Prólogo
Los últimos rayos del sol brillaban en el pelaje plateado de Waterfur, que tomaba sol afuera de la maternidad. Una fría brisa llegó a rozar su pelaje, así que, con su peluda cola, rodeó a sus dos hijos prácticamente recién nacidos.
—Hola, Waterfur —Brownfeather le saludó con una sacudida de su cola, saliendo de la maternidad para sentarse junto a ella—. ¿Qué tal vas con los pequeños?
—Todo va como lo deseaba, no podríamos estar más contentos —miró a sus dos hijos de forma cálida.
—Estoy segura de que Snowfur en poco será retado por esos pequeñines para ser lugarteniente —había un tono gracioso en la voz de la reina marrón.
—Espero que no le lleguen a sacar de quicio —maulló entre carcajadas—. Es una pena que no pueda pasar tanto tiempo con ellos por sus labores de lugarteniente. ¡Ashkit, para! —el cachorro gris oscuro mordía suavemente la cola de su madre, sus ojos azules claros brillaban con alegría.
—¡Cachorros! —Brownfeather dijo—. Siempre serán así.
—Vayan a jugar con Orangekit —la madre grisácea les ordenó.
—Estoy preocupada por la pila de carne fresca —la mirada de Brownfeather se volvió oscura—. Queda poco para que comience la estación sin hojas, y parece que ya estamos en la parte más dura de esta. Aparte, muchos cachorros más están por venir —miró por un segundo su barriga, la cual había crecido por las crías que tendría en poco—. Dudo que muchos puedan sobrevivir...
—Todo saldrá bien, no te preocupes —intentó sonar convencida, pero se notó que realmente no lo estaba—. Ya está anocheciendo, deberíamos entrar en la maternidad.
—Vale —la marrón aceptó—. Hasta mañana —se despidió, y luego metió su cabeza entre sus patas delanteras.
Waterfur se acostó en su lecho, intentando sumirse en un sueño profundo, pero le resultó imposible. Sus ojos azules eran los únicos que miraban los alrededores de la maternidad, incluso los cachorros no emitían ni un sonido. Tras un rato revolcándose en su lecho musgoso y de cañas, se quedó dormida.
Volvió a abrir sus ojos, esperando los rayos del sol matinal pasar entre algunas hojas que cubrían la maternidad. Pero en vez de eso, observó un lugar completamente azul luminoso, donde todo parecía interminable, y todo brillaba como si estuviera hecho de estrellas. En frente suya, había una franja completamente oscura, y detrás de esta, un lugar tan rojo como la sangre, con árboles oscuros y sin hojas.
—¿Clan Estelar? —empezó a entender donde se encontraba.
—Bienvenida, Waterfur —una suave voz resonó por todo el lugar, y luego, apareció una gata plateada con rayas negras, su pelaje compuesto por pequeñas estrellas brillantes, y sus ojos verdes claros relucían bastante, siendo posados en la guerrera—. ¿Qué te trae por aquí?
—Basta ya, Moonstar —intentó sonar amenazante, pero más bien sonó tímida—. Sé que me vas a decir que debo esperar para comprender alguna clase de destino. No hace falta que me lo recuerdes.
—No vengo para eso. Te dije que lo entenderías cuando llegara el momento. Es la hora de que tu destino sea escrito, Waterfur.
—¡Yo soy la que decido mi propio destino! Todos los gatos deciden el suyo propio; que seáis nuestros ancestros no tiene que ver con eso. ¡Déjame en paz! —bufó con miedo, dando un par de pasos hacia atrás.
—Siento mucho lo que te hice. Mi intención no era dañarte. Era eso, o dejar que los clanes desaparecieran —la voz de la antigua líder sonó certera.
—No tengo un problema contigo, Moonstar. Solo quiero que mi destino sea mío, solamente mío.
—El Clan Estelar ha guiado a los clanes y a sus guerreros por innumerables generaciones. No pienso escribir tu destino, para nada. Quiero que comprendas y escribas tu destino tú misma. Solo estoy aquí para guiarte —su voz sonó calmada, logrando relajar a Waterfur.
—Gracias, Moonstar —con una sacudida de su cola se despidió, y empezó a caminar hacia cualquier lado.
—¡Espera! —la antigua líder le persiguió mientras gritaba su nombre—. Quiero que sepas algo, es importante.
—Dime —la reina le incitó a continuar.
—Vuestros propios hilos, vuestra propia sangre, serán los que le matarán. No temas, Waterfur, debes salvarles; este es tu destino.
—¿Qué se supone que debo hacer? —se sentía confundida.
—El tan plateado como la propia plata te ayudará con tus acciones —maulló, recordando algo—. Cuando te la encomendé, sabía que hacía lo correcto. Mi propia famila, y la tuya, contigo.
—¡No entiendo nada, por favor, explícame, líbrame! —la reina soltó varios gritos ahogados, respirando con dificultad.
Sus ojos fueron abiertos de vuelta en la maternidad. Se escuchó un bufido desde el otro extremo del lugar.
—¡Déjame dormir! —se trataba de Featherpelt, enfadada con su hermana.
—¡Lo siento! —se apresuró a decir.
El brillo de la luna tornó su pelaje de un color más plateado. Con su movimiento, sus dos crías se despertaron, lanzando quejidos de sueño.
—El tan plateado como la propia plata —Waterfur repetía mientras iba a la salida del campamento—. ¡Líbrame, líbrame, líbrame!
—¿Waterfur? —el lugarteniente, Snowfur, estaba haciendo guardia en la entrada al campamento—. ¿A dónde vas? Sé que algo te preocupa. ¿Quieres hablar de ello? —maulló de forma cálida.
—Por favor, déjame tomar aire fresco, solo eso.
—¿Qué está ocurriendo aquí? —Rainstar salió de su guarida; recién acababa de despertar, y se notaba que estaba de mal humor.
—Absolutamente nada —Waterfur intentó ocultarlo.
—Tendrás que tener una buena razón para andar por ahí, despertando a todo el clan —el líder bufó.
—¿Escapando del campamento para romper el código guerrero, Waterfur? —el pelaje negro brillante del cuello de Whitetail se erizó.
—Atrás —el líder ordenó al guerrero oscuro.
—Lo siento, Rainstar. ¿Podría hablar con Flowerfur?
—Vale, ve andando —él empezó a seguirla.
—A solas —giró su cabeza por un momento para hablarle, luego continuó su camino.
—Clan Estelar, ¿qué quieres que haga? —pensó, confundida con todo lo relacionado a su destino.
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