Rescate I
Los Elegidos, a excepción de Jane que todavía no se recuperaba de la pierna, llegaron al lugar de la cita unos minutos antes del horario acordado. Casi comenzaba a oscurecer, así que el lugar parecía un cementerio, no había ni una sola persona cerca. Llevaban con ellos el cofre protegido con magia y pensaban cuidarlo con sus vidas, aunque, la prioridad era tener a Karla de regreso.
—Tanta quietud me confunde— comentó Lucas en un susurro, mientras observaba a sus alrededores con cautela.
Brayan sacó una caja de cigarrillos y prendió uno para intentar calmar sus nervios. Estaba seguro de que aquel encuentro no terminaría bien. Petter, por su parte, se hallaba extremadamente ansioso. Caminaba de un lado a otro, pendiente al menor ruido.
—Toma, para que te relajes.
Brayan le ofreció un cigarrillo. Petter aceptó de buen grado. Llevaba meses sin fumar y lo extrañaba mucho, así que aprovechó la oportunidad para intentar calmar un poco sus nervios. Luego de algunas caladas, escucharon pasos cercanos. Todos se pusieron alertas, se desenfundaron sus armas en espera de cualquier ataque.
Una persona que estaba vestida con un traje negro emergió de un callejón oscuro.
—Son puntuales.
Nadie pudo reconocer aquella voz grave a excepción de Petter.
—¿Clover? — se sorprendió.
El hombre se acercó hasta quedar a tan solo unos metros de los adolescentes. Una mueca divertida adornaba su rostro.
—Hola Petter— saludó con una sonrisa, luego echó un vistazo al resto—. ¿Vinieron a cumplir con el trato?
—¿Dónde está Karla? — preguntó Petter y dio un paso al frente—. ¿La trajiste contigo?
—¿De verdad crees que Rosman es tan estúpido? — se burló.
Un grupo de siervos emergió del mismo callejón, rodeando a los muchachos.
—Les dije que era una trampa— masculló Brayan, arrepentido de haber aceptado asistir a aquel encuentro.
—¿Dónde la tienen? — preguntó Petter con tono amenazante tras acortar la distancia que lo separaba de Clover.
—Deben entregar los cristales primero.
—No, no funciona así— contradijo Petter, molesto—. Primero quiero a Karla de vuelta, sana y salva y después hablaremos.
—Esas son las condiciones y yo te aconsejaría que las cumplieras, Rosman no se anda con jueguitos y tú lo sabes bien.
Petter lo tomó por el cuello de su camisa con violencia.
—Exijo que me digas dónde está o vas a morir aquí y ahora.
Clover soltó una carcajada, luego hizo una seña para que los siervos desenfundaran sus espadas, listos para atacar en cuánto él diera la orden.
—No hagas nada estúpido, Petter o tu amiguita no va a regresar con vida.
Petter lo soltó.
—No pienso entregar los cristales hasta que no tenga a Karla conmigo.
—Cuidado, muchacho, tu chica está en manos de Samtines y es bonita, tal y como le gustan...
Petter lo golpeó en el rostro, haciéndolo caer sentado en el suelo. Continuó golpeándolo repetidas veces, al tiempo que los siervos atacaban a los Elegidos. Una feroz batalla comenzó en ese momento. El enemigo los superaba en número y en fortaleza.
—Protejan el cofre— gritó Diana, mientras intentaba quitarse de encima a dos siervos.
Drake, Lucas y Brayan hicieron un cerco alrededor del cofre, pero tenía a ocho siervos listos para liquidarlos, tuvieron que usar sus mejores técnicas de batalla para poder mantenerse con vida.
—Estamos perdidos— se lamentó Lucas, cuando comenzó a sentirse demasiado acorralado. Lo habían herido en el brazo.
—¡Necesitamos refuerzos aquí! — gritó Brayan a todo pulmón, luego de darle un hachazo a uno de los siervos, cortándolo a la mitad.
Leonarda y Milena aparecieron, dispuestas a ayudar. Los demás estaban ocupados evitando que el grupo de siervos llegara hacia los cristales.
—Si seguimos así van a matarnos y tomarán los cristales— se quejó Drake, agotado.
La batalla continuó, los Elegidos comenzaban a perder las esperanzas según pasaban los minutos. Eran demasiados y no tenían más protección que el brazalete de Camila, que solo se podía usar en casos extremos porque demandaba mucha energía.
Los siervos parecían no querer darse por vencidos, César estaba con una herida en la pierna, Lucas en el brazo, Milena perdió el conocimiento tras un golpe en la cabeza y un siervo amenazaba a Leonarda con una daga para que no se moviera.
—Deberían rendirse y entregar los cristales— habló Clover desde el suelo. Tenía el rostro magullado debido a los golpes.
Los Elegidos creyeron que tendrían que darse por vencidos, hasta que un tornado gigante comenzó a arrasar con la fila de siervos, haciéndolos volar como hojas de papel.
—Qué mierda...— exclamó Brayan, sorprendido, pero pronto reconoció a la persona detrás de aquel poder—. ¿Jane? — soltó, sin poder creerlo. Una sonrisa apareció en su rostro cuando la vio dirigiendo el ataque—. Vamos, carajo, podemos ganarles— gritó, excitado, y comenzó a cortar a los siervos con su hacha entre gritos de alegría.
Detrás de Jane aparecieron Alina y Jorge, que utilizaron sus habilidades de combate para ayudar, haciendo retroceder a los siervos. Clover aprovechó aquella distracción para arrastrarse hacia el cofre donde estaban los cristales, que lo protegía Diana en ese momento. Cuando estuvo cerca, la golpeó en la cabeza, dejándola mareada en el suelo. Ella pegó un grito de ayuda, quiso levantarse y enfrentarlo, pero él la hirió en el abdomen con su daga. Luego huyó con el cofre.
Drake llegó para ayudarla. La encontró ya de pie, sangrando por la cabeza y sujetándose el abdomen con evidente dolor.
—Los cristales, los cristales— chilló Diana con desesperación, mientras miraba a sus alrededores en busca de Clover.
Drake la sacudió para intentar calmarla.
—A la mierda los cristales, ¿estás bien? — preguntó, preocupado.
Diana asintió. Drake abrió con rapidez la blusa de su traje de entrenamiento y respiró aliviado, solo era una herida superficial. Puso la mano sobre su abdomen e hizo un hechizo para intentar mejorarla. Enseguida la magulladura cicatrizó y dejó de sangrar.
—Mucho mejor...— murmuró con alivio, pero no pudo evitar que sus ojos cayeran sobre el escote de la joven.
Diana comenzó a cerrar su blusa con rapidez al darse cuenta de eso. Él apartó la mirada, avergonzado.
—Los perdimos— dijo la joven con voz triste, mientras las lágrimas comenzaban a mojar sus mejillas—. Los perdimos y es mi culpa...
Drake negó con la cabeza para intentar apartar aquella idea de su mente, pero Diana rompió en llanto. Sus impulsos lo obligaron a caminar hacia ella y abrazarla, apretándola contra su pecho. Deseando poder protegerla de cualquier dolor o tristeza.
La batalla terminó. Todos los siervos estaban muertos y Clover había escapado con los cristales. Petter maldijo en voz alta y soltó un gruñido de frustración.
—Maldita sea— gritó a todo pulmón.
—Tenías un solo trabajo, Diana, ¿cómo dejaste que se los llevaran? — le reclamó César, enojado. Estaba sangrando por la nariz porque uno de los siervos lo había golpeado con el cabo de su espada.
—¿No ves que está herida, idiota? Pudieron matarla— la defendió Drake.
—No puedes hablarme así, soy un príncipe— gritó, encolerizado, mientras se acercaba de un modo amenazante.
—Me importa un carajo— lo encaró Drake sin miedo.
Camila se interpuso, intentando apaciguar la pelea.
—Chicos, por favor, cálmense— les exigió con voz implacable—. Diana no tiene la culpa, hizo todo lo que pudo por proteger los cristales. Además, resguardarlos es responsabilidad de todos nosotros, no solo de ella.
César soltó un resoplido para intentar calmarse. Luego observó a Diana que continuaba respirando con dificultad y tenía su traje manchado de sangre. Se sintió culpable por hablarle así.
—Lo siento, lo siento mucho— dijo y se acercó un poco más a ella—. Estaba molesto y...— la examinó con cuidado—. ¿Estás bien?
Diana asintió.
—No fue nada.
—¿Ahora que haremos? — interrumpió Camila. Su atención se concentró en Petter. Esperaba que tuviera alguna idea.
Sin embargo, nadie tenía una respuesta y tampoco una solución. Habían caído en la trampa tal y como predijeron los magos. Perdieron los cristales y Karla continuaba secuestrada.
—Yo se los dije, les dije que esto era una trama, pero nadie hace caso a las palabras de Brayan, ¿verdad? — se quejó el muchacho con enojo—. Nadie toma en cuenta mi opinión.
—Porque tú opinión suele basarse en ti y solo en ti— respondió Jane con fastidio, mientras se sentaba para descansar su pierna herida.
—Mira quién habla, la que se la pasa tomando decisiones impulsivas que ponen en peligro a todos— le reclamó Brayan—. Por cierto, ¿por qué viniste? Se supone que estás herida, no puedes luchar. Podrían haberte matado.
—Acabo de salvar tu culo, niño ingrato— chilló Jane, encolerizada y su rostro se puso colorado.
—Mi culo no necesitaba ser salvado. Estaba perfectamente bien antes de que llegaras...
Jane soltó una risita sarcástica, pensaba continuar discutiendo, pero Noah siseó para callarlos.
—Debemos pensar qué hacer, en vez de discutir— dijo con voz autoritaria y echó un vistazo general al grupo—. Estoy harto de las peleas infantiles de todos. ¿Podrían llevarse bien al menos cinco minutos?
Los chicos quedaron en silencio, un poco avergonzados por perder el control de esa manera en vez de intentar concentrar sus energías en rescatar a Karla.
—¿Y ustedes por qué están aquí? — preguntó con voz más calmada, dirigiéndose a Alina y a Jorge—. ¿Corazón de la Tierra los envió?
—Karla es mi amiga— respondió Jorge, captando la atención de Petter que lo miró con una ceja levantada—. No puedo dejar que algo le suceda.
—Yo vine a apoyar a mi chico— intervino Alina y caminó hacia Alejandro. Cuando lo tuvo cerca lo abrazó, quedando bien pegada a su cuerpo.
Noah apartó la mirada, incómodo, no soportaba ver cómo su amigo le mentía a Camila de un modo tan doloroso. Le echó un vistazo rápido a la joven y notó que estaba molesta, parecía querer golpearlos a ambos. Cada vez había más diferencias personales en el grupo y eso lo ponía nervioso, ¿cuánto tiempo más podrían aguantar sin matarse entre ellos?
—Bueno, gracias por ayudarnos— dijo para disimular su preocupación.
—Esto es un trabajo de los Elegidos, o sea, nosotros— interrumpió Brayan con impertinencia y miró a los dos chicos nuevos—. Muchas gracias por la ayuda, pero ya se pueden ir.
—Brayan...—lo amenazó Noah, harto de que discutiera por cosas innecesarias.
Un sonido alertó a los chicos, distrayéndolos de aquella pelea infantil. Era el celular de Clover que estaba tirado a unos metros de allí. Petter corrió para poder encontrarlo a tiempo y respondió.
—Querido, Petter, que sorpresa...— saludó Samtines cuando escuchó la voz del muchacho.
—¿Dónde la tienes? — preguntó, exasperado—. ¡Habla!
—Calma— se burló Samtines—. Tu noviecita está aquí a mi lado, estamos disfrutando de una hermosa velada juntos, ¿verdad, preciosa?
Petter pudo escuchar cómo Karla gritaba su nombre y su corazón se encogió de preocupación.
—Déjala ir— le ordenó—. Ya tienes los malditos cristales, Clover se los llevó.
—Que ingenuo eres, Petter— se carcajeó Samtines—. Ella es más importante de lo que crees.
Petter no comprendió sus palabras, en ese momento solo tenía una preocupación: recuperar a Karla, sana y salva. Escuchó sus gritos y se estremeció.
—Necesito hablar con ella, por favor— dijo cuando logró calmarse un poco.
Samtines dudó unos instantes, pero finalmente puso el teléfono en altavoz para que ambos pudieran comunicarse. Los otros Elegidos se acercaron e hicieron silencio.
—¡Petter! — chilló Karla y su voz se quebró un poco debido a las lágrimas—. ¿Estás ahí?
—Sí, estoy aquí— respondió Petter conmovido y sus ojos se cristalizaron—. ¿Estás bien? Dime que no te han lastimado, por favor.
—No, estoy bien...
—Gracias a los dioses. — Petter respiró aliviado—. Escúchame, voy a sacarte de ahí, no te preocupes, solo aguanta un poco más, ¿sí?
Karla dejó escapar un sollozo a pesar de que no quería mostrarse débil delante de Samtines ni preocupar más al muchacho.
—Petter, necesito decirte algo.
Samtines colocó una daga en la garganta de Karla, temía que pudiera revelar alguna pista importante.
—Te amo...— murmuró con la voz ahogada por el llanto—. Siento mucho lo que te dije, sí confío en ti...
—Lo sé, lo sé— la cortó Petter, tenía un nudo en la garganta que apenas le permitía hablar—. Cuando te tenga conmigo te recompensaré por todas las idioteces que hice, lo prometo.
—No quiero que me olvides, por favor.
—¿Qué dices? — preguntó Petter con el llanto a punto de brotar de su interior—. No hables cómo si no fuéramos a volver a vernos.
—Quiero que pienses en cada momento juntos, sobre todo cuando nos conocimos, ¿lo recuerdas? — preguntó—. ¿Recuerdas cuando te aventé el té caliente o cuando me protegiste aquella noche de los siervos de Rosman?
Petter frunció el ceño, no comprendía el porqué de aquellas palabras.
—Lo recuerdo, pero...
—Solo quiero que recuerdes cómo nos conocimos— insistió—. Recuérdalo, por favor...
Un ruido se sintió a través de la línea y la voz de Samtines se hizo presente.
—Quizás en algún momento te devuelva a tu noviecita, por ahora la necesito aquí conmigo.
—Maldito miserable— gritó Petter, encolerizado—. Juro que te buscaré hasta debajo de las piedras y acabaré con tu putrefacta existencia, ¿me escuchaste? — gruñó con rabia—. Vas a pagar por esto, maldito, te lo juro.
Petter lanzó el teléfono contra el suelo, luego se llevó las manos hacia los cabellos con desesperación.
—Voy a matarlo cuando lo encuentre— gruñó.
—Ese es justamente el problema, encontrarlo— resopló Lucas y se sentó sobre un muro que estaba cerca.
Los Elegidos quedaron en silencio, pensando qué hacer. Noah intervino para intentar ayudar.
—Creo que debemos guardar la calma, encontraremos una solución.
—¿Guardar la calma? — se burló Brayan—. Perdimos los cristales y ni siquiera devolvieron a Karla. Nos vieron la cara de idiotas.
Nuevamente hubo otro largo silencio. Los Elegidos estaban igual de frustrados, pero no querían echarle más leña al fuego. Ahora debían pensar otro plan para recuperar a Karla.
—¿Para qué carajo la quieren? — se preguntó Petter en voz alta, continuaba confundido.
Otra vez silencio, nadie tenía una respuesta para eso.
—¿No les parece un poco extraño que Karla se estuviera despidiendo así de la nada? — preguntó Alejandro.
Todos prestaron atención a sus palabras, en especial Petter, que también había notado algo extraño.
—Quizás sí piensa que va a morir...— aventuró Lucas.
—No lo creo— afirmó Camila—. Karla estaba actuando extraño, como si no fuera ella.
—Más bien, parecía que intentaba decirnos algo— opinó Noah con suspicacia.
—Sí, pero, ¿qué? — preguntó Diana, deseosa de entender lo que sucedía.
Petter se quedó en silencio, intentando ordenar las palabras de Karla en su cabeza para poder encontrarles un sentido. Al principio no lograba entenderlas, parecían más bien una despedida desesperada.
—Un sótano, un laboratorio...— murmuró, mientras caminaba de un lado a otro e intentaba pensar—. Recuerda cómo nos conocimos...
—¿Qué dices? — lo interrumpió Noah, confundido.
—Tu padre tenía un laboratorio en el sótano de su casa, ¿verdad? — le preguntó Petter con tono exasperado.
—Sí, pero eso qué tiene que ver...
La mirada de Petter se iluminó cuando logró atar todas las piezas de aquel misterioso rompecabezas. Las palabras de Karla eran un código para revelarle la ubicación del lugar porque ambos habían estado allí antes. Se golpeó mentalmente por no darse cuenta cuando observó los recuerdos de Samtines.
—Vamos, hay que darnos prisa— dijo, mientras envainaba su espada y se alejaba del grupo.
—¿Cuál es tu plan? — indagó Camila, todavía sin comprender.
—Creo que sé dónde la tienen.
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