Capítulo 16

La Configuración de Centinela era un experimento que Cyberex realizó en Castel, consistía en la fusión de un ser vivo con la tecnología hevenziana. Algo como eso no se había hecho antes y la I.A le advirtió al muchacho que podría perder la vida en el peor de los casos y, si el experimento resultaba, él nunca podría volver a ser el mismo. Pese a esto la ambición del joven fue mucho más grande y aceptó.

Le siguieron meses de experimentación en su cuerpo, Castel pasó la mayor parte de ese tiempo inconsciente. Un coma inducido por Cyberex para facilitar el proceso. La I.A cortó músculos, órganos, huesos y analizó a fondo su ADN, centrándose en su genética. La fusión había resultado más complicada de lo que él pensó pero no podía darse por vencido, gracias al muchacho había podido eliminar un viejo enemigo. Hyrik, el último de los hevenzianos que lo siguió hasta la Tierra para supuestamente detenerlo junto a un grupo de omegahumanos que reunió como resistencia.

Cyberex se vio obligado a indagar acerca de su propia creación y existencia, él no era vida pero tenía conciencia. Reflexionaba mientras regaba las flores de su jardín, muchas de las plantas ya habían florecido mientras que otras no, inevitablemente recordó las células sanguíneas de Castel, muchas de ellas se veían saludables mientras que otras ya habían muerto.

La revelación que tuvo fue tan obvia que se sintió un poco tonto por no notar que la vida, al menos en la Tierra, eran etapas básicamente. Todo ser o criatura pasaba por etapas a lo largo de toda su vida, sin embargo existía una medusa que había burlado la muerte al repetir esas etapas, volviendo a la infancia una y otra vez y reiniciando el ciclo, también estaban los microorganismos capaces de sobrevivir incluso en el espacio. Los seres vivos más resistentes del planeta eran microorganismos de estructuras simples y esa era la clave.

Cyberex aceptó la realidad, no podía crear una fusión de vida y tecnología compleja, sus recursos eran muy limitados en ese momento. Pero crear algo simple como un microorganismo era otra historia. Copiando el ciclo de resurrección de esa especie de medusa, la estructura de un tardígrado más la tecnología de la que estaba constituido, vio nacer a pequeñas formas de vida artificiales dentro del organismo de Castel. La I.A siguió de cerca las etapas de vida de sus creaciones por las siguientes semanas, los primeros ejemplares se extendieron por todo el cuerpo del muchacho, adaptándose a los distintos órganos, la acidez del estómago por ejemplo o la flora intestinal.

—Finalmente —murmuró Cyberex al ver que comenzaron a reproducirse, con el paso de los días se habían convertidos en miles. Los primeros ejemplares que se adaptaron pasaron esa información a sus descendientes, su adaptación fue tal que el propio organismo los aceptaba como células del cuerpo y el sistema inmunológico también los protegía de las amenazas. Como las células normales morían a las pocas horas o días, los microorganismos parecidos a los tardígrados comenzaron a reemplazarlos para defender al cuerpo, su mundo. Incluso fueron capaces de despertar a Castel del coma, sorprendiendo incluso a su creador.

El rizado miró a su alrededor, al principio se sintió fatigado pero tuvo las fuerzas de quitarse las vías de sus brazos y el tubo de su garganta de forma dolorosa.

—No me siento diferente... ¡No hiciste nada! —dijo Castel molesto, sin embargo Cyberex se acercó con toda confianza a pesar que el rubio intentó atacarlo con sus poderes. Castel miró sus manos confundido ya que no pudo crear ninguna burbuja.

—Estás de pie como si nada luego de ocho meses en coma —respondió la I.A, muy satisfecho por su creación.

—"Luego de su despertar siguieron horas de entrenamiento y más experimentación, resistencia a venenos, armas, proyectiles, ácidos y fuego" —dijo Castiel, pues él se encontraba leyendo toda esa información el los registros de Cyberex, todo el experimento había sido registrado con todos los medios existentes—. Ya veo... Por esto Seis es tan confiado, él no es la fusión, sino que la fusión de vida y tecnología habita dentro de él.

Junto al rizado se encontraba su versión femenina, viendo y aprendiendo del nuevo universo así como él. Castiel le había asegurado que ayudarían a los otros, obviamente por motivos personales, y por esa razón estaban buscando las debilidades de Seis. Cyberex les permitió el acceso, intrigado por saber cómo detendrán a un ser tan perfecto mientras ellos no poseían ningun poder.

—M-Me duele la cabeza, hace poco sólo tenía que ser una buena esposa... y ahora estoy en otro universo y la brujería no tiene nada que ver —se dijo Ayleen, sintiéndose un poco mareada por la excesiva información que estaba recibiendo. 

—Imagínate yo, que pensaba que era malvado por estar obsesionado con robar piedras preciosas. Ahora que lo pienso soy el único villano respetable de la ciudad, luego está el arqueólogo cosplayer —murmuró Castiel mientras acomodaba su cabello, hace unas horas ya había aceptado que no estaba soñando.

—¿Qué vamos a hacer? —le pregunta ella preocupada.

—Pienso mejor con una taza de café —respondió al ponerse de pie para buscar esa tasa en el departamento. La cocina rebosaba de alimentos e ingredientes para recetas deliciosas—. Me siento como en casa —comentó sin embargo Nix se presentó, diciendo que estaban invadiendo el lugar.

No tienen el código, no debo obedecerlos —al tener el control del departamento se negaba a abrir las alacenas y tenía pensado atraparlos nuevamente.

—Alto —la orden de Cyberex detuvo a Nix. Él era su creador, así que no podía evitar obedecerlo—. Sólo quieren un café, deja que hagan lo que quieran porque no son una amenaza —agregó a través de una video llamada, la cual se proyectaba en todas las pantallas del departamento.

—Gracias por entender las necesidades básicas de los seres vivos —comentó Castiel dándole una sonrisa, sin embargo esto ocultaba su inquietud. Ayleen era más honesta y transparente que él.

—Nos está vigilando —murmuró ella, haciendo que la I.A soltara una risa. Cyberex se disculpó por ello y la video llamada acabó—. Se fue...

—Señorita Ayleen, ¿podrías hablarme de ti? No todos los días te topas con una versión femenina de ti.

—Lo mismo digo, es decir, tengo versiones masculinas. —La muchacha asintió, tomando asiento junto a Castiel en la mesada de la cocina, ella no podía evitar mirar a su alrededor. Todo era tan moderno y diferente a su mundo. Él dejó una taza de café frente a ella junto a una sonrisa amable.

—Yo también... Tengo curiosidad —los modales de Castiel le recordaban mucho a los hombres de su universo, haciendo que recuerde que debía hablar lo justo y necesario.

—Entonces adelante, te escucho —la animó mientras traía unas tostadas de pan para compartir.

Ayleen no entendía en qué serviría eso para detener a Seis pero comenzó hablando de su familia, comentando que fue educada por una institutriz española, al llegar a la parte de su casamiento y mencionar a su esposo, Castiel palideció.

—¿Estáis bien?

—Ah sí, es que... Héctor Morinigo es la Helena Morinigo de mi universo, ella es mi guardaespaldas —respondió, sintiéndose un poco incómodo.

—Yo no tengo una vida interesante y aprecio que quieras escucharme pero también me gustaría saber de ti —le pidió, estaba muy interesada por su estilo de vida.

—Oh, bien. Mi vida no es tan diferente a la tuya, también renuncié a mis poderes por el bien de la familia. Me enfoqué en los negocios y de vez en cuando cometo algún delito para liberar estrés.

—¿Por qué? —cuestionó la rubia.

—Mis preferencias son las piedras preciosas, las joyas. Pensar que cada una de ellas era un grano de arena o un trozo de carbón y que luego se convirtieron en algo valioso y hermoso, es poesía de la naturaleza, arte —intentó explicarle su fascinación pero sólo conseguía que la muchacha lo mire con una mueca de confusión—. Tengo una gran colección personal.

—¿Has lastimado a alguien?

—No, mis planes son muy bien pensados además los héroes se encargan de rescatarlos. Yo les doy trabajo y me entretienen, ¿qué ganaría asesinando personas?

—Oh... ¿Y qué piensan nuestros padres de eso? —preguntó ella al tomar un poco de café, estaba cansada y ya comenzaba a tener hambre.

—Claro que no, tengo una identidad secreta y nadie sospecha del hijo de la familia Burjas por más obvio que sea. Ahora que lo pienso, un antifaz y una capa realmente no ocultan mi identidad. Tampoco la de los héroes, ¿cómo no descubrí sus identidades mucho antes?

—Tal vez los universos influencian en nosotros, por alguna razón mi acento está desapareciendo —supuso Ayleen pensativa—. Espero que mi esposo esté bien... Seis lo golpeó cuando me secuestró.

—Mmm, tal vez sea eso. Pensemos los universos como canciones, cada uno tiene un ritmo diferente y tenemos que bailar —supuso Castiel para luego fruncir el ceño—. Yo le voy a regresar el golpe a Seis.

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Mientras tanto Cuatro, Cinco y Siete estaban intentando idear un plan para detener a Seis, pero había muchas fisuras, errores que Seis podría aprovechar para contraatacar. Ellos estaban en desventaja ya que Cuatro les explicó que las burbujas eran destruidas fácilmente con un simple golpe de puño del teniente Castel. También mencionó que tu cuerpo era extremadamente resistente ya que no pudo cortarlo.

—No podemos usar nuestros poderes como lo hacemos siempre —concluyó Siete mientras miraba las cosas de Tres, lo estaba revolviendo todo.

—Deja eso —lo regañó Cuatro.

—Busco información —se defendió al mismo tiempo que hojeaba lo que parecía ser un diario. El diario de Tres—. Aquí dice cuál es la comida favorita de Max, sus horarios de siesta y juegos. ¿Ves? Esto te viene de maravilla —agregó al pasarle el diario al otro rizado.

Cuatro comenzó a leer, encontrándose con la fecha de la primera palabra del bebé, el día en el que casi dio su primer paso y unos ricitos de su primer corte de cabello. Es un álbum de bebé, se dijo a sí mismo pasando cada página. Apreció algunas fotos del pequeño junto a sus padres, aunque también sentía pena de Tres, él había perdido todo pero aún sonreía gracias a Máximo.

El rubio revisó los horarios de siesta y se suponía que el bebe ya debía estar despierto. Así que bajó la mirada, no quería despertarlo pero se topó con unos ojitos azules mirándolo con curiosidad.

—Hola —le dijo sonriendo al niño.

—Se d-despertó —señaló Siete.

—Aquí dice que es el horario de juego —murmuró Cuatro—. Ja, soy perfecto para eso.

Siete se mostraba muy nervioso y prefería mantenerse alejado del niño, por su parte Cuatro buscó algún juguete en el lugar mientras el bebé escaló hacia su cabeza.

—¡Se va a caer! —exclamó Siete, entonces Cinco lo mandó a callar.

—Shhh, Tres duerme —él se acercó a su otro yo y trató de tomar al bebé—. No se suelta.

—Me estás estirando el pelo —se quejó Cuatro y ambos se detuvieron al escuchar un chillido—. Suéltalo, lo vas a hacer llorar.

Máximo parecía muy entretenido jugando con los rizos de Cuatro, el color rubio le llamaba mucho la atención. Por estar muy adelante, él cayó, pero fue atrapado inmediatamente. Eso fue muy divertido así que escaló nuevamente para dejarse caer otra vez.

—¡Agárralo bien! —le ordenó Siete, gritando en susurros.

—Lo está haciendo a propósito.

—Jajaja, tengo una idea —comentó Cinco, haciendo una burbuja mediana allí mismo pero ésta tenía la particularidad de ser muy elástica—. Está bien, no se romperá.

Cuatro colocó a Máximo sobre la burbuja, viendo que comenzaba a dar saltitos. El bebé empezó a rebotar mientras reía, él no podía evitar sonreír mientras lo sostenía de su brazo para que no caiga.

—¿Cómo hiciste eso? —le preguntó Siete, una burbuja elástica era algo que nunca había hecho.

—Pensé que teníamos las mismas habilidades —respondió su otro yo pensativo—. ¿Qué saben hacer ustedes?

—Si, son las mismas pero... Yo sé atravesar las burbujas, también puedo hacer traspasar objetos —le explicó mientras adentraba su mano en la burbuja elástica junto con el álbum de bebé—. Supongo que ustedes no pueden hacer esto —murmuró pensativo. Cuatro no estaba prestando atención a la charla porque se encontraba jugando con Máximo.

—Che —dijo, llamando la atención de los otros dos—. Si es nuestro hijo, ¿Máximo tendrá poderes?

—Es probable, tanto nosotros como Helena los tenemos —supuso Siete, hasta ahora no se había planteado esa posibilidad—. Aunque es muy pronto para saberlo, las habilidades se manifiestan a partir de los 4 años.

—Yo hacía burbujas de bebé, eso me dijeron mis padres —comentó Cuatro subiendo y bajando los hombros—. ¿Puedes hacerlo? ¿Las burbujas o mover metal? —le preguntó a Máximo, haciéndolo reír.

—¿Cómo sigues vivo? Sin querer una burbuja te habría atrapado y habías muerto —dijo Cinco sorprendido.

—Ah no, a esa edad las burbujas eran muy pequeñas y frágiles porque todos sabemos que los poderes naturales se ejercitan —Cuatro fue interrumpido por un aullido distante, parecía el de un lobo pero era muy extraño que un animal esté en plena zona de guerra.

Siete se puso de pie, tomando las anotaciones de Tres para mostrárselas a los otros dos y enseñarles la ilustración de un perro. Junto al dibujo a lápiz advertía que esos animales eran perros de caza hevenzianos, los cuales sueltan para que rastreen y cacen a los humanos que se ocultan en las ruinas y edificios destruidos.

"Los perros de caza hevenzianos tienen un olfato bastante agudo, el cual utilizan para rastrear a los humanos, son capaces de seguir un rastro sin descanso durante días. Maté a varios que no dejaban de perseguirme, traté de distraerlos, busqué la forma de que me dejaran en paz sin hacerles daño. Pero la única forma de deshacerse de esos perros es matarlos".

—Están cerca.

—Yo me encargo —se ofreció Cinco al levantarse y caminar hacia la puerta del subte.

—¿Estará bien? —preguntó Cuatro al acercarse a la ventana, él quedó sin aliento al ver los ojos azules brillantes de los perros emerger de la oscuridad, eran dos de ellos. Cinco caminó hacia ellos y tomó un hierro largo que estaba en el suelo.

—Él pertenece a la U.C.S.H, también existe en mi mundo y esa unidad se encarga de lidiar con bestias como estas todo el tiempo. Sólo que no son aliens —le explicó Siete para tranquilizarlo, tanto Cuatro como Máximo estaban mirando fijamente la pelea.

Cinco observó a los perros mientras corrían hacia él, era obvio que eran feroces y muy agresivos por la manera en la que reaccionaron tan sólo al verlo. El rizado corrió al encuentro de las bestias, sin importarle que sean tan grandes como un oso gris.

Utilizando el hierro como una lanza, terminó incrustándolo en la cabeza de uno de ellos. El segundo se abalanzó sobre él. Pero usó el cuerpo como un escudo, ocultándose con el olor de su sangre. La bestia restante destrozó el lomo del otro perro hasta detenerse de golpe, su mirada se elevó hacia el rubio, quien estaba a unos metros delante. Pudo burlar su olfato por un momento pero su visión era perfecta.

El animal ladró para luego abalanzarse hacia el muchacho, la burbuja con la estaba jugando el bebé no se había roto y voló hacia Cinco. Quien la tomó con su mano y reduzco su tamaño. Al momento que el perro saltó sobre él, con sus fauces preparadas para morderlo, el rizado metió la burbuja dentro de su boca y la hizo crecer rápidamente, destrozando tanto la quijada como la garganta del animal.

—Ah, claro. Estos no vuelven a levantarse —se dijo al momento de recuperar el hierro, a su alrededor yacían los cuerpos de las bestias. Cinco ya iba a regresar dentro del subte pero escuchó otros aullidos en la distancia—. Ya decía yo que fue muy fácil.

—¿A dónde vas? —preguntó Cuatro al verlo caminar a la dirección contraria.

—Estas cosas soy muy ruidosas, las llevaré lejos para que no despierten al papá luchón —respondió para luego adentrarse a la oscuridad del túnel. Los otros dos intercambiaron miradas en silencio, preguntándose si estaría bien. Aunque Siete sabía que la U.C.S.H. era una división del ejército y cada integrante estaba muy bien entrenado, debían estarlo.

Máximo hizo un puchero porque ya no tenía burbuja elástica, pero Cuatro lo distrajo con un peluche de koala un poco maltratado y no era de extrañarse porque al momento de tomarlo, el pequeño comenzó a morderlo.

—Cinco usó la misma burbuja que creó aquí y se la llevó junto al hierro —dijo Siete pensativo—. Debe estar guardando todos sus poderes para Seis, nosotros deberíamos buscar más comida... Es hora de desayunar.

Siete rebuscó entre las cosas del lugar pero sólo había paquetes de pañales, leche y papilla de Máximo así que se dispuso a ir a buscar comida para ellos. Sabía que al despertar Tres iba a tener mucha hambre, por lo que él prepararía todo para ese entonces. Siete salió del subte, diciéndole a Cuatro que regresaría de inmediato.

—No puedes, es muy peligroso... —le dijo este preocupado—. ¿Dónde encontrarás comida en esta ciudad destruida?

—Cyberex nos devolvió nuestras cosas antes de venir aquí, ¿no? Iré a otro universo y sé muy bien que no debo tardar.

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