Capítulo 17
Para la buena suerte de Siete, luego de cruzar de universos, apareció en el cuarto secreto de su abuelo Maximiliano. Al momento de poner un pie en ese lugar todo su cuerpo se paralizó y una fuerza lo empujó hacia abajo, dejando rostro contra el suelo. Desde su lugar vio unos zapatos acercarse, resultando ser Darío Vega, quien con su control de sangre lo inmovilizó.
—¿Cuál de ellos eres? —le preguntó en un tono autoritario.
—S-Soy yo, ¿dónde está mi abuelo? ¿Seis estuvo aquí? —Darío se acercó sin responder sus preguntas, bajando el cuello de la camiseta del rubio, encontrando la cicatriz en su piel.
—Si, eres nuestro Castel —murmuró al liberarlo de su control.
—¿Y mi abuelo? —fue lo primero que hizo al levantarse, buscó al anciano por toda la casa, encontrándolo en la sala en compañía de los empleados—. ¿Estás bien? ¿Seis te hizo algo? —preguntó al acercarse.
Maximiliano se encontraba recostado en un sofá pero se las arregló para tomar un bastón y golpear a su nieto. Estaba enojado, quería desquitarse de alguna manera del Castel que lo dejó tirado en ese cuarto, gritando por horas hasta que lo encontraron.
—Le di batalla, hice lo mejor que pude... pero él me superó —le dijo en un tono serio mientras los ojos del rubio se cristalizaron por las lágrimas—. Entendí que ese otro tú es peligroso y llamé a uno de tus amigos con las habilidades más fuertes, además es paramédico.
—Oh, de hecho él es mi profesor —comentó el rubio, haciendo que Darío sonría. Desde que se conocieron habían mantenido contacto y el mayor se había convertido en el profesor particular de Matías a pesar de tener habilidades diferentes.
—El señor Burjas me explicó acerca de los espejos y los otros mundos, ¿qué está pasando exactamente? —habló Darío pensativo—. Yo intenté cruzar sin éxito, elegí un espejo pero sólo me golpeé contra el cristal —agregó.
—No sé el por qué de eso, pero les explicaré lo que pasa mientras busco comida. Necesito mucha, como para 12 personas y un enterizo para bebé de Stitck.
Los demás no sabían para qué necesitaba la ropa de bebé y Castel tampoco dio muchos detalles. Debía apresurarse en buscar toda esa comida, debía ser fácil de transportar y tenía los minutos contados.
Mientras tanto, Cuatro tenía problemas con Máximo, ya que el pequeño necesitaba un cambio de pañal. ¿Cómo algo tan chiquito hace esto?, se preguntó mientras aguantaba la respiración. Con unas toallas húmedas lo limpió con cuidado para luego colocarle un nuevo pañal, el bebé no se quedaba quieto pero finalmente pudo quitarle el papel al adhesivo y pegarlo en su lugar.
—Listo —dijo luego de soltar aire, el rubio se deshizo del pañal arrojándolo por la ventana del subte.
—Pa-pá.
—¿Hablaste? —murmuró al levantarlo y acercarlo a su rostro. Máximo lo repitió al mismo tiempo que estiraba su cabello, los rizos rubios eran el nuevo juguete del pequeño.
Unos golpes llamaron la atención de Cuatro, viendo que se trataba de Cinco manchado de sangre azul en gran parte de su cuerpo. Él entró al lugar a pasos cansados y se dejó caer en el primer asiento que encontró.
—¿Estás herido? —le preguntó rápidamente.
—No, acabé con la manada y no quería dejar los cuerpos aquí, cerca del bebé, entonces los moví fuera —respondió con una sonrisa—. Sólo estoy cansado.
—Che, escucha, Máximo puede hablar —habló Cuatro animado al momento de acercarse un poco—. Dijo "papá", me llamó papá.
—Bueno, te reconoció. Somos sus padres después de todo —Cinco recibió unas toallitas húmedas para comenzar a limpiarse, su rostro estaba manchado de sangre al igual que sus manos y traje. Él le preguntó a su otro yo acerca de Siete, ya que no lo vio allí, así que Cuatro le explicó que fue a buscar provisiones a otro universo. Habían pasado 50 minutos desde que se fue.
—También pasó una hora y 20 minutos desde que Tres se durmió —agregó el rizado mientras miraba al agotado padre dormir profundamente.
Como si lo hubieran invocado, Siete los llamó al encontrarse fuera del subte, diciendo que necesitaba ayuda con todas las bolsas que trajo consigo. Cuatro y Cinco acudieron, sintiendo los agradables aromas de la comida recién hecha.
Siete les explicó que no podían comer todavía, necesitaban guardar todos sus recursos para el momento de la llegada de Seis, aunque le entregó un par de manzanas a los otros rubios, al menos eso calmaría un poco su hambre. Mientras Cuatro comía, Siete tomó a Máximo y aprovechó eso para colocarle el enterizo.
—Le queda perfecto —murmuró sonriente hasta que notó la mirada extrañada de los otros dos—. ¿Qué? Tenerlo sólo en pañales puede ser malo —dijo para luego dejar al pequeño en el regazo de su otro padre.
—¡Pa! —exclamó el bebé, extendiendo sus manitos hacia la manzana que Cuatro estaba comiendo. Él sonrió y le dio un trozo, no se preocupó en hacerlo puré porque Máximo ya tenía unos pequeños pero fuertes dientes.
—Seis llegó a mi universo donde están los espejos y desde ahí comenzó a secuestrar a cada uno de nosotros. Lastimó a mi abuelo pero él pudo ver que estaba usando unos guantes extraños, Seis debió utilizarlos para abrir puertas en otros universos como lo hizo en ese coliseo —les explicó Siete—. No tenemos idea de los poderes de Seis y eso es una desventaja.
—Lo más obvio es su resistencia y regeneración sobrehumana, intenté cortarlo con las burbujas, Helena lo apuñaló pero él ni se inmutó, apenas si sangró en ese momento... Incluso los ataques de Nathaniel... También está su fuerza, un golpe es capaz de romper nuestras defensas —comentó Cuatro, ya que se enfrentó a Seis en varias oportunidades—. Aunque, ¿sus puños podrían romper una burbuja muy flexible? —cuestionó, haciendo que las miradas se dirijan hacia Cinco.
—Yo tengo algo que decirles —comentó él con una sonrisa nerviosa—. Es una posibilidad que Seis no rompa mis escudos, pero no veo muy bien sin mis anteojos —confesó, pensando que sería una carga al momento de la pelea.
—Entiendo, no te preocupes, no es un problema porque podemos manipularlas. Tú harías las burbujas flexibles y nosotros las usaríamos —le dijo Siete para tranquilizarlo. A él le hubiera gustado hacer equipo con Darío o todos los Vegas pero no podría traerlos a ese universo, los espejos solo dejaron pasar a Castel, tal vez por sus habilidades o sangre, no sabía exactamente la razón y no tenían tiempo para averiguarlo.
Cuatro, Cinco y Siete comenzaron a planear una manera de detener a Seis, si no podían dañarlo, intentarían atraparlo en alguna trampa o similar.
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Hablando del Teniente Castel, él se encontraba peleando aún con Hyrik, el rubio realmente estaba jugando con el hevenziano, quería ver nuevamente ese rostro de terror que el otro Hyrik tenía cuando mató a su mejor amigo ante sus ojos, esa rabia e impotencia reflejada en sus ojos en su forma más pura.
Seis quería tener otra pelea con su antiguo enemigo, por eso le daba la oportunidad de escapar de sus letales golpes, iniciando así una persecución por toda la nave, llegando hasta los motores y aprovechando eso para destrozarlo, provocando la caída lenta de la gran nave hevenziana.
—¡Estás demente! Ambos moriremos en la caída —le dijo Hyrik, pero Seis respondió con una risa burlona.
—Sólo serán unos rasguños para mí —murmuró al avanzar con pasos decididos hacia el hombre de piel azulada. Debido a la pelea y los constantes ataques, Hyrik había perdido su espada, estaba agotado y los golpes que intentó bloquear sólo causaron fracturas en sus brazos. Aún así continuaba luchando hasta sus últimas fuerzas como lo haría un guerrero hevenziano.
La nave ya no podía mantenerse en vuelo, muchos trozos de su estructura caían, estaba desmoronándose pieza por pieza. Seis sintió una sacudida, ya que acababan de chocar con los rascacielos bajo ellos. Los motores no soportaron y el fuego envolvió a ambos, Hyrik sintió como su cuerpo fue lanzado por la onda expansiva, el fuego quemaba su piel dolorosamente, pero la mayor parte del daño fue recibido por el rubio. Él había protegido al hevenziano de la explosión, sólo para sujetar uno de sus brazos y desprenderlo del cuerpo.
Hyrik sintió como su carne se desgarró de un sólo movimiento, al principio no había dolor, pero su sangre comenzó a mancharlo y sus nervios destrozados lo hicieron soltar un grito desgarrador. Seis sonrió mientras tomaba el otro brazo.
—Como romper un muñeco de trapo —susurró para luego arrancar el miembro.
—¡Ahhh! —Hyrik cayó arrodillado, incapaz de mantenerse de pie debido al dolor y la pérdida de sangre.
—Terminaré antes que toquemos el suelo —le dijo el rubio al sostenerle la cabeza. Seis adentró su mano derecha en la boca a Hyrik, abriendo la quijada más y más, la piel y huesos cedieron, los ligamentos se rompieron y la sangre salpicó. El rizado pateó el cuerpo, quedándose con la mandíbula, garganta y lengua en su mano—. Me llevó casi dos días liquidar a una flota entera, debe ser un nuevo récord. Bueno... ya hice esperar mucho a Tres.
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