Capítulo 5

Las sombras rodearon a Nathaniel luego de que soltara un grito de dolor, una nueva descarga lo irritó y comenzó a atacarlos. Helena se alejó rápidamente, no podía pelear contra Black Fox ella sola. No se había preparado, así que se puso a salvo, al contrario Castel no se movió de su lugar y sólo se protegió con una burbuja.

Las sombras, descontroladas, golpeaban y rasgaban la burbuja transparente. Pero ningún ataque le hacía siguiera un rasguño al escudo del rizado.

—Nathaniel hubiera usado mi propia sombra para obligarme a salir —murmuró al verlo tan desesperado. Ese Fox no tenía precisión en sus ataques, sólo utilizaba su umbraquinesis de forma desmedida, estaba forzando mucho su cuerpo y pronto se quedaría sin energía.

Castel se alejó, haciendo rodar la burbuja mientras que los árboles de su alrededor recibían zarpazos por partes de las sombras convertidas en garras muy afiladas. El aire comenzó a escasear así que el rizado debió romper esa burbuja. Él comenzó a esquivar los ataques y resultaron ser mucho más rápidos de lo que esperaba. Por lo que se llevó varios cortes superficiales en su cuerpo.

Intentaba acercarse pero era imposible, no había apertura y una pelea cuerpo a cuerpo era impensable.

—¡Cálmate Fox! —exclamó al momento de agacharse, las navajas de sombras cortaron la punta de sus cabellos—. ¡En este mundo también seremos amigos! —declaró, moviendo sus manos hacia él, de repente una burbuja apareció alrededor de la cabeza de Black Fox y se cerró completamente.

Nathaniel cerró los ojos fuertemente, aunque no sintió nada. Castel había cortado el collar, no su cuello, y éste cayó a sus pies, inutilizado junto a unos mechones de sus cabellos negros. Completamente confundido vio al rizado, quien le brindaba una sonrisa amigable.

—Fue un corte limpio —comentó. Nathaniel cayó arrodillado y tomó el collar, no sabía cómo reaccionar, sus manos temblaban al sentir su cuello más liviano pero por otro lado ya no recibiría esas descargas—. Ya no tienes que seguir las órdenes de Evans.

—¿Por qué... l-lo hiciste?

—Te lo explicaré todo pero necesitas un baño urgente —Castel se acercó y extendió su mano para palmear su espalda. Los temblores le dieron tregua al cuerpo del morocho y pudo levantarse.

¿Por qué?, se repetía Fox una y otra vez en voz baja mientras seguía al rizado inconscientemente. Helena se mantenía alejada, viendo como Black Fox seguía a Castel como si se tratara de una mascota detrás de su dueño.

Castel había escuchado el sonido de un río o arroyo muy cerca. Al encontrarlo vio a Nathaniel esperando detrás de él, entonces le pidió que entrara al agua, a lo que el otro obedeció sin dudar.

—¡¿Helena, tienes jabón?! —preguntó alzando la voz, entonces algo impactó contra su cabeza, era un trozo de lo que pedía—. ¡Gracias! —le dijo, sin saber exactamente donde se encontraba la mujer. Nathaniel recibió el jabón sin entender muy bien porqué debería limpiarse.

Luego de la pelea, ellos dejaron el lugar para evitar ser encontrados por el enemigo, él estaba siendo rastreado y el doctor Evans soltó un grito de furia luego de perder contacto con Black Fox. No sabía cómo lo hizo, pero maldijo a Castel una y otra vez.

Las horas pasaron mientras Helena los llevó a una antigua base que había sido atacada por Cyberex, esta era una antigua fábrica a las afueras de la ciudad y cerca de la reserva en donde se encontraban. Ella no estaba loca para arriesgarse y llevar a dos tenientes de la I.A al corazón de La Resistencia.

Los minutos pasaron y Fox se encontraba comiendo frutas desesperadamente, había sido maltratado durante mucho tiempo y ahora no sabía qué hacer, sólo seguía las órdenes de Castel o las de Helena.

—Por ahora estamos seguros pero rastrearán su collar —comentó preocupada.

—Descuida, lo destruí y los restos los envié a la estratósfera —respondió para luego explicarle que podía controlar sus burbujas mentalmente, como si fuera telequinesis pero sólo funcionaba con sus burbujas. Gracias a ese poder pudo enviar el collar lo suficientemente lejos para estar seguro de que no los rastrearan.

—No, esto sigue siendo muy peligroso. Es el teniente Castel quien está buscándote y es muy persistente.

—Lo sé, me conozco —murmuró al bajar la mirada a sus heridas, los cortes de su cuerpo habían dejado de sangrar pero ardían un poco. Nathaniel notó eso, tenía tantas preguntas y llevó su mano al cuello. Había olvidado que el collar ya no estaba.

—Castel me odia... Me odia como todos... —dijo en voz baja, pero los demás pudieron escucharlo—. ¿Por qué? ¿A quién debo matar?

—No, no quiero que hagas nada. Eres libre.

—Imposible. Golpéame por haberte atacado.

—No lo haré y lo repito; tú puedes hacer lo que quieras.

—Imposible...

—Escucha, te gusta que tus amigos te llamen Natt. Tienes un departamento, un trabajo y hasta una novia. Lo conseguiste antes que yo —le explicó el rizado mientras comían—. Últimamente sentí celos de ti y por eso me alejé. Quería hacer lo mismo y... terminé trabajando con unos científicos de la Agencia. No hay chicas ahí. ¡Yo no quería sentirme así, perdón Natt! —exclamó mientras sacudía al muchacho pálido, un momento después lo abrazó al darse cuenta de su error. Verlo de esa manera, sin criterio o voluntad propia, le abrió los ojos.

—Nosotros... ¿Somos amigos?

Castel se alejó, dándole su espacio mientras asentía con la cabeza. Él por un momento creyó que Nathaniel iba a sonreír pero sólo hizo una mueca. Ni siquiera sabía sonreír. 

—Nunca había estado tan cerca de Black Fox —comentó Helena, ella mantenía su distancia pues recordaba perfectamente como el muchacho había asesinado a muchos compañeros de la Resistencia.

—Ahora es inofensivo —le aseguró el rizado.

—¡¿Inofensivo? ¿Él?! 

—¿Debo matar a la rebelde? —preguntó Nathaniel mientras unos tentáculos negros comenzaron a salir de las sombras que estaban a su alrededor.

—¡No, tú come! —Cuatro lo calló colocando una manzana en su boca y también tranquilizó a Helena—. Nathaniel fue despojado de sus recuerdos y experimentaron con él hasta convertirlo en un arma perfecta, sólo sigue órdenes. Él también es una víctima, ¿lo entiendes? Tu venganza deberá ser para el maldito doctor Evans. 

Con los ánimos calmados, la mujer se encontró a sí misma comiendo junto a dos de sus enemigos mortales, cosa que ni en sus pesadillas hubiera pasado. Pero esa era la realidad. Incluso comenzaba a sentir un ligero dolor de cabeza por todo eso de los otros universos, sin duda era mucho que procesar.

Por su parte Nathaniel sólo se limitó a hacer lo que sabía hacer, seguir órdenes aunque todavía se preguntaba porqué Castel actuaba tan diferente. Tampoco entendió las cosas que él dijo, no entendía cómo ser un amigo y demás, sólo sabía matar.

—¿Qué edad tienes? —le preguntó Helena, llamando su atención.

—No lo sé...

—Tienen más o menos la misma edad —comentó el rubio al notar que se formó un incómodo silencio—. Tal vez ya cumplió lo 25 años. 

—No tenía idea, creí que era mayor. Debe ser por sus ojeras y ese aspecto —murmuró pensativa para luego agregar—. Sin ofender.

Bien, debo prepararme para la llegada de Seis. Eso es lo que Siete haría, pensó el rizado mientras veía a Helena hacerle más preguntas a Nathaniel con la esperanza que obtener alguna información acerca de Cyberex y los tenientes. Por su parte él tenía datos de Seis gracias a ella, sus poderes los había cambiado de alguna manera gracias a la I.A y un sólo de sus golpes fue capaz de romper su defensa como si nada.

Si llegara a tocarme destrozaría todos mis huesos, lo que me faltaba, me convertí en una versión de Krieg, se dijo a sí mismo ya que Seis parecía ser un súper soldado con fuerza sobrehumana. 

—Debo irme —dijo Helena, sacando a Cuatro de sus pensamientos.

—Entiendo, nosotros nos quedaremos aquí —respondió al mirar a su alrededor, la fábrica abandonada estaba cubierta de polvo y un poco de maleza—. Improvisaré y haré una tienda con los materiales de aquí.

Él notó que Helena quería decirle algo más, sin embargo sólo se dio media vuelta para luego marcharse. Su silueta desapareció en la oscuridad y Castel había quedado solo con Nathaniel, quien aguardaba instrucciones.

—¿Qué debo hacer?

—Ayúdame a hacer unas camas, necesitamos descansar —comentó al caminar hacia los objetos destrozados de alrededor. Había tela y otras cosas que había sido abandonadas por la Resistencia así que las usarían para improvisar un campamento. 

Mientras él quitaba las enredaderas y limpiaba el lugar donde iría la tienda, observó a Nathaniel usar sus sombras para buscar hierros, cuerdas y más para los soportes de la tienda. En un momento el pelinegro se acercó a Castel una vez que acabó con su tarea.

—Todo eso nos servirá, ¿puedes clavar los hierros en el suelo? —tan sólo debió mencionarlo para que su pálido amigo utilizara los tentáculos de sombras. Rápidamente enterró en metal, haciendo que sean firmes soportes, por su parte Castel tendió las telas y la aseguró con las sogas—. Ya casi terminamos, tus sombras son muy útiles para construir —comentó, descolocando a Nathaniel completamente.

—No... soy un arma.

—Otra vez con eso —suspiró el rubio, debía tener paciencia. Se había esforzado mucho en ser amigo del Natt de su universo pero ahora tendría que comenzar de nuevo desde cero—. No te preocupes, ve a dormir —comentó viendo el improvisado colchón de telas descoloridas. 

—Pero-

—Nada de peros, tus ojeras tienen ojeras.

Natt asintió, pues era una orden así que se acomodó en su cama. Sus párpados se cerraron con pesadez y en instante se quedó dormido. Castel se preguntó si podría llevarse a Fox a su universo para que conozca a su otro yo, lo ayudaría a cambiar la manera en la que se veía así mismo y podría ser un fuerte aliado para Helena y la Resistencia. 

 —Cuando descubra la manera de volver lo llevaré conmigo —se dijo a sí mismo con determinación.   

Al día siguiente el rubio presenció la salida del sol ya que hizo guardia toda la noche. En ese tiempo debió calmar a Fox varias veces, porque dormido comenzaba a gritar y sacudirse violentamente, atormentado por sus pesadillas. 

Cuando el pelinegro sintió unos rayos de sol en su rostro, despertó de repente, mirando a su alrededor como un animal asustado. Por lo que Castel se acercó, asegurándole que todo estaba bien.

—Cálmate, que manera de despertar —comentó haciendo una mueca. 

Nathaniel llevó sus manos al cuello, tratando de comprobar que realmente el collar se había ido y que todo fue real. Su estómago no rugía por alimento y por primera vez no se sentía tan cansado.

—El desayuno —el rubio le arrojó un pan, el cual atrapó gracias a sus buenos reflejos.

—Ya comí ayer —murmuró al intentar devolver la comida.

—Se come todos los días, Natt. Acostúmbrate —le dijo sonriendo. 

—No entiendo... —susurró mientras le daba un gran bocado al pan.

—Natt —lo llamó, haciendo que el pelinegro levantara a mirada—. ¿Irías conmigo a mi universo? Quiero presentarte a alguien, él más que nadie entiende lo que sientes y lo confundido que estás. 

—Si me lo ordenas iré —contestó de inmediato.

 —Piensa un momento qué quieres hacer —lo detuvo el rizado, haciendo que Natt ladeara la cabeza—, ¿tú quieres acompañarte?

—N-No lo sé... —murmuró al bajar la mirada. Castel sonrió por esa respuesta, ese era un avance importante para él—. ¿Tendré que usar el collar otra vez?

—No —su respuesta lo dejó confundido nuevamente, no era sencillo para el pelinegro acostumbrarse a su nueva vida luego de soportar todos los experimentos y el estricto y cruel trato del doctor Evan.   

—Veo que aún siguen aquí —la voz de Helena llamó la atención de ambos, haciendo que dirijan la mirada hacia ella.

—Buenos días Lady —saludó el rizado.

—No me llames así —contestó seria—. Vine por él, convencí a mis compañeros de la Resistencia de que podríamos sacarle información ahora que ya no está bajo el control de Kintobor —explicó al acercarse a Fox. Él no reaccionó ya que no sabía qué debería hacer realmente, siempre le habían ordenado asesinar a los rebeldes pero ella le había dado comida, Castel le había dicho que debía ser amable con los que eran buenos con él.     

—Buena idea pero no permitiré que lo torturen —respondió el rubio al cruzarse de brazos.

—Bien, si puedes hacer que coopere por las buenas tenemos un trato —asintió ella, aliviada de no tener que atar y llevarse a Fox por la fuerza.



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