-7-
No sabía por qué, pero la imagen de aquel tritón me impuso demasiado, a pesar de que su gesto se notaba amable y lucía como todo un letrado que no recurriría a la violencia de ninguna manera. Sin embargo, no se me podía pedir demasiado al ser una pequeña niña que estaba descubriendo toda una nueva civilización debajo del mar.
Después de haber quedado muda unos segundos, me recompuse y estiré mi mano bien firme, sabes que no me gusta quedar como una cobarde ante nadie.
—Soy Rocío Rodríguez, pero me dicen Rosie —solté con la mayor seriedad que pude.
El tritón se limitó a mirar a Amea, como si yo fuera un peligro del que ya le había advertido, y después giró los ojos desesperado.
—Tiene que ser una broma.
—No, no, no. Ella puede ayudarnos a encontrar a Amatista —explicó la sirena colocándose frente a su amigo, que buscaba regresar a sus labores—. En serio, ella tiene el tamaño perfecto.
Tereo volteó a mirarme, escudriñando mi complexión y después giró los ojos.
—¿Es en serio que aquello es en lo único que piensas para elegir a la salvadora de tu hermana?
Amea no parecía querer arrepentirse de lo que estaba haciendo, así que después de que Tereo se moviera hacia una parte más lejana de la biblioteca, ella tomó mi mano y me llevó directo hacia allá para poder continuar convenciéndolo.
—Sí, bueno, no es una de nosotros, ni nada de eso. Pero estoy segura de que podrá ayudar.
Tereo la miró un segundo fuertemente, otra vez intentaba tirar su voluntad en vano. Suspiró por lo alto y después negó con la cabeza.
Algo que me llamó la atención era la tranquilidad que tenía el chico. En realidad no se veía preocupado por la hermana de Amea, yo lo estaba, y eso que no la conocía, así que me pregunté si en realidad el hecho de que alguien se perdiera, era diferente en el mundo de las sirenas.
Me quedé callada, porque sabía que ese no era asunto mío y después de que ambos parecieron relajarse más con respecto al tema, me acerqué y aclaré la garganta.
—No sé qué es lo que tenga que hacer, pero estoy dispuesta. No tengo hermanos, pero sé que la familia es lo más importante, ¿no es así?
Amea me señaló con la cabeza y un gesto de suficiencia, parecía querer resaltar ese carácter tan preciso que me volvía una persona valiosa para su misión.
—¿Cuánto tiempo llevas de conocerla?
—Demasiado tiempo —respondió rápidamente la sirena.
Tereo leyó en mi rostro que yo estaba por responder otra cosa, pero que finalmente callé al notar que mi amiga había hablado con una mentira. El chico parecía verdaderamente listo y no me quedaba la menor duda de por qué era que habíamos acudido a él.
—Vinimos a la biblioteca para encontrara más información sobre el monstruo que se llevó a mi hermana —aclaró Amea, como si hubiera leído mi mente.
—¿Un monstruo?
—Así es, Rosie. Un monstruo de mar. ¿Los conoces?
Por supuesto que conocía de los monstruos marinos. Recordaba que en la escuela nos habían hablado brevemente de ellos, hasta una profesora llevó un dibujo enorme de uno. Todos lo admiramos como si estuviéramos en la presencia de un monstruo real.
—¿Existen? —pregunté casi sin pensar que resultaba cómico cuestionar la existencia de los monstruos marinos cuando yo me encontraba hablando con una sirena.
Amea y Tereo parecieron recibir ese mismo mensaje en su mente, porque ambos se soltaron a las carcajadas, después de mi pregunta.
—Por supuesto que existen. Uno de ellos se ha llevado a mi hermana —aclaró la sirena volviendo un poco más seria su voz con aquella última frase—. Pero... tienen guaridas con accesos muy estrechos y, en ocasiones, complicados.
—¿Cómo es que el monstruo se llevó a tu hermana?
Tereo volteó a ver rápidamente a Amea después de mi segunda pregunta. Aquella bajó un poco la cabeza y después tardó unos minutos antes de levantarla.
—Anda, cuéntale cómo es que provocaste que Amatista fuera raptada.
La sirena volteó a ver a su amigo, lo que acababa de decir realmente le afectaba.
—Para esto tienes que entender algunas cosas, Rosie. ¿En tu mundo hay cosas que estén prohibidas?
—¡Infinidades! —respondí tratando de jalar una decoración de algas para finalmente quedar sentada en una pequeña banca de coral—. Son tantas cosas que a veces es un tanto aburrido estar allá arriba.
—Bueno, pues entonces te resultará terriblemente aburrido este mundo —dijo Tereo mientras hojeaba un libro.
—No le hagas caso, es un amargado... Pero sí, en el mundo de las profundidades hay muchas cosas prohibidas. Cuando alguien desaparece, como lo hizo mi hermana, en realidad las personas creen que es porque...
—Se lo merecía —complementó Tereo regresando el libro a su lugar.
—¡Nadie merece desaparecer! —grité con toda la convicción del mundo.
Amea pareció recibir esas palabras con mucho gusto, porque levantó la sonrisa sinceramente y acomodó su cabello, como retomando su actitud orgullosa.
—Amatista y yo amamos explorar. Nos gusta ir a los territorios prohibidos, porque ahí hay cosas muy interesantes.
—¿Cosas como qué? —cada vez yo estaba más emocionada
—En esta biblioteca hay un montón de conocimiento, ¿cierto? —dijo Amea nadando por entre las estanterías—, pero a veces este tipo de cosas suenan mucho mejor cuando se viven en persona. Esos lugares a los que íbamos tenían aventuras verdaderas.
—Entonces sigo pensando lo mismo.
—¿Qué cosa, Rosie?
—Que nadie merece un castigo por explorar. Para eso es la vida.
Amea lucía como si estuviera totalmente segura de haberme elegido a mí para rescatar a su hermana. Nadó de vuelta hacia mi lugar y se sentó en una roca cercana.
—Estábamos haciendo anotaciones de civilizaciones perdidas, cuando uno de esos monstruos apareció. Tereo cree que no debíamos estar ahí, pero yo estoy segura de que podemos acceder al escondite del monstruo. Tiene una entrada muy pequeñita, por eso solo tú puedes entrar.
—¿Por qué no elegiste a una niña sirena? ¿O no existen? —cuestioné casi con susto.
—No, no, claro que existen, pero no podía arriesgarme a que nadie, más que este chico de aquí, supieran que a Amatista le pasó esto. Podrían encerrarnos por hacer exploraciones ilegales y nadie buscaría a mi hermanita.
Yo estaba sorprendida de que en el mundo de las sirenas tuvieran tantas restricciones. Quizá por eso el temple de Tereo era tan fuerte.
—¡Yo te ayudaré! ¡Será pan comido!
—¿En serio? —interrumpió el tritón nuevamente—. Quiero ver como esa niña tiene la capacidad física para llegar a la guarida y ayudar a tu hermana, cuando casi se desmaya tan solo por venir hasta esta biblioteca.
Amea me volteó a ver, era cierto, yo lucía a punto de desfallecer.
—Tienes razón, con esos bracitos, perderá toda la energía antes de llegar al fondo de la guarida. —Fue hacia una estantería y sujetó en lo alto un libro brillante—. Tendremos que darle otra pócima.
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