Capítulo 1

El reloj dio las 17 horas, era el momento, así que Castel abrazó a su abuelo por última vez. Con la excusa de estar cansado fue a su habitación, no conocía nada de esa casa pero no hacía falta porque el Castel de ese universo lo interceptó.

—Llegas un minuto tarde —le dijo en un tono serio.

—¿Qué? No es-

—Jajaja, es broma.

—Ahh, creí que el yo de este universo era un amargado —suspiró aliviado, entonces le enseñó un plato con una porción de pastel que trajo consigo—. Pensé que querías una porción, después de todo lo hicieron para ti.

—Gracias —respondió para comenzar a comer—. Sígueme —le ordenó teniendo la boca llena. La situación era bastante extraña porque se estaba siguiendo a sí mismo, el Castel de ese lugar se aseguraba que nadie de la casa viera al peculiar invitado.

—¿Una biblioteca? —dijo al ver el lugar, había cientos de libros y él no era del tipo de persona que leía. Pero tal vez su otro yo sí.

—Los bisabuelos hicieron esto, pero tú ya debes saberlo —le dijo o se dijo a sí mismo mientras lo guiaba dentro de una habitación secreta. Al terminar de bajar las escaleras se sorprendió al ver una escultura de espejos, parecía ser una especie de cristal o mineral.

—No, no lo sé. ¿Qué es esta cosa? —preguntó curioso al acercarse, aunque él se detuvo a sí mismo.

—Alto Cuatro, no sabemos lo que pasará si lo tocas. No perteneces a este universo —le dijo el otro rubio al alejar su mano del cristal.

—¿Cuatro? —cuestionó al arquear una ceja.

—Vienes del espejo 4, yo pertenezco al espejo 7.

—Entonces te llamaré Siete, así ninguno se confundirá —comentó pensativo—. Llamarme a mí mismo se siente extraño y es muy narcisista.

—Como sea —Siete se acercó y tocó una parte de la escultura—. Esto funciona así: colocas tu mano y puedes verte pero los reflejos son versiones de otros universos —le explicó para luego decirle a Cuatro que se acerque a los espejos para presentarle a sus otros yo.

Uno era el peor de todos para Siete ya que renunció a sus poderes y siguió los pasos de su padre, tomando las riendas de los negocios familiares. Tenía asegurado dinero y comodidades pero Cuatro entendía que era como una traición a sí mismo, pero no odiaba a Uno.

—Su peinado es horrible, eso sí no se lo perdono —murmuró en un tono serio. Era demasiado gel y sus rizos descontrolados no estaban, tampoco tenía piercings.

Dos era la versión femenina de Castel y ambos pensaron en su nombre. Dedujeron que si se llamaban Matías, ella probablemente se llamaría Marta. Un nombre bastante feo a su parecer. Ella tampoco tenía poderes.

Tres parecía ser el más rebelde de todos ya que tenía el cabello negro, el cual hacía resaltar su piel pálida.

—Parezco un villano en ese universo... interesante —comentó Cuatro para luego mirar a Siete—. De donde vengo soy uno de los héroes, bueno, no exactamente. ¿Aquí también hay gente con poderes?

—Si casi todos en el país los tienen.

—¿Todos? ¿Hicieron experimentos con toda la población? —dijo entre sorprendido y asustado.

—No, los heredaron como nosotros. Habilidades pasadas de generación en generación —a Siete le parecía extraño pero no era imposible porque sus mundos eran diferentes.

—Entonces sí hay héroes y villanos —afirmó con seguridad, Siete negó con la cabeza.

—Aquí los villanos son delincuentes y los héroes son bomberos, policías, doctores, cualquier persona que use sus habilidades para ayudar a alguien en problemas —intentó explicarle pero parecía que Cuatro no era capaz de asimilarlo—. Es normal tener poderes aquí —resumió.

—¿Qué soy en este universo? —Siete no tenía la respuesta y desvió la mirada.

—Este es tu espejo —señaló, más no había reflejo. El cristal se mostraba oscuro pero Cuatro sintió como algo lo llamaba, tal vez se trataba de su universo con el fin de restablecer el equilibrio.

—Creo que debo entrar ahí —murmuró, teniendo una leve sonrisa en su rostro, aunque sus ojos se veían tristes.

—Puedes intentarlo, debe ser la forma de volver a tu universo.

—Cuida muy bien al abuelo. No me importa que seas yo, te mataré si algo le sucede —Cuatro hablaba en serio y Siete lo sabía, así que asintió en respuesta.

Cuatro dio una profunda respiración, trataba de mantener la calma mientras estaba ante el espejo. Cuando estuvo listo, dio unos pasos al frente. Desde su lugar Siete vio como el cristal absorbía a su otro yo completamente. La escultura brilló levemente y, unos segundos después, se acercó, comprobando que el reflejo había regresado.

—Funcionó —se dijo, suponiendo que Cuatro lo había logrado.

Por otro lado, el Castel que entró al espejo se sintió caer a un profundo y oscuro vacío. Por reflejo se protegió con una burbuja para detener su caída pero la misma se rompió sin más y él terminó golpeándose contra el suelo. El dolor era agudo, como si cayeras de un primer piso.

Mientras se retorcía no pudo prestar atención a su alrededor, de hecho estaba rodeado por el grupo de científicos e ingenieros con los que estaba trabajando. Ellos guardaban distancia mientras filmaban todo lo que estaba pasando.

Castel se incorporó lentamente, con un fuerte dolor en su hombro derecho. Notó que era el centro de atención así que se levantó rápidamente y caminó hacia el líder del grupo de profesionales.

—¿Sabes quién eres? ¿Sabes dónde estás? —le preguntó uno de ellos con cuidado.

—Fue increíble, estaba en otro mundo y yo estaba ahí pero tenía una cicatriz en el cuello y vivía con mi abuelo —dijo rápidamente, tropezando con sus propias palabras.

Los científicos inmediatamente lo colocaron en cuarentena y comenzaron con los análisis. No estaban seguros si estaba diciendo la verdad o sólo deliraba a causa del experimento fallido. De hecho el portal que habían construido tuvo fallas y la mayoría de sus circuitos se quemaron. Sin embargo el rubio cayó desde la lente que estaban reemplazando luego de que lo dieran por muerto, porque pensaron que lo habían desintegrado.

Luego de enfrentar a Cyberex, la Agencia se puso en contacto con Castel para que trabaje con ellos luego de que presentara su currículum. Le ofrecieron una gran cantidad de dinero aunque el trabajo era ser un sujeto de pruebas. Él aceptó ya que la situación con sus padres no mejoró, de hecho debía mantenerse alejado de ambos para protegerlos, y era considerado un terrorista por la sociedad. A cambio la asociación lo ocultaría de Iron Hell y cualquier otro caza recompensas que lo persiguiera.

—Tengo frío —se dijo al estar usando una simple bata de hospital. A su alrededor había en total cinco personas haciéndole exámenes y tomando muestras.

—Sus signos vitales son normales, no hay ningún tipo de alteración.

—Reflejos, psique y habilidad motora normales también.

—¿Qué sucedió exactamente? —le preguntó la doctora Díaz, ella estaba a cargo del experimento.

—Su máquina no me transportó de un lugar a otro, sino que me envió a otro universo. Siete me lo explicó, él soy yo pero de ese otro mundo... y habían más —le explicó con paciencia, ya era la quinta vez que les decía lo mismo.

—Pero es imposible.

—Eso pasó, estuve ahí todo un día. Festejé mi cumpleaños con mi abuelo, hasta comí torta de chocolate.

—Háganle un lavado de estómago y examinen el contenido —habló Díaz mirando a su equipo, Castel los miró asustado pero luego suspiró. Después de todo había firmado un contrato.   

A los trabajadores les tomó una semana volver a poner en funcionamiento el supuesto teletransportador, que ahora sabían que era una especie de puerta a otros universos. Eso cambió rotundamente el rumbo de la investigación. Al momento de tener los equipos funcionando otra vez las pruebas se reanudaron, con el voluntario a punto de cruzar.

—No creo que esto sea necesario —dijo el rizado mientras vestía un incómodo traje parecido al utilizado por los astronautas—. Ya fui a ese universo una vez.

—Las probabilidades de que las condiciones se repitan y vayas en el mismo lugar son muy bajas. Todavía no sabemos exactamente cómo funciona el portal —le explicó Díaz, estando resguardada detrás de un grueso vidrio a prueba de balas. No sólo ella, sino que todos los ayudantes y testigos.

—Está bien —Castel soltó un suspiro y luego se acercó al arco metálico repleto de cables, ese era el portal. Él esperó unos minutos mientras los especialistas encendían esa cosa—. Los espejos de Siete son más rápidos —murmuró para sí mismo.

Un momento después recibió la orden de Díaz de ingresar al portal, el cual se parecía a un enorme espejo de agua, muy curioso. Castel no había prestado atención a la explicación que la doctora Díaz le dio acerca de ese artilugio tecnológico hevenziano. Simplemente dio unos pasos, adentrándose y cayendo nuevamente a ese vacío.

A través del comunicador Díaz le preguntaba lo que estaba viendo, no respondió ya que tocó el fondo. La caída le dejó un agudo dolor en todo su cuerpo pero se incorporó, reconociendo la escultura de cristal que su otro yo le mostró. Rápidamente se sacó el casco de astronauta y el molesto traje.

—Hey Siete —saludó al rubio, quien estaba leyendo plácidamente en la biblioteca. Éste casi sufrió un ataque por el susto y la sorpresa, pero de inmediato su ánimo cambió.

—¿Cuatro? ¡¿Qué haces aquí?! —gritó en susurros, para luego correr y cerrar las puertas de la biblioteca con llave.

—Trabajo con unos científicos y ellos están estudiando los viajes multiversales. Me enviaron aquí pero la comunicación se cortó cuando salí del espejo —contestó de manera rápida, como una excusa para justificar su presencia—. ¿Y el abuelo?

—Me parece perfecto que trabajes de eso pero estas visitas podrían afectar nuestros universos, por algo están separados, ¿verdad? —comentó Siete luego de soltar un suspiro.

—Ya estuve una vez aquí, si algo iba a pasar ya debió pasar —supuso Cuatro pensativo—. Nuestros universo ya hubieran explotado o algo.

Siete iba a responder a eso pero cerró la boca y se mostró mucho más pensativo. Él entonces se sentó, haciendo que el otro rubio también copie su acción.

—Tenía muchas preguntas pero me las guardé —empezó, ofreciéndole unas galletitas que estaba comiendo—. ¿En tu mundo también hay habilidades?

—Bueno... Existen personas con poderes, productos de experimentos crueles o de otros mundos, se los llama Omega humanos. Pero mis poderes son de nacimiento.

—Burbujas —Siete formó una del tamaño de su mano y Cuatro también lo hizo—. Espera, ¿otros mundos?

—Himeya, Hyrik y otros hevenzianos —enumeró Cuatro pero su otro yo no parecía reconocer a ninguno—. ¿Aquí no llegaron extraterrestres?

—No, definitivamente.

—Ya veo... —murmuró y le dio una sonrisa, se sentía aliviado al saber que ninguna I.A genocida invadió la Tierra. Por lo tanto era posible que tanto Hyrik como Himeya tenían vidas pacíficas en ese universo—. Volviendo al tema, ¿tus poderes son naturales también?

—Oh si, los heredé de mamá. Tu caso debe ser el mismo —supuso Siete, pero Cuatro negó—. ¿No?

—Mis padres sólo son asquerosamente ricos, ese es su poder.

—Pero si no experimentaron contigo y tampoco los heredaste... ¿Cuál es el origen de tus poderes? —preguntó confundido, haciendo que Cuatro también se cuestione eso. Debía haber una explicación.

—Es una lástima porque luego me lavarán el estómago —comentó antes de comer otra galleta.

Del otro lado del portal, los científicos esperaban pacientemente el regreso de Castel. Esta vez no hubo costo circuito y el portal seguía funcionando perfectamente. Se preocuparon al perder la comunicación aunque vieron, luego de una hora y media, como el rubio regresó portando su traje.

—¿Sabes quién eres? ¿Sabes dónde estás? —le preguntó, los ayudantes esperaban la orden antes de acercarse.

—Soy Castel, doctora Díaz —respondió el rizado. Entonces ella asintió hacia sus compañeros, quienes se acercaron para asistirlo.

Con cuidado le quitaron el casco y el traje, entonces comenzaron con los análisis protocolares así como las preguntas. Sin embargo, mientras Castel estaba sentado sobre una camilla, no hacía más que mirar a su alrededor y dar respuestas vagas.

—¿Consumiste algo de ese universo otra vez?

—Galletitas —contestó y alejó la mano de la doctora, la misma sostenía un tubo.

—Haremos el lavado, sé que es incómodo pero firmaste un contrato —le recordó, pero el rubio soltó una risa.

—De hecho yo no firmé nada —contestó al ponerse de pie—. Tampoco permitiré que me traten como un conejillo de indias, Cuatro debería hacerse respetar un poco más —agregó, haciendo que todos a su alrededor den un paso atrás.

—¿De qué estás hablando?

—Es mejor dejar las cosas claras desde el principio, doctora —comenzó mirando a la mujer—. Yo soy el Matías Burjas del universo que intentan estudiar, vine personalmente para hablar con ustedes. Les diré todo lo que sé pero a cambio quiero que detengan sus experimentos, no quiero que nuestros universos exploten con estos viajes.

—Entiendo tu preocupación pero el hecho de que estés aquí abre un abanico de posibilidades, todo lo que conocemos acerca de las leyes de nuestro mundo cambiarán completamente —respondió Díaz, sin embargo ella notó un aburrimiento reflejado en el rostro del rizado.

—Es mejor dejar las cosas como están —habló simplemente—, ¿aceptan mi propuesta o no?

—Está bien, puedes decirme lo que sabes.

—Primero firme aquí. A las palabras se las lleva el viento —Siete sacó un papel de su bolsillo para luego entregárselo a la doctora. Ella comenzó a leer, era la letra de Castel y parecía ser una especie de contrato.

No había letras pequeñas y era un contrato real en el que se estipulaba que tratarían de manera más humana a Castel ya que también era un trabajador con los mismos derechos. Mencionaba que el Castel del otro universo o sea Siete les daría información pero sólo a cambio de que dejen de experimentar. Díaz estaba sorprendida ya que Siete era mucho más serio que el Matías que conocía.

—Mientras se deciden iré a dar una vuelta, tranquilos no le diré a nadie quién soy en realidad.

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