41. Mascarada (parte 1)

William paseaba la pluma por el pergamino sin estar realmente seguro de lo que escribía. Había repetido varias veces esa carta para Iván porque su mente estaba ausente. Un movimiento brusco de su mano emborronó la pulcra escritura. Sin que su expresión mutara en lo más mínimo, arrugó el pergamino y lo echó a la chimenea para que las llamas lo devoraran.

Habían transcurrido dos días desde que Brigitte le mostró su muerte a Wendy a quien no había visto desde entonces. Sus doncellas, le habían informado que deseaba descansar, es decir, que no quería verlo. William sabía que era mejor dejarle espacio, pero cada hora que pasaba, le era más insoportable no saber cómo estaba. Por eso estaba en el salón a todas horas, a la espera de que ella abandonara su dormitorio.

Al fin, la puerta se abrió y el zral se puso en pie de inmediato. Wendy atravesó el umbral con un elegante vestido azul, sin embargo, ni el atuendo, el peinado o el maquillaje lograban esconder las ojeras de su rostro.

Fue a hablar, pero ella lo interrumpió en cuanto abrió la boca:

—No quiero hablar de ello —dijo con la voz tranquila.

—Wendolyn...

—No —dijo tajante.

—Al menos, acompáñame a desayunar. —le pidió al ver que no tenía buena cara.

—No tengo hambre. Además, tu tío me ha invitado a pasear por los jardines y llego tarde.

Caminó hacia la puerta, pero se detuvo cuando la llamó:

—Wendolyn, es posible que no esté cuando regreses. Tengo algunos asuntos que atender.

Ella asintió sin mirarlo y salió.

—¡Ah, dulce Wendolyn! Ven —la llamó Alaric cuando la vio en la entrada de los jardines.

Ella caminó hasta él y trató de sonreír.

—Me alegra que hayas accedido a acompañarme. El aire fresco te hará bien.

Pasearon en silencio entre la exuberante vegetación. Era una obra de arte viva que ni los más hábiles poetas podrían describir. El invierno comenzaba a cubrir de escarcha sus hojas, otorgándoles el brillo plateado de la luna.

—¿Cómo estás, querida?

—Mejor.

El canciller suspiró, apenado.

—Lamento que hayas tenido que presenciar un evento tan traumático.

Wendy se abstuvo de comentar que no solo lo había presenciado, también sintió el dolor de Brigitte y, cuando despertó, los brazos de William la acunaban igual que a ella, con la diferencia de que la joven Anghel no volvió a abrir los ojos.

—¿Encontraron al asesino?

Alaric la miró, pesaroso.

—No. A pesar de la búsqueda incesante, nunca lo hallamos.

Wendolyn inspiró hondo para calmarse. Se sentía más cómoda hablando con el canciller, pero era difícil.

—Debió de ser duro para William...

—Durísimo, pero fue hace siglos y mi sobrino ya no tiene dieciocho años; hace tiempo que dejó su pasado atrás.

La vampira lo dudaba, pero no lo contradijo.

—Lo que necesitas es distraerte, pasarlo bien para olvidar lo ocurrido.

—No puedo asistir a eventos sin William, despertaría rumores y ahora mismo no me apetece ir con él.

—Bueno, hay más fiestas en Dragosta aparte de las que se celebran en palacio...

La joven lo miró con los ojos entrecerrados hasta formar rendijas de plata.

—¿Qué proponéis?

Alaric fingió pensarlo, aunque ella sabía que tenía la respuesta preparanda de antemano.

—¿Qué te parecería asistir a una mascarada?

—¿Dónde?

—En las inmediaciones de palacio, en Villa Umbría.

—¿Sola?

—¡Claro que no! La capitana Vitali te escoltaría hasta allí, por supuesto.

—Por supuesto. ¿Quién es el anfitrión?

—Davhir Balloch, un vampiro adinerado. No es noble, pero hizo una pequeña fortuna con la venta de esclavos de La Mandíbula.

Wendy frunció el ceño, pero no dijo nada. Dudaba que algún día se acostumbrara al trato que recibían los humanos en Vasilia.

—¿Vos también iréis?

—Oh, no, querida. Balloch no tiene estatus suficiente como para invitar a un canciller, mucho menos un Hannelor. A veces seguir los protocolos es tan aburrido... —se lamentó.

—¿Y no será extraño que acuda sin pareja e invitación?

—Esto no es Svetlïa, aquí las mujeres son tan libres como los hombres. En cuanto a la invitación...

Alaric rebuscó en sus bolsillos y sacó un sobre negro. Se lo tendió y Wendy partió el sello de lacre dorado para leer. El pergamino era grueso y estaba ligeramente perfumado. La caligrafía era elegante y enrevesada, por fortuna su nivel de lectura había mejorado y ya no se le dificultaba descifrar sus trazos. La invitación iba dirigida a ella, Wendolyn Thatcher, y la mascarada era esa misma noche, en apenas unas horas.

—¿Qué me dices? —preguntó Alaric cuando dejó de leer—. Conocerás a gente nueva.

—Acudiré con una condición.

—¿Cuál? —preguntó Alaric con los ojos brillantes como los de William.

—Que me digáis por qué queréis que vaya. Sé que no es solo para distraerme.

Una sonrisilla curvó la boca de Alaric que la miró con falsa culpabilidad.

—¿Cuándo te diste cuenta?

—Cuando dijisteis que me vendría bien conocer gente nueva. Dudo que tenga tal oportunidad si todos los invitados ocultamos el rostro tras una máscara.

Alaric soltó una sonora carcajada.

—Dejadnos solos —dijo mirando tras ellos.

Hasta que los vio salir de las sombras, Wendy no se había percatado de que varios guardias los habían escoltado durante todo el paseo.

Alaric la condujo hasta un banco de piedra y ambos tomaron asiento. Del rostro del canciller había desaparecido todo rastro de humor.

—Como sabes, Wendolyn, el regreso de Dragan ha causado conmoción en la corte. No es un secreto que ansía el trono y, poco a poco, los rostros a su favor se van descubriendo y se forja un cambio. Hay pocos cambios en la historia de Vasilia, pero, cuando se producen, inicia una nueva era. Aunque la reina no lo considera una amenaza, algunos cancilleres estamos preocupados.

—¿Por qué?

—Existe la posibilidad de que Dragan intente derrocarla. No lo parece, pero tiene sus seguidores.

—¿Y de qué os sirve que yo acuda a una mascarada?

—Balloch es uno de los seguidores de Dragan. Un baile de máscaras es ideal para que no podamos identificar a los asistentes. Además, los cancilleres no podremos asistir ni escuchar lo que se hable.

—Pero yo sí.

—Así es.

—Entonces, ¿queréis que os cuente lo que oiga?

Alaric asintió.

—Y si puedes reconocer a algún invitado, también sería de ayuda.

—Ya veo... ¿Cómo son las mascaradas de Balloch?

—De puertas a fuera, son una vulgar imitación de los bailes de palacio producto de sus delirios de grandeza —se burló—. Pero con el regreso de Drago, puede ser una tapadera.

Ella lo meditó unos segundos. Estaba segura de que a William no le gustaría, pero una parte de ella quería hacerlo precisamente por eso.

—¿La capitana estará conmigo?

—En todo momento —le aseguró.

—En ese caso, asistiré.

Una sonrisa se dibujó en el rostro del canciller.

—Bien, regresa a los aposentos, tus doncellas esperan para prepararte.

Ella realizó una reverencia y se retiró. Alaric la vio marchar, aún sonriendo.

William iba a matarlo cuando se enterara de que la había expuesto a las miradas de otros vampiros, pero su sobrino estaba cegado por sus sentimientos hacia Wendy y no veía el potencial que tenía.

Pero él no. Durante el baile, Alaric vio la fascinación que la joven provocaba en los invitados. Primero, atrapó sus miradas con su belleza eterna, un don muy apreciado entre inmortales; pero lo que terminó por cautivarlos fue la esencia misma de Wendolyn, que despertó incluso el interés de los más antiguos.

Lo único que necesitaba era al mentor apropiado y brillaría hasta en el más oscuro rincón de Dragosta.

—¿Me habéis llamado para guardar silencio, madre? —preguntó William, mientras saboreaba su copa de doshka—. Tengo cosas que hacer

Willa lo fulminó con la mirada, pero él no se alteró. Tiempo atrás, esa mirada le habría encogido el corazón, pero ya no.

—No seas impertinente.

William sonrió torcidamente, pero no dijo nada, se limitó a beber otro sorbo y esperar a que dejara a un lado su animosidad hacia él y abordara el motivo de su encuentro.

—¿Por qué has vuelto? —preguntó al fin.

—Porque la reina así lo quiso.

—¿Quién es la muchacha que te acompaña? ¿Qué relación tienes con ella?

—¿Por qué deseáis saberlo? ¿Pretendéis pactar otro matrimonio para mí? —susurró burlón, aunque por dentro sentía la ira burbujear.

—Ella no está a tu altura...

William la interrumpió antes de que añadiera más.

—Afortunadamente, eso dejó de tener importancia en el momento en que me convertí.

En ese instante, la ira aletargada de Willa fue casi palpable.

—Sí, lo arruinaste todo —siseó—. Condenaste a mi rama a la vergüenza y me arrebataste lo que era mío.

Los dedos de William se cerraron con tanta fuerza alrededor de la copa que estalló. Los fragmentos de cristal se clavaron en su piel y su sangre se mezcló con la del esclavo que la había llenado.

—Como es un asunto que no discutimos en su debido momento —dijo con el rostro imperturbable—, permitidme deciros lo que no pude hace trescientos ochenta y ocho años: fue vuestra sed de poder la culpable de vuestra caída, no tratéis de hacerme a mí responsable de vuestros actos, especialmente de aquellos que supusieron una traición a la corona.

Willa fue a intervenir, pero enmudeció al sentir el vushivat de su hijo presionando a su alrededor.

—No os bastaba con el poder que ya teníais, ansiabais más. Queríais ser el origen de una nueva era fundando vuestra propia casa real, nacida de la unión entre los Hannelor y los Anghel para que mis hijos destronaran a Drago. Fue vuestra codicia la que propició vuestra caída, no mi conversión o mi marcha.

La furia pudo más que el miedo y Willa estalló:

—¡No te atrevas a echármelo en cara! Tú estabas más que conforme con casarte con tu querida Brigitte.

El zral se puso en pie como empujado por un resorte.

—¡Lo estaba porque la amaba! No sabía que nuestra unión estaba prohibida, ninguno de los dos lo sabíamos. Junto a sus padres, nos manipulasteis y el resultado fue que ella terminó muerta, Mathilde quedó atrapada en el cuerpo de un infante para siempre y perdisteis vuestro poder en favor a Alaric —gritó, señalándola—. Y, para seros franco, salisteis muy bien parada considerando cómo acabaron sus padres.

—¡Habría podido recuperar mi posición si me hubieras permitido encontrar una esposa adecuada para ti! ¡Si no hubieras tenido tanta prisa en poner fin a la vida que te di y en terminar con nuestro linaje!

—¡¿Tanta prisa?! —bramó William—. ¡Esperé cuatro años! Cuatro años en la más completa soledad a que decidierais qué hacer conmigo.

—William...

A medida que hablaba, Willa sentía su sangre hervir bajo el poder del vushivat. Miró temerosa a su hijo, siendo consciente por primera vez de que tenía ante ella a un vampiro de más de cuatrocientos años que podía robarle toda su sangre.

—Lo más absurdo es que os creéis con la autoridad de sermonearme, de exigirme lealtad cuando fuisteis la primera desleal. No soy un niño, no soy humano, ni siquiera me considero vuestro hijo. He vivido demasiadas vidas, he tenido demasiados nombres y yo elijo a quién entregarle mi lealtad o no hacerlo en absoluto.

Nunca supieron si William habría llegado a atacarla, cuando los interrumpieron, la presión del vushivat desapareció. Ambos miraron la puerta abierta por la que entraba Lionel como si llegara tarde a una cena familiar.

—William —lo saludó sonriendo.

—Padre.

Lionel fue directo a servirse una copa de doshka y el zral decidió que soportar también a su padre definitivamente le haría perder el control.

—No deberíais enfadarme, madre. Soy más poderoso que vos y no tan manipulable como antes.

Les lanzó una última mirada a sus progenitores y salió de allí. Había tenido suficientes reuniones familiares para los próximos siglos. En ese momento, solo deseaba estar con Wendy.

Hola! Siento no haber podido subir capítulo ayer, pero tuve un fin de semana muy ocupado (por cosas buenas) y no me fue posible. Aquí tenéis el capítulo y, sí, está dividido porque así lo publiqué originalmente, pero si recibo muchos comentarios en este, subiré la otra mitad antes del miércoles. Además, estoy segura de que os va a gustar porque OMG lo que se viene no es normal!

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