Capítulo 15

Dentro del universo 3 la ciudad estaba destruida, las grandes ciudades del mundo fueron atacadas por las naves hevenzianas con el fin de eliminar las defensas del planeta. Los omegahumanos, personas con habilidades, fueron creadas como un último y desesperado intento por repeler el ataque enemigo.

Ellos y pocos humanos sobrevivieron a la guerra biológica que los hevenzianos empezaron como primera acción. La fiebre estelar fue creada por los invasores ya que eran conquistadores, buscaban los planetas con los mejores recursos para agregarlo a sus conquistas, eliminando a la especie dominante para reemplazarla por los suyos.

El teniente Castel se topó con ese mundo, siendo rodeado inmediatamente por soldados luego de que un dron centinela lo había visto. Para su sorpresa se trataba de las Reisg, mujeres hevenzianas que lo superaban en altura y tal vez en fuerza.

—¿Volver a exterminar una raza? Me gusta.

Por su parte Cuatro, Cinco y Siete había aparecido sobre un edificio a punto de desmoronarse, desde allí podrían apreciar la devastadora destrucción que dejó la flota hevenziana a su paso.

—Ellos son los malos ahora —murmuró Cuatro sorprendido. Cinco los alertó y rápidamente se ocultaron de la vista de los centinelas, los cuales estaban patrullando cerca.

—Estar en terreno elevado no es buena idea —comentó Cinco agitado.

—Encontraremos a Tres con esto —Siete les enseñó el rastreador de sangre, el cual estaba en su bolsillo. Seis no se lo quitó, seguramente porque creyó que Nix tendría el control de toda su tecnología pero el rastreador estaba combinado con una habilidad, así como las puertas que ellos abren entre los universos—. Estos tres puntos somos nosotros, hay un cuarto a 5 kilómetros y el quinto está a 12 kilómetros.

—Conociendo a Seis, irá a sus anchas, llamando la atención de los soldados hevenzianos —comentó Cuatro y escucharon las explosiones cercanas—. El punto más lejano debe ser Tres —Ellos se miraron y se pusieron en marcha, tenían mucho terreno que recorrer y no podían volar porque llamarían la atención.

La noche quedó atrás pues el sol se elevó sobre los edificios en ruinas. Los Matías recorrieron los 12 kilómetros, ocultándose y volando muy bajo por las calles para no ser detectados, en ese tiempo pusieron a Cinco al tanto de lo que estaba sucediendo.

—Los otros no van a creer esto —comentó intentando sonreír. Él también les habló de su mundo y su vida, el universo 5 era muy parecido al mundo de Siete, incluso le confirmó que pertenecía a la Unidad Captora. Lo sorprendente para los otros rubios era que la familia de Cinco, tanto su madre y abuelo, tenían poderes relacionados a los escudos.

—Eso hubiera pasado si no renunciaban a sus habilidades —murmuró Siete. Sintiéndose un poco celoso ya que la relación con sus padres era muy buena en ese universo, él nunca escapó de casa.

—¿Conoces a Iron Hell? —le preguntó Cuatro, bastante curioso por la respuesta.

—Su nombre suena al de un villano —murmuró Cinco pensativo—. No, no lo conozco.

—Supongo que es mejor así —comentó Cuatro, entonces Siete los calló ya que estaban muy cerca de la ubicación de Tres. El rastreador de sangre los guió hacia la destruida entrada del subterráneo, entre los escombros había una brecha por la cual pudieron pasar forzosamente.

El primero en entrar fue Siete y luego los demás, la oscuridad del lugar era abrumadora sin embargo Cinco tenía una pequeña linterna, la cual estaba un poco rota pero aún funcionaba. El lugar era tétrico y estaba en completo silencio, el miedo hacía latir los corazones de los tres pero mantenían la calma mientras seguían buscando.

—Es un buen escondite, los subtes atraviesan casi toda la ciudad, tiene varias vías de escape —murmuró Cinco.

—Shh... —Siete, quien iba al frente, se detuvo al ver una débil luz a lo lejos del oscuro túnel. En silencio comenzaron a avanzar, encontrando un antiguo subte fuera de servicio, dentro del mismo se encontraba la luz. Sin embargo vieron una sombra moverse.

—¿Cómo... me encontraron? —La voz de ultratumba de Tres se escuchó como un eco en el lugar.

—Venimos a advertirte —respondió Cuatro—. Lamento haberte atacado antes pero me asustaste. Somos Cuatro, Cinco y Siete, Seis está buscándote. Él es una versión de nosotros que nos reunió a todos para eliminarlos uno a uno.

Tres escuchó todo en silencio por más descabellado que sonara la historia, el rizado de cabello negro esperó a que acabara y soltó una risa inoportuna e incómoda para sus otros yo. Él frotó su rostro para luego señalarlos.

—Vengan adentro... es más... cómodo —habló para después voltearse.

Los otros intercambiaron miradas, tal vez era una trampa aunque no tenían tiempo que perder. Cuatro fue el valiente que lo siguió dentro del subte mientras que los otros dos aguardaban afuera.

Con ayuda de unas escaleras pequeñas entró al refugio, viendo que había pequeñas luces decorativas iluminando el lugar. El vagón estaba decorado como una pequeña habitación, había libros, una pequeña heladera, una cocina eléctrica y colchones con almohadas. Tres caminaba tambaleándose entre sus cosas, casi perdiendo el equilibrio pero manteniéndolo al fin hasta llegar a la heladerita.

Cuatro lo vio revisarla y sacar una jeringa con la cual se inyectó. El cuerpo de Tres se sacudió hasta terminar tendido sobre uno de los colchones mientras reía a carcajadas. El rubio no podía creer lo que acababa de ver así que se acercó y levantó las mangas de Tres, encontrando varias marcas de inyecciones en sus brazos pálidos.

—Ay no, soy un drogo —murmuró para luego llamar a Siete y Cinco, él no sabía qué hacer y debían planear cómo enfrentar a Seis sin ayuda de Tres.

—¡¿Qué pasa?! —Siete llegó rápidamente, encontrándose con esa escena lamentable—. ¿Él es nuestra última esperanza?

—Shhh... Hablan muy... fuerte —susurró Tres haciendo un esfuerzo por ponerse de pie—. Lo despertarán...

Los demás no sabían de lo que estaba hablando, delirios de su viaje tal vez, pero un llanto hizo que todos guardaran silencio. El dueño de la casa maldijo por lo bajo y se levantó, esta vez en el primer intento y buscó algo entre las almohadas.

—Miren lo que hicieron... —Tres tenía algo en sus brazos, los otros ya lo sospechaban pero se acercaron para confirmarlo. Era un bebe gordito de ojos azules, Cinco retrocedió asustado y cayó sentado mientras que Siete se desmayó sin más.

—Soy papá —dijo Cuatro sin poder apartar la mirada de la pequeña criatura.

—Sacó mis ojos... pero se parece más... a su mamá —comentó Tres, haciendo esas pausas entre lo que decía.

—¿Ella se llama Helena? —cuestionó el rubio, a lo que Tres asintió con la cabeza—. No, no, no. Lady es mayor que nosotros.

—También soy mayor... y mirá la linda cosita que... hicimos juntos —presumió el pelinegro mientras el bebé jugaba con sus rizos—. Se llama... Máximo —agregó mientras él buscaba el biberón del niño para alimentarlo.

El mismo se encontraba en la heladera y lo sacó para calentarlo en la pequeña cocina. Cuatro y Cinco observaban todo eso en silencio mientras quitaban a Siete del camino. Mientras Tres alimentaba al bebé les contó de lo que había pasado, los omegahumanos eran un grupo muy unido y así fue cómo conoció a Helena.

Habían pasado muchas cosas juntos en sus misiones contra los hevenzianos, su vida era moderadamente buena a pesar de mantenerse ocultos y en un periodo de paz ella quedó embarazada. Castel se encargaba de trabajar el doble para que Helena pudiera ocuparse del bebé.

Luego de unos meses los ataques enemigos se reanudaron y las misiones regresaron. Ellos tuvieron éxito aunque en algunas ocasiones fallaron. El líder del ejército les había tendido una trampa en la que ella fue asesinada ante sus ojos. Desde entonces Castel se ocupó de Máximo sólo, teniendo que huir y ocultarse de los invasores sin descanso.

—¿Exactamente cuánto tiempo llevas solo? —cuestionó Cinco con el ceño fruncido.

—No estoy solo... tengo a Max...

—¿Y las drogas qué? Tienes un hijo, tienes que darle un buen ejemplo —lo regañó Cuatro, cruzándose de brazos.

—Necesito... Necesito...

—No las necesitas —negó Cinco, sin embargo Tres sonrió, teniendo un nuevo ataque de risa, pero en un tono bajo para no molestar Máximo.

—Créame, llevo... semanas sin dormir —Tres dio una pausa, su mirada parecía perdida—. Seguro que... que puedo ganarle a Seis y... sin usar... la fragmentación.

—¿De qué habla? —le preguntó Cinco a Cuatro en voz baja.

—¡Te oí! —lo señaló Tres con su dedo—. Cuando un alma... se quiebra... pero reúnes los trozos... Los cristales son... brillantes...

—Olvídalo, él no está con nosotros —murmuró Cuatro al ver que Tres olvidó lo que estaba diciendo.

Cinco suspiró, viendo al niño jugar con el biberón vacío. Tres estaba con la cabeza agachada, parecía dormido así que el rubio acercó sus manos para sostener a Máximo, sería muy malo que el niño se cayera en un mal movimiento. Cuando lo tocó, inmediatamente la mano de Tres sostuvo su muñeca con fuerza.

—¡Ah! —soltó él debido al dolor.

—Lo siento, fue... un reflejo —murmuró el pelinegro para luego soltarlo cuando vio sus quemaduras—. Estás... herido —señaló una caja frente a él, dándole permiso a Cuatro de ocupar las vendas y todo lo que necesita para tratar las quemaduras.

Siete despertó, encontrándose sobre un colchón. Al incorporarse vio a Cuatro vendando los brazos de Cinco con cuidado y a un lado Tres lo saludaba con su mano.

—Ahora Máximo tiene 4 padres, yo... podré darme... un descanso —comentó sonriendo.

Siete todavía estaba un poco aturdido por la reciente revelación, todavía no podía creer que era padre en ese universo. Debido a esto Cuatro fue quien le explicó al pelinegro lo que estaba pasando a detalle. Tres escuchó atentamente todo o eso quería creer el rizado, no estaba seguro de que lo estaba escuchando por sus ojos cansados y mirada ausente.

—Creímos que podrías ayudarnos a pelear contra Seis pero debes irte, nosotros encontraremos una forma —murmuró Cuatro porque el bebé volvió a quedarse dormido—. Debes mantener a Máximo a salvo.

—Ayudaré... —contestó, sorprendiendo a los otros tres—. Seis es un peligro... Necesito... ocho...

Tres dio una pausa muy larga esta vez, entonces Siete chasqueó los dedos frente a él para hacerlo reaccionar. Siete ya había salido de su crisis, incluso tenía curiosidad.

—Hey, quédate con nosotros.

—¿Ocho? ¿Hay un Castel más? —preguntó Cinco, pero los otros dos negaron.

—Necesito... 8 horas... de sueño —dijo Tres. Con lentitud él les explicó que desde que Helena murió, el líder del ejército hevenziano comenzó a darle caza. Sumado a eso debía cuidar de Máximo haciendo que ni siquiera tenga tiempo para descansar.

Llevaba semanas sin dormir y se mantenía despierto gracias a unas inyecciones especiales de adrenalina. Eso era lo que se inyectó hace unos minutos pero ya no le hacían mucho efecto, esa era la razón por la que parecía estar muerto en vida.

—¿Podrían cuidar... a Máximo durante... ese tiempo? —les preguntó al extender sus brazos, acercando el pequeño a ellos—. Tú pareces... el más responsable... —agregó dándole una sonrisa a Cuatro y dejó al niño a su cargo. Ese Castel quedó paralizado al sentir el pequeño cuerpo en sus brazos, entró en pánico al verlo removerse pero sólo se estaba acomodando.

—¿Estás seguro? —cuestionó Siete, ni siquiera él se sentía preparado para cuidar a un bebé.

—Es mejor que... me... duerma ya —Tres se levantó y colocó su alarma para que sonara en 8 horas—. Buenas noches —susurró para luego dejarse caer sobre el colchón, las almohadas lo cubrieron y se quedó dormido en un instante. Al parecer la inyección de adrenalina ya no le hacía afecto.

—Dios, decía la verdad —murmuró Siete.

—Mirándolo más de cerca, se parece mucho a nosotros. Tiene ricitos de color castaño —comentó Cuatro, Cinco y él estaban muy sonrientes observando al bebé, apantallados por su ternura.

—Debe tener un año más o menos —opinó Cinco.

—Hey ustedes, tenemos que pensar en un plan —dijo Siete, haciendo reaccionar a los otros dos.

Ellos debían prepararse para la llegada del teniente Castel. Hablando de él, como un monstruo imparable, estaba siendo un problema para los mejores soldados del ejército hevenziano.

Utilizando simplemente sus puños destrozó a cada Reisg que le hacía frente, dejando innumerables manchas de sangre azules a su alrededor. Debido al contraataque con sus armas, el rubio fue perdiendo poco a poco su traje, desgarrado por las balas y explosiones.

—¿Dónde está su líder? —le preguntó a la soldado que sostenía con fuerza del cuello.

Ella no podía creer que existiera un omegahumano tan poderoso, lo que sabían era que todos ellos hacían ataques coordinados y no se exponían demasiado. Al contrario ese hombre no huyó y fue directamente hacia ellas, al notar que no iba a decir una palabra, el rubio apretó más su agarre, adentrando sus dedos en la carne y arrancando un gran trozo.

—¡No quiero pelear con estas señoritas! ¡Da la cara ahora mono azul! —gritó hacia una cámara de seguridad de la nave a la que se infiltró.

Del otro lado, el hevenziano a cargo del ejército golpeó la pantalla debido a un arranque de ira. No sabía cómo un humano había entrado en su nave y el número de sus bajas aumentaron con el paso de las horas.

—Debo encargarme de este problema personalmente —murmuró al levantarse de su asiento. Con una seña de su mano hizo elevarse las baldosas del suelo, descubriendo estantes con armas sin embargo él sólo necesitaba una de ellas, su favorita, una espada.

Al tomar lo que parecía ser una simple empuñadura, al reconocer su ADN, la espada desplegó su hoja la cual emitía un brillo verdoso. Esa arma fue creada en la última Era Hevenziana y era capaz de cortar cualquier material existente en el universo.

Él escuchó un estruendo fuera de la sala, por lo que regresó a su asiento y esperó al humano pacientemente. A sólo unos metros se encontraba el teniente Castel, destrozando a las últimas defensas hasta llegar a la sala del líder. De un golpe abrió las puertas y se dejó ver, el rubio estaba cubierto de la sangre de sus soldados mientras que sólo conservaba la parte inferior de su traje de combate.

—Vaya, que sorpresa verte en el papel del conquistador tiránico... —comentó hacia el hombre de las marcas azules—. Hyrik Wyx.

—¿Cómo un asqueroso humano conoce mi nombre?

—¡Jajaja! ¡Qué cambio, increíble! Antes de que te matara no parabas de decir que el planeta Tierra era tu hogar y los humanos tus hermanos —se burló el rizado. Pero no esperó que Hyrik lo atacara con una embestida.

El líder del ejército hevenziano era un individuo alto y de cabello negro, su piel era azul con las marcas oscuras, parecida a tatuajes, que caracterizaba a su especie. Lo más resaltante de su persona eran sus ojos rojos y oscuros.

Hyrik sonrió porque le había quitado esa irritante sonrisa socarrona al humano. Luego de embestirlo él lo golpeó en el rostro, podría usar su espada pero quería torturar al maldito que aniquiló a sus soldados. Lenta y dolorosamente.

El humano sólo escupió un poco de sangre con saliva a pesar de que su golpe debió aplastarle el cráneo. Al ver esto Hyrik notó sus nudillos lastimados, los cuales comenzaron a sangrar. Era muy extraño ya que no había escuchado hablar de un omegahumano tan fuerte como ese.

—Por tu cara parece que es la primera vez que sangras —comentó Seis, de nuevo le mostraba esa sonrisa.

—De hecho si... ¿Qué hay de ti? —respondió dando unos pasos en círculos al igual que el rubio, ambos estaban esperando que el otro atacara.

—Por esos golpes que me diste diría que vas a matar, no como tu otro yo débil y patético —se burló. Hyrik no sabía de lo que estaba hablando, carecía de sentido y se convencía cada vez más que estaba desquiciado.

—¡Cyberex, ¿quién es él?! —demandó a saber haciendo que una proyección aparezca en medio de la sala. El rizado reconoció la voz de la I.A pero su proyección tenía la apariencia de un hevenziano, él analizó a Seis para luego responder.

Es Matías Aarón Burjas, señor.

—¡Jajajaja! ¡Si el otro Cy viera esto se le zafaría un tornillo! —río Seis a carcajadas.

—Ahora lo entiendo... Vienes a vengar la muerte de esa mujer, Helena Morínigo —murmuró Hyrik al colocarse en guardia.

—¿La rebelde? Si claro —Seis sentía sus ojos llorosos de tanto reír—. Este lugar me gusta más si esa perra está muerta.

Hyrik dejo las palabras de lado, atacando con su espada esta vez. Ya no subestimaría al humano e iría con todo. Las primeras estocadas fueron esquivadas por el rubio con movimientos ágiles pero también lo atacó con golpes de puño que sí llegaron a conectar. Lejos de dejarlo inconsciente o detenerlo, Seis continuaba de pie respondiendo sus ataques con patadas y puños.

Él finalmente vio una oportunidad de atacar en un punto vital del humano. Así que blandió su espada luego de esquivar un golpe de puño y atravesó el pecho del rizado o eso creía haber hecho ya que Seis lo empujó para alejarlo de él. Hyrik quedó atónito porque apenas había cortado la piel del humano con la punta de la espada.

—¡Es imposible! Mi espada corta cualquier materia del universo.

—La respuesta corta es que no soy de este universo —presumió Seis al mismo tiempo que la herida de su pecho se cerraba—. La respuesta larga es que Cyberex hizo un excelente trabajo con la Configuración de Centinela.

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