IV. Vuelta a la superficie
Despertó en un ambiente común, bajo las sábanas de su cama y los rayos del sol púrpura apenas salían sobre la cantidad de nubes en el cielo. Se levantó confundida de lo que le había sucedido el día anterior y buscó a Yory con la mirada. Nada. Caminó hacia su armario, se cambió de ropas y bajó a la sala, donde su padre la esperaba ya. Semiente había perdido totalmente el sentido del tiempo, y ya empezaba a dudar si lo de anoche había sido solo un sueño, pero su instinto se mantenía firme en la realidad.
-¿No me vas a saludar y a disculparte por bajar tarde? -preguntó secamente su padre.
-Lo siento padre, anoche no pude dormir correctamente.
-Necesitas dormirte más temprano si es el caso -y luego añadió- Tengo una reunión muy importante en unos 10 minutos y tu sabes cuánto me demoro llegando al Centro.
-Me disculpo padre, por favor... "Semiente, ¿me escuchas? Soy Yory, no olvides tu misión" . Padre, por favor, recuerda que estamos sujetos a tus decisiones, piensa correctamente -hizo una pausa y añadió- piensa en mamá...
-Gracias hija... -el comentario de la madre le había llegado profundo, pero no podía cambiar su semblante- Cuídate y no olvides estudiar.
El padre salió y cerró la puerta detrás de él, y como si eso hubiera sido una señal, de abajo del sillón Semiente vio como Yory salía y se acercaba a ella. Como un gatito juguetón se pasó varias veces entre las piernas de Semiente, ella lo alzó y lo acarició
-Ay Yory, no se que hacer, me siento muy confundida -Le decía al gato mientras lo acariciaba suavemente.
-Tranquila Semiente, estaré a tu lado en todo momento, ya ves como todo se arreglará.
Dicho esto, Semiente soltó una lágrima sobre Yory, y subió a su cuarto, aún era de día y tenía todo el tiempo para ella sola. Por lo que empezó a escribir un diario.
Eligió un pequeño cuaderno de piel negra con hojas blancas y sencillas, escribió su nombre en la primera página y empezó a escribir lo que le había sucedido hasta ahora en su vida, así pasó el tiempo en su habitación, entre tinta y papel, sus palabras y ella, Yory se acomodó en su regazo y empezó a ronronear suavemente, mientras el cilindro de mineral negro rasgaba las páginas y formaba palabras, el Sol Magno se ocultó y con ello Semiente cerró su libro y se dispuso a bajar y hacer la cena. Una vez cada cinco días Semiente preparaba la cena para recibir a su padre, pero cuando se dispuso a empezar, dudó en prepararla al hombre que podría destruir el Universo; Semiente aún pensaba que algo como eso no podría ser posible, pero entonces ¿por qué conocer la Ciudadela de los Gatos? Tranquila Semi, sigue siendo tu padre, además, necesitamos tu confianza para el plan. Yory la miraba desde la sala, con cara de afirmación, así que Semiente siguió preparando la cena para cuando su padre llegara.
La sacó del sopor de la cocina el sonido de la puerta abriéndose, su padre entró con la ropa mojada, cerró la puerta y miró a Semiente
-Bienvenido padre -dijo Semiente, de una manera mecánica y practicada-. Otra vez lluvia?
-Si hija, parece como si esa lluvia saliera desde la Torre Blanca.
-Que extraño padre. Espero que hayas tenido un día satisfactorio, siéntate y ya te traigo la cena. "La lluvia, la lluvia"
-Gracias Semiente.
Dicho esto, el padre se sentó en su sillón y Semiente le llevó los alimentos en un tazón, como usualmente hacía, la cena se componía de criaturas marinas al vapor y jugo de bayas frescas. Un manjar hasta en la capital y una escultura a los ojos de la gente. Cenaron y cada uno subió a su cuarto respectivo. Semiente se encontró a Yory recostado en su cama, abrió la puerta de su armario y se miró al espejo. El sentido de personalidad va más allá de lo que uno ve en el espejo, Semiente ya no se veía a si misma, sino a otra chica, una chica insegura y cambiada y dubitativa de su destino. Intentó arreglar su cabello para dejar de sentir eso, pero el sentimiento no se iba, se acostó en su cuarto, Yory también se recostó entre sus piernas y se quedaron dormidos.
Semiente se encontraba en una sala blanca, Yory estaba sentado frente a ella, pero no la miraba sino miraba detrás de ella. Semiente volteó y vio a su padre como siempre lo veía al salir cada mañana, Yory bufaba y el padre lo miraba fijamente. Dos alas habían salido de la espalda del padre y empezaban a crecer. La habitación se puso negra y oscura como boca de lobo y un haz de luz salió del techo, Semiente veía directamente a la luz y la rodeó totalmente.
Despertó sudando en su cama y el sol púrpura se asomaba ya por las colinas. Yory ya no estaba en su cama así que Semiente se sentó en el borde de la cama, sacó su diario de debajo de la cama donde lo tenía escondido y anotó sobre el sueño en sus blancas páginas.
-¡Semiente! -la voz del padre sobresaltó a Semiente, guardó el diario y bajó corriendo, el padre nunca la llamaba.
-Buenos días padre.
-Arréglate Semiente, hoy me acompañarás al trabajo.
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