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El libro que había tomado Amea era mucho más grande que los demás. Tenía ese brillo peculiar que mostraban todas las cosas en ese mundo, lo que provocaba imaginar que su contenido era maravilloso.
Sobre un atrio que tenían en el centro de la biblioteca, Amea lo abrió para que Tereo y yo viéramos lo que el libro contenía. En la portada tenía en manuscrito la palabra "Pociones". Sentí un montón de burbujas de emoción apoderándose de mi estómago. Qué bendición saber que existía la magia a ese nivel.
Sin embargo, mi alegría se vio extinta pronto cuando Amea pronunció las siguientes palabras:
—La poción que te permite estar aquí, vino de este libro.
De pronto, llegó a mi paladar el sabor asqueroso de la bebida que me dio en la superficie. Si bien me estaba ayudando a estar presente en la aventura de mi vida, no tenía interés en volver a probar algo similar.
—Pero, ¿no tienen de otros sabores que no sea pasto remojado en agua encharcada? —solté provocando que Amea y Tereo volvieran a reirse.
Al parecer aquello era igual en el mundo de las sirenas, los adultos siempre riéndose de las declaraciones más serias hechas por los niños. Por eso, siempre, lo que me digas, mi querida Angie, será la cosa más seria para mí.
Después de que sus risas se calmaran, esperé unos segundos para comprobar que no iban a darme una respuesta. En fin, lo mismo arriba que abajo.
—Tenemos que encontrar algo que ayude a que sus habilidades humanas se adapten al océano —dijo Amea mirando las hojas con cuidado.
La curiosidad que vivía en mí, no podía esperar más, así que aún con la amenaza de que volvieran a reírse de mí, solté la pregunta que quería de una vez por todas.
—¿Cómo no se mojan los libros?
Afortunadamente, aquello no provocó el mar de risas que me imaginaba. Ambos se quedaron observando el tomo que tenían frente a sí y me invitaron a acercarme al atrio con confianza.
—Toca las páginas —invitó Tereo pasando su palma abierta por la enorme portada.
Me quedé un segundo esperando a ver si aquello era una broma o una cosa real, pero al final el chico me sonrió como no creí que fuera hacerlo por esa capa tan dura que mostraba.
Años después entendí que aquello que lo hacía actuar con dulzura, era el amor que le tenía a Amea. El amor es algo bello que se nota a distancia cuando eres mayor y lo has reflexionado lo suficiente.
Mis manos se posaron sobre la portada interior del libro. Aquello no se sentía como una página normal, sino como un material especial que no reconocían mis manos. Era grueso, como si se tratara de un documento especial, pero al mismo tiempo muy suave y desprendía algunas burbujas.
La tinta también estaba distinta, era brillante y parecía haber nacido sobre el papel del libro.
—El papel que inventaron ustedes es bueno, pero nosotros lo hicimos aún más resistente. Para nosotros lo más importante es nuestro conocimiento —soltó Tereo orgulloso.
Me llamaba la atención lo impactada que estaba yo con su existencia, pero lo normal que ellos veían la mía. Además, nuevamente tenía la sospecha de que su mundo tenía una enemistad con los seres humanos.
—Bueno, volvamos a lo que vinimos. Tenemos que encontrar una poción que te ayude —dijo Amea regresando la atención a lo importante.
Alejó con suavidad mi mano para comenzar a pasar las páginas. Las ilustraciones interiores también eran divinas, parecían haber sido realizadas por el más talentoso de los artistas.
Los rostros, los corales, las olas de mar representadas en las esquinas y las instrucciones ilustradas, provocaban que la lectura de ese libro se volviera una aventura en sí.
—Aquí, aquí hay algo que puede servirnos —dijo Amea después de un rato de estar escudriñando todo.
La página tenía en letras bien grandes el título: "Poción para habilidades acuáticas".
Sonreí al imaginar que me iba a convertir directamente en sirena. Por un segundo, la mente me traicionó y me puse a pensar cómo es que me vería si es que mi cabello creciera largo y sedoso como el de Amea. ¿De qué color sería mi cola de sirena? ¿Tendría joyas hermosas, como ella lucía alrededor de su cuello?
—Esto provocará que tus músculos blandengues puedan soportar —dijo Amea rompiendo mi burbuja.
—¿Significa que no me convertiré en sirena?
—¡Claro que no! —gritó Tereo ofendido—. No somos una especie mágica en la que puedes "convertirte". Tan solo te ayudará a nadar mejor.
—¿Una especie mágica? ¡Literalmente estamos hablando de pociones! —solté sin reprimirme al buscar ser amable.
—Vaya muchachita fuiste a traer, Amea. No sabe nada de nada.
—Sé muchas cosas, en mi mundo a todo eso, incluidas estas pociones, les decimos magia porque eso es lo que es —justifiqué cruzando los brazos.
Amea estaba ignorando la pequeña discusión que habíamos iniciado, porque estaba leyendo con mucho cuidado el instructivo de la pócima.
—Pues no me extraña que por eso los humanos hayan terminado como la especie menos evolucionada —dijo Tereo sin más.
Nunca había sentido una especial inclinación por defender a los humanos, pero pude percibir que algo se movía en mí, al tiempo que arrugaba la nariz.
—¡Somos muy evolucionados para tu información! ¡Los más, de hecho, según mi maestra!
—Sí, sí, claro. No me hagas reír —continuó Tereo, que ahora era silenciado por Amea.
—Dejen de decir tonterías, estoy tratando de concentrarme... Quiero que traigas todos los ingredientes que vienen aquí.
Tereo me lanzó una mirada de odio y después se movió hacia un lado de Amea para poder leer la lista de ingredientes que venía en el libro.
El tritón se fue un momento y después regresó con algo que asemejaba mucho a las libretas y después tomó una pequeña varilla tan delgadita que apenas pude verla. Aquella era con lo que estaba escribiendo.
—Una vez que tengamos todos los ingredientes, entonces podré comenzar a hacer esa poción, pero quizá tarde unas cuantas horas.
En ese instante, se me cruzó por la mente mi vida normal. ¿Qué pasaría si mis padres no me encontraban en mi cama? ¿Se asustarían acaso? ¡Los mataría del susto, de qué estaba hablando!
—Bueno, pues... puedo regresar mañana, si eso les parece mejor —dije volviendo a la cordialidad.
—¡No, para nada! ¿Sabes lo que me costaría volver a hacer la poción para que respires bajo el agua?
Después de verlo de esa manera, no quise insistir más en el tema, porque recordé, nuevamente, ese asqueroso sabor que llegó a tocar mi boca.
—No, está bien. Esperaré con ustedes.
Además, si llegaba antes del amanecer, seguramente mis padres no notarían que no estaba. A pesar de que todos dormíamos en el mismo espacio, muchas veces ellos llegaban demasiado cansados como para voltear hacia mi zona, en la que dejaba las cobijas hechas un revoltijo y en donde la luz de la luna no daba.
Con suerte, terminaría esa aventura, antes de que el sol tocara el cielo.
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