41. Mascarada (parte 2)

Wendolyn descendió del carruaje y se colocó la falda plateada de su vestido. Una vez se aseguró de que la máscara estuviera en su sitio, observó a su alrededor.

Se hallaba en el anillo de Dragosta inmediato al palacio. Allí predominaban mansiones y palacetes separados por amplios jardines. En cualquier otro lugar, a Wendy le habría impresionado el poderío y el lujo que desprendían, pero a los pies del Palacio Dorado parecían parecían chozas.

Miró a la capitana Vitali, sorprendida por su atuendo. Pensó que llevaría un vestido como el suyo, pero su ropa era similar al de los hombres. Por último, una máscara blanca que contrastaba con su piel oscura, le cubría la mitad superior del rostro.

—Cuando deseéis, milady —dijo Sirina.

Wendy inspiró hondo y comenzó a subir la escalinata de piedra. El jardín delantero estaba iluminado por varas de hierro forjado coronadas por calendas que bañaban con su luz rojiza las plantas creando la ilusión de estar cubiertas de sangre. Quizás ese fuera el motivo por el que los vampiros valoraban tanto esa piedra preciosa.

En la entrada, entregó su invitación al mayordomo y las condujeron a un vestíbulo sostenido por columnas de mármol negro entre las cuales caían cortinas de terciopelo rojo. Los sirvientes apartaron una de ellas y revelaron una puerta del mismo color. Cuando la abrieron, apareció una gran sala circular en penumbra que olía a sangre y donde los invitados bailaban con sus rostros ocultos tras máscaras.

Los colores predominantes eran oscuros, por eso, cuando puso un pie en el salón, su vestido plateado atrajo las miradas de inmediato. Wendy dudaba que Alaric hubiera escogido ese color por casualidad. Con gran esfuerzo, disimuló su nerviosismo y terminó de entrar. La puerta roja se cerró tras ella, quedando atrapada en el interior de Villa Umbría. Miró hacia atrás y la presencia de Sirina la tranquilizó. Sus ojos gatunos, de un verde vibrante, la seguían de cerca, sin perder detalle de lo que ocurría a su alrededor.

Realizó una reverencia y los invitados volvieron a su baile y las delicias que sus paladares estaban degustando antes de su llegada, sin embargo, un hombre vestido de negro se aproximó a ella.

—Sois lady Thatcher, ¿me equivoco?

Wendy asintió. No le fue demasiado difícil averiguar quién era él: nadie salvo el anfitrión sabría su nombre.

—Lord Balloch, supongo.

—Así es.

Se inclinó y tomó su mano derecha para posar sus labios sobre la piel desnuda. Sus facciones eran juveniles, aunque angulosas; no podía ver todo su rostro debido a la máscara escarlata que lo cubría, pero sintió el escrutinio de sus ojos aguados cuando la miraron con interés.

—No estaba seguro de que fuerais a asistir avisándoos con tan poca antelación.

—Dispuse del tiempo suficiente para prepararme, aunque lamento llegar tarde.

Balloch sonrió y al fin soltó su mano.

—No os preocupéis, aún queda mucha velada por delante —dijo y se apartó para permitirle el paso.

Wendy se mezcló entre la multitud. Su corazón latía desbocado pero, con un poco de suerte, todos esos vampiros creerían que su agitación se debía a los encantos de Balloch.

Cogió una copa de doshka y caminó en círculos alrededor del salón. Fingió beber y escuchar a los músicos que llenaban el silencio con una melodía suave y decadente, pero su atención estaba puesta en las conversaciones de los invitados. Sirina se había colocado junto a los sirvientes y no tenía la libertad de moverse como ella, por lo que dependía de Wendolyn escuchar algo que pudiera servirle a Alaric; pero, como dijo, las máscaras hacían un buen trabajo a la hora de esconder su identidad y debía concentrarse en captar su esencia o detalles que pudieran ayudarla a reconocerlos.

Tomó el primer sorbo al doshka e identificó un matiz femenino y juvenil. Dio tragos más largos para calmarse hasta terminarse la copa. Fue a buscar otra, pero recordó lo que William le dijo en su primer baile: nadie bebe con verdadero deseo, pues no están sedientos.

En su recorrido por la sala, no había escuchado nada de interés, tan solo charlas insustanciales. No parecía que estuvieran planeando conspirar contra la reina, era solo una fiesta.

—¿Me concedéis este baile, lady Thatcher?

Al volverse, Wendy se topó con el brazo extendido de Balloch.

—De acuerdo —contestó tomando su mano. Era mejor que caminar perdida por el salón y quizás le presentaría a alguien interesante.

Aunque había accedido, permitir que Davhir Balloch rodeara su cintura y la acercara a su cuerpo, requirió todo su autocontrol.

—¿Qué os parece mi mascarada?

—Solitaria. Me temo que no conozco a nadie.

—Oh, lady Thatcher, en eso consiste. Cuando no conoces a nadie y nadie te conoce, puedes dejar atrás las ataduras de la sociedad y guiarte por tus deseos secretos que no te atreverías a revelar a nadie...

Se inclinó sobre ella, cada vez más cerca, hasta susurrar en su oído:

—¿Y vos, lady Thatcher? ¿Tenéis deseos que ansiéis cumplir? Porque yo sí...

Asustada, Wendy lo apartó de un empujón. Por el rabillo del ojo, vio a la capitana acercarse, pero no podía moverse, solo mantener los brazos estirados para impedir que Balloch volviera a tocarla.

Entonces, sintió una presencia tras ella que, lejos de inquietarla, la tranquilizó por completo. Cuando su mano se posó suavemente sobre su hombro, su corazón se calmó y la rigidez de su cuerpo desapareció.

—¿Me concedéis este baile, milady?

Era extraño cómo las mismas palabras que le dirigió Balloch, tenían el efecto opuesto cuando las pronunciaba William. Despacio, Wendy se volvió hacia él. Parecía tranquilo, pero lo delataba el brillo de sus ojos ambarinos bajo la máscara negra. Intentó tragar saliva, pero tenía la boca seca y solo pudo asentir.

Su anfitrión tuvo la inteligencia de retirarse; tal vez no hubiera reconocido al zral, pero sí percibió su amenaza silenciosa.

Junto a William se sintió segura y cuando la rodeó con ambos brazos, apoyó la frente en su pecho e inspiró hondo, dejando ir todo el miedo.

—¿Te ha hecho algo? —susurró junto a su oído. Su aliento cálido era agradable y no pegajoso como el de Davhir.

—No.

Lo sintió tensarse y lo oyó gruñir por lo bajo, pero se limitó a guiarla hasta una zona a oscuras del salón donde pasar desapercibidos. Wendolyn se separó de él y lo miró: las brasas de sus ojos no se habían apagado en absoluto.

—Di lo que tengas que decir.

—No lo creo prudente —siseó él.

—No estaba en peligro —se apresuró a decir—. La capitana Vitali vino conmigo.

La señaló con un ademán de cabeza y el zral se volvió hacia la mujer que los observaba desde la distancia. Aquello, lejos de tranquilizarlo, avivó el fuego en su mirada.

—¿Mi tío te ha enviado aquí?

—Nadie me ha enviado. Él me dio una invitación y yo acepté asisitir. No estaba en peligro —repitió.

—Tu idea de peligro y la mía difieren. Oí tus latidos aterrados en cuanto puse un pie en la sala.

—No fue por lo que Balloch hizo, recordé al barón y...

—No me entiendes, Wendolyn. No quiero que vuelvas a sentir miedo por nada, jamás.

—No puedes controlar cómo me siento.

—No me refería a eso. Sé que estás enfadada conmigo, pero no justifica que actúes a mis espaldas.

—No era mi intención, pero no estabas para decírtelo.

Aunque hablaban entre dientes, sus voces se alzaron tanto que Sirina tuvo que intervenir:

—Será mejor que nos retiremos y continuéis esta conversación en palacio.

—Ve a por el carruaje —le ordenó William sin apartar la mirada de Wendy. Cuando la capitana se retiró, preguntó—: ¿Qué te ha pedido mi tío a cambio de asistir?

—¿Cómo sabes...?

—¡Porque lo conozco, Wendolyn! Es un hombre de la corte, sus favores tienen un precio.

La joven bajó la cabeza, pero volvió a alzarla. Alaric no la había manipulado, ella aceptó a sabiendas.

—Me pidió que le informara de lo que viera y yo accedí.

William apretó la mandíbula, conteniéndose de decir algo de lo que luego se arrepentiría.

—Vámonos.

Le tendió la mano y ella la tomó. Fueron hacia la salida, pero antes de llegar, Davhir Balloch anunció a su invitado de honor. Por la única puerta apareció un vampiro con una máscara dorada cubriendo la mitad de su rostro, sin embargo, su porte arrogante y su pelo rubio eran inconfundibles para aquellos que ya lo conocían.

—Vine a una fiesta —dijo Dragan—, pero esto no se parece en nada a lo que tenía en mente.

A su lado, Balloch bajó la cabeza, abochornado. El príncipe caminó hasta el centro de la sala y cogió una copa de doshka. La olió y la derramó con una mueca de asco.

—He oído que el precio de los esclavos ha subido durante el reinado de Anghelika y yo me pregunto: ¿cómo de caro puede ser el ganado? —suspiró—. Recuerdo cómo eran las fiestas de Balloch en tiempos de mi abuelo y decidí aportar el elemento del que carecen.

A una señal suya, entraron decenas de esclavos. Todos ellos con un corte en el cuello del que brotaba sangre densa y caliente. Dragan abrió los brazos como si les diera la bienvenida.

—Para todos vosotros, la mejor sangre que habréis probado en décadas.

Un instante después, todos los vampiros sucumbieron al deseo y se lanzaron sobre los humanos. Cualquier rastro de elegancia y moderación desaparecieron y si William no hubiera detenido a Wendy, ella los habría seguido. Sin la sed cegándola, contempló con horror la carnicería que tenía lugar en aquel refinado salón de Villa Umbría.

—Vámonos —susurró en su oído, rodeando su cintura.

Casi en la salida, Dragan les cortó el paso.

—Me sorprende veros aquí, zral —dijo con una sonrisa—. Lady Thatcher.

Wendolyn no sabía cómo había averiguado el príncipe su nombre, pero no le gustaba y a William tampoco, a juzgar por su mirada que ocultó al inclinarse.

—A mí también me sorprende veros, alteza —dijo William.

—Supongo que ambos vinimos atraídos por la idea de una fiesta alejada de la rigidez de la corte... —dijo Dragan.

—Una decepción, como bien habéis dicho.

—Sí... Aunque es divertido verlos —dijo señalando a los vampiros desgarrando con sus colmillos a los esclavos que ni siquiera gritaban—. Parecen una jauría de lobos famélicos —se mofó.

—¿Volveréis a palacio?

—No. Antes quiero deleitarme con mi última compra —dijo mirando a una esclava pelirroja.

—Disfrutad de la velada —dijo William.

Alcanzaron la puerta, pero aún pudieron escuchar al príncipe a sus espaldas:

—Espero veros de nuevo en palacio, lady Thatcher —se despidió.

Wendolyn se volvió a mirarlo, pero William tiró de ella y apenas pudo ver los dientes afilados de Dragan antes de que los hincara en el cuello de la esclava cuyos rasgos se asemejaban a los suyos.

—¡¿Cómo te has atrevido?! —bramó William encarando a su tío en sus aposentos.

—Cuidado —replicó Alaric manteniendo la calma pero con un brillo peligroso en sus ojos—. Eres mi sobrino y te consiento ciertas confianzas, pero no que te dirijas a mí en ese tono.

—¡No tendría que hacerlo si mantuvieras tu barriga fuera de mis asuntos! —exclamó golpeando una mesa que cedió bajo su puño.

—¡Mi barriga! —se rio Alaric—. Vaya, sí que estás furioso. Nadie se había atrevido a llamarme gordo en siglos.

Wendy era incapaz de reír a pesar de la diversión del canciller. Aún se encontraba perturbada por lo ocurrido en la mascarada: no podía quitarse de la cabeza la imagen del príncipe alimentándose de esa esclava.

—¡Deja de reírte o te arrancaré la lengua! —siseó William—. ¡Dragan estaba allí y vio a Wendolyn! ¿Qué tienes que decir ante eso, maldito gordinflón!

Todo rastro de broma desapareció del rostro de Alaric y, por un instante, pareció genuinamente arrepentido.

—Lo único que puedo decir es que no tenía conocimiento de que fuera acudir a una de las mascaradas de Balloch. Creí que las consideraba vulgares...

—¡Exacto! ¡No lo conoces! No sabes cómo va a actuar y ello tiene consecuencias.

Alaric lo ignoró y le dirigió una sonrisa de disculpa a Wendy.

—Lamento que hayas tenido que verlo de nuevo, dulce Wendolyn, pero quiero que sepas que me es de gran ayuda.

Ella inclinó la cabeza pero la levantó al oír un estruendo.

Tan rápido que ni siquiera el canciller fue capaz de verlo, William lo acorraló contra la pared.

—Escúchame bien —siseó—, puede que seas el único familiar al que le tengo un mínimo de aprecio, pero si vuelves a inmiscuir a Wendolyn en tus asuntos, te mataré. ¿Me has entendido?

—William... —intervino ella agarrando su brazo, pero él no lo soltó.

—Como dije, no esperaba que Dragan asistiera —dijo Alaric. Aparentaba calma, pero lo delataba el brillo perlado que cubría su frente.

—Puede que eso no lo supieras, ¿pero qué hay de Balloch?

—¿Qué pasa con él?

—Sé que despertaste su interés por ella para conseguir una invitación. De otro modo, no habría podido asistir. La expusiste a sabiendas —siseó apretando su cuello regordete.

La vampira retrocedió y miró atónita al canciller.

—¿Es eso cierto? —preguntó con un hilillo de voz. ¿Era el motivo por el que Balloch la había reconocido y fue directo hacia ella?

—Lo único cierto es que hago lo que sea necesario por la reina. Se llama lealtad —siseó el canciller—. Y entorpecer mi labor, es traición.

Al fin, William lo soltó. Alaric tosió y boqueó en busca de aire.

—Tienes suerte de que, a pesar de ser un completo ingrato, quiera protegerte. Quién sabe lo que hubiera sido de ti de lo contrario —dijo con dificultad.

—Si supongo una carga para vos, le diré a la reina que Wendolyn y yo nos marcharemos en cuanto termine la celebración.

—Como gustes —replicó, saliendo de los aposentos.

El eco de sus pasos se perdió al cabo de unos segundos, pero Wendy no se movió, fue William quien caminó hasta ella y la abrazó.

—Por favor, no vuelvas a irte sin avisarme.

Al fin, la vampira reaccionó.

—¿Qué quieres que haga? ¿Que me quede quieta esperando a que tú decidas a dónde puedo ir?

—¡Lo que quiero es que no mueras! Debes mantenerte tan lejos como sea posible de Dragan, ¿es tan difícil de entender? —siseó tomándola por los hombros, con las pupilas dilatadas por el miedo—. A ese monstruo le gustan las mujeres hermosas. No sabes la fama que tiene...

Extrañamente, ver el miedo en sus ojos hizo que Wendy no lo sintiera.

—Tendré cuidado —le prometió—. Pero tú tienes que prometerme que me contarás lo que necesite para saber de quién debo alejarme, porque no voy a ser una damisela que se pasa el día bordando oculta en una torre, William.

Él la soltó, dolido por sus palabras.

—No pretendo privarte de tu libertad, Wendolyn. Es solo que...

—Lo sé, ¿pero me lo prometes?

El zral asintió y caminó hacia su dormitorio, pero ella lo detuvo.

—William, ¿de verdad te parezco hermosa?

Se giró y la contempló con calma por primera vez en toda la noche. Aún llevaba el vestido plateado y sus ojos grises brillaban más que la luna. Lo miraban expectantes y una sonrisa amenazaba con conquistar sus labios y hacerle olvidar sus miedos.

—¿Acaso no sabes que lo eres? —dijo, acercándose de nuevo.

—No, eso lo sé —dijo con petulancia—. Pero no sabía que lo era para ti, nunca me lo habías dicho.

William acunó su rostro sin dejar de mirarla.

—Eres hermosa.

Wendy había escuchado esas mismas palabras de decenas de hombres antes, pero disfrutó de forma deliciosa cuando él las pronunció. El vampiro vio su sonrisa y deseó devorarla con sus labios. Se inclinó hacia ella, pero cuando Wendy entendió sus intenciones, apartó el rostro y él la soltó de inmediato.

—¿Aún estás enfadada?

—Nunca estuve enfadada, solo triste.

—¿Por qué? Wendolyn, yo...

—Escúchame —lo interrumpió—. Te quiero, sería absurdo negarlo, pero no voy a ser la sustituta de Brigitte ni de nadie. Si deseas que esté contigo, tienes que quererme tanto como a ella.

—Wendolyn, han pasado siglos desde su muerte...

—Pero no la has superado, pude verlo la otra noche. No es lo mismo separarte de alguien porque ya no lo quieres como antes, que perder a la persona con la que ibas a compartir la eternidad.

—¿Qué quieres que haga?

Ella lo meditó unos segundos antes de responder.

—Quiero que pienses muy bien si querrías estar conmigo aunque Brigitte estuviera viva.

No lo miró cuando dijo eso, temía adivinar la verdad en su rostro. Caminó hasta la puerta de su dormitorio y, antes de entrar, dijo:

—Siento ser egoísta, pero no me conformaré con menos.

Tenía muuuchas ganas de que leyerais la segunda mitad de este capítulo. Hay bastantes cambios, por ejemplo es mucho más oscuro, la escena final de William y Wendy termina diferente y la capitana Sirina Vitali aparece desde mucho antes (algunos recordaréis que tiene papel en el siguiente libro, así que quería darle protagonismo desde antes en LEM).

¿Os parece que Wendy está siento injusta con William? Es uno de los cambios y me gustaría saber qué opináis de su actitud después de descubrir todo lo que pasó con Brigitte.

Perdonad que al final no subiera este capítulo antes. Dije que lo haría si recibía muchos comentarios pero no fueron tantos nuevos (de la anterior versión sí hay muchos comentarios). Pero agradezco muchísimo a las personas que comentaron, sobre todo me divierto con los que dejan muchas impresiones, me encanta leerlas. Igualmente, no os preocupéis que nunca voy a dejaros sin actualización, era solo una forma de agradecer si se comentaba mucho jeje.

Aquí os dejo el emblema de los mirlaj. Es habitual que lleven esta insignia en su uniforme. Básicamente es como la placa de un policía. Representa un sol con el mirlakrim dentro. Nada muy complejo, pero muy distintivo para la orden. ¿Creéis que Iván llevará una algún día?



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