VIII. Una ciudad de sólo gatos
Semiente seguía a Anton a través de la Ciudadela mientras éste le enseñaba la ciudad, le explicaba la historia de la Ciudadela pero Semiente se veía más interesada sobre la vida cotidiana de los gatos que ahí se encontraban. Las cabañas donde vivían los gatos estaban echas de palo, caña y arbustos arreglados de tal manera que se usara como techo, estaban bien construídas y varios gatos vivían en cada una, no era más grande que una habitación humana. Semiente veía algunas cabañas construidas con piedra pero eran casi nulas con respecto a las echas de madera.
La Ciudadela se componía de tres anillos de caminos y en el centro se encontraba el Concejo de donde salían todas las calles. Las cabañas era lo que más abundaba en la Ciudadela. Pero había un gran huerto en la zona exterior de la Ciudadela de donde los gatos conseguían sus alimentos. Cuando pasaron al lado del huerto Semiente conoció la dieta de los gatos, a base de hortalizas y de un árbol frutal que crecía en el centro, sin el huerto, la vida no existiría aquí abajo. Le había dicho Anton.
Existían dos entradas de la Ciudadela, al norte y al sur de la Ciudadela, y existía al oeste la salida de emergencia de donde habían generado la huída hace un día. Las paredes de la cueva generaban una cúpula resistente frente al exterior y habían alrededor de la cueva unas farolas hechas de material bioluminiscente que generaban la luz, además de eso, Semiente observaba unas vetas en el techo de la cúpula que Semiente sospechó que era mineral del que se hacían las luces.
Mientras avanzaban hacia el este de la ciudad y llegaron al límite de la Ciudadela donde habían varios gatos construyendo una cabaña más grande que las demás, donde Semiente iba a vivir mientras hacían el plan para derrotar al Círculo de Đanthor. La casa era de un solo piso, era casi tan grande como el edificio del Concejo pero en el interior había una mesilla y una estera hecha de varios arbustos mullidos entretejidos generando una cama y una cobija sencilla.
-Bueno Semiente, aquí te dejo. Cualquier cosa búscame en el Concejo, estaremos deliberando sobre lo último que ha sucedido.
Semiente empezó a ayudar a los gatos que estaban terminando su nuevo hogar y cuando terminaron, ella se fue a acostar y durmió varias horas, soñó con Đanthor y con la misma habitación blanca de hace unas noches
-¿¡Qué buscas hacer con todo esto Đanthor!? -le gritó Semiente en el sueño.
-La muerte es lo que me mantiene con vida, debe haber vida para haber muerte, ¿no lo entiende? De eso se trata la estabilidad del Universo. Por eso tiene que haber muerte...
El sudor frío la despertó del sueño y sobresaltada agarró su diario y revisó que el sueño no había sido escrito, al parecer la conexión se había roto y ya no aparecía todo lo que le pasaba, por lo que agarró un burdo cilindro de mineral negro que había en la mesilla y empezó a escribir su sueño, escribiendo cada detalle que lograba recordar. Salió de su casa y vio que las farolas habían disminuido su luz y no se escuchaba casi nada, parecía de anoche en la Ciudadela aunque no se vieran las tres lunas o los soles.
Semiente avanzó por uno de los caminos, quería volver a observar el huerto de cerca y conocer la vida que llevaban los gatos ahí abajo. Al llegar a los huertos notó un pequeño riachuelo que iba a través del huerto regando las plantas y que pasaba al lado del grueso tronco de un árbol donde crecían unas frutas que Semiente no había visto antes. El árbol era grande y frondoso y tenía cargados varios frutos. Semiente bebió un poco del agua del riachuelo y se sentó al lado de éste.
Poco a poco empezó a haber más luz en la Ciudadela y Semiente empezó a ver que varios gatos empezaban a salir de sus Cabañas, cada uno se dirigía a un lugar específico y varios gatos entraron al huerto, uno de color negro se subió al árbol y empezó a tirar algunos frutos maduros al suelo, donde otro gato negro los recogía en una cabaña, algunos la volteaban a mirar y Semiente los saludaba, tras lo cual volvían a sus trabajos. Entró otro gato blanco y Semiente se acordó que no había vuelto a ver a Yory desde la superficie y empezó a preocuparse por él. Se levantó y empezó a correr hacia el Concejo, varios gatos ya estaban en las calles y algunos llevaban otras canastas.
Tras atravesar los tres anillos, llegó al edificio del Concejo y entró, tal como le había dicho Anton, estaban ahí los 12 gatos hablando, se escuchaba un gran barullo, varios maullaban y parecían discutiendo, pero cuando entró Semiente, todos se callaron y la observaron, fue Lyse la que habló.
-Hola Semiente, ¿nos necesitas?
-No en este momento. Solo quiero saber dónde está Yory -apresuró Semiente.
-Yory volvió y está en el centro de cuidados, Yarlon te acompañará -y señaló a un gato atigrado, ligeramente más grande que los demás- Vamos Yarlon, acompáñala no tienes mucho más que decir... -terminó diciendo esto con un tono de desdén.
Yarlon salió de su puesto y empezó a caminar hacia afuera, Semiente empezó a seguirlo y tuvo que apresurar el paso para alcanzar a Yarlon. Salieron por un camino y llegaron a una cabaña ligeramente mayor y de un color rojizo. Yarlon dejó a Semiente enfrente al edificio y salió corriendo de vuelta al Concejo. Semiente entró al edificio gateando debido a que la puerta no era muy grande. Una gata blanca la recibió y le preguntó qué hacía ahí.
-Estoy buscando a Yory, mi gato. Me dijeron que estaba aquí -dijo Semiente.
-Yory está aquí, ya lo levanto, ha mejorado mucho. -dicho esto salió a un costado del edificio y volvió con Yory, caminando cojo.
Semiente lo recibió con lágrimas en los ojos y una sonrisa en su boca, Yory le respondió con un sublime ronroneo, salieron del centro de cuidados y se quedaron en el camino abrazados.
-Semiente... Gracias por cuidarme, vamos a tu casa, debes empezar a vivir la rutina de la Ciudadela.
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