Prueba de valentía II
El barco continuó avanzando por unos minutos más. Los Elegidos divisaron una pequeña isla a lo lejos y corrieron hacia las barandillas para poder verla mejor. Cuando la nave no pudo continuar, optaron por bajarse del barco en un pequeño bote y remar hasta la orilla.
Había una hermosa playa de arenas doradas que tenía algunos caracoles de gran tamaño y palmeras solitarias. Emocionados por la vista, comenzaron a explorar el lugar. En el camino, se encontraron con restos de botes que estaban cubiertos de musgo.
Tras varios minutos de camino, estuvieron en lo que parecía ser una ciudad desierta con edificaciones hechas de piedras y calles sin asfalto. Aquel lugar daba un poco de miedo porque no había señales de civilización. Impresionaba como si nunca nadie hubiese vivido allí.
—Siento que cualquier cosa puede suceder en este sitio—gimoteó Diana sin poder dejar de mirar a sus alrededores con nerviosismo.
—No se separen—ordenó Noah.
La ciudad se asemejaba a un cementerio, pues transmitía un aura lúgubre y misteriosa. El ruido del viento parecía estremecer a los nuevos visitantes, sobre todo cuando comenzó a mezclarse con un canto parecido al de las sirenas. Los Elegidos sacaron sus espadas, asustados.
—Otra vez las malditas sirenas—gruñó Brayan.
—El canto...—murmuró Noah, estaba en estado de alerta—. Suena diferente.
—¿Te parece? —se burló Lucas, temblando—. Quizás solo decidieron cambiar de canción.
De pronto, un grupo de espíritus con forma de mujeres se acercó a gran velocidad y comenzaron a atacarlos. El primero en resultar herido fue César, quien recibió un corte en el brazo y cayó de espaldas al suelo. Los demás intentaron defenderse como pudieron, pero eran demasiados y las armas no le servían de mucho. Camila y Karla tomaron la delantera y utilizaron su poder, solo eso logró dispersar un poco a los espectros.
—¿Qué son esas cosas? —preguntó Lucas, jadeando, había recibido un corte en la pierna. Aquellas criaturas tenían unos filosos colmillos parecidos a los de las sirenas, pero eran mucho más espeluznantes.
—Ánimas guardianas—susurró una voz desconocida. Todos sintieron un escalofrío recorrer su espalda y se pusieron a la defensiva nuevamente—. Protegemos esta ciudad y no queremos intrusos.
Los espectros los rodeaban, acechantes. Tenían cierto parecido con las verdaderas sirenas, pues su cuerpo transparente revelaba una sensual silueta de mujer, pero carecían de los encantos propios de aquella especie. Tampoco poseían las pupilas coloridas, ni el cabello suelto, solo eran criaturas incorpóreas, con colmillos afilados y cuencas vacías.
—Vinimos a hacer la prueba de valentía para obtener el cristal, por favor, déjennos pasar—suplicó Noah, asustado por aquella presencia aterradora.
—¿Qué nos darán a cambio? — preguntó una de las criaturas.
—Ya entregué mi poder para poder estar aquí, ¿qué más quieren? —espetó Brayan con voz airada.
—A uno de ustedes.
Los Elegidos se miraron, espantados. No comprendían que deseaba realmente aquella criatura sin cuerpo, pero sospechaban que era algo peor que lo vivido minutos antes.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Karla, alarmada.
—Queremos a uno de ustedes—repitió otra de las criaturas y se acercó con rapidez para poder examinar mejor a los chicos.
Algunos retrocedieron, desconfiados. Las cuencas vacías recorrían los rostros sudorosos de los Elegidos con curiosidad, mientras enseñaban sus aterradores colmillos. De pronto, la atención de una de ellas se fijó en Alejandro y no tardó en acercarse para tenerlo lo más cerca posible. El ánima comenzó a transformarse hasta convertirse en una hermosa mujer. Tenía unas fascinantes pupilas plateadas que detallaron al adolescente, al tiempo que sonreía con lujuria. Su cuerpo desnudo era casi perfecto, por lo que el joven no pudo evitar sentirse un poco incómodo.
—Te quiero a ti—susurró, pero todos pudieron escuchar sus palabras.
La criatura posó su mano sobre los labios carnosos de Alejandro, él quiso apartarse, pero una fuerza mayor lo obligó a permanecer quieto en su lugar. Sintió un tacto cálido recorriendo sus mejillas con extrema delicadeza. Un escalofrío estremeció su cuerpo cuando aquellos dedos frágiles rozaron su cuello y bajaron hasta su pecho. Ella era una mujer casi perfecta, pero aún se sentía intimidado, no deseaba que lo acariciara de esa forma.
—No lo toques—gruñó Camila y apartó la mano de la criatura con brusquedad. Luego se posicionó frente a Alejandro a modo de protección.
El ánima chilló y volvió a adquirir su verdadera forma. Las demás criaturas entendieron la señal de su hermana y volvieron a atacarlos con sus filosos colmillos. Los Elegidos tuvieron que volver a defenderse utilizando sus poderes, pero varios de ellos terminaron con múltiples heridas en el cuerpo.
Tras algunos minutos de lucha, las ánimas parecieron ceder y comenzaron a retirarse del lugar. Los chicos se sintieron victoriosos y aprovecharon para recuperar el aliento. Camila estaba irritada, no se le quitaba de la cabeza la imagen de aquella sirena tocando a su novio, tampoco comprendía por qué y para qué deseaban llevárselo. Lo buscó con la mirada para comprobar que estaba bien, pero no pudo encontrarlo.
—¿Dónde está Alejandro? —preguntó a sus compañeros. Comenzó a desesperarse al ver que nadie lo había visto—. ¡Ale! —gritó a todo pulmón.
—Se lo han llevado—sentenció Noah. Camila se pasó la mano por la cara, asustada y enojada a la vez—. Mariana tampoco está.
—Maldición—soltó Camila. Quería echarse a llorar, pero a la vez deseaba buscarlo sin perder un solo minuto, pero no sabía a donde ir—. Debo encontrarlo. Podrían hacerle cualquier cosa...
—Calma, Camila. —Petter intentó tranquilizarla sin éxito—. Vamos a encontrarlos a los dos. — Miró a Noah, quien se veía igual de preocupado que el resto—. ¿Tienes idea de a dónde podrían llevarlos?
—Esta ciudad es un misterio, no hay como saberlo.
Camila sintió que su corazón se estrujaba en ese momento, por lo que no pudo continuar manteniéndose tranquila y se dejó caer sobre una piedra que estaba en el camino. Lágrimas rodaban por su rostro, tenía mucho miedo de no volver a ver a Alejandro y además le preocupaba pensar en lo que podrían hacerle. Diana y Karla se sentaron a su lado para intentar consolarla.
De pronto, una voz sacó a todos de sus preocupaciones y los hizo reaccionar de golpe.
—Jamás podrán recuperar a sus amigos.
Algunas risas se escucharon. Los Elegidos se estremecieron otra vez. Camila se puso de pie y comenzó a buscar a las ánimas por los alrededores.
—¿Dónde los tienen? —gritó, enojada—. Respondan o las mataré a todas.
Más risas se escucharon. Otra de las criaturas habló, pero esta vez su voz se sintió mucho más aterradora que antes.
—Los miedos se enfrentan solos.
—¿Qué mierda dices? —gruñó Camila y apretó los puños.
—Los miedos se enfrentan solos, los miedos se enfrentan solos...—repetía una y otra vez la misma voz hasta perderse en la distancia.
—¿Qué significa? —preguntó Camila, dirigiéndose a Noah que se veía cada vez más pálido, como si tuviera un mal presentimiento.
—No lo sé, pero debemos encontrarlos cuanto antes.
...
Alejandro había perdido la noción del tiempo y el espacio por varios minutos, cuando logró reaccionar estaba en un lugar totalmente desconocido para él. Sintió un poco de temor al encontrarse solo dentro de un inmenso valle que no parecía tener final. El lugar era hermoso, pero si algo le parecía aterrador era encontrarse perdido en mitad de la nada. Necesitaba regresar con sus compañeros cuanto antes. Una voz lo hizo reaccionar y girarse de golpe. Era la misma ánima que intentó seducirlo minutos antes. Su corazón palpitó frenético y tuvo que retroceder algunos pasos.
—Bienvenido, Alejandro—saludó la maravillosa criatura e intentó acercarse, pero el muchacho continuó apartándose, desconfiado.
—¿Dónde estoy? —preguntó cada vez más asustado. Su pecho subía y bajaba, mientras su corazón latía a toda velocidad—. ¿Dónde están los demás?
—Se han ido.
Alejandro intentó hacer memoria, pero tenía un vacío mental en su cabeza. Apenas podía recordar cuando llegaron a la isla y aquella misma ánima intentó seducirlo, pero luego todo se volvió confuso. Aun así, dudaba de sus palabras. Los Elegidos jamás se marcharían sin él.
—No te creo.
El ánima se rio a carcajadas, luego acortó la distancia que los separaba. Esta vez Alejandro no se movió, aunque tenía un poco de miedo. Aquellos dedos frágiles recorrieron nuevamente sus mejillas.
—¿Qué quieres de mí? —murmuró con voz temblorosa.
—Quiero que te quedes conmigo—respondió la criatura. Alejandro tomó su mano y la apartó de él. Luego negó con la cabeza—. Prometo que aquí nadie volverá a lastimarte de nuevo.
—Debo regresar con los otros Elegidos—espetó sin más preámbulos—. Ayúdame a encontrarlos.
—No lo entiendes—gruñó el ánima, un poco indignada por su reacción—. Si regresas con ellos volverás a salir lastimado.
—¿De qué hablas? —preguntó Alejandro, cada vez más confundido.
—Los Elegidos solo responden a sus propios intereses, no dudaron en entregarte a mí para poder quedarse con el cristal.
—Eso no es cierto—respondió el muchacho, un poco enojado por aquellas palabras. Continuó forzando su memoria, pero todo estaba en blanco—. Ello no lo harían, Camila no lo haría.
—¿Camila? —se burló la criatura tras soltar una carcajada—. A ella ni siquiera le importas. Puedo ver en tus ojos que tú también lo sientes así.
Alejandro apartó la mirada y apretó los puños. El ánima estaba leyendo sus pensamientos y sintiendo sus emociones, tal y como lo haría una sirena. Había percibido su desconfianza hacia los demás y su miedo a ser abandonado por las personas que amaba, pero se hallaba demasiado agotado mentalmente como para poder luchar contra eso. Solo quería escapar de allí hacia un lugar donde pudiera sentirse protegido nuevamente.
—Te pido que me dejes regresar con mis compañeros.
—¿Para qué? —espetó la criatura con desdén—. Ellos te van a destruir, ¿acaso no lo ves? A ninguno le importas.
—Si no me ayudas, tendré que encontrar el camino de vuelta solo—sentenció Alejandro, decidido y echó a andar sin rumbo por un sendero de rocas que estaba cerca. Aún tenía esperanza de poder salir de allí.
—No podrás encontrarlos—se burló el ánima y comenzó a seguirlo. Alejandro se detuvo, cada vez más irritado por su presencia—. Me necesitas.
—¿Qué demonios eres? —espetó
—Soy un ánima guardiana. Fui condenada junto a mis hermanas a velar eternamente por la protección de esta isla, de este modo evitamos que otras criaturas intenten ingresar aquí.
—¿Por qué te condenaron? —preguntó Alejandro tras continuar avanzando.
—Traicioné a mi reino—confesó el espíritu. Su voz sonó un poco apagada por primera vez.
El muchacho quiso seguir indagando, pero tuvo temor de hacerla enfadar, así que prefirió continuar en silencio. Algunos minutos después, se encontró con el pie de una montaña que le impedía avanzar. Miró a sus alrededores, el ánima parecía haberse esfumado, cosa que le hizo sentir un poco de incertidumbre. Estar allí solo tampoco era agradable.
Miró hacia arriba y respiró hondo, tendría que subir para intentar encontrar algún tipo de indicio de sus compañeros. El lugar estaba empinado, así que tuvo que sostenerse de las rocas para poder escalar. Estuvo casi media hora trepando a pesar de la ventaja que le daba su poder. Mientras lo hacía, pensamientos incoherentes lo atormentaban. Se imaginó mil escenarios en su cabeza: Camila abandonándolo para convertirse en reina, Marian odiándolo cuando supiera que no era su hermano, sus padres verdaderos contándole por qué no lo querían, incluso tuvo la extraña sensación de que sus compañeros lo habían dejado allí y se habían marchado hacia Arcadia. Eso debilitó muchísimo su fortaleza, por lo que llegó arriba totalmente abatido. Quedó de rodillas un rato, mientras se miraba las manos ensangrentadas producto del roce con algunas piedras filosas.
—Quiero salir de aquí—murmuró y algunas lágrimas picaron en sus ojos, pero batalló para mantenerlas adentro. No comprendía por que se sentía tan devastado y melancólico.
—No debes regresar, Alejandro— nuevamente aquella voz resonó muy cerca de su oído, pero no había nadie allí.
—Déjame en paz—gruñó, irritado. Luego se puso de pie para observar el paisaje. Sintió decepción al encontrarse solo con montañas y vegetación abundante, ningún indicio de civilización o de los Elegidos.
—Realmente me han abandonado aquí—masculló enojado y pateó una piedra que tenía enfrente. Después se dejó caer en el suelo, abatido. Tenía ganas de llorar, pero a la vez deseaba vengarse de todas las personas que alguna vez lo lastimaron, un sentimiento totalmente nuevo para él.
—Tranquilo, pequeño, estoy contigo—susurró el ánima y se agachó a su lado, nuevamente tenía la apariencia de una mujer. Ella le transmitía una extraña paz, como si nada de aquello estuviera sucediendo y pudiera saborear la verdadera felicidad por unos instantes. Resignado, dejó caer la cabeza sobre su hombro y cerró los ojos. La criatura comenzó a acariciarle el cabello, mientras tarareaba una canción. No pasó mucho tiempo para que sus párpados pesaran y quedara totalmente sumido en la oscuridad.
...
Los Elegidos caminaron sin rumbo por la ciudad desierta. No sabían hacia dónde debían ir, pero renunciar no era una opción para ellos, necesitaban encontrar a sus compañeros desaparecidos. Llevaban media hora explorando la isla y no había señales ni de Alejandro ni de Mariana, tampoco de las ánimas guardianas. Eso comenzaba a preocuparlos cada vez más.
Brayan avanzaba con dificultad. Lo habían herido en el segundo ataque de las ánimas, por lo que se encontraba cada vez más débil. Por suerte, nadie notó la sangre que manchaba su traje oscuro ni tampoco la palidez de su rostro. Maldijo para sus adentros, sentía que todo era culpa de la pérdida de su poder.
—¿Qué es eso? —preguntó Diana con voz agitada y señaló a lo lejos. Los demás se pusieron alertas.
—Parece un valle—opinó Petter.
Los Elegidos apresuraron el paso para poder llegar más rápido al lugar. Efectivamente, había dos montañas casi unidas con un sendero en el medio. Emocionados, intentaron acercarse, pero enseguida notaron un aura extraña que los hizo estremecer. Camila tenía el presentimiento de que Alejandro y Mariana estaban allí, por lo que intentó avanzar hacia el interior, Noah la agarró por el brazo.
—Cuidado, hay una barrera de poder—advirtió.
—Ale debe estar ahí, debemos entrar a buscarlo—protestó tras desprenderse de su agarre.
Una dulce melodía inundó los oídos de todos, poniéndolos en estado de alerta. Creían que las ánimas habían regresado, por lo que comenzaron a buscarlas sin éxito.
—En el valle de los miedos, las sirenas guardan sus mayores secretos. Un sello de prohibición se ha colocado, pero la verdadera prueba está oculta. Cuidado Elegidos, cuidado. Quienes entran nunca logran salir, a menos que su corazón hayan sacrificado.
—¿Qué dicen? —preguntó Leonarda, cada vez más confundida con lo que sucedía.
—Es un acertijo—aseguró Noah e intentó continuar prestando atención a la misteriosa canción.
—Es la clave para encontrar a Alejandro—se emocionó Camila—. Sabes lo que significa, ¿verdad?
Noah quedó pensativo unos instantes, repasaba en su mente la letra de la canción. Los demás esperaban su respuesta, pero se sorprendieron al notar su evidente desconcierto. El muchacho estaba casi tan confundido como ellos.
—Piensa, Noah, tú eres el único que puede descifrar este acertijo—lo instó Karla con voz animada.
—Hay algo grabado en una de las piedras—anunció Petter, quien se había alejado un poco del grupo para poder examinar mejor los alrededores del valle. Los demás abandonaron a Noah unos segundos para examinar el nuevo descubrimiento—. Está escrito en la lengua mágica.
—¿Qué dice? —preguntó Camila, ansiosa.
—Los miedos se enfrentan solos—leyó Noah.
—Otra vez esa maldita frase sin sentido—protestó Lucas.
—Algo debe significar—opinó Milena—. No puede estar ahí por casualidad.
Noah volvió a quedar pensativo. Pasó su mano por el rostro sudoroso y soltó un resoplido de inquietud. Tenía demasiadas dudas respecto a las pistas dejadas por las sirenas. Parecía una advertencia para que nadie entrara, pero al mismo tiempo decía que era casi imposible salir. ¿Podrían Mariana y Alejandro regresar sin ayuda?
—¿Será que Alejandro y Mariana están enfrentando una prueba de valentía allá adentro? — se preguntó Diana en voz alta—. Quizás por eso esa frase tan rara.
—Es muy probable—asintió Noah.
—Entonces debo entrar—soltó Camila, cada vez más decidida a ir a buscar a Alejandro—. Me niego a seguir aquí sin hacer nada.
—No, no podemos—la contradijo Noah con voz severa—. El acertijo es claro, nadie puede salir a menos que sacrifique su corazón.
—¿Qué significa eso? — Camila frunció el ceño, confundida.
Noah no respondió, no tenía una respuesta clara para esa pregunta.
—¿Crees que quien entre morirá? —preguntó Petter, un poco asustado. Sabía lo impulsiva que era su hermana y que no se quedaría de brazos cruzados demasiado tiempo, debían pensar una solución antes de que cometiera una imprudencia.
—No estoy seguro, pero es muy probable. No podemos arriesgarnos.
Los Elegidos comenzaron a discutir sobre las posibilidades que tenían. En el fondo estaban preocupados por sus compañeros y no se sentían confiados como para quedarse esperando horas su regreso. Temían que estuvieran en peligro. De pronto, un gemido los hizo salir de sus cavilaciones. Se giraron, asustados, a unos pasos de allí se encontraba Brayan, quien acababa de tambalearse y caer sentado en el suelo. Jane corrió hacia él sin poder disimular su preocupación.
—¿Qué te sucede? —preguntó tras agacharse a su lado.
—Estoy bien...
El muchacho respiró hondo para controlar su respiración agitada, pero la palidez de su rostro delataba su malestar. Además, se hallaba sudando mucho. Jane tocó su hombro para intentar espabilarlo, pues comenzaba a quedarse sin fuerzas, pero solo consiguió que él soltara un quejido de dolor. Los otros Elegidos se acercaron, preocupados.
—¿Qué tiene? —preguntó Noah.
—Está herido —informó Jane.
—Estoy perfectamente—gruñó Brayan, pero a esas alturas nadie pensaba creerle—. Solo necesito descansar un poco.
—Te estás desangrando, idiota—lo regañó Jane tras notar que tenía todo el traje empapado de sangre—. Déjame hacerte un hechizo curativo.
Brayan bufó, pero no se atrevió a contradecirla, solo clavó su mirada en aquellos ojos cafés que lo miraban con preocupación e intentó disimular una sonrisa. Jane comenzó a desabrochar el traje de entrenamiento con rapidez hasta lograr desnudarle el hombro. Soltó una exclamación de asombro al notar la profundidad de la herida.
—¿Te gustan mis pectorales? —se burló Brayan.
Jane le dio un manotazo que lo hizo maldecir. Luego puso su mano sobre la herida para intentar sanarla, aunque sabía que no serviría de mucho. Los demás observaban en silencio.
—Usa el cristal, enano— ordenó Brayan, impaciente, odiaba verse vulnerable.
—No puedo usar el cristal en este reino— explicó Noah tras negar con la cabeza—. Las reliquias dejan de funcionar aquí.
—Vaya porquería— se quejó el otro muchacho, cada vez más adolorido.
—Necesita sutura—dijo Jane tras mirar a Noah, quien asintió, preocupado—. Debemos terminar esta maldita prueba antes de que se ponga peor.
—Frena la hemorragia lo más que puedas y que descanse, no podemos irnos de aquí aun, no sin los demás—ordenó Noah. Luego miró a Brayan con seriedad—. ¿Cómo te sientes?
—Estaré bien—respondió con sequedad. No deseaba que lo vieran como un debilucho, más ahora que había perdido su poder.
Jane sacó su daga y cortó un pedazo de la tela del traje, así podría vendar la herida y frenar la hemorragia. Intentó no mirar a Brayan durante esos largos minutos en que estuvo presionando la herida, pero era casi imposible, le encantaban aquellos ojos color azabache. Luego le acomodó la cabeza sobre sus piernas para que pudiera descansar.
—Te preocupas demasiado por un idiota—rio Brayan antes de comenzar a quedarse dormido.
—Te debía una—respondió casi en un susurro. Luego puso la mano sobre la frente sudorosa del muchacho para corroborar que no tuviera fiebre. Estaba cada vez más frío—. Descansa, me quedaré contigo.
...
Camila se apartó del grupo, cada vez más preocupada por todo lo que estaba sucediendo. Se dejó caer casi sin fuerzas en el suelo y cubrió su rostro con ambas manos. Necesitaba pensar, pero la ansiedad no la dejaba. Sospechaba que si entraba a buscar a Alejandro podría sufrir consecuencias graves, pero, ¿acaso podría quedarse allí sin hacer nada? Las palabras de las sirenas giraban en su mente como un molino, amenazando con destruir su estabilidad emocional.
—Mi Ale...—murmuró con pesadumbre y dos lágrimas escaparon de sus ojos.
—¿Cami? —Petter se agachó a su lado y le puso las manos sobre las rodillas, las cuales se movían de un modo frenético—. ¿Estás bien?
Camila respiró hondo para intentar disimular su angustia y secó sus mejillas húmedas. Luego asintió y le dirigió una sonrisa fingida a Petter, este se sentó a su lado.
—Alejandro es valiente, encontrará la manera de regresar. Estoy seguro— sentenció el muchacho para animarla.
—Las palabras de las sirenas me dan miedo, Petter, siento que no podrá lograrlo solo y...
Petter siseó para que se callara y acarició su brazo con ternura. Camila quedó en silencio unos segundos, quería confiar en su hermano, pero tenía demasiadas dudas y temores en su interior.
—¿Cómo sigue Brayan? —preguntó para cambiar de tema—. Se va a recuperar, ¿verdad?
—Tiene una herida bastante profunda que necesitará cuidados por varios días. —Petter soltó un resoplido de agotamiento y luego continuó hablando—. El muy idiota casi se desangra fingiendo estar bien, por suerte, Jane lo está cuidando ahora.
—¿Jane? —preguntó Camila con tono de sorpresa—. Pero ellos ni siquiera se llevan bien. —Petter se encogió de hombros—. Iré a ver cómo está.
Camila se levantó con agilidad, pero un mareo la hizo tambalearse un poco. Petter se apresuró a sostenerla, temiendo que pudiera caerse.
—¿Qué sucede?
—Ale...—murmuró tras llevarse la mano al corazón.
Había sentido una punzada de angustia en el pecho que torturó todos sus sentidos. Su don se había activado, pero se manifestaba diferente a las veces anteriores. No sentía dolor físico, solo inquietud y miedo, como si Alejandro estuviera pasando por algún tipo de tortura psicológica.
—¿Tu don se activó nuevamente? —preguntó Petter, asustado. Camila asintió—. ¿Qué sientes? ¿Alejandro está herido?
—No, es algo diferente, creo que tiene miedo—respondió todavía con la mirada perdida en un punto lejano.
—Tranquila, quédate aquí un momento, iré a buscar a Noah, por favor no hagas nada estúpido—le ordenó Petter tras ayudarla a acomodarse sobre una roca. Luego salió corriendo en dirección al grupo de Elegidos.
Camila quedó unos segundos en la misma posición, con la mirada perdida en el valle y la mano en el pecho. Estaba convencida de que Alejandro se hallaba en peligro y necesitaba de su ayuda. No pensaba quedarse allí y esperar un milagro que lo trajera de vuelta. Decidida, se puso de pie y caminó hacia la barrera de poder. Su corazón latía desbocado y su cuerpo temblaba. En el fondo tenía miedo de cometer un error que pusiera en riesgo su propia vida, pero tampoco estaba dispuesta a abandonar al chico que amaba. Miró hacia a atrás, los Elegidos estaban concentrados en intentar ayudar a Brayan, por lo que podría escabullirse sin problemas. Dio unos pasos más hasta quedar frente a la barrera de poder que apenas era perceptible al ojo humano. Luego cerró los ojos y se adentró en aquel paraje desconocido.
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