CAPÍTULO 20 Final

Un solo amplificador de ruido te ayuda a que un lugar grande como un teatro o un auditorio te escuchen todas las estrellas presentes. Dos, logran hacer que un millar de estrellas te escuchen perfectamente en un estadio, en medio de un partido de kante, y sin requerir esfuerzo alguno. Ficseto usó tres amplificadores de ruido cuando dio su conferencia en la Ciudadela con lo que posiblemente era toda la población de Clar. Yo estaba usando cinco de ellos con una sola intención: Quería que Tardius y todos los presentes en este lugar, escucharan cada palabra que iba a decir.

— ¡Tardius! —grité.

Todos los sonidos se callaron. Las estrellas que yo logré ver, voltearon hacia mí. El aire me golpeaba fuerte. Estaba en el techo del edificio junto al sanatorio, con frío, algunas de mis heridas aún ardían, y ahora tenía vendas y parches en mi cabeza. Pero tenía una nueva misión. Y al igual que la anterior, nada me detendría de lograrla.

— ¡Eres un dimato! —seguí— Te atreves a atacar una ciudad llena de estrellas inocentes. Eres un cobarde con un estilo increíble. —No sé por qué dije eso último—. Si de verdad quieres una guerra, puedes tenerla, pero no metas a los que no tienen nada que ver. Nos quieres a nosotros. A Ficseto, a Lífsero, y a mí —no mencioné a Sonos por estrategia—. ¡Ven por nosotros!

Una de las naves que estaban justo en el centro se elevó un poco. Nunca antes sentí tanto miedo. Estaba llamando yo mismo a lo que podría ser mi perdición. Mis amigos no estaban cerca, Lored, Luna y Flia se quedaron en la habitación de Lored por protección. Me mantuve firme, no dejaría que notaran mi miedo. No dejaría que cayera todo el plan.

La nave se fue acercando lentamente. Me puse más firme, mi posición se endureció, estaba listo para atacar. Era una distancia que una nave recorrería en veinte segundos, pero esta se acercaba despacio a propósito para intimidarme. Después de un rato cuando finalmente llegó, se abrió una puerta pequeña, por la que apareció Tardius, con su increíble porte y las manos sujetas por la espalda, con una sonrisa y la cabeza inclinada.

— Cetta —amplió su sonrisa—. Qué gusto verte de nuevo. ¿Cómo está tu amigo de cabello azul? ¿Mejor? —Me quedé mirándolo. No le respondería eso—. Supongo que aún estás del lado de la Tierra, ¿no es así? —Me miró a los ojos y supo mi respuesta—. Es una lástima, serías un gran cadete estando de éste lado. Confundes la valentía con ser ímero, y constantemente actúas por impulso. Eres un gran elemento para tu equipo, ojalá pudieras servirnos a nosotros.

— Me encerraste en una celda juntos con mis amigos —le dije—. ¿Era esa tu estrategia para llevarme a tu equipo?

Se quedó callado.

— Supongo que no me llamaste para hablar de esto, ¿o sí? —Asintió—. Hagamos esto ahora mismo. ¿Qué quieres?

— Deja en paz a todos los pobladores de Clar —exigí—. Ellos no son culpables de lo que tú y nosotros comenzamos.

— No te confundas, Kundera —me dijo negando con la cabeza—. Nosotros no comenzamos esto. Fueron ustedes. Fueron ustedes quienes ataron a Kano y Porteo para dejarlos en el desierto. Fueron ustedes quienes se metieron donde no tenían qué, buscando su información en un plan que no tenía ningún fundamento ni estaba bien hecho. Fueron ustedes quienes entraron a los Combates voluntariamente. De hecho, fuiste tú quien se escapó el año pasado de la inyección del flux y no olvidó nada. —Me sorprendió que supiera eso, y lo notó—. Ah... —rió— también me enteré de eso, Cetta, siempre me entero de todo. Si hubieras dejado que te inyectaran el Flux, ahora mismo no estaría pasando todo esto. No habrías convencido a tus amigos de que debían terminar —hizo comillas— con lo que yo estaba haciendo. Nunca lo habrían sabido y no habríamos llegado a esto.

No podía dejar que viera que me estaba afectando lo que decía. De verdad pensé que era todo mi culpa. Él lo dijo, fui yo quien metió ideas en la mente de mis amigos, y por mí es que ellos tienen que estar sufriendo esto. Yo lo provoqué, él tenía razón. Pero me mantendría estoico, no lo dejaría verme caer.

— Pero no busquemos culpables donde no lo amerita. Ambos grupos tenemos responsabilidad en esto —levantó los brazos—. Tanto ustedes como yo. Así que, si quieres que este ataque cese, deberán rendirse. De lo contrario me veré en la necesidad de seguir adelante. Tu querida ciudad ya está condenada junto con todo el planeta, sólo necesito a los que vienen conmigo y puedo contra todos en la Tierra. Tú decides, el ataque acaba, o acaba con tu ciudad y recursos.

— ¿De verdad prefieres asesinar a una ciudad entera antes que pelear contra un grupo de niños?

— La idea fue de Kano, Cetta —se rió—. Eso díselo a él. Yo no he matado a nadie, siempre se han encargado ellos. Agradécele a mi hijo lo que está ocurriendo ahora.

» Pero no hablemos más. ¿Te rindes... o pierdes tu ciudad?

Cerré los puños y levanté mi cabeza, como respuesta.

— Has elegido —asintió y cerró la puerta de la nave.

Comencé a tratar de desviar la nave con telequinesis, pero yo no era Ficseto, y en mi estado era un poco más difícil. El puño bien cerrado, el esfuerzo quemando, y la nave de Tardius preparando sus armas. Una de las puntas de la nave no era sólo un adorno cualquiera, comenzó a tornarse de color morado y creció una bola de energía alrededor de ella. Yo quería que la nave cayera al suelo y explotara o simplemente que dañara a los pasajeros, pero mi telequinesis no era tan potente. La bola de energía estuvo lista. No me quedaba de otra debía correr. Pero no lo logré a tiempo. Disparó. Lo último que escuché fue el impacto del disparo contra el edificio, y cómo éste se convertía en escombros.

Desperté de mi viaje astral en el techo del sanatorio.

— Ahora —le dije.

Antes de salir al techo del otro edificio había llamado a mis amigos, a Lífsero, a Ficseto, Sonos, Den y todos os que pudieran ayudarnos. Cuando aparecieron, algo de tiempo después, me proyecté en mi yo astral en el otro edificio y comencé todo lo que pasó. El plan estaba saliendo como fue diseñado. Podríamos vencer a Tardius justo ahora.

Saltamos todos juntos, incluso Lored, que casi acababa de despertar, estábamos ahí todos mis amigos y yo. Lífsero Ficseto, Sonos, Den, Lored, Luna, Flia, Draco y Macguilda. Todos saltamos del techo a la nave de Tardius, los golpes de nuestros pies se escucharon unos tras otros, algunos tuvieron que rodar, pero todos llegamos a la nave. Lo malo vino después: Comenzó a moverse. Primero iba de un lado para otro, nosotros tratábamos de colarnos por las ventanas para entrar directamente a la sala de control y encontrarnos cara a cara con Tardius, pero era más difícil cuando se movía así de rápido.

"¡Ya ríndanse, maldita sea!" nos dijo Girio mentalmente, supuse que a todos nosotros.

— Hemos avanzado demasiado como para rendirnos ahora —dijo Ficseto.

Pero lo que hizo no me lo esperaba: se dejó caer de la nave. Quedó volando a unos metros de nosotros, y con telequinesis comenzó a detener la nave. Tenía los meñiques bien doblados y las manos apuntando a la nave. Ésta no se movía tan rápido ahora, sino que avanzaba a la velocidad de alguien que caminaba. Todos aprovechamos el momento para entrar.

Una vez dentro de la nave, todos comenzaríamos un plan ideado por Lífsero: Lífsero, Luna Draco y Sonos, cerrarían los puños de Girio para que no pudiera usar telequinesis, Den y Macguilda inmovilizarían a Kano, y Ficseto y yo a Tardius para que Lored pudiera conducir la nave y llevarla directo a la Casa Presidencial para finalmente parar todo lo que estaba sucediendo.

Claro, eso habríamos hecho si Girio no hubiese estado preparado desde antes de nuestra entrada. Girio sabía que subiríamos porque hicimos demasiado ruido mientras estábamos tratando de subir, lo único que tuvo que hacer fue sujetarnos a todos con su telequinesis, y eso ayudó a Tardius y a Kano a apuntarnos directamente con sus armas.

— Muchas felicidades, Cetta —me dijo—. Lograste engañarme. No cualquiera hace eso. Girio tenía razón, tus habilidades han crecido. Como te lo dije antes, una lástima que no estés de éste lado.

— ¡Nunca voy a estar de tu lado, dimato!

— Supuse que eso dirías desde el principio. —Se encogió de hombros—. Me hicieron recurrir a esto. Pudimos acabar hace un rato, pero decidiste seguir y seguir. Primero Ficseto y ahora tú. Ustedes jamás dejarán de causarme problemas. De verdad quería que se unieran a mí, pero dadas las circunstancias, creo que no me queda otra opción que eliminarlos. Kano, por favor.

Kano sonrió. Levantó su arma y apuntó a Macguilda. Traté de moverme. Traté con todas mis fuerzas. Pero Girio era muy poderoso. No podía hacer nada. Ni siquiera podía voltear a verla.

— ¡Detente! —le gritó Den.

Pero fue inútil.

Kano disparó. Escuché un ligero sonido de Macguilda tragando aire, pero fue todo. Justamente después de eso, luces comenzaron a brotar, todo se puso frio, y luego llegó la explosión. El aire se puso denso y sentí como volaba la onda expansiva llegó hasta mí. Girio levantó la otra mano, hacía mucho esfuerzo, se notaba en su cara y en su gruñido, contuvo la explosión haciéndola más pequeña y guardándola en un campo telequinético concentrado sólo donde Macguilda estuvo. Todo esto, en tan sólo dos segundos.

Escuché gritar a Den. Pero ninguno podía moverse para hacer nada. Girio bajó la mano, y se liberó el polvo de estrella de Macguilda.

— Última oportunidad —dijo Tardius— Están conmigo, o están contra mí.

— No vamos a formar parte de tu masacre —le dijo Ficseto.

— Tu propio orgullo será tu condena. —Se giró de nuevo— Kano, por...

— ¡Espera! —le grité.

Tardius se giró de nuevo, me sonrió una vez más. Asintió hacia mí y dijo:

— Tú sí serás parte de esto, ¿verdad?

— No —le dije—. No es para lo que pedí que pararas. Quiero ver que lo hagas tú. Quiero que me mates tú.

— ¿Perdón? —estaba confundido.

— Quiero que tomes un arma, apuntes a mi cabeza, y me mates tú mismo. No Kano, no Girio. Tú. Hazlo, y te prometo que cada uno de mis amigos se unirá a tus tropas.

— ¿Qué estás diciendo, Cetta? —gruñó Lífsero.

— Precisamente eso —respondí—. Si Tardius mismo me mata, ustedes deberán entregarse. Se unirán a él y lo obedecerán hasta que su plan triunfe o falle. Pero sólo si lo hace él mismo.

» Girio, libéranos. No haremos nada en tu contra ni la de ellos.

Girio miró a Tardius con confusión, Tardius tenía la misma expresión. Ninguno esperaba lo que estaba pasando ahora. Tardius me miró de nuevo, sostuve mi mirada en él y luego asentí.

— Libéralos —ordenó—. Pero mantente alerta de cada uno.

Sentí como si una roca gigante cayera desde mí. Todo el peso de la inmovilidad se liberó de golpe. Mis amigos dieron algunos refunfuños para atacar, pero levanté la mano para que se detuvieran. Ellos de verdad lo hicieron, Ficseto asintió hacia mí, y caminé. Levanté las manos para que Tardius viera que era inofensivo, me acerqué a él.

— Apunta —le dije.

Tardius dudó. Lo hizo de manera lenta.

— No haré nada —le aseguré—. Mátame.

— Cetta —me llamó Lored.

De nuevo levanté mi mano.

Tardius me apuntó con el arma. Mis nervios reaccionaron y sentí como todos se activaban, pero no me moví ni un poco. Miraba a Tardius a los ojos, los ojos que siempre se veían amigables o intimidantes, sin punto medio, ahora se veían nerviosos, asustados. Sabía que él no podría hacerme nada. Estaba seguro de eso. Por lo menos era lo que me decía a mí mismo. Su mano temblaba. Tragué saliva.

Tardius me miró de nuevo. Su cuello estaba tenso, pude ver que la palma de su otra mano estaba sudorosa, y en su frente se veía un poco más. Puso su dedo sobre el gatillo. Reconocí el arma como la del rayo de energía, perforaría mi cabeza en medio segundo. Tardius de verdad estaba dispuesto a asesinarme, pero no lo haría, porque no podía hacerlo. Yo estaba totalmente aterrado de todos modos.

— No —dijo él—. No lo haré. No voy a darte lo que quieres.

— ¿Padre? —llamó Kano—. ¿Qué pasa?

— No voy a hacer lo que me pide. —Hablaba entrecortado—. No tengo por qué hacerlo.

— Es la condición para que estemos en tu ejército —le dije—. Mátame, y ellos deberán prometerte lealtad. Juren que lo harán. —Miré a mis amigos con seriedad.

Lored me miró directamente a los ojos. En los suyos podía ver miedo, sólo por un momento, porque inmediatamente cambiaron por confianza. Yo sabía que, aun sin poder comunicarme por telepatía porque Girio podría escucharnos, él entendería todo lo que yo hacía. Podía sentirlo.

— Lo juramos —dijo mirándome. Luego miró a Tardius—. Todos lo juramos. —Se giró al resto del grupo—. Júrenlo.

Dubitativos, cada uno de ellos comenzó a decir que lo harían. Juraron aliarse a Tardius si él me mataba.

— Adelante —le dije—. Mátame.

Tardius me miraba con una mezcla de ira y recelo. Su mano ya no estaba apuntándome, sino que estaba a su costado. Tomé su mano, y en un rápido movimiento, hice que me apuntara de nuevo a la cabeza. La boquilla de su arma estaba directamente pegada a mi frente, fría, como si me advirtiera.

— Mátame —le dije sereno. Luego grité—: ¡Mátame!

El último movimiento hizo que Tardius aumentara su temor. Sus ojos ya no mostraban su enojo, sólo su miedo.

— No puedes, ¿verdad? —le dije—. Yo sé que no puedes.

La expresión de Tardius no tenía descripción. Ya no era la estoica de siempre. Ya no tenía la confianza y el porte que había mostrado desde que lo conocimos. No era la misma. Era todo lo contrario. Ahora era insegura, temerosa y dejaba ver que era incapaz de hacer lo que le pedía. Girio paseaba su mirada entre Tardius y yo, estaba sorprendido y sabía que algo estaba pasando. Kano no podía creer lo que veía, seguramente él también, al ser su hijo, había sido víctima de la forma en que Tardius proyectaba su imagen, estaría tan sorprendido de que al fin alguien lo había enfrentado.

— Eres un cobarde, Tardius —seguí—. No puedes hacer el trabajo tú solo y debes encomendárselo a alguien más. A tu propio hijo. ¡Qué asco!

Tardius no podía hablar.

— No puedes ni siquiera hacer una simple tarea. Nos diste las habilidades que podemos usar para vencerte. Tú mismo no puedes usarlas. ¿Por qué piensas que serás bueno dirigiendo un planeta entero? ¿De verdad crees que haces lo mejor para las estrellas, si no puedes hacer esto?

» Amigos —llamé— acabemos con esto. Vámonos.

Caminé hacia ellos, pero no para irnos de verdad. En cuanto llegué a ellos articulé la única palabra que mis amigos estaban esperando escuchar:

— Ataquen.

Ni Girio, ni Kano, ni Tardius esperaban que hiciéramos algo así. A decir verdad, yo tampoco, todo salió improvisadamente. Seguimos el plan que Lífsero había creado antes, tal como se dijo todo, todo ocurrió. Girio no podía defender a su equipo porque estaba inmovilizado, Kano estaba en un rincón acorralado con fuerza telequinética, y Tardius de pie, con la misma expresión que cuando yo estaba frente a él.

Pero no contábamos con dos cosas que sucedieron casi al mismo tiempo: Girio no podía utilizar telequinesis porque su puños estaban cerrados y su gesto para usarla era con las palmas extendidas; no haría viaje astral porque para eso necesita relajarse, y no podría hacerlo de ese modo; pero había algo que sí podía hacer, y lo utilizó muy bien: Con el control de emociones, nos provocó un dolor increíblemente fuerte.

Sentía dolor por todo mi cuerpo. Ni siquiera sabía qué me dolía, sólo podía sentirlo. Era como estar de nuevo caminando por la ciudad bajo ataque, todos mis músculos dolían, todos mis huesos ardían, dentro de mí me estaba contrayendo, como si fuera a implosionar. Miré a mi alrededor, todos mis amigos estaban bajo las mismas circunstancias. Se retorcían tanto o más que yo. Cada uno de ellos. Ni quiera podía respirar, sentía que mi cara estaba haciendo muecas que nunca habría podido hacer por mi cuenta, y mi espalda se flexionaba de un modo totalmente innatural.

— Nunca será tan fácil, Cetta —dijo Girio poniendo se de pie— Pasé tiempo con ustedes, sé cómo actúan y cómo puedo acabar con cada uno de ustedes. Por ejemplo, si sujeto el cabello de —movió sus dedos como eligiendo— Lífsero, por ejemplo.

Girio comenzó a pasar la mano por el cabello de Lífsero mientras ella se retorcía de dolor. Ficseto comenzó a hacer ruidos más fuertes, sabía que eso lo molestaría.

— Conozco sus debilidades... —fue interrumpido.

Dos factores influyeron en que no pudiéramos contra Tardius y su equipo. La primera fue que descuidamos a Girio, culpa nuestra. La segunda, totalmente venida de la nada, y sin que nosotros tuviéramos qué ver, el ejército de Astéri, inoportunamente, llegó a la nave de Tardius y disparó por la parte de afuera.

La agitación de la nave por el impacto provocó que Girio cayera al suelo, por lo que salimos de la tortura a la que nos tenía sometidos. Tragué aire como si nunca lo hubiera hecho antes. Quisimos correr para atacar de nuevo. Pero Girio, aún con Lífsero cerca, pudo tomarla del cuello en ése instante. Lífsero trató de liberase, pero con un toque en la cien, Girio la dejó dormida.

— Eso es nuevo —sonrió—. Supongo que también crezco yo, ¿no? —Se rió hacia Ficseto—. Acérquense un poco más y ella cae para siempre.

Ficseto puso sus manos frente a nosotros para que no nos moviéramos.

— Adiós —dijo.

Con un movimiento de la palma de su mano, abrió la puerta de la nave, e hizo que todos voláramos fuera de nuevo. Un segundo impacto golpeó la nave, pero no fue suficiente para derribarla. Comenzó a elevarse, y luego se alejó.

Quisimos correr todos para alcanzarla, pero los soldados nos detuvieron.

— Nosotros nos encargamos —dijo uno de ellos.

— ¡¿Ustedes?! —gritó Ficseto— ¡Ustedes ocasionaron esto! Pudimos salvar a Lífsero pero ustedes dispararon. Yo voy por ella.

— No —lo detuve—. No vayas. Tú eres quien movió a todas estas estrellas, y por ti siguen creciendo. Debes quedarte aquí.

Algunas de las naves comenzaron a perseguir a la de Tardius. Las naves que atacaban Clar comenzaron a dispersarse, pude ver a alguno soldados alejarse también.

— Tú no lo harías —me dijo tratando de ocultar que estaba enojándose conmigo también—. ¡Tú no te quedarías! —gritó molesto.

— Pero tú eres más listo.

Ficseto aligeró su expresión. Su cuerpo se relajó, pocas veces tengo razón, pero cuando la tengo es muy en serio.

— Cuídala por mí, amiguito —asintió hacia mí.

— Quédate con él —le dije a Flia— Tú puedes confortarlo un rato —ella asintió hacia mí y se acercó a él.

Hice una seña a Lored para que me siguiera. Ambos corrimos, él me seguía a mí. Nos acercamos a una de las naves de los soldados que se quedaron en tierra, y nos colamos a la fuerza. Trataron de detenernos, pero ellos no eran capaces de usar las habilidades que desarrollamos en La Planta.

Nunca había conducido una nave, pero, cuando se trata de hacer algo por alguien a quien amas, cualquier cosa imposible, se vuelve realidad en tan sólo un instante. Tomé le volante de la nave, y presionando varios botones que no entendí, hice que se elevara. Comencé a gran velocidad persiguiendo a las naves de nuestro país. Rápidamente llegué a la parte delantera de la línea. Las naves disparaban contra la de Tardius, pero había algunas de las que atacaron Clar disparando de regreso.

Yo no tenía ni idea de cómo era posible que estuviera conduciendo una nave, pero no sólo eso, sino que esquivaba los tiros de las otras naves, y disparaba las de la mía. Los edificios de Astéri no eran muy grandes, pero Kano volaba cerca de ellos, precisamente para que se nos dificultara más dispárale. Sonaban varias explosiones, tanto de naves que caían como de edificios a los que se les disparaba por error. Poco a poco fueron cayendo todas las naves, cuando una caía, caía directamente sobre la ciudad. Era una masacre mecánica.

Hasta que finalmente quedaron sólo la mía y la de Tardius. Era la más pequeña. La que sólo llevaba tres estrellas y un rehén.

— No dispares directamente —me dijo Lored— Puedes herir a Lífsero.

Aceleré. No quería que Lífsero saliera herida. No podía disparar, pero eso haría que se fueran. No sabía qué hacer. Estaba actuando por impulso como hacía en tantas ocasiones. ¿Qué pasaba conmigo? ¿Por qué siempre hacía lo mismo?

Habíamos salido de la ciudad, ahora estábamos en un desierto que ni yo mismo conocía.

— Debieron rendirse desde hace mucho tiempo —dijo una voz conocida.

Girio estaba presente en la nave. Yo sabía que era una proyección astral, porque podía ver una especie de luz, pero no estaba seguro de que Lored la vieran también. Girio se acercó lentamente hasta donde yo estaba.

— Detente ya —me dijo.

Lored no sabía que estaba aquí. Sólo yo podía verlo, él no se sorprendió de verlo, él no trató de atacarlo.

— Está aquí —le dije— Girio está aquí como proyección. Lored, conduce, alcanza a Kano.

Le dejé el volante de la nave a Lored mientras veía a Girio negando con la cabeza.

— No te vas a dar por vencido nunca, ¿verdad?

— No sin pelear —respondí.

Girio desapareció. La nave se detuvo de golpe, ambos salimos disparados hacia adelante y nos estrellamos contra las paredes del vehículo. La proyección astral de Girio estaba asomándose por la ventana del frente de nuestra nave, él la había detenido con telequinesis. Y con la mano que no estaba usando, hizo que cayéramos.

Nos lanzó desde la altura.

La nave no paraba de caer. Lored me gritó que no podía detenerla ni hacer que volviera a volar. Sentía que este era nuestro fin. A lo lejos vi la nave de Tardius alejándose, llevándose a Lífsero con él.

Y yo cayendo directamente a lo que parecía ser mi muerte.

Nos miramos uno a otro. Sabíamos que ya no había nada qué hacer. Me acerqué a Lored y lo abracé. La nave caería y ambos estaríamos muertos por el impacto o la explosión.

Y de nuevo dejamos de caer.

Una vez más, la velocidad nos hizo dar un salto, pero ahora estábamos a salvo.

Cuando la nave, cuidadosamente, llegó al suelo, salimos algo adoloridos, y vimos a Ficseto bajando de otra nave.

— No creíste que de verdad me quedaría allá, ¿verdad?

— Esperaba que lo hicieras —le dije y luego lo abracé—. Qué bueno que no lo hiciste.

— Traté de alcanzarla —me dijo.

— Yo también. Pero no pude. Ahora ya no sé dónde están. ¿Por qué no lo seguiste?

Ficseto se veía muy afligido. Me tomó del hombro y me acercó a él.

— No puedo perderlos a los dos, Cetta —me sonrió—. Tú no tenías opción, por eso preferí salvarte a ti primero.

» Tú y yo nos encargaremos de que Tardius finalmente caiga, lograremos la paz con la Tierra, y lo más importante, Salvaremos a Lífsero. —Me sonrió.

Ficseto y yo sellamos nuestra promesa con un apretón de manos, y un abrazo que nos dio fuerza a ambos.


Hola!

Wooo! Amigos! Llegamos al capítulo final de la segunda parte! Sólo nos queda un epílogo y ya!
Cómo se sienten con esto? Yo estoy muy emocionado al respecto! Les gustó lo que leyeron?

Nos vemos en el epílogo!

Valar Morghulis!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top