III. La Ciudadela de los Gatos
Tras sacudirse para ver que su mente no la había mentido, Semiente volvió a dar una mirada al gran paisaje que se extendía ante ella en el final del túnel, mientras que su cerebro intentaba asimilar la visión entera que le llegaba.
El túnel terminaba en una gran cueva de paredes oscuras, pero iluminadas por las farolas que habían en varias partes de la caverna; además la cueva estaba plagada de pequeñas casas y caminos por donde centenares de gatos caminaban, vendían objetos y conversaban mentalmente con alguien más. Semiente volvió a observar a Yory "Bienvenida a la mayor congregación gatuna de Jentauro. Ven te llevaremos al Gran Concejo" empezaron a caminar otra vez, mientras Semiente lanzaba miradas a sus dos lados y hacia abajo, teniendo cuidado de no pisar ningún gato, por lo que se sentía obligada a caminar con los pies arrastrados por el suelo, o con pasitos cortos.
A medida que se iban acercando al Gran Concejo, Semiente veía la extraña vida que llevaban los gatos ahí abajo, cargaban las cosas con sus bocas o sobre ellos en pequeñas canastas, algunos hasta se atrevían a caminar en dos patas, pero al rato se rendían y volvían a sus cuatro patas, y a cada paso de ella, una decena de preguntas iban llegando a su mente sobre todo eso. Cuando miró al frente, ya se habían detenido frente a una estructura de mayor tamaño, casi tan grande como su casa en la superficie "Hemos llegado Semiente, tus dudas serán resueltas en un instante" Dicho esto, Yory entró por una abertura en la puerta y Semiente esperó a que saliera, pero no salió sino se abrió la puerta, que parecía que era la única acondicionada para su gente. Entró y se encontró en un gran salón con varios arbustos secos adornando la habitación y una docena de gatos de diferentes colores sentados en semicírculo observado a Semiente.
-Bienvenida Semiente, a la ciudadela de los Gatos -Empezó un gato, y aunque se estaba comunicando mentalmente, Semiente supo que era el gato de centro, un gato gris y de facciones ancianas que le recordaban a su abuelo. -Somos el concejo de gatos, mi nombre es Gerios, Gran Concejal y Guardián de la Ciudadela.
-Te hemos traído aquí para que nos ayudes con nuestro plan- Empezó otro, el del extremo izquierdo, cuyo pelaje rojizo sobresaltaba en los gatos-.Yory nos ha contado mucho sobre ti y esperamos que correspondas su lealtad hacia ti con tu lealtad hacia nosotros.
-¡Qué cosas dices Anton, no obligues así a la niña! Aún no sabe nada -. Respondió el tercer gato de la derecha, el más pequeño y blanco de los doce-. Debes estar muy confundida, mi nombre es Lyse, dinos Semiente, ¿qué quieres saber?
-¿Desde cuando existe este lugar? ¿Para qué me necesitan? ¿Alguien sabe de esto? ¿Cómo...
-Calma, calma -Respondió Gerios- Todo a su tiempo. A ver... La Ciudadela existe desde antes que cualquier ciudad de tu gente o cualquier ciudad de otra civilización. Te necesitamos ya que tenemos que conseguir un espía que nos ayude a maquinar nuestro plan. ¿Y qué alguien más lo sabe? No, la Ciudadela es el mayor secreto guardado del Universo y sólo los gatos conocen su existencia.
La cabeza de Semiente daba vueltas mientras intentaba asimilar todo lo que le había contado Gerios ¿Un plan? ¿Qué clase de plan podrían maquinar unos gatos?
-¿Que tan abajo estamos de la superficie? -preguntó Semiente, intentando alejar cualquier duda que se me viniera
-Nos encontramos a exactamente 1891.5 m de la superficie, exactamente debajo de lo que conoces como la Torre Blanca. Verás, nunca hemos sido descubiertos y por eso la profundidad, como factor de protección de nuestra ciudad.
-¿Que plan planean? -la pregunta sonaba tan tonta y redundante que Semiente creía que lo tomarían como broma, pero su cerebro no daba para más así que espero la respuesta.
-Veras Semiente -le contó Gerios- a lo largo del universo hay entes que buscan destruir la complejidad estable del Universo, algunos más peligrosos que otros, pero todos tienen implícitamente el mismo destino y deseo; adueñarse del Universo destruyendo así la compleja red de relaciones que hacen que nuestro Universo sea estable. Tu gente es una de ellas. Tienen un potencial enorme de adueñarse de los recursos, explotarlos y destruirlos a su paso, además, los dirigentes de tu civilización tienen ideas oscuras implantadas en sus mentes que hacen que actúen de una manera incontrolada sobre otras especies de su mundo. Por lo que te necesitamos a ti Semiente, para que intentes destruir esas ideas malignas y salvar tu mundo, y si no es el caso, nos encargaremos nosotros de realizarlo.
¡Destrucción del Universo! Semiente no podía con todo esto, su civilización peligrosa, su padre ¿malvado? Su cerebro estaba tan cansado que se desplomó y cayó desmayada.
Despertó sobre una cama de hojas y varios gatos a su alrededor llevando tazones con agua y frutos en sus bocas, frente suyo estaba Yory, pero ya no era Yory para Semiente, el se había transformado en otro ser, ya no lo reconocía, ya no era el mismo de hace varios ciclos. Tranquila, no he cambiado. Semiente no sabía si en verdad había recuperado a su Yory, pero ahí estaba, y ella lo estaba mirando. Aún soy tu gato, tranquila. Duerme, ya va a amanecer. Y tan rápido como se había despertado volvió a dormirse.
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