Encontró una forma segura de que vecinos entrometidos no asomen más sus narices para olisquear la podredumbre que se oculta en este hogar. Ahora solo las paredes absorberán su aliento y el mío, solo ellas sofocarán el tormento. Al salir, dejaré mi dolor en el resquicio de la puerta, colocaré la hermosa máscara que he pintado y caminaré entre el resto, jugando a ser humana.

Pero solo soy carne putrefacta e hilos tironeados por un titiritero que jamás abandona la función.

Continúa y continúa y no acabará hasta que caiga el telón.