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Habían pasado tan solo unos minutos, hasta que Tereo regresó con un enorme libro de ilustraciones. Lo recibí como pude, porque los libros de las sirenas son tremendamente pesados. No tienes una idea.

Después pasé mis ojos por el título y también me pregunté por qué era que el libro de pociones lo había entendido y este no.

—Mira, en este tomo, podemos ver cómo los humanos se separaron de las sirenas. Antes éramos uno —empezó a explicar Tereo—, pero muchos de ustedes encontraron la forma de ir a superficie. Por supuesto que nosotros también, pero el problema es que ustedes no quisieron volver al mar. Se quedaron arriba y se asentaron ahí.

—Eso no tiene nada de malo —dije convencida.

—Nosotros logramos desarrollar más habilidades porque también podíamos ir a superficie, pero ustedes solamente se quedaron con una sola habilidad. En la tierra, no se puede hacer tanto.

—¡En la tierra se puede hacer mucho! —solté iracunda—. ¡En realidad, se puede hacer mucho más que aquí!

Sentí de inmediato una corriente fría que me recorría porque entendía que lo que había dicho no era verdad y todo los presentes podíamos adivinarlo.

—De cualquier forma. Nosotros seguíamos teniendo contacto con ustedes por muchos años, pero como siempre, la humanidad quería ser la única y empezaron una guerra con nosotros. Buscaron exterminarnos y decidimos que lo mejor era resguardarnos aquí, no podrían seguirnos, ellos ya habían perdido sus habilidades por estar solamente en la tierra.

Finalmente solté mis brazos, porque los había tenido tan enredados que difícilmente parecía que tuviera dos.

—Esperen un segundo, acaban de decir que las sirenas también podían estar en la superficie. Yo nunca he visto ninguna, de hecho, ni siquiera tienen piernas como para poder hacer eso —solté, ahora sí que había dicho algo real, así que sonreí muy orgullosa.

—No seas tonta, claro que no usábamos nuestra cola de sirena.

Me sorprendía que Amea se hubiera vuelto un poco más grosera, ahora que estábamos ahí abajo con todo para rescatar a su hermana. Aunque no la culpé porque yo también había entrado en confianza y había decidido utilizar aquello para volverme la niña indomable que siempre había sido.

—No soy tonta —respondí sacándole la lengua—. Como sea, entonces, ¿cómo es que nunca he visto una sirena en superficie?

—Porque, como te dije, todas fueron perdiendo la capacidad de andar por superficie. Así como los humanos perdieron la habilidad de estar bajo el mar.

Me quedé unos segundos reflexionando lo que acababa de escuchar, en realidad era muy interesante, significaba que todos éramos parte de lo mismo. También me puse a pensar en mi descubrimiento científico, quizá, después de todo, no era algo tan innovador como había pensado.

Suspiré observando la biblioteca nuevamente y después comencé a pasar las páginas del libro.

Aquellas mostraban pequeñas pinturas de toda la historia que acababa de contarme Tereo. Los humanos y las sirenas, siendo los únicos seres similares que andaban por ahí. Las sirenas quedándose en el agua, la gran batalla. Los humanos y las sirenas divididas para siempre.

—¿Cómo han mantenido su secreto por tanto tiempo? —pregunté de manera genuina.

—No invitando niñas aquí —bromeó Tereo mirando a Amea que giró sus ojos—. Bueno, en realidad no ha sido difícil.

—Los humanos siempre creen que tienen la última palabra. Todo lo que se salga de lo que ustedes mismos han establecido, les parece tonto o fantasioso o... ¿cómo le llamaste? ¿Magia? —dijo Amea sonriendo con burla después de la última palabra.

—¡La magia no es algo malo!

—Pero la usan como imposibilidad —completó Tereo—. Por eso es fácil engañarlos, porque piensan que nada fuera de sus límites establecidos es posible.

Asentí porque estaba muy de acuerdo con eso. Estaba harta de que todo el mundo me dijera que era una niña demasiado soñadora cuando les decía algo que estaba rayando en lo anormal. Claro, desde su completa perspectiva. Porque, de hecho, para ese instante, estar ahí, ya me estaba resultando muy normal.

—¿No han intentado llevarse bien con los humanos? Estoy segura de que no les harían nada. No somos tan malos.

Amea dejó de mezclar ingredientes y me miró como si hubiera dicho una cosa terrible.

—Sé que eres una humana pequeña, una niña. Pero en verdad no has visto de lo que todos ellos son capaces —soltó con un rostro de tremenda amargura.

—¿Y tú sí? Seguramente soy la humana con la que has hablado más tiempo. Eso no te permite dar una opinión sobre todos. Como te dije, allá no todos somos malos.

La sirena me miró con ojos de fuego y después agregó el siguiente ingrediente.

—No seas necia. Además, claro que no eres la primera humana con la que hablo.

Tereo se puso un poco tenso y deslizó el libro fuera de mis manos para regresarlo a donde correspondía en la biblioteca.

—No te creo nada. Si es así, entonces dime, a quién conociste. Seguro fue el peor ser humano del mundo —desafié volviendo a cruzar mis brazos.

—Es una historia que no es para niños —soltó Amea cruzando los suyos también.

—Eso dicen los adultos cuando no pueden contar una historia tan solo porque le temen a la misma.

Amea se quedó en silencio, Tereo también. Parecía que ambos conocían la anécdota, pero finalmente la sirena levantó los hombros, como si en realidad no le interesara y soltó una risa.

—Bien, Rosie. Si quieres, te contaré la historia en la que conocí el barco pirata más grande del mundo; pero pon atención, porque no repetiré nada.

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