Capítulo 2
Siete se propuso explorar la base mientras caminaba con las manos en los bolsillos, siendo seguido y vigilado por los ayudantes de la doctora Díaz. Ellos previeron ciertas cosas antes de dejarlo ir. Por ejemplo le inyectaron la cura para la fiebre hevenziana ya que él les explicó que esa especie extraterrestre nunca llegó a la Tierra de su universo.
—Entonces... ¿dónde están los extraterrestres? —le preguntó al asistente de Díaz, quien hacía de escolta para el rubio.
—¿Cómo? Ah, los hevenzianos, ¿no los conoces?
—En mi mundo sólo existen en la ficción y tengo curiosidad por verlos desde que Cuatro me habló de ellos. No para de mencionar a un tal Rick o Hyrik —comentó pensativo, haciendo que el asistente le explicara acerca de la llegada de los hevenzianos a la Tierra.
Por otro lado, Cuatro pasaba tiempo con su abuelo. Creyó que no tendría la oportunidad de verlo nuevamente pero un simple paseo en el jardín ya era muy especial. Él empujaba la silla por uno de los caminos de adoquines que se extendían por todo el jardín.
—Es raro que quieras estar afuera, siempre estás viendo series o pasas tiempo en la biblioteca —comentó el hombre y no era que se estuviera quejando, sólo que notó a su nieto un poco más atento con él.
—Por eso ahora quiero salir —respondió con una sonrisa—. El patio es más grande de lo que pensé —murmuró viendo la gran extensión de verde que rodeaba a la casa, no había vecinos molestos ni los ruidos de la ciudad. Sólo había naturaleza y tranquilidad.
Esa tranquilidad fue interrumpida por el sonido de un teléfono antiguo, ruidoso y escandaloso que provenía del interior de la casa.
—¿Qué es eso? —preguntó Castel con el ceño fruncido.
—Mi celular.
—¡¿Qué?! ¿Por qué suena así?
—¿Puedes traérmelo? —el rubio asintió para luego regresar corriendo a la casa. Sin embargo olvidó colocarle el seguro de la silla de ruedas y, debido a la colina, Maximiliano comenzó a rodar.
El hombre reaccionó, intentando colocar el freno pero el mismo se rompió. Esa silla no era eléctrica porque utilizaba una común y vieja dentro de su hogar, grave error debido a la situación.
—¡Matías! —gritó al sentir como la velocidad aumentaba, sólo podía aferrarse a la silla y rezar para no tener una caída tan dolorosa.
Mientras tanto Castel seguía el molesto ruido del teléfono antiguo, llegando hasta el cuarto de su abuelo. Fue un poco difícil ya que no conocía muy bien el lugar, además le fue un poco incómodo saludar a los sirvientes al no conocer sus nombres. Por el contrario ellos lo conocían perfectamente.
Me llamaron joven Burjas... los recuerdos de Vietnam regresaron, se dijo a sí mismo luego de sentir un escalofrío. Eso no era nada comparado a lo que vio en la pantalla del celular de Maximiliano, su hija lo llamaba.
—Es mamá, ¡¿qué hago?! —exclamó en susurros, siendo invadido por el pánico. Hacía mucho que no hablaba con ninguno de sus padres. Castel tomó aire y se llenó de valor para atender la llamada.
—¡Matías! —logró escuchar el grito desesperado después que el tono de llamada irritante se calló. Él arrojó el celular para salir disparado hacia el jardín, a lo lejos vio la silla alejarse rápidamente y terminar volcada al final de la colina. Cuando se acercó apenas pudo ver a su abuelo entre los pastizales y el barro, él había caído en un pequeño arroyo.
—¿Te rompiste algo? —le preguntó mientras subía al hombre sobre su espalda, no le importaba ensuciarse.
—¡No siento las piernas!
—¡¿Qué?! —Maximiliano lo golpeó para hacerlo reaccionar.
—Pendejo, llevo años paralizado —le dijo serio, la reacción del rizado le pareció bastante real, tanto que lo sorprendió por unos segundos—. ¿Quién estaba llamando?
—Era mamá, no pude contestar porque vine corriendo —contestó para luego recibir otro golpe.
—Ninguna de las cosas hiciste bien —Castel sólo podía reír ante los regaños, él sólo tenía recuerdos vagos de su abuelo de cuando era niño pero nunca olvidará sus regaños. Usando sus poderes rápidamente salieron del arroyo.
Los sirvientes, que también escucharon los gritos, se apresuraron a ayudar al señor Maximiliano. Ellos estaban horrorizados al ver el estado del hombre, incluso tenía un reguero de sangre en su frente.
Por su seguridad apartaron al joven Burjas de su abuelo, porque lo dejaron a su cuidado sólo 5 minutos y el hombre acabó dentro de un arroyo. Le ordenaron a Castel recibir al doctor de Maximiliano mientras ellos cambiarían sus ropas cubiertas de barro.
—Siete va a matarme cuando se entere —pensó asustado, lo había amenazado antes pero él casi acabó con el anciano en un descuido.
En unos minutos llamaron a la puerta, el timbre resonó en toda la casa por lo que el rizado se acercó a la entrada. Del otro lado de la puerta había un hombre alto de cabello negro y barba recordada, Castel quedó paralizado al verlo pues era muy extraño para él estar ente un Krieg sin equipo de combate o usando su máscara, incluso las cicatrices de su rostro no estaban.
—Buenas tardes, debes ser un nuevo empleado. Yo soy el doctor Yasser —se presentó con una sonrisa amigable, dejando a Castel mucho más sorprendido, ni siquiera podía hablar y sólo asintió con la cabeza—. Me llamaron por una emergencia, ¿dónde está el señor Maximiliano?
El rubio dio unos pasos atrás, dándole lugar para que pudiera pasar. En silencio lo guió hacia la habitación de su abuelo, preguntándose por qué ese Krieg era tan diferente al que conocía. Intentaba encontrar una explicación, tal vez en ese universo no experimentaron con él y era posible que tampoco perdió a su familia.
Castel estaba sorprendido ya que posiblemente estaba ante la mejor versión de Krieg. Quería hacerle muchas preguntas: ¿tendría familia?, ¿cómo se llama su pareja?, ¿tiene hijos o mascotas?
—Buenas tardes señor Maximiliano —saludó al hombre, quien se encontraba esperando al doctor acostado en la cama. Su cabeza le dolía un poco y prefirió estar recostado, al ver a Yasser lo recibió con una sonrisa—. ¿Cómo se siente? ¿Qué pasó?
—Bienvenido, sólo estaba pasando el rato con mi nieto en el jardín —respondió Maximiliano al sentarse en la cama para que el doctor pueda revisarlo.
—¿Con su nieto? Debería contratar a alguien que lo cuide, usted ya no está para eso —le aconsejó sin saber que dicho nieto estaba presente.
—Soy yo —se señaló el rubio—. Yo soy su nieto —comentó serio.
—Ah, perdón. Es un gusto conocerte —respondió Yasser. Castel se alejó por instinto, le asustaba más el Krieg amable que el violento.
—Es Matías, vive conmigo desde hace dos años más o menos —los presentó Maximiliano mientras era revisado por el doctor.
—Veo que tiene golpes leves y un corte en la sien por ahora —murmuró el morocho para luego sentir algo extraño en la pierna derecha del anciano—. También se le rompió una pierna.
—¡¿Qué?! —exclamó el muchacho asustado, definitivamente estaría muerto cuando Siete regresara.
—Que irónico —dijo Maximiliano para luego llamar Castel y palmear su espalda—. Está bien, después de todo no siento nada —lo tranquilizó con una sonrisa.
—Es una fractura conminuta, significa que hay partes pequeñas de hueso —comentó Yasser al momento de tomar su botiquín. Allí tenía todo lo necesario para su trabajo, tomó una tijera y comenzó a cortar el pantalón para dejar la pierna expuesta—. Voy a unir los fragmentos.
—¿Unir? ¿Aquí? —cuestionó Castel preocupado. Yasser se colocó guantes, un cubre bocas y procedió a desinfectar cada herramienta quirúrgica que iba a utilizar. Al terminar tomó el escalpelo para hacer el corte.
—Que no se manchen mis sábanas —comentó Maximiliano mientras veía las gotas de su sangre. Al mismo tiempo tomaba su celular para devolver la llamada, si se demoraba un poco más su hija era capaz de mover cielo y tierra para averiguar lo que estaba pasando—. Hola querida... No, no pasó nada. Estábamos afuera dando un paseo.
Castel quedó impresionado debido a la habilidad de Yasser al momento de la operación porque era eso, estaba operando sin ayuda y de manera muy eficiente. Con cuidado unió cada fragmento de hueso roto con un pegamento especial que era utilizado en lugar de hacer puntos, facilitaba mucho las cosas. Al acabar cerró el corte en la piel con ese mismo pegamento.
—En esta receta están los horarios en los que debe tomar sus medicamentos, puede que no sienta dolor pero es mejor prevenir además los antibióticos ayudarán a sanar el hueso —le explicó mientras le entregaba dicha receta a Maximiliano.
Por su parte Castel se las arregló para hacerse con la billetera del doctor, fue muy sencillo tomarla de su bolsillo. Si se tratara del Krieg de su universo se hubiera dado cuenta de inmediato.
Él abrió la billetera y comenzó a ver, había billetes, un par de tarjetas, su documento, en el cual el rubio se detuvo por un momento.
—¿Nacionalidad Argentina? Esto es tan extraño —susurró para sí mismo. Su curiosidad lo llevó a buscar más información y se topó con una foto doblada. En la imagen se encontraba Krieg junto a una mujer y dos niños de diferentes edades—. Supongo que... es su familia.
—¡Matías! —el grito de su abuelo lo hizo dar un salto y guardar rápidamente lo que había sacado de la billetera, aunque se aseguró de dejar todo como estaba.
—¿Si? —preguntó al momento de regresar a la habitación.
—El doctor ya se va, acompáñalo a la salida —ordenó Maximiliano.
—Ah, si —asintió y aprovechó otro descuido del hombre para devolver su billetera mientras caminaban hacia la puerta.
—Cuida mucho a tu abuelo —le dijo antes de despedirse.
—Lo haré, es la única familia que tengo.
Castel vio al hombre marcharse en su auto, notando que a pesar de que el Krieg de su mundo y ese hombre eran las mismas personas, no eran exactamente iguales. Eso aplicaba también para él y Siete. El rizado, al pensar en su otro yo, no pudo evitar preguntarse si los demás habían notado que eran distintos y también se preguntó qué estaría haciendo Siete en su universo.
En el otro mundo, Siete se sentía vivo nuevamente, la razón era simple.
—¡Justo como en los viejos tiempos! —exclamó mientras era perseguido por Iron Hell. Ella había irrumpido en la base, burlando los sistemas de alta seguridad, aunque para ella no era difícil pues sólo destruyó los circuitos desde el interior.
—¿Qué le sucede? Es como si... Si jugara conmigo —se dijo la mujer, su mirada se mantenía impasible a pesar de todo, enfocada en su objetivo hasta que el rizado desapareció de repente.
Esta Lady es muy parecida a la que conozco y también tiene la prótesis, pensó Castel mientras la observa desde el cielo, ambos habían llevado la persecución hasta afuera. Desde su lugar vio cómo los guardias del lugar la rodearon y apuntaron con sus armas, al momento de que recibieron la orden de disparar no pudieron hacerlo ya que Iron Hell desarmó sus armas con ayuda de sus poderes de control del metal.
—Esta vez... yo la atraparé —murmuró para un momento después dejarse caer—. ¡Lady! —la llamó, haciendo que ella levantara la mirada. Ella gruñó y golpeó a los guardias para hacerse paso.
—¡No escaparás pequeño hámster! —respondió, aunque inmediatamente se percató que él no estaba haciendo nada para detener su caída—. Idiota —maldijo por lo bajo y apresuró su paso. Castel no estaba seguro de que podría alcanzarlo, pero Iron Hell terminó sujetándolo antes de que toque el suelo. Ambos rodaron por unos metros y el dolor dejó aturdida a la mujer por un instante.
Al reaccionar, vio que estaba rodeada por una fina capa transparente. Castel estaba a su lado y como pudo se levantó. También estaba adolorido pero le sonrió.
—Igual a la Lady que conozco —susurró mientras quitaba unas pequeñas ramas de su cabello, pues había un arbusto a su lado.
—¿Qué tratabas de hacer, niño? —cuestionó molesta. Pero antes de que pueda tomarlo de su ropa, vio al rubio tocar la pared de su burbuja y traspasarla hasta quedar fuera completamente.
—Es un nuevo truco que aprendí Lady —comentó a pesar de que ella no pueda escucharlo. Iron Hell estaba sorprendida y empezó a golpear el interior de la burbuja con su brazo metálico, en lugar de que se rompiera, la prótesis fue la que resultó dañada.
Castel movió su mano, levantando la burbuja y llevándosela con él dentro de las instalaciones. Estos guardias son patéticos, si estuviera en mi mundo ya hubieran atrapado a Lady sin problemas, pensó mientras veía a los hombres recoger cada parte de sus armas. Dentro de la burbuja la mujer intentaba de todo para salir, el rubio se preocupó al ver que dañó un poco el arbusto que también se encontraba dentro.
—¡¿Estás loca?! No destruyas tu única fuente de oxígeno —escribió en su celular para luego mostrársela. Iron Hell estaba a punto de arrancar el arbusto pero se alejó de él, también la vio asegurarse de que sus raíces no estén expuestas—. Al menos es cooperativa... ¡Si, yo atrapé a Iron Hell! ¡¿Quién es el hámster ahora?!
El rubio sorprendió a la doctora Díaz con su festejo al momento de entrar al laboratorio de pruebas. La mujer de la bata quedó horrorizada porque sólo las personas autorizadas tenían permitido estar allí, el proyecto del transportador era secreto.
—¡¿Qué hace ella aquí?!
—Descuide doc, no puede oírnos. Los guardias ya vendrán por ella... supongo —respondió el rizado. En ese momento él le tomó una foto a Iron Hell con su celular para enviárselo a su mismo número, aunque del otro universo. Tenía curiosidad si la comunicación con Cuatro entre universos era posible, era un experimento que ambos se propusieron hacer.
Cuatro
Es Iron Hell?!
Siete?! Es increíble
Yo
Si, tal vez sea porque esté celular también viene del universo en donde estás. Lo mismo con el tuyo
Cuatro
Ya entiendo
¿Qué le hiciste a Lady? ¿La atrapaste?
Yo
Por supuesto
Cuatro
Eres increíble!!!
Yo sólo podía escapar de ella
Yo
Tengo que irme, volveré pronto
Castel estaba ignorando los reclamos de la doctora pero ella comenzó a zarandearlo para que la escuche. Él rodó los ojos y guardó su celular en el bolsillo.
—¡No puedes traerla aquí, eso viola todos los protocolos y...!
—No me grite señora, un poco más de respeto a la persona que atrapó a la peligrosa Iron Hell —respondió de manera tranquila pero firme. Él se sentía muy bien con su logro, desde que supo que la Lady de Cuatro todavía estaba libre, planeó detenerla.
Castel dejó confundida tanto a la doctora como a Iron Hell cuando deshizo la burbuja, la mercenaria estaba a punto de atacarlo, sin embargo se detuvo en seco.
—Helena Morínigo —ese era su nombre real y, al escucharlo de la boca de Castel, quedó completamente paralizada. En todos los años ocultando su identidad, ni los investigadores o hackers más experimentados pudieron averiguar su nombre, siquiera una letra de él.
El rizado aprovechó el shock de la mujer para colocarle el collar que anula los poderes, asegurándolo con la llave. Sabía que el collar era muy resistente, él mismo intentó destrozarlo de todas las maneras posibles cuando fue obligado a usarlo.
—Con esto debería estar bien —comentó y un momento después los guardias llegaron con sus armas. Iron Hell reaccionó dándole una patada a Castel para alejarlo, sin embargo al intentar usar sus poderes notó que nada pasaba.
—¡Suéltenme! —exclamó cuando la redujeron, a pesar de haber golpeado a varios de ellos no fue capaz de pelear contra todos. Castel se levantó adolorido aunque no pudo evitar sonreír.
—Esa fue la última patada —murmuró para sí mismo—. Les aconsejo que creen una instalación completamente libre de metal, pueden usar plástico o cristales reforzados en el techo para que todo se ilumine con luz natural. La batería del collar no durará para siempre. Los guardias que la vigilen tampoco deben tener nada de metal, pueden cambiar las armas por cuchillos de cerámica —le dijo al líder de los guardias, haciendo que los hombres se miren entre sí.
—Ah... Nosotros nos encargaremos.
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