I

Para cuando Lucía y yo llegamos al dúplex, ya era mediodía y yo no veía la hora de comer. Saqué los candados y las trabas lo más rápido que pude mientras ella le mandaba un mensaje a papá y mamá para avisar que habíamos llegado bien, gracias por prestarnos la casa y felices vacaciones de nosotras.

Entré mi equipaje enseguida y ayudé a Lucía con el suyo. Solo a ella se le ocurría traer un bolso lleno de libros.

—¿Qué te trajiste, la biblioteca entera?

Sin levantar la vista del celular, respondió:

—No, solamente La etérea reina...

Yo estaba harta de esa saga.

—¿Otra vez? ¿No tenías ese de Luz para leer?

—Solo los cinco libros nuevos. Y el otro es El amor - luz caído del cielo y lo traje también. Los siete libros.

Si no hubiera tenido las manos ocupadas, me las habría llevado a la cabeza. Tanto hablar de que le encanta la naturaleza, caminar por la playa y qué sé yo, y va y se trae media librería.

—Bueno, voy a comprar morfi. Subí todo y pegate un baño, que cuando vuelvo, comemos.

Cerré la puerta y me fui caminando por el medio de la calle. Por fin habían empezado las vacaciones tranquilas que tanto esperaba.

No sabía lo equivocada que estaba.

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