Capítulo 13
Siete no sabía lo que estaba pasando, había creado una burbuja para protegerse junto antes de pasar a ese universo pero su otro yo lo estaba tocando. Eso significaba una cosa. Él debía pensar rápido, no sabía si era peligroso o no y quería evitar atacar primero.
—Eres Tres, eso creo —respondió Siete mientras lo observaba atentamente. Ver a esta versión a través de los espejos no era nada de otro mundo pero estar frente a frente era algo totalmente diferente.
El cabello oscuro, negro en vez de rubio, más pálido y con marcadas orejas bajo sus ojos azules pero sin brillo. Parecía un cadáver pero estaba muy vivo.
—Soy... Tres. Entonces no... son... clones, sí estoy... incluido. No estoy... soñando, ¿verdad? —Siete sintió escalofríos, como aquella vez que fue casi torturado por Ángelo cuando se conocieron. Pero saber que esa persona era él y no tener en claro lo que iba a hacer, intensificaban su miedo. El rubio podría predecir a Cuatro pero no a Tres.
En ese momento Tres soltó una risa y cubrió su rostro con las manos. Siete retrocedió lentamente, atento a sus movimientos ya que también tenía poderes. De repente escucharon un estruendo a lo lejos, el suelo se sacudió un momento después y la leve onda expansiva hizo tropezar a Siete.
Sólo le bastó levantar la mirada para ver una nave hevenziana sobrevolando el cielo, una se dirigía hacia ellos mientras Tres dejaba de reír.
—Me encontraron...
Siete no sabía a lo que se refería, así que aprovechó su distracción para huir. Montado en una burbuja se alejó rápidamente aunque algo llamó su atención entre los escombros. Al acercarse notó que era la cabeza de Cuatro, quien estaba inconsciente bajo las ruinas y cenizas.
El rubio inmediatamente se acercó y abrió la puerta allí mismo, Tres estaba cerca pero estaba distraído mirando las naves. Cuando finalmente lo logró, Siete tomó a Cuatro, pasando su brazo sobre el hombro y cruzaron.
—Mierda, mierda, mierda —maldijo una y otra vez. Se estaban arriesgando demasiado pero él sólo quería dejar ese mundo destruido muy atrás.
Al llegar al nuevo universo, Siete se apresuró a revisar a Cuatro. Éste se encontraba inconsciente y cubierto de tierra, sin embargo no había ninguna herida visible. Él se apresuró a tomarle el pulso, creyendo que podría estar muerto aunque pudo sentir el palpitar, todavía debía averiguar en qué universo estaban.
Dando un vistazo alrededor reconoció que ese era el laboratorio de la doctora Díaz, parecía que habían llegado al universo dentro del espejo 4. Pero su sonrisa de alivio se desvaneció al ver a Seis caminar hacia él.
—Los estaba esperando —comentó mientras una sonrisa apareció en su rostro—. Si alguien me hubiera dicho antes que existían otros yo, en otros universo, me habría reído en su cara.
—Cómo-
—Era obvio que yo también pudiera cruzar —lo interrumpió para luego patear a Siete en el pecho—. Tú eras el que me golpeó antes, ¿verdad?
Siete quedó sin aire ante el golpe y quedó tendido en el suelo, respirar era muy doloroso debido a que tenía rotas un par de costillas. Sabía que estaban en desventaja, Cuatro se encontraba fuera de combate y ambos habrían abierto una puerta por lo que usar sus habilidades no era una opción. Además tampoco eran de mucha ayuda, Siete presenció la pelea y vio que no podían cortar a Seis ni atraparlo. Su fuerza era capaz de romper las burbujas como si fueran cristal.
—Vamos, usa las burbujitas —lo retó, pisando su pecho y provocando que el dolor se intensifique—. ¿O tienes hambre? —preguntó para un momento después hacer silencio y escuchar el rugido de las tripas de Siete.
—¿C-Cómo llegaste a-aquí? —intentaba quitar el pie con todas sus fuerzas pero ni siquiera podía moverlo. Si quisiera Seis podía romper su caja toráxica y matarlo pero no lo hacía porque tenía otros planes.
—Ahora que sé de la existencia de sus mundos planeo expandir mis dominios. Con ayuda de Cy será muy fácil.
—Ni s-se te ocurra... ¡Ah! —Seis lo calló al pisar su cuello, acortando también su respiración poco a poco. Siete sentía que sus esfuerzos eran inútiles y acabó por desmayarse ante una fría mirada.
Seis observó a sus otros yo en el suelo, un poco decepcionado porque no hubo ninguna resistencia. Pero sabía la razón, tanto el estómago de Cuatro como Siete estaban rugiendo.
—Nix —llamó a su fiel asistente y el dron se acercó rápidamente.
—¿Qué necesita amo Castel?
—Enciérralos y sólo denles agua —ordenó, sin embargo el dron se negó, sorprendiendo al rubio.
—No puedo accionar en contra del Teniente Superior Castel —le dijo, haciendo suspirar a su dueño.
—Ah, lo olvidaba —él bajó un poco la manga de su traje, enseñándole un tatuaje parecido a un código de barras que Nix escaneó—. Sólo obedecerás al Castel con este código, ahora enciérralos.
—Si, amo Castel.
Mientras la I.A se encargaba de sus otras versiones, él comenzó a caminar hacia el cuarto dónde había encerrado a la doctora junto a su equipo. Cuando llegó lo había confundido con el Castel de ese universo pero no tenía intenciones de fingir así que les dijo la verdad y sus intenciones.
Obviamente ellos llamaron a los de seguridad pero la base inmediatamente desactivó la alarma y cerró las puertas. Fue muy fácil para Nix hacerse con el control del lugar y los científicos quedaron completamente indefensos y sin la posibilidad de pedir ayuda. La doctora Díaz enfrentó a Castel, diciéndole que no les sacará información sin embargo él se rió en su cara ya que no los necesitaba realmente. Ya sabía cómo viajar entre universos gracias a la tecnología hevenziana de su mundo y construyó su propio portal a través de los fragmentos de la puerta que los otros dos dejaron al viajar.
—¿Cómo está doc? Quiero confirmar unas cosas —le dijo mientras tenía el portátil de Díaz en sus manos—. Me encuentro en el universo dentro del espejo 4 y según sus notas todos los espejos se encuentran en el universo 7, el cual está pasando el portal de tu laboratorio —agregó para luego levantar la mirada, estaba leyendo las palabras pero sus ojos azules se fijaron en la mujer.
Díaz tenía una expresión de terror que intentaba disimular, jugaba con sus manos y tenía un ligero tic en el ojo derecho.
—Con eso es suficiente.
—¿Qué? No he dicho nada —habló confundida al verlo caminar a la salida.
—Cuando termine volveré, hasta entonces tengan paciencia —se despidió el rizado y luego la puerta se cerró detrás de él.
Nix se acercó a su amo, comunicándole que sus otras versiones ya estaban encerradas y todavía no habían despertado. Por su parte se dispuso a investigar ese universo, sentía curiosidad por saber cómo era un mundo sin Cyberex, ya que aun no podía creer que su versión estúpida lo hubiera derrotado.
—Cyberex fue derrotado hace meses en este mundo, los gobiernos continúan buscando a los responsables a los cuales llamaron Caídos, un grupo terrorista muy peligroso y sólo se conoce la identidad de uno de ellos —le explicó Nix mientras revisaba todos los medios de comunicación y le mostró su foto al rizado.
—¿La persona más buscada en este mundo es ese idiota? ¡¿Es en serio?! —exclamó indignado.
—Al parecer el rostro y la identidad de Cuatro quedó registrada cuando le declaró la guerra a Cyberex personalmente —agregó la I.A—, Hyrik Wyx reclutó a los integrantes de la Iniciativa Caídos para derrotar a Cyberex. Luego de lograrlo los gobiernos crearon otro grupo para cazar a los Caídos llamados Fénix.
—Hyrik de nuevo, es una plaga en todos los universos —masculló Seis para luego tronar sus nudillos. Tenía en mente visitar otro universo, así que fue a la gran bodega donde se encontraba el portal y se colocó sus guantes. Los cuales estaban hechos con los trozos que había encontrado, con unas modificaciones consiguió que las piezas usen su energía para funcionar.
El universo número 7 era de su interés así que la I.A lo acompañó al cruzar, a pesar de pasar, el control de Nix seguía siendo absoluto sobre la base. Al otro lado Castel se encontró en una habitación un poco pequeña, detrás de él se encontraba la escultura de cristal con los espejos y sonrió.
—Matías, regresaste —la voz del anciano lo hizo voltear.
¿El viejo? El de mi mundo está en el asilo donde lo dejé pero no usa esa silla, hasta los familiares de mis otras versiones son patéticos, pensó.
—¿Y ese dron? ¿Qué pasó allá? —preguntó Maximiliano.
—Nada importante, viejo.
—Tardaste días en regresar, ¿qué pasó con Cuatro? ¿Se despidieron de Ayleen? —el hombre insistió pero su nieto sólo empezó a caminar por la habitación, observando cada cosa, los datos de la pizarra, el ascensor recientemente instalado en las escaleras para la silla de ruedas y los espejos índigos.
Más pronto que tarde Maximiliano se dio cuenta que algo andaba mal, conocía a su nieto perfectamente y ese no era él. El hombre intentó noquearlo como lo había hecho con el pobre Cuatro, con quien se había disculpado a través de una videollamada, pero su bastón se rompió al golpearlo en su pierna. Cuando se hincara del dolor iba a golpearlo en la cabeza sin embargo Seis volteó hacia él y miró el bastón destrozado.
—Por esto no te visito en el asilo —lo regañó para luego patear la silla y volcarla. Don Maximiliano se golpeó el mentón al caer e hizo un esfuerzo por levantarse, mientras desde su lugar vio al rubio adentrarse a otro espejo.
—¿Qué pretende ese muchacho? ¿Qué hizo con mi nieto? —se preguntó.
Del otro lado del espejo el teniente Castel se hizo presente en una biblioteca. Un poco confundido comenzó a explorar a su alrededor, notando que se encontraba en una casa de campo muy equipada. Al recorrer el lugar con suma tranquilidad se topó con el viejo nuevamente, aunque él se mostró sorprendido de verlo.
—¿Matías? No esperaba tu visita —dijo al levantarse de su asiento y caminar hacia el rizado—. ¿Cómo estás? Siempre que llamo me dicen que estás ocupado con el trabajo.
—Ah, pienso darme unas vacaciones muy largas.
—Es extraño verte sin tu traje, ¿ese es un nuevo equipo de deporte? —comentó mientras lo llevaba a la cocina, el hombre se ofreció a preparar café para compartirlo con su nieto. Sin embargo Seis tenía otros planes, Nix le dio la dirección de su domicilio en ese universo, resultando ser un departamento—. Bueno, si ahora estás de vacaciones podríamos... ¿Matías? —Maximiliano volteó pero el rubio ya no estaba. El hombre quedó confundido, preguntándose si solo fue una alucinación.
El rubio había dejado la casa, tomando prestado el auto de su abuelo. Con suma tranquilidad condujo hacia la dirección junto a Nix, él aprovechó el viaje para observar el mundo donde se encontraba. Al dejar el campo atrás, se adentró a la ciudad, viendo que existían los hevenzianos, ellos junto a los humanos convivían de manera pacífica.
—Esos azules también están aquí —murmuró serio, recordando su último enfrentamiento con el último de ellos—. Confirmado, son una plaga de los universos.
Más adentrado al corazón de la ciudad, comenzó a ver carteles y propagandas holográficos, al detenerse en un semáforo uno de esos anuncios llamó su atención. Mostraban y les agradecía a los héroes de la ciudad por mantener la paz en el mundo, dicho grupo se hacía llamar...
—¿Liga de los Caídos?
Así es, la Liga de los Caídos, conformada por White Fox. Un huérfano que fue adoptado por un científico loco, él tenía planeado convertirlo en un arma pero se rebeló contra el malvado científico y desde entonces se dedicó a utilizar sus habilidades para el bien. Sus poderes de manipular la luz lo hacen un gran aliado para las personas de bien.
—¿Qué mierda? ¿De dónde viene esa voz? —se preguntó el nuevo visitante de nuestro mundo, pues realmente no pertenecía a él, no. Venía de muy lejos y tenía un malvado plan entre manos, a pesar de su maldad se mostraba sorprendido ante la voz que sólo él podía escuchar.
—Es el narrador, amo.
—¿El narrador?
—Al parecer explica lo que sucede o hacen las personas de su interés —Nix tenía razón pero su explicación inquietó a su amo en lugar de tranquilizarlo.
—Nos conoce y sabe lo que pienso, ¿deberíamos preocuparnos por él?
—No, el narrador omnisciente lo ve y lo sabe todo, pero nunca interfiere en la historia. Como el narrador lo dijo, sólo nosotros podemos oírlo.
—Bien, es molesto pero no pienso quedarme mucho tiempo —declaró Castel. Permitiendo que reanude la presentación de la Liga de los Caídos.
El segundo integrante era Alfa Keizer, un extranjero proveniente del planeta Ordanus. Allí vivía una raza de guerreros llamada Victorianos, sin embargo las mentes más brillantes advirtieron que un terremoto amenazaba con destruir el planeta entero. Los padres de Haruki planearon ponerlo a salvo y, apenas siendo un recién nacido, lo enviaron en una nave al planeta Tierra. Fue encontrado por una pareja y criado con buenos valores, gracias a esto usa sus poderes para proteger a las personas.
El tercer pilar es conocido como Ronin, un joven el cual desde pequeño aprendió de los secretos del milenario oriente y fue elegido por su clan para ser el portador de las legendarias espadas fantasma, las únicas armas que no podían matar ya que no corta nada que esté vivo. Es más veloz que una bala y muy ágil, fue reclutado para formar parte de la Liga luego de salvarle la vida a uno de ellos.
Por último pero no menos importante, se encuentra Frieden, perdió a sus padres por una enfermedad que trajeron los hevenzianos, dejando huérfanos a su hermana y a él. El rencor lo empujó a hacerse un traje para salir y vengarse de los hevenziano. Pero su hermana Amelia lo convenció de olvidar su venganza y hacer el bien. Para que ningún otro niño tenga que pasar por lo que ellos pasaron, sea terrestre o hevenziano.
—Jaja, ¿ese es el doc Krieg? ¿Qué te pasó Ronin? —río Seis con burla mientras veía las imágenes de todos ellos en las pantallas holográficas—. Cómo no burlarme, se ven ridículos con esos trajes coloridos, jajaja. Yo puedo con ellos con un brazo atado a la espalda —se dijo a sí mismo soberbio.
—Usted no forma parte de la Liga de los Caídos —comentó Nix.
—Menos mal pero quiero saber quién soy en este universo.
De repente el semáforo ante él comenzó a volverse loco así como todo lo eléctrico de los alrededores. Los ciudadanos quienes hacían sus pacíficas vidas se detuvieron a observar, asustados.
—Nix.
—No soy yo amo, alguien más está interfiriendo —respondió la I.A. Sea quien sea, pudo infiltrarse y tener el control de las pantallas holográficas, esa persona, para sorpresa de Seis, se presentó con una risa malvada y digna de su villanía. Las personas temblaron sólo con verlo.
—No me jodas —murmuró el rizado, sintiendo vergüenza ajena en ese momento. Era imposible no reconocerse a sí mismo.
—Buenos días ciudadanos de AMBA, lamento interrumpir sus publicidades pero este es un anuncio importante —comentó el villano aquel, quien se hacía llamar Castiel. Las personas alrededor de Seis se mostraban muy asustadas y preocupadas pero confiaban que la Liga de los Caídos iba a atraparlo esta vez.
Castiel era uno de los villanos que infundía terror en la gran ciudad de AMBA, se dedicaba a hacer golpes terroristas y robar joyas, una de las mejores mentes criminales. Nadie conocía su rostro o verdadera identidad.
—¿Cómo no lo reconocen? Sólo está usando un puto antifaz y una capa —se dijo Seis irritado.
—Todos ustedes son mis rehenes ahora, hay explosivos en los lugares más importantes de la ciudad y si no cumplen con mis exigencias... Den por seguro que les enseñaré a volar por los aires —mientras hablaba Castiel enseñó imágenes de dichas bombas para infundir terror en las masas.
—Es un animal, a partir de esas fotos se puede deducir la ubicación de los explosivos.
—En la otra línea me encuentro hablando con el gobernador y acaba de negarse a entregarse el gran diamante que se exhibe en el museo. Lástima... —Luego de esas palabras la primera bomba estalló, destruyendo los cimientos de un edificio.
Las personas de alrededor comenzaron a huir, pues la explosión estuvo muy cerca y Castiel se encontraba transmitiendo en vivo sus fechorías. El único que no se movió de su sitio era Seis, quien miraba todo esto con una expresión de indignación ante la orgía de destrucción que planeaba su otro yo.
El edificio afectado no se colapsó por su propio peso, dando tiempo a los pilares en llegar y rescatar a las personas que habían quedado atrapadas. A Seis le resultó extraño que sólo hubiera tres personas en un edificio tan grande y las tres no habían muerto por la explosión, sólo tenían pequeños raspones.
—¿Qué mierda pasa? ¿Por qué no se murieron? ¿Cómo llegó la liga tan rápido? ¿Por qué un diamante es exhibido en un museo? —se preguntó el rizado.
—¿Estás atrapado? Tranquilo, voy a ayudarte —Alfa Keizer estaba allí y se acercó al coche para ayudar al ciudadano en apuros. El victoriano lanzó un rayo de sus manos para derretir el seguro de la puerta—. Ya puedes salir.
—La puerta no estaba cerrada —comentó Seis arqueando una ceja.
En ese momento White Fox se acercó a su compañero para darle las buenas noticias.
—Ya rastreé las bombas con mis serpientes de luz y los demás fueron a desactivarlas.
—Buen trabajo.
El rizado sólo guardaba silencio, recordando el momento en el que le había arrancado la garganta a aquel que usaba la máscara del zorro, era raro para él verlo vivo nuevamente. También era muy extraño verlo portar un traje blanco con detalles dorados, sin mencionar que su cabello era completamente albino.
—¿Te encuentras bien? ¿Quieres que te llevemos a un hospital? —le preguntó a Seis, quien no podía salir de su incredulidad.
—No gracias, me dan escalofríos.
—Castiel ya no está pero lo detendremos cuando vuelva a aparecer —les dijo Ronin, quien apareció gracias a su velocidad sobrehumana. Habían salvado el día nuevamente.
¿Por qué no van por él ahora?, se preguntó nuestro vil viajero multiversal. En ese momento Frieden apareció en las pantallas para dar un discurso, las personas dejaron su temor de lado al momento de ver al hombre dirigirse a ellos.
—La oscuridad nunca debe dominar el corazón del hombre. Una vez que uno mismo cree que el mundo no merece la salvación se traiciona a sí mismo. Muchos en este mundo pueden ser llamados "súper". Pero son pocos los que pueden hacerse llamar héroes, porque un héroe es el que debe permanecer de pie por el resto del mundo, para darles esperanza cuando nadie más puede. No sé si yo puedo hacerme llamar héroe, pero yo, junto a la Liga de Caídos, estamos aquí para sostener el mundo porque nadie más puede, y para detener a aquellos que buscan aprovecharse del otro solo para sus viles y egoístas motivaciones.
Sus palabras fueron inspiradoras para todos los ciudadanos y la calma regresó, sin embargo Seis permanecía con una expresión de asco y vergüenza. Más ahora que nunca quería marcharse de nuestro universo, también quería golpear allí mismo a los pilares que estaban presentes aunque controló sus impulsos y en silencio reanudó su camino, dejando a la Liga detrás y el auto con la puerta derretida puesto que tenía planes más grandes con los cuales cumplir.
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