37. El nieto
Anghelika miró a los presentes como si buscara a alguien entre sus invitados, pero apartó la vista sin dar muestras de haberlo hallado y caminó hasta Alaric, aún inclinado ante ella. Cuando el canciller se incorporó, el resto de asistentes también lo hizo. La música volvió a sonar, al principio con timidez, luego cobrando fuerza y animando a las parejas a retomar su danza.
—Creo que ha sido suficiente por esta noche —murmuró William mirando a la reina.
Wendy asintió y salieron de la pista de baile. Pasaron junto a una mesa de cristal sobre la que descansaban bandejas de plata repletas de viandas y Wendy recordó que, debido a los nervios, no había probado bocado en el desayuno. Iba a acercarse cuando sintió la mano de William en su cintura.
—¿Wendolyn? —susurró cerca de su oído.
—¿Qué?
—No quiero asustarte, pero es necesario que te presentes ante Anghelika.
Dejó escapar una exclamación ahogada que reprimió cuando él se llevó un dedo a los labios.
—¿Por qué? —preguntó en un siseo, ya sin deseos de comer.
—No temas, no tienes que decir nada, solo acompañarme.
Su mirada era tranquila y ella intentó calmarse también. Lo acompañó hasta donde estaba Alaric que sonrió al verlos. Miraba a Wendy con interés, como si la viera por primera vez. Había algo inquietante en el fondo de sus ojos tan parecidos a los de William, pero la presencia de la reina la distrajo de intentar adivinar qué cruzaba su mente.
—Permitidme presentaros a lady Wendolyn Thatcher, majestad —dijo el canciller.
La joven se inclinó luchando en vano por controlar el temblor de sus manos.
—Alzaos, lady Thatcher.
Temblando como una hoja desamparada ante el viento, Wendy se incorporó sin atreverse a mirarla. Sus dedos suaves levantaron su barbilla y quedó atrapada en las nieves perpetuas de sus ojos invernales.
La reina la observó durante unos instantes que se le hicieron eternos y, cuando la soltó, solo el brazo de William rodeando su cintura impidió que cayera.
—Tiene una mirada limpia y clara. Puedo ver por qué lo hiciste, William.
—Gracias, majestad —contestó él inclinando la cabeza.
Se vieron interrumpidos cuando otro canciller se acercó a Anghelika. Respiraba agitado, como si hubiera corrido una gran distancia hasta alcanzarla.
—Majestad, él...
—Lo sé, Edward, sé que viene al baile —lo cortó.
—¿No deberíamos...? —comenzó Alaric mirando hacia la entrada con gesto serio.
—No —respondió tajante—. Si no es esta noche, será otra. Dragan quiere causar conmoción, no le demos la satisfacción de ver a los cancilleres alterados por él; su gran ego no lo necesita —dijo con el ceño fruncido.
Cuando las puertas volvieron a abrirse, Wendolyn estiró el cuello, curiosa por ver a quien tenía tan nerviosos a aquellos poderosos nobles. Por ellas entró un vampiro rubio, ataviado con un lujoso traje granate que contrastaba con el palacio de cristal como una gota de sangre sobre la nieve. Le pareció extraño que en su ropa hubiera lobos en bordados y broches metálicos siendo los licántropos la especie enemiga.
Muchos de los asistentes se inclinaron ante él y Wendy iba a imitarlos cuando se percató de que todos a su alrededor, incluido William, permanecían con la espalda recta.
Dragan cruzó la estancia como si fuera un rey, disfrutando con las miradas de asombro que caían sobre él y los murmullos que despertaba a su paso.
Y su olor...
Cuando estuvo lo bastante cerca, Wendolyn solo percibió sangre, nada más. Era como si ese hombre se hubiera bañado en ella antes de acudir. Y lo más extraño fue que, tanto William como Alaric, cerraron filas frente a ella, ocultándola.
—Querida tía abuela —dijo Dragan inclinándose frente a Anghelika, pero sin dirigirse a ella como la reina que era—. Hacía mucho que no nos veíamos.
—No tanto, lamentablemente. Aunque habría sido antes si te hubieras mostrado cuando despertaste.
Sus colmillos quedaron al descubierto cuando Dragan sonrió antes de dirigir sus ojos oscuros hacia William que soportó estoico su mirada, pero Wendolyn lo sintió tensarse.
—No te veía desde hacía siglos —dijo Dragan con una sonrisa ladina jugueteando entre sus labios.
—Hace siglos que no pisaba Dragosta, alteza.
—Oh, cierto, lo había olvidado —dijo y se golpeó la frente con la mano, como si acabara de recordarlo—. Aquel desafortunado incidente con los pequeños tesoros de los Anghel...
Wendy miró a William y, a pesar de encontrarse tras él, pudo ver cómo su rostro se contrajo de dolor. Duró apenas un instante antes de que lograra recomponerse, para entonces, ella había salido de detrás de él y colocó una mano sobre su hombro para llamar su atención. La miró sorprendido, como si hubiera olvidado que estaba allí. Su confusión fue sustituida por el miedo y la empujó de nuevo tras él con rapidez, pero ya era tarde. Unos ojos oscuros como un mar tempestuoso se habían clavado en ella.
—Vaya, ¿quién es esta preciosa dama? —preguntó Dragan.
Wendolyn fue a presentarse, pero William la retuvo agarrándola del brazo con tanta fuerza que casi le hizo daño.
—Es suficiente, Dragan —intervino Anghelika—. Si quieres abrir viejas heridas, acompáñame. La celebración ha de continuar.
—Por supuesto, tía abuela.
Toda la corte los siguió con la mirada cuando salieron y el silencio reinó aun después de su partida. La fiesta se reanudó, pero ya nadie bailaba. Los nobles habían formado grupos y cuchicheaban acerca de lo ocurrido.
—Tío, Wendolyn y yo nos retiramos.
—Sí, creo que será lo mejor —dijo Alaric sin rastro del humor que siempre chispeaba en sus ojos—. Ordena a mis guardias que os escolten.
—Lo haré.
Recorrieron los pasillos casi a la carrera, seguidos por los guardias del canciller. El zral aún tenía su muñeca agarrada y Wendy sentía el brazo cada vez más entumecido.
—William —lo llamó, pero él no se detuvo, tampoco la soltó ni la miró—. William...
—Ahora no.
La vampira se tragó su preocupación y esperó a que llegaran a los aposentos. Cuando los soldados montaron guardia y las puertas estuvieron cerradas tras ellos, volvió a llamarlo:
—William...
Se interrumpió cuando sus manos se posaron en sus mejillas, acunando su rostro. Tenía los ojos cerrados, pero Wendy no necesitaba verlos para saber que estarían iluminados como brasas. Aunque no entendía lo sucedido en el baile, sabía que era su encuentro con Dragan lo que lo había alterado.
—Miradme —le dijo y colocó sus manos sobre las de él.
William obedeció y sus ojos le devolvieron una mirada enturbiada por el pasado. Su cuerpo estaba allí, acariciando su rostro, pero su mente vagaba por el abismo de los recuerdos, perdida en la eternidad. Jamás lo había visto tan atormentado.
Wendolyn no lo pensó dos veces porque sabía que si lo hacía, no se atrevería. Tal vez su valor provenía del baile embriagador que compartieron, o quizás era un deseo escondido que ni ella misma conocía. Solo sabía que quería que la mirara a ella y viviera el presente sin pensar en el pasado.
Deseaba que estuviera con ella para siempre.
Se puso de puntillas, rodeó su cuello con los brazos y tiró de él para ponerlo a su altura. Entonces, cerró los ojos y apretó los labios contra los suyos. Lo oyó jadear sorprendido y luego sintió su boca amoldarse a la suya.
Antes de él, Wendy solo había sido tocada por Philip, pero el beso de William borró de un plumazo su memoria. Ese sería el único primer beso que recordaría mientras viviera.
Sintió sus brazos fuertes rodear su cintura, un gesto que esa noche había repetido tantas veces, que ya le resultaba familiar. La atrajó hacia él y profundizó el beso. Cuando se abrió paso en su boca, lo correspondió con ansia.
Sus colmillos se alargaron al percibir el latido frenético de sus corazones, sin embargo el deseo que los consumía no tenía nada que ver con la sed, aunque era igual de poderoso. Ambos habían probado la sangre del otro, pero aquella era una nueva forma de degustarse.
Cuando se separaron, sus labios estaban hinchados. Se fundieron en un abrazo y William al fin pudo calmarse, pero Wendy no podía serenarse. Con la cabeza apoyada en el hueco de su cuello, no tuvo más que girar el rostro para que sus labios presionaran sobre su yugular. No fue capaz de resistirse y lamió la piel tersa, deseosa de morderlo, saborearlo...
—Wendolyn.
La joven recuperó la cordura y se apartó de él con brusquedad. Bajó la mirada, avergonzada por lo que había estado a punto de hacer.
—Lo siento.
William le acarició la mejilla. Le gustó la forma en que ella inclinó el rostro y cerró los ojos para disfrutar de su contacto.
—No hay nada por lo que debas disculparte.
Sin sus labios besándola, no había nada que retuviera las preocupaciones que se agolpaban en su boca.
—¿Puedo preguntaros algo?
—Con una condición —dijo levantando el dedo índice.
—¿Cuál? —dijo extrañada; nunca antes le había puesto condiciones.
—Creo que, después de lo que acaba de pasar, es del todo inapropiado que continúes tratándome de vos. No necesitas ser tan formal conmigo.
Ella se sonrojó y dejó escapar una carcajada nerviosa.
—¿Puedo pre—preguntarte algo?
William sonrió.
—Sí.
—¿Quién era ese hombre?
Su sonrisa se esfumó de golpe.
—Sentémonos, por favor.
Ocuparon un amplio sofá junto a la ventana. Debido a la urgencia del beso, habían olvidado encender los candelabros y solo la luz de la luna iluminaba el salón de sus aposentos.
—Era Dragan, el nieto de Drago, el primer rey.
Wendy al fin ató cabos.
—Drago, el hermano de Anghelika... Pero, ¿por qué se alteraron todos al verlo?
—Porque dormía desde hacía décadas, desde que terminó la guerra contra los mirlaj.
—¿Y no es algo normal entre vampiros?
—Dormir es habitual, pero ese no es el problema con Dragan.
—Entonces, ¿cuál?
—¿No te has preguntado por qué la hermana de Drago lo sucedió en el trono y no un descendiente suyo como es Dragan?
Wendy suspiró.
—No me había parado a pensarlo —admitió—. ¿Por qué?
—Cuando Drago murió, la siguiente en la línea de sucesión era Vesela Dragosian, su hija, pero perdió la cabeza mucho tiempo atrás y los nobles no la consideraron apta. Se originó un conflicto de sucesión que permitió a Anghelika reclamar el trono. ¿Imaginas quién fue su contrincante?
—Dragan.
—Exacto. Aquello dividió a los nobles. Unos creían que debía ser un Dragosian quien reinara; otros uno de los vampiros primigenios. De los tres linajes reales, solo quedaba Anghelika.
—Y ganó.
—No sin sacrificio. Hubo una batalla casi a las puertas de Dragosta. Ella derrotó a las tropas de Dragan, pero no bastó y tuvo que cederle poder a los nobles para que la apoyaran.
—¿Qué más poder podrían desear? Son inmortales y poseen grandes riquezas.
—Solo hay dos cosas eternas para los vampiros: la sed de sangre y el ansia de poder —dijo William con amargura—. Bajo el reinado de Drago, los nobles eran la fuerza militar, pero tenían poca voz o voto en las decisiones de un rey absolutista. Anghelika prometió crear el Consejo de Cancilleres donde cada duque tiene su representante, también incluyó a los herederos de las otras estirpes reales.
—¿Y valió la pena?
—Cualquier cosa que mantenga a alguien tan vil como Dragan lejos del trono, lo vale. Además, permitió que se firmara la paz con Svetlïa.
—¿Y por qué despertó Dragan?
William la miró con ojos titilantes como el fuego:
—Esa es la gran pregunta, Wendolyn.
—¿Os ha dicho qué pretende? —preguntó Alaric.
—Puede que Dragan no sea el estratega que fue mi hermano, pero no es tan estúpido como para revelar sus intenciones —contestó Anghelika contemplando las llamas de la chimenea.
—No es necesario gozar de un gran intelecto para saber que ha vuelto a por el trono —intervino Inga de Irzatia.
—No tenemos pruebas y, de ser así, nada ha cambiado desde que lo intentó la primera vez.
—No deseo contradeciros, majestad, pero sí hay cambios —insistió la canciller—. El precio de los esclavos de sangre ha subido y La Mandíbula no es suficiente para proveernos. Hay quienes vuelven a preguntarse por qué permitimos que los humanos de Svetlïa vivan en paz.
La ira iluminó los ojos de Anghelika como una ventisca invernal
—Mientras los nobles dispongan de humanos, Dragan no tiene nada que ofrecerles. Ya me deshonro suficiente al permitir el tráfico ilegal de esclavos para contentar a las masas.
Inga no volvió a insistir. Sabía que cuando se mencionaba a Svetlïa, la reina era inflexible.
—Quizás deberíais beber la sangre de los nobles como hacía vuestro hermano —propuso Liuba Fethorian—. Es la mejor forma de descubrir si traman algo contra vos.
—Cuando ocupé el trono, me prometí que no usaría ese poder para reinar. Mi hermano estaba paranoico y obligaba a toda la corte a entregarle un tributo de sangre para buscar conspiraciones en su contra. No es así como deseo gobernar.
—Majestad... —protestó Edward de Tanelis.
—Descubriremos qué trama Dragan como siempre se ha hecho: vigilándolo.
En una reunión extraoficial del consejo, donde solo había cuatro cancilleres, no podían objetar formalmente. Uno a uno, abandonaron la estancia hasta que solo quedaron la reina y Alaric.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Anghelika al ver sus ojos maquinadores.
—En que la joven Wendolyn puede ayudarnos a buscar intrigas en la baja nobleza sin levantar sospechas.
Anghelika suspiró.
—No hagas enfadar a William tan pronto, acaba de regresar.
—Es un mal necesario.
—Ya sabes cómo reacciona cuando la mujer que ama está en peligro —insistió.
Alaric soltó una risotada.
—¿También os habéis percatado?
—Es difícil no hacerlo.
El canciller volvió a reír.
—William enamorado, ¡quién lo hubiera adivinado!
—Pensé que su corazón estaría de luto para siempre.
—Yo también... —dijo el vampiro con una sonrisa triste.
Después del baile, no hubo más eventos esa noche. William y Wendy la pasaron tranquilos en sus aposentos, con la visita ocasional de Alaric. Se dedicaron a leer y hablar como nunca antes. Desde su llegada a Dragosta, el zral la notaba más relajadaen su presencia, tanto que se aventuró a besarla de nuevo y se llenó de dicha cuando lo correspondió.
Se despidieron al amanecer y cada uno se retiró a su dormitorio, pero aunque ocupaba una cama con sábanas de seda, Wendolyn no lograba conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en William y jamás se había sentido de esa manera, como si le fuera a explotar el pecho.
Quería llamar a sus doncellas para que le trajeran sangre que la ayudara a calmarse, sin embargo no pudo encontrar la campanita de plata. La entrada que usaba el servicio estaba cerrada, por lo que salió al salón y se asomó por la puerta que daba a los corredores, pero no había nadie.
Se disponía a regresar cuando algo la impelió a abandonar sus cálidos aposentos.
Los pasillos estaban desiertos y el único sonido que los llenaba era el eco de sus pasos. Dejó atrás un espejo sin percatarse de que no era su reflejo el que mostraba, sino el de una joven vestida de novia. Su melena dorada enmarcaba un rostro hermoso a la par que melancólico.
La extraña voluntad que se había apoderado de ella la condujo hasta un largo pasillo que terminaba en una bella puerta dorada. Estiró el brazo para asir el manillar, pero en el momento en que sus dedos lo rozaron, una mano se posó sobre su hombro, sobresaltándola.
—¿Qué hacéis aquí, milady?
Wendy volvió en sí y se encontró en medio de los corredores, en camisón y descalza. Junto a ella estaba la capitana de ébano.
—No lo sé —respondió confusa.
—Por favor, regresad a vuestros aposentos.
—¿Qué hay tras esa puerta? —dijo con la mano aún sobre el manillar.
—Nada, estancias abandonadas. Regresad —insistió—. Al zral no le gustará que merodeéis sola.
La joven asintió y dio media vuelta para volver. Apenas había dado dos pasos cuando se detuvo.
—No conozco el camino —dijo avergonzada.
—Os escoltaré.
La capitana la guio de vuelta a sus aposentos y le informó de que permanecería allí para vigilar. Era una forma de decirle que no volviera a escabullirse. Pero ese era el problema: Wendy no recordaba haber salido de su dormitorio.
Cuando regresó a la cama, estaba agotada, como si hubiera vagado por el palacio durante horas. Debido al cansancio, esta vez no tuvo problemas para dormirse.
Se sumió en un sueño profundo sin saber que la mujer rubia de su reflejo la observaba.
No miento cuando digo que este capítulo ME FASCINA y creo que merece llenarse de comentarios gritando jajajaja.
¿Por dónde empezar? Aquí vemos más de Dragan y no hay duda de que es un tipejo indeseable, no me molesté en ocultarlo jajaja. Lo que no sabemos es por qué y poco a poco los personajes irán descubriéndolo. La corte se ha alterado mucho por su regreso, eso es obvio.
Lo siguiente de lo que DEBEMOS hablar es del besote que se han dado Wendy y William. Por si no quedó claro en el capítulo, sí, fue con lengua XD. Wendy no recuerda el otro beso que le dio en el cap 19 así que para ella este es el primero. William decidió no decírselo para no hacerla sentir incómoda y porque sabía que no significó nada para ella en ese momento.
Y las dos escenas finales son NUEVAS para todos, tanto la conversación que tiene Anghelika con sus cancilleres de fiar, como el paseo sonámbulo que se dio Wendy (¿o no fue sonámbulo?). Espero que tengáis muchas ganas por descubrir lo que viene porque estamos en la recta final de la novela y todo se va a poner MUY INTENSO (aunque quizás no el tipo de intensidad que os gustaría muajajaja).
Os dejo este dibujo que hice hace años pero que hoy todavía me encanta. Quizás algún día le de color, ya va siendo hora.
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