I. El inicio
Acostada en su cama, Semiente soñaba con turbulentas tormentas, cuando sonó su despertador y despertó sobresaltada. Se levantó de un sopetón y volteó a ver a la ventana que quedaba junto a su cama, el sol púrpura se alzaba ya sobre la colina de la ciudad.
-¡No! ¡Ya es tarde! -exclamó Semiente corriendo hacia su armario para cambiarse de ropa-. Debí haber quedado dormida más de lo esperado!
Se vistió rápidamente, agarró de su mesilla su clepsidra y salió de su cuarto. Bajó corriendo las escaleras y se encontró con su padre sentado en la mesa de la sala, esperándola. Se acercó a él, y de paso saludó con una breve caricia a su gato Yory, quien le respondió el saludo con un breve ronroneo.
-Buenos días padre -exclamó Semiente mientras los rayos del sol Magno entraban por las ventanas.
-Bajas tarde, recuerda que tengo una reunión con el concejo en 30 minutos -respondió su padre con el tono rígido de su voz que siempre lo caracterizaba.
-Lo siento padre, a veces olvido lo importante que es para ti tu puesto -exclamó con un pequeño tono de sarcasmo
-Y para ti Semiente, sin mi puesto en el concejo no tendrías la vida que tienes.
-Lo sé padre -y tras decir esto, el padre de Semiente se levantó del sillón y salió de la casa.
-No olvides alimentar a Yory -exclamó el padre antes de salir-
Semiente salió de la sala y llenó el pequeño tazón de Yory adyacente a la mesilla. Se levantó y caminó al baño, donde se miró en el trozo de cristal refinado que su padre le había comprado varios ciclos atrás, se arregló su largo cabello negro que ya le llegaba a la entrepierna y se decidió que saldría a cortárselo mas tarde. Sus ojos azules brillaban sobre su piel blanquecina. Hacía poco Semiente había cumplido los 14 ciclos y ya la madurez empezaba a notársele. Se estaba peinando cuando escuchó el suave maullido de Yory llamándola. Se limpió la cara con un poco de agua y salió a buscarlo. Lo encontró raspando la puerta de la casa, señal que significaba que quería salir.
Todas las mañanas Yory salía a hacer sus necesidades, y volvía a entrar a la casa. Pero cuando Semiente abrió la puerta Yory salió corriendo y huyó en la espesura de los arbustos que delimitaban el Camino Principal de la capital. Semiente salió corriendo tras de él, había tenido a Yory desde que lo rescató de un arbusto espinoso donde se encontraba cuando era bebé y no quería perderlo. Pero el gato fue más rápido y desapareció.
Semiente volvió con lágrimas en sus ojos a la casa y al cerrar la puerta echó a llorar, "Una señorita como la hija del Gran Concejal no puede llorar frente al público", esas palabras le había dicho su padre varios ciclos antes, cuando en días anteriores a la reelección, en una rueda comunicativa, Semiente había echado a llorar por miedo a las multitudes. Desde ese día Semiente no había vuelto al centro de la ciudad sin la compañía de su padre.
Y ahora sin Yory, Semiente no le veía sentido a la compañía, ya que ese gato la acompañaba los días que su padre salía temprano y no volvía hasta bien entrada la noche.
Después de descargar sus emociones sobre la pequeña y suave alfombra de entrada, Semiente subió a su cuarto, sacó un libro de clases, y se puso a estudiar.
"La historia de nuestro planeta Jentauro se remonta a la creación de nuestra galaxia, cuando dos estrellas hermanas empezaron a atraer diversos materiales flotantes en el espacio, estas estrellas que ahora conocemos como el sol púrpura y el Sol Magno, dieron cabida a nuestro planeta, quien empezó como un pequeño asteroide de diversos materiales, hasta cuando adquirió cierto poder de gravedad, empezando a crecer vertiginosamente y atrapando 3 pequeños satélites en su órbita, que ahora conocemos como nuestras tres lunas, por lo que..." Y Semiente cayó dormida sobre su libro.
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Despertó varias horas después, ya el Sol Magno se había ocultado y solo quedaba la luz tenue del sol púrpura iluminando la estancia, por lo que Semiente encendió la lámpara de materia bioluminiscente, guardó el libro y se acostó sobre la cama con los brazos y piernas extendidas, extrañando los ratos que podría estar pasando con Yory. El sol púrpura terminó de ocultarse cuando llegó el padre de Semiente, la cual bajó rápidamente las escaleras para saludarlo, su vestimenta tenía un olor extraño.
-Hola padre, ¿cómo te ha ido en el concejo? -y añadió al oler su ropa-. ¿Otra vez lluvia ácida en el centro?
-Así es, no sabemos por qué últimamente ha llovido mas de lo usual, pero he logrado llegar a tiempo a la reunión ¿Dónde está Yory, Semiente? No lo he escuchado maullar.
Y Semiente con lágrimas en los ojos le contó lo que había sucedido esa mañana. El padre la intentó consolar, tras lo cual siguió su camino y preparó la cena de esa noche. Cenaron y Semiente se fue a su cuarto, se recostó en su cama y quedó dormida pensando en Yory. Soñó con su peluda figura y todos los buenos momentos que había pasado con él.
La despertó a la mitad de la noche un sonido conocido, y al voltear a la ventana, vio sobre el alféizar la silueta de Yory, mirándola con sus ojos verdes fijamente en la oscuridad.
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