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Una cola me recorre el flanco, y siento el aliento de Ojos de Avellana en mi oreja antes de escuchar su voz.
—¿Qué esperas, cabeza de musgo? Las presas ni las hierbas se llevan solas.
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—¿Qué esperas, cabeza de musgo? Las presas ni las hierbas se llevan solas.
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