|DOS|

Me encontraba a 10.000 kilómetros en el aire. Aun no entendía cómo es que me habían dejado subir a al avión sin la autorización de mi madre, pero suponía que se debía más que nada a que mi hermana tenía amigos que no hacían preguntas en todas partes.

—¿A dónde vamos? —Pregunte en voz baja mirando por la ventana.

—A casa de los abuelos.

—¿Mis abuelos? —Incline levemente mi cabeza, en señal de confusión.

Hasta donde yo sabía mis abuelos maternos habían dado la espalda a mi madre cuando ella quedo embarazada de su profesor de baile a los dieciséis años. Mis abuelos paternos, al igual que mi padre, se podían describir solamente como un enorme signo de interrogación en mi árbol genealógico.

—¿Tienes abuelos? —Frunció el ceño, tan confundida como yo.

Me encogí de hombros sin molestarme en responder.

Hailey rodó los ojos —Hablo de los míos—. saco su billetera del bolsillo y me mostró una foto de dos hombres envejecidos con amplias sonrisas: el de la derecha tenía el cabello oscuro, la piel bronceada y llena de arrugas, el de la izquierda era un poco más alto y poco cabello de color grisáceo— El es Charlie —señaló al hombre de la izquierda con su dedo—. No lo he visto desde que se caso con Andrew.

—¿Por qué no?

Ella suspiró —Papá no quiere saber nada de ellos.

—¿Está bien que yo valla? —pregunte incomoda— ...Digo, no soy su nieta "real".

—¿Estas de broma? —Pregunto pasando un brazo por mis hombros— Eres mi hermanita, les he hablado de ti por meses en facebook, y están muy emocionados de conocer a su nueva nieta.

Alrededor de dos horas más tarde, cuando apenas estaba amaneciendo, nuestro vuelo aterrizo en el Aeropuerto Internacional Hastsfield-Jackson en Atlanta, a pocos kilómetros de donde vivían los abuelos Standard.

El lugar estaba lleno de personas nerviosas caminando apurados e impacientes de un lado al otro. Vi varios hombres robustos vestidos con un uniforme militar cargado armas, y un montón de policías sosteniendo la correa de enormes perros con chalecos negros que te olfateaban cuando te acercabas.

—¿Todos los aeropuertos son así?

—No, parece que algo ha pasado... —Tomó mi mano para evitar que me perdiera entre la multitud de personas que recorrían nerviosamente el lugar.

—Asegúrate de que no te roben la mochila.

Asentí y la seguí mientras se acercaba a una mujer nerviosa que sostenía un niño pequeño entre sus brazos.

—Disculpe —Hailey llamó su atención con una sonrisa amistosa, pasándole un pañuelo descartable con el que la mujer limpio la nariz del niño— ¿Ha pasado algo? —señalo con su cabeza al policía que estaba a un par de metros de nosotras.

—¿No han escuchado las noticias? —Preguntó distraída mirando tras nosotras a los pasajeros que bajaban de otro vuelo —Dicen que hay una especie de epidemia o algo así... Ben, amor, cálmate por favor... Escuche que un laboratorio en Colorado dejo escapar una especie de virus contagioso o algo así... Todos están aterrados... —Se fue en cuanto encontró a la persona que buscaba.

—¿Eso es grave? ¿Deberíamos llamar a mamá o algo así?

—No, no. Iremos a casa de mi abuelo y volveremos con mamá el lunes en la mañana. De seguro esto no es tan grave... Quizás sea como eso de la Gripe A, no te preocupes.

—¿La gripe A no mato a más de dos mil personas? —pregunte aterrada.

Hailey me miró, un poco impresionada —¿Cómo sabes eso?

—Yo si entro a clases —Rodé los ojos imitando ese gesto tan característico de ella.

Frunció los labios tratando de reprimir una sonrisa —Creo que soy un mal ejemplo para ti.

—¿Hasta ahora te das cuenta?

Tomamos un taxi que nos dejo en un lindo vecindario donde todas las casa eran iguales.

Hailey pago mientras yo bajaba. En cuanto las suelas de zapatillas tocaron el asfalto una sensación extraña se retorció en mi estomago. Gire mi cabeza notando que el farol al final de la calle y el que estaba sobre nosotras eran los únicos que estaban encendidos. Una leve brisa sacudió mis cabellos.

Entre la penumbra observe mi reloj pulsera ¿Por qué mamá había comprado el de gato? Era tan inútil. Al levantar mi cabeza note que habían dejado la reja del jardín abierta.

Ella llegó hasta mi lado mientras el taxi desaparecía por la calle.

—¿Aquí roban? —Pregunte.

—Como en todo el mundo, supongo —Respondió buscando las llaves de la casa en su mochila.

—Han dejado la reja abierta —señale.

—¿Qué...? —Frunció el ceño y se adelanto un paso. Tiró de la reja y esta chillo antes de caer, salte hacia atrás —Debieron haber notado que estaba rota, vamos.

Por el rabillo del ojo vi como algo se movía al final de la calle. Me apresure a seguirla mientras sentía que mi estomago burbujeaba. La puerta estaba entreabierta

–Quédate detrás de mí —Ordeno.

Un solo empujón nos dio la bienvenida al comedor. Seis sillas rodeaban una mesa de madera, una de ellas tirada en el piso. Las lámparas y la televisión estaban encendidas, aunque este último solo se veía estática.

—¡Abuelo llegue! ¿Abuelo? ¿Andrew? ¡Soy Hailey! —Los llamo sin recibir respuesta— Kayla busca el teléfono y si me escuchas gritar llama a la policía.

—Está bien —Respondí con la garganta seca— ¿A dónde vas?

—Los buscare en su habitación, tal vez están dormidos.

—Bien —murmure mirando como desaparecía su cuerpo por el pasillo. Busqué el teléfono con la vista mientras jugaba con mis dedos y mordisqueando mi labio inferior lo tome. De repente las lámparas de la estancia empezaron a fallar. Las luces parpadeaban. Gemí en voz baja— Pensé que esto solo pasaba en las películas de terror.

Las luces se apagaron. La estática era lo único que iluminaba el comedor... Y la madera del piso se quejo al sentir el peso de alguien entrar por la puerta que dejamos abierta.

Mierda, pensé cerrando los ojos. Trate de escabullirme y rápidamente logre esconderme bajo la mesa. Desde ahí observe como unos pies en pantuflas azules caminaban despacio mientras respiraba y gemía de manera aterradora. Cubrí mi boca con mis manos para evitar que escuchara mi respiración.

Los pies se detuvieron justo frente a la mesa, frente a mí. Mis manos temblaban, era como una escena sacada de una película de terror de bajo presupuesto. Después de un momento, siguió caminando por el pasillo por el que se había perdido Hailey.

Respire aliviada. Y el teléfono de la casa sonó, una luz verde en la pequeña pantalla se encendió en mis manos. Apreté cualquier botón sin poder distinguirlos por la poca luz y lo desgastado de estos, para tratar de callarlo cuando sentí los pasos volver hacia donde estaba con mayor rapidez. Conteste por accidente, y aun peor, lo puse en altavoz.

—¿Charlie? ¡Charlie, soy Ethan! ¿Están mis hijas contigo? —La voz enojada de mi padre nunca me había emocionado tanto como en este momento.

—¿¡Papá!? Papi, soy Kayla —Lloriquee, asustada, en el teléfono mi voz aguda se entrecortaba por la emoción.

—¡Oh Dios santo! ¿Estás bien Kayla? ¿Dónde está tu hermana?

—No, no se... Yo...AAAHHHHH —Grite al ver que el hombre se arrastraba hacia donde estaba. Su aliento apestaba, su piel estaba blanca y parecía como si fuera a despegarse de su rostro. Sus ojos blancos tenían una mirada vacía, pero aun así, se arrastraba y trataba de agarrarme con sus manos pútridas.

—¡¿KAYLA?! ¡KAYLAAA! —Papá gritaba mi nombre desesperado en el teléfono que mantenía aferrado en mi mano, mientras me arrastraba de espaldas tratando de alejarme de esa cosa lo más rápido posible.

Termine arrastrándome hasta la pared que llevaba al pasillo, y mi espalda choco con algo que me impidió avanzar. Esa cosa agarro mi brazo. Asustada cerré los ojos pensando que de esa manera tan absurda iba a morir...Pero no morí. En lugar de eso la cabeza de la cosa cayó contra mis rodillas. Mire sus ojos vacíos a centímetros de mi cara mientras la sangre, negra y espesa, comenzaba a gotear del agujero que el cuchillo de cocina que ahora se enterraba en su cráneo. Esa cosa era humana, o al menos lo parecía.

Mis manos temblaban cuando lo empuje lejos de mi cuerpo.

—¿E-Estas bien? —Preguntó Hailey tan pálida como yo, antes de voltearse y vomitar.

—E-eso creo —Murmure sin voz, sin despegar mi mirada de el hombre muerto cerca de mis pies— ¿Q-que mierda fue eso?

—No se —se limpio la boca sentándose a mi lado.

Las luces parpadearon un par de veces más mientras mi respiración se agitaba

—Hailey... mataste a un hombre...

—¡¿KAYLA!? ¡¿HAILEY!? ¿¡NIÑAS QUE MIERDA ESTA PASANDO AHÏ?! —Grito papá desde el teléfono que olvide que sostenía en mi mano.

—¿Qué...?

—Es papá —Sin dar más explicaciones le pase el teléfono. Sentí que si volvía a abrir la boca vomitaría.

—Papá... soy Hailey... yo... si.... ¿Qué está pasando?... — Escuchaba la conversación que mi hermana mantenía por teléfono como si fuera ruido de fondo, al igual que la estática de la televisión o las luces que habían decidido volver a funcionar. Pero mis ojos estaban fijos en el cuerpo del hombre que trato de... ¿Había tratado de matarme? ¿Violarme?..¿Comerme?

No tenía ni idea de lo que ese hombre había tratado de hacerme y la verdad tampoco quería averiguarlo.

Lo agarre del cabello para tratar de levantarlo, por el asco que me producía que su mandíbula abierta estuviera en contra la punta de mis zapatillas. Y por accidente, el cuero cabelludo se desprendió quedando en mi mano y dejando una parte de su cráneo a la vista. Solté un grito ahogado y las lagrimas cayeron por mi rostro una a una al tiempo que mi respiración se convertía en jadeos desesperados por tratar de llevar aire a mis pulmones.

—¡Mierda!... No, Kayla está teniendo un ataque de pánico o algo así... si, ya veré como hacemos... Te amo-.

Hailey me abrazo mientras repetía una y otra vez que respirara. Yo solo podía ver el cráneo de ese hombre, mientras sentía mis pantalones mojados y pegajosos por la orina y la sangre de esa cosa. Aun tenía parte de su piel, como si fuera una máscara de baja calidad, en mi mano.

Nos separamos cuando me tranquilice un poco.

Escuchamos un grito ahogado provenir desde la puerta que aún no habíamos cerrado. En el marco de la puerta, tapando su boca con su mano izquierda y empuñando una pala en la otra, una chica rubia como de la edad de mi hermana, o tal vez un poco más joven, nos miraba impresionada.

—¿Que le hicieron? —Preguntó con voz acusatoria apretando el mango de la pala como si se preparara para usarlo como si fuera una espada.

—¿Quién eres? —gruñó Hailey sacando el cuchillo del cráneo del hombre muerto en mis pies y parándose derecha.

—Baja eso niña-

—¿Niña? —escupió mi hermana.

No sé qué mierda pasaba por su cabeza, quizás era la adrenalina del momento que aun debía estar burbujeando en su sangre o el hecho de que era una maldita impulsiva, porque sin pensárselo ni por un momento se abalanzó sobre la muchacha rubia tratando de clavarle el cuchillo en el brazo.

La rubia, tampoco se quedo atrás. Abrió los ojos grises de manera sorprendente en cuanto noto que mi hermana se le iba encima y golpeó su rodilla con la pala. Hailey gritó dejando de caer el cuclillo y la empujó usando su cuerpo, golpeándola contra la puerta abierta. La chica tomo el cabello de Hailey y tiro del mientras trataba de acercar a su cara para morderla.

Yo tomé el teléfono que Hailey dejo a unos metros de mi y lo lancé, con tan mala puntería que rompió la ventana en la otra punta de la pared y no a la cosa que se abalanzaba hacia ellas. Pero, al menos, eso llamó su atención. La chica empujo a Hailey, levantó la pala del piso y golpeo la cabeza de la cosa hasta que esta no fue más que una masa sanguinolenta.

Hailey tomó el cuchillo y se paro, varios pasos delante de mí, protegiéndome con su cuerpo. Me puse de pie con dificultad y limpie mis lágrimas con mi antebrazo. La chica se enderezo, escupió en el piso, y nos miro con la cara manchada de sangre y tierra.

Mientras ellas se mataban con la mirada, yo camine, y sin importarme que ahora ambas me apuntaran con armas potencialmente mortales, empuje a la chica y cerré la puerta. Las mire sintiendo mi cara arder por la rabia: —¡¿Pueden parar antes de que atraigan a más de esas cosas?!

Ambas me miraron sorprendidas y yo me apoye contra la puerta. Mi enojo había desaparecido, solo estaba el miedo y el asco que me hicieron curvar mi cuerpo y vomitar todo el contenido de mi estomago en mis pies. Me deslicé por la madera hasta a que mi trasero toco el charco de vomito

—El ruido parece que los atrae —murmure— y ustedes con sus tonterías van a hacer que nos maten.

—Tiene razón —dijo la rubia—. Lo siento, pero están en mi casa y acaban de matar a mi vecino... pensándolo mejor, olvida mi disculpa —levantó su pala otra vez y apunto a Hailey— ¿Qué hacen en mi casa?

—¡¿Tu casa?! ¡Esta no es tu casa!

—Vamos a morir —murmure desconsolada— Yo solo quería una aventura. ¡No quiero morir!

—¡Claro que es mi casa! —exclamó apuntando con su dedo la pared donde un montón de fotos colgaban

En la mayoría de las fotos aparecían Charlie y Andrew -los abuelos de Hailey- y con ellos la chica rubia.

—¿Quién eres? —pregunté.

—Victoria Standard, ¿Ustedes?

—¡¿Eh?!

—Soy Kayla y ella es mi hermana Hailey Standard... y creo que ustedes tienen mucho que hablar.

—¡Ah! Eres tú —Murmuró Victoria bajando la pala —Llegas en el peor momento posible sobrina.

—¡¿EH?!

—¡Cállate! —Gruñí entre dientes— ¿Qué parte de "el sonido los atrae" no entendiste?

Y así mis queridos radioescuchas es como para mi comenzó esta mierda de apocalipsis.

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