— Ellos... —tartamudeaba— Cetta, lo siento, pero...

— Dilo ya.

Todos es la sala decidieron guardar silencio. Nadie estaba diciendo nada, y peor aún, ni siquiera se escuchaban sus respiraciones. Era como estar completamente solo ante lo que parecía oscuridad.

— Ella... —sus ojos se llenaron de lágrimas— Cetta... Nuestros padres... se han olvidado de nosotros.


Hola!

La misión cambió, amigos, ahora no sólo deben llevar a todos de regreso a Astéri como habían pensado...

Bueno, todavía queda por recorrer, y no puedo prometer que las cosas van a mejorar o a empeorar, sólo puedo decir que sí se pondrán más interesantes.

Nuevas revelaciones, algunos secretos guardados, y más acción se aproximan, y les prometo que les gustará.

Valar Morghulis!

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