23. El Cazador
Era la primera vez que pisaba Svetlïa desde hacía más de cuarenta años. A sus espaldas quedaban las escarpadas montañas de la Cordillera Nathayra y la verdad que se ocultaba tras ellas.
Inspiró hondo el aire frío y percibió un olor familiar a corrupción. Oteó el horizonte y una mueca de desagrado ocupó su rostro repleto de cicatrices. Aquella tierra maldita le provocaba náuseas. Estaba llena de monstruos y humanos sumisos.
Era repugnante.
Volvió la vista atrás y la fijó en la figura esbelta que caminaba tras él. Iba cubierta por una capa y su rostro quedaba oculto tras la capucha. Incluso así, podía distinguirse su silueta femenina, pero lo más llamativo era el aura antigua y salvaje que la rodeaba.
—Aún nos queda un día de camino —le dijo con aspereza—. Cuando lleguemos a Isley, necesitaré que te ocultes. Cuanto menos sepa ese vampiro de ti, mejor.
Su acompañante asintió y lo siguió. Se movía tan sigilosa por el frondoso bosque, que se vio obligado a echar la vista atrás para comprobar que aún estaba ahí y no se había esfumado como una leyenda.
Su hogar estaba en el ojo de Skhädell, aislada del resto del continente por una cordillera. Era la primera vez en milenios que una criatura como ella atravesaba la muralla montañosa y pisaba esas tierras.
El tintineo de los frascos rompía el silencio de la torreta, ahora sin su sujeto principal de investigación. William descansaba en una silla mientras Iván se ocupaba de extraer la cura para salvar a sus súbditos. Aún así, tenía un ojo puesto en los frascos de decantación cerciorándose de que su sangre se estuviera separando correctamente. Un error y los heridos volverían a la vida convertidos en vampiros.
Él mismo había enseñado a Iván a separar de su sangre la sustancia regeneradora —la cura que necesitaban— de aquello que ocasionaba la conversión. William había descubierto siglos atrás que en la sangre de los vampiros se encontraba la clave de todo.
Agotado, se llevó los dedos a las sienes para masajearlas y tratar de aliviar el dolor de cabeza. No recordaba la última vez que se sintió tan débil. Extraer tanta sangre de su cuerpo le estaba pasando factura.
Iván se dio cuenta y lo miró preocupado.
—¿Os encontráis bien?
—Sí —contestó con sequedad.
—Tal vez os hayáis excedido. Ha sido mucha sangre en poco tiempo.
—Me recuperaré una vez descanse y sacie mi sed.
El joven se limitó a asentir, poco convencido.
—Habría sido más fácil si hubiéramos podido usar la sangre del vizconde en vez de la vuestra.
—Deja el asunto, Iván —suspiró—. No hay nada que podamos hacer. Solo curar a los heridos graves y procurar no equivocarnos con las dosis.
—Tal vez deberíais haberle pedido ayuda a Wendy. Os habéis estado sacando sangre desde hace días —protestó.
—No. En su estado actual, Wendolyn sería capaz de desangrarse con tal de ayudar. Se siente demasiado culpable y no quiero aprovecharme de ello —dijo tajante.
—Tenéis razón —admitió Iván.
—Claro que la tengo —dijo de mal talante.
El joven suspiró. Si tenía fuerzas para darse esos aires, tal vez no estuviera tan mal.
William se puso en pie para comprobar por enésima vez que el líquido rosado se estuviera decantando adecuadamente. Al verlo, Iván resopló.
—Deberíais marcharos a descansar. Tenéis un aspecto horrible y yo puedo arreglármelas solo.
—¿Cuántos heridos quedan por atender?
—Cuatro graves, el resto podrá recuperarse por sí solo.
El vampiro vaciló, pero al final asintió.
—Suminístrales la dosis adecuada según peso y edad. Monta guardia esta noche y avísame ante cualquier contratiempo —le ordenó, ya en la puerta.
—Descuidad.
William bajó pesadamente las escaleras de piedra y llegó al ala oeste. Tuvo que apoyarse en la pared para recuperarse, pero no se permitió descansar demasiado. Estaba deseoso de llegar a sus aposentos. Con beber dos viales de sangre sería suficiente para regenerarse, después solo necesitaría dormir.
Intentó ponerse en marcha de nuevo, las rodillas cedieron bajo su peso y cayó al suelo.
—Maldita sea... —siseó apretando los dientes.
Respiraba agitadamente intentando volver a ponerse en pie cuando oyó unos pasos apresurados.
—¡William! —exclamó Wendy corriendo hacia él. Rápidamente se arrodilló a su lado—. ¿Qué os ocurre?
—Creía que estabas en tus aposentos, Wendolyn —siseó.
La vampira lo miró nerviosa, preguntándose si había hecho algo malo para irritarlo.
—Fui a ver a Sophie. Quería saber cómo estaba después del golpe en la cabeza —murmuró con voz estrangulada.
—Ella está bien. Regresa a tu torre —le ordenó en un tono más suave.
Wendy lo miró, pero él ocultó el rostro tras los mechones de pelo oscuro que escapaban de su coleta. Aun así, pudo entrever que estaba pálido y sudoroso, como si estuviera enfermo.
—No puedo dejaros aquí.
—Puedes y lo harás —replicó malhumorado. Odiaba sentirse débil, pero aborrecía aún más mostrar flaqueza ante otros.
Ella lo ignoró y se acercó para ayudarlo a levantarse, pero William la apartó.
—Retírate a tus aposentos.
Wendy se sobresaltó al ver sus ojos ambarinos encendidos, sedientos.
—No —dijo con suavidad pero firmeza.
Antes de que William pudiera hacer nada por impedirlo, colocó su brazo alrededor de sus finos hombros y lo levantó. Sus dedos rozaron los rizos de su melena y rememoró lo ocurrido hacía unos días, cuando sostuvo su cabeza mientras ella bebía su sangre. Wendolyn no parecía recordar lo que ocurrió después cuando lo besó y él no lo mencionó. Estaba seguro de que su intención no había sido besarlo, sino beber la sangre de sus labios.
Se distrajo cuando ella comenzó a andar y sus dedos rozaron la piel tersa de su cuello. Pudo sentir la yugular a través del contacto, algo que no ayudaba a su sed.
—Wendolyn, suéltame.
Ella negó con terquedad.
—Maldita sea, Wendolyn. ¿Qué pasa si pierdo el control y te ataco?
Lo miró, pensativa y el vampiro vio temor en su mirada, pero entonces se encogió de hombros.
—Vos me ofrecisteis vuestra sangre, yo haré lo mismo.
William suspiró y negó con la cabeza.
—No imaginaba que fueras tan terca...
Resultaba insultante que él, un vampiro con siglos de edad, estuviera sometido a los caprichos de una joven.
Wendy lo ayudó a subir hasta sus aposentos y lo condujo hasta la cama para que tomara asiento. Gracias a su fuerza sobrehumana, le resultó fácil cargar con él.
Se detuvo unos segundos para avivar el fuego de la chimenea antes de ir por los viales de sangre. Encontró dos, pero, dado el estado de William, no sería suficiente. Lo miró de reojo y vio que se había recostado sobre los cojines con los ojos cerrados.
Decidida, tomó un abrecartas que nunca había usado hasta entonces y se realizó un corte en la muñeca. Reprimió un gemido de dolor y vertió la sangre directamente en una copa. Tuvo que abrirse el corte de nuevo porque se regeneraba demasiado rápido.
Cuando al fin reunió la cantidad suficiente, usó un pañuelo para limpiarse y caminó hasta William.
—Tened —dijo, inclinándose sobre él.
El vampiro abrió los ojos confuso, como si acabara de despertar. Inspiró hondo y sus fosas nasales se agrandaron. Cuando percibió su aroma, frunció el ceño.
—¿Es tu sangre?
—Sí, no tengo suficientes viales.
Esperaba su negativa, pero William estaba tan al límite que no protestó. Se incorporó y cogió la copa para llevársela a los labios. Tomó el primer trago con vacilación, cerró los ojos y saboreó.
Era mejor que el beso accidentado que compartieron. Esa vez, pudo percibir un gusto efímero de su esencia, pero ahora la degustaba en su totalidad. Sin poder resistirse, bebió con avidez hasta no dejar ni una gota. Cuando terminó, cerró los ojos. Wendy vio el placer cruzar su rostro, el mismo que ella sentía cuando saciaba su sed.
El efecto fue inmediato. Su rostro recuperó el color, sus labios secos se tiñeron de rojo y recuperaron su volumen. Al fin, el dolor de sus músculos se desvaneció y retornó parte de su fuerza.
Cuando abrió los ojos, Wendy se sorprendió al ver sus iris iluminados. Lo normal era que se apagaran después de saciarse.
—No debiste darme tu sangre —fue lo único que dijo.
—¿No tiene buen sabor? —preguntó, preocupada.
Cuando ella probó la sangre de William, le pareció deliciosa. Más que cualquiera que hubiera bebido hasta entonces.
—No se trata de eso —se limitó a decir. Depositó la copa vacía en la mesita de noche y volvió a recostarse.
El fino y entrenado paladar de William había degustado todos y cada uno de los matices de su esencia.
Y le había resultado irresistible.
Aún tenía mucho de humana. Podía catar el sol en ella así como su inocencia, juventud y bondad. Beber su sangre fue una experiencia agridulce porque le recordaba a cuando él mismo poseía esas virtudes y se preguntó si, como él, Wendolyn las perdería.
Con un sabor delicioso en su boca y pensamientos amargos, William se abandonó al sueño. Lo último que sintió fue el cosquilleo de sus rizos cuando se inclinó sobre él para arroparlo.
William abrió los ojos unas horas antes del atardecer. Aunque aún estaba algo sediento, se sentía mucho mejor. Ayudaba haber dormido profundamente durante horas, algo que no le resultaba conocido.
Cuando se levantó, buscó a Wendy con la mirada y la halló hecha un ovillo sobre la butaca junto al fuego. De pronto se sintió mal por haberle robado la cama.
La cargó hasta la cama con tanta delicadeza que no despertó y se marchó después de arroparla. Descendió de la Torre Sur y puso rumbo a sus aposentos. Cuando llegó, se encontró con Iván esperándolo en la puerta.
—¿Dónde estabais? —preguntó, nervioso.
—¿Se ha convertido alguien? —preguntó, temiendo lo peor.
—No, pero hay alguien en las murallas que quiere veros.
William frunció el ceño. Iván sabía de sobra lo que hacer en esos casos.
—Manda a Nikolas para que se haga pasar por el vizconde, como siempre.
—No ha preguntado por el vizconde. Ha pedido veros a vos, a William "el vampiro".
Antes de que el joven pudiera añadir más, ya había iniciado el camino hacia la entrada del castillo.
—¡Esperad! ¡Hay más!
William se detuvo en seco.
—¿Qué más?
—Se ha presentado como "Raymond" —contestó mirándolo con fijeza.
—No es posible...
—Eso he dicho yo, pero no quería arriesgarme y he ido a buscaros.
William no contestó y el joven se mantuvo en silencio, permitiéndole pensar.
—Ve con Wendolyn y asegúrate de que no la vea. Escóndete tú también, si de verdad es Raymond, es mejor que no te vea conmigo.
Iván asintió.
—¿Qué haréis vos?
—Me reuniré con él, para eso ha venido.
—Pero es imposible que sea él, ¿verdad? —insistió Iván.
Pero William ya le había dado la espalda y se alejaba por el corredor. De camino, dio instrucciones a sus soldados para que ocuparan sus puestos y condujeran al supuesto Raymond al segundo salón del castillo.
Mientras cumplían sus órdenes, él se adelantó para esperarlo. Permaneció observando el bailoteo de las llamas en la chimenea. Se encontraba en una estancia que antaño servía para recibir a otros nobles y celebrar reuniones. Pero desde que William tomó posesión del castillo, no había vuelto a desempeñar tal función.
Mientras aguardaba impaciente a que sus hombres escoltaran al visitante ante él, su mente contemplaba todos los posibles desenlaces de ese encuentro. Todo dependía de si era un farsante o realmente se trataba de Raymond, el legendario mirlaj que había dado muerte a Drago.
Pero, impostor o no, sabía que era un vampiro y eso lo convertía en una amenaza.
Cuando la puerta se abrió, William dio la espalda a la chimenea y se volvió hacia el visitante.
—Marchaos —le ordenó a sus guardias.
Los soldados lo miraron dubitativos. No querían dejar a su señor desprotegido, pero su mirada no admitía réplica.
Una vez solos, William clavó sus ojos ambarinos en el rostro de aquel hombre que no llegaba a los cincuenta años. Era imposible que fuera Raymond pues, de estar vivo, debería ser un anciano. Sin embargo, las facciones de aquel rostro repleto de cicatrices le decían lo contrario.
—Ha pasado mucho tiempo, vampiro.
—Raymond.
Creo que puede haber lectores que no recuerden quién es Raymond o a qué viene su aparición. Si recordáis al inicio de la historia, Iván y William fueron a la ciudad biblioteca (Rëlsa) porque buscaban a alguien. Ahí se explica que ese alguien era Raymond, el legendario cazador que acabó con Drago el Sanguinario hace unos 40 años. Gracias a él, Anghelika fue nombrada reina y se acabó la guerra entre humanos y vampiros.
Ya estamos en la segunda parte de la novela y los bandos que hemos ido conociendo (mirlaj, vampiros y humanos), empezarán a mezclarse.
Muchas gracias por vuestros comentarios, me hacen mucha ilusión. Os animo también a decirme si no entendéis algo para explicároslo mejor y corregirlo en la novela.
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