Prueba de Valentía I

Capítulo dedicado a mi querida lectora beta: @MelFernandezF Gracias por ayudarme con las ideas y leerme siempre.

El reino de las sirenas se encontraba oculto detrás de un velo de invisibilidad que servía para evitar que otras criaturas pudieran ingresar. Los Elegidos tuvieron que viajar en uno de los barcos que se utilizaban para atravesar la barrera de agua. Noah se encargó de fijar el rumbo hacia el objetivo y explicó los pocos conocimientos que tenía sobre el lugar que visitarían.

—Ninguna otra criatura ha visitado el reino de las sirenas antes, por lo que es un misterio lo que nos encontraremos—advirtió una vez que estuvieron rumbo a la barrera de agua—. Se sabe el punto aproximado donde se oculta el reino, pero obviamente entrar depende exclusivamente de ellas.

—Bueno teniendo en cuenta que aceptaron que realizáramos esta estúpida prueba es de suponer que nos dejarán pasar—opinó Brayan. Se encontraba recostado al mástil del barco con los brazos cruzados.

—Ojalá fuera tan sencillo, pero estoy seguro que van a ponernos a prueba—volvió a decir Noah. Los otros Elegidos lo miraron con curiosidad y temor a la vez—. Las sirenas son criaturas extrañas, suelen mantenerse alejadas de los humanos. A excepción de las pocas que sirven en el palacio, las otras solo pisan la tierra para aparearse.

—¿Qué? —se horrorizó Lucas y una sonrisa pícara apareció en sus labios—. ¿Y eso cómo funciona?

—Simplemente se hacen pasar por mujeres comunes y engatusan a los hombres con sus encantos hasta...—Noah se detuvo, un poco avergonzado por la mirada incómoda de sus compañeros—. Bueno, ya saben, hacen sus cosas...

—Tienen sexo—corrigió Brayan con fastidio. Los demás soltaron una risita tímida—. ¿Acaso no pueden hacerlo con alguien de su misma especie y se evitan estar abusando de hombres indefensos?

—Bueno también lo hacen entre ellas, se supone, hay muchos casos de lesbianismo en ese reino—explicó Noah con tranquilidad, ese tema le parecía súper interesante—, pero necesitan de un hombre para procrear. Recuerden que todas las sirenas son mujeres.

—¿Entonces sus hijos son mitad sirena y mitad humano? —preguntó Camila, cada vez tenía más dudas al respecto.

—Sí, pero solo pueden tener hijas, los niños varones son abandonados en el mundo humano.

—Vaya, que encantadoras son—bufó Brayan, un poco indignado por aquella información.

Hubo un breve silencio. Los Elegidos aprovecharon para observar el paisaje que se divisaba desde el barco. La ciudad arcadiana había desaparecido casi por completo, por lo que se estaban acercando al destino. Continuaban ansiosos por lo que fuera a suceder más adelante, pero prefirieron intentar relajarse para no cansarse antes de tiempo.

Mariana se dejó caer en un rincón del barco, cada vez más agotada por todo lo que había vivido horas antes. Observó el mar con algo de tristeza, no comprendía bien lo que estaba sucediendo, le resultaba tan irreal lo contado por Justine y el haber visto la magia con sus propios ojos. Estaba asustada, solo deseaba poder regresar a casa con sus padres y despertar de aquella extraña pesadilla.

—¿Estás bien? —preguntó una voz. Sobresaltada, se encogió en el lugar y levantó la vista. Su corazón comenzó a latir muy rápido. Noah estaba agachado a su lado y la miraba con notable interés. Por alguna razón, su presencia la tranquilizó—. Tienes miedo, ¿verdad?

—¿Acaso soy una cobarde por tenerlo? —preguntó con voz seria—. Apenas descubro todo esto hoy y ahora debo adentrarme en un mundo desconocido lleno de seres extraños.

—Claro que no eres una cobarde—la animó Noah tras sentarse a su lado—. Yo también tuve miedo cuando supe que era un Elegido. Por suerte tenía a mi padre y él me enseñó muchas cosas útiles para poderme defender llegado el momento. También—continuó tras una breve pausa. Mariana notó que sus ojos se cristalizaron un poco— Me protegió con su vida.

—Debe ser una persona maravillosa.

—Lo era. —Mariana se sorprendió al escuchar aquellas palabras—. Ahora está muerto, pero siempre está conmigo, aquí en mi corazón. —Noah tocó con suavidad su propio pecho y pestañeó varias veces para poder disimular sus deseos de echarse a llorar. Mariana le puso una mano sobre las rodillas y le dedicó una sonrisa conciliadora—. Si hay que luchar no te apartes de mí, intentaré protegerte para que no te lastimen.

—Gracias Noah.

El muchacho asintió con seriedad, luego se puso de pie para intentar averiguar por dónde iban. Los otros Elegidos conversaban entre ellos con despreocupación, ya no estaban tan nerviosos como al principio. Algunos descansaban en el suelo o recostados sobre las barandillas. De pronto, el barco se sacudió con violencia, logrando que los adolescentes se tambalearan y tuvieran que sujetarse para evitar caer al agua. Una brisa fría recorrió sus cuerpos, al tiempo que el cielo comenzaba a oscurecerse.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó Milena, mientras se ponía de pie.

—Al parecer hemos llegado—opinó Noah, un poco asustado, mientras se asomaba a una de las barandillas para observar mejor el mar. El ambiente se tornaba cada vez más siniestro, como si se avecinara una tormenta.

De repente, sintieron un golpe seco que estremeció al barco. Algunas de las chicas gritaron y sujetaron el brazo del compañero que tenían más cerca. Un canto invadió sus oídos como la primera vez que llegaron a Arcadia, supieron enseguida lo que sucedía. Los más valientes se asomaron a las barandillas y pudieron ver como un grupo de sirenas nadaba alrededor de la nave.

—Tengo miedo—confesó Diana, temblando.

Camila tomó su mano para intentar tranquilizarla, aunque estaba igual de asustada. Solo la reconfortó sentir la presencia de Alejandro a su lado, quien la tenía sujetada por la cintura de un modo protector. Otro golpe seco los hizo gritar y tambalearse un poco. Apenas pudieron reaccionar cuando un grupo de sirenas subió al barco. Ellas comenzaron a rodearlos, logrando que todos quedaran arrinconados en uno de los extremos de la nave. Las criaturas habían adquirido su forma humana, por lo que se veían como hermosas mujeres de cabellos coloridos y ojos que cambiaban de color de un modo mágico. Estaban armadas con unos tridentes filosos que parecían hechos de coral, pero lo que realmente sorprendió a los chicos fue su desnudez y su desbordante belleza.

—Hola, Elegidos—saludó una de ellas y dio un paso al frente. Una sonrisa sarcástica se dibujó en sus labios, dejando ver unos filosos colmillos que se veían aterradores—. Veo que se han atrevido a pisar nuestro reino.

Los Elegidos todavía no salían de su estupefacción, por lo que no pudieron responder. Las otras criaturas continuaban amenazándolos con sus tridentes, aunque sonreían como si les divirtiera aquel encuentro. Noah dio un paso al frente para quedar más cerca de la sirena que parecía estar a cargo.

—Espero acepten recibirnos, solo deseamos obtener el cristal para poder continuar con nuestra misión—la sirena se carcajeó. Noah no pudo evitar concentrar la mirada en sus pechos redondos, aunque enseguida tragó en seco e intentó disimular su incomodidad. Tuvo que regañarse mentalmente por haber caído un poco en los encantados de aquellas criaturas—. Espero nos crean dignos de esa responsabilidad y nos ayuden en nuestro propósito.

—¿Se creen dignos de tener nuestro cristal? —preguntó la sirena tras cruzarse de brazos—. Puedo percibir el miedo que sienten. 

—El miedo no es un impedimento para enfrentar nuestro deber—intervino Petter con voz seria—. Creo que eso ya está más que demostrado.

—Un traidor se atreve a hablar en nuestra presencia—bufó otras de las sirenas y sacó los colmillos de un modo amenazador—. Tú no perteneces aquí.

Petter endureció la mirada, pero no quiso responder, algo le decía que pelear con aquellas criaturas solo les traería más problemas que soluciones.

—¿Qué es lo que desean? —preguntó Camila para terminar con la peligrosa tensión que se había apoderado del grupo—. ¿Nos dejarán hacer la prueba?

Las sirenas se miraron entre ellas, era evidente que podían ponerse de acuerdo sin siquiera hablarse. Tras un breve silencio, la que parecía dirigir al grupo habló.

—Queremos estar seguras de que ustedes son lo suficientemente valientes como para poder portar el cristal y protegerlo sin importar el peligro que los aceche en el futuro. 

—Entonces, díganos que debemos hacer—soltó Karla con impaciencia.

—Un pequeño sacrificio—respondió la sirena con tono juguetón. Todos enmudecieron, sin comprender a qué se refería. Aquella frase más que tranquilidad les daba miedo—. Si quieren continuar con la segunda fase de la prueba, uno de ustedes tendrá que renunciar a algo.

—¿A qué? —intervino César, igual de confundido que el resto del grupo.

—A su poder de Elegido—sentenció tras una risita divertida.

Los chicos se miraron entre ellos, horrorizados. ¿Acaso era posible para un Elegido renunciar a su poder? ¿Por cuánto tiempo pretendían que lo hiciera? ¿O acaso debían quedarse sin él para siempre? Muchas dudas surgieron, pero temían preguntar los detalles. Solo Noah se adelantó, preocupado por lo que pudieran significar aquellas palabras.

—Un Elegido no puede renunciar a su poder, es imposible.

—Tienes razón, chico listo, pero existen hechizos que inhabilitan el uso de ese poder por un tiempo indeterminado.

Algunos murmullos se escucharon, los Elegidos estaban discutiendo entre ellos aquella posibilidad. ¿Estaban dispuestos a renunciar a sus poderes por un tiempo para poder pasar aquella prueba? Sin aquel don mágico otorgado por la diosa ya no serían especiales y tampoco tendrían como defenderse de sus enemigos en un duelo, solo podrían contar con sus propias fuerzas y habilidades.

—¿Cuánto tiempo estaría el Elegido que se decida a sacrificarse sin poder usar el poder? —preguntó Alejandro, acallando las voces de los demás.

—Eso lo decidiremos nosotras—respondió otra de las sirenas. Luego echó un vistazo general a los demás Elegidos que continuaban desconcertados en su sitio—. ¿Nadie es lo suficiente valiente para aceptar este sacrificio?

Hubo algunos minutos de silencio donde cada uno de los jóvenes se debatió entre la posibilidad de renunciar a su respectivo poder o perder el cristal del océano, ambas cosas se veían igual de difíciles. En el fondo tenían miedo.  Ninguno deseaba ceder aquel don que los hacía sobresalir entre los demás y les permitía defenderse de sus enemigos. ¿Qué decisión tomarían? 

—Vaya, al parecer los han sobrevalorado—intervino una de las sirenas al notar que ninguno se decidía—. No son tan valientes como nos dijeron.

—Yo lo haré.

Una voz conocida hizo reaccionar a todos y girarse para observar a la menuda joven que apenas resaltaba entre los demás. Era Jane. Estaba con el ceño fruncido y los labios apretados. Su mirada se clavó en la de la sirena líder.

—¿Qué haces? —la regañó Noah—. Tu poder es importante, no puedes...

—No lo necesito para luchar, así que no me preocupa perderlo—respondió la joven con la misma expresión seria de antes.

—Excelente, aquí tenemos a una chica valiente—rio la sirena y le hizo una seña para que se acercara—. Ven, sellemos nuestro pacto.

Jane intentó avanzar, pero Brayan la tomó del brazo antes de que pudiera moverse siquiera.

—¿Te volviste loca? —susurró para que nadie más escuchara—. No hagas una estupidez de la que después te vas a arrepentir.

—No me arrepiento de las cosas que hago—respondió con sequedad y se liberó de su agarre.

—Jane, piensa bien lo que vas a hacer, sin tu poder tendrás menos ventaja en una batalla—intentó persuadirla Camila, quien estaba considerando las opciones para poder escapar de aquella situación, aunque sabía que no había ninguna.

—No es justo, si Jane renuncia a su poder también deberíamos hacerlo nosotros—opinó Alejandro, indignado ante la idea de no poder encontrar una mejor solución a aquel conflicto.

Más murmullos se escucharon. La desesperación comenzaba a apoderarse del grupo, pero Jane seguía firme en su decisión.

—Si alguien debería renunciar a su poder soy yo—soltó Petter de repente. Los Elegidos enmudecieron tras escuchar sus palabras. ¿De verdad estaba dispuesto a tomar el lugar de Jane? —. Quizás eso ayude a remediar mis errores del pasado. —Miró a Noah con cierta tristeza en sus ojos—. Además, soy el mejor espadachín del grupo, no necesito usar mi poder para defenderme.

—Petter...—murmuró Karla, un poco conmovida por su decisión. Podía leer el arrepentimiento en sus ojos y sus deseos de ser aceptado de una vez por todas en el grupo.

—No, Petter, necesitamos tu poder—respondió Noah con tono cortante—. No dejaré que lo entregues y menos para intentar remediar lo que hiciste en el pasado.

Petter no respondió, sabía que Noah no deseaba perdonarlo y quizás jamás lo haría, aunque demostrara mil veces que estaba arrepentido. Quiso insistir en tomar el lugar de Jane, pero una de las sirenas intervino con voz impaciente.

—Vamos, decídanse de una vez.

Jane miró a sus compañeros con cierta tristeza en el rostro y sonrió para tranquilizarlos. Había tomado una decisión y no pensaba cambiar de opinión, ni mucho menos dejaría que intercedieran por ella. Estaría bien, su poder no la representaba como persona y su ausencia no evitaría que continuara con su labor como Elegida. Resignada, se colocó frente a la sirena y extendió el brazo para que ella pudiera colocarle el sello que inhabilitaría su poder. Dos lágrimas se escaparon de sus ojos, pero las secó enseguida, no deseaba que los demás sintieran lástima por ella o notaran su debilidad. Percibió el tacto frío de la sirena recorrer su piel y un escalofrío la hizo estremecerse. Cerró los ojos, en espera de que comenzara con el hechizo.

—No estoy de acuerdo con esta mierda.

Brayan se había acercado tras empujar a los Elegidos que tenía delante. La sirena se apartó un poco de Jane y fijó su mirada en el muchacho. Estaba con los puños apretados y el ceño fruncido. Parecía querer iniciar una pelea.

—No entiendo por qué tienen que hacer todo tan difícil, no pueden simplemente ponernos a luchar con alguna criatura marina aterradora o con ustedes mismas, estoy seguro que venceríamos sin problemas. ¿Qué necesidad hay de quitarle el poder a alguien?

—Cierra la boca, Brayan—lo cortó Jane tras soltar un suspiro de fastidio.

—¿Quieres luchar? —preguntó la sirena con diversión. Brayan asintió—. Entonces lucha contra tus verdaderos miedos, eso es más interesante que asesinar a criaturas aterradoras.

Brayan se desconcertó un poco

—¿De qué hablas? —preguntó—. Yo no le tengo miedo a nada.

—¿Seguro? —se burló la sirena—. Puedo ver en tus ojos que tienes miedo a muchas cosas, sobre todo a mostrarte vulnerable delante de los demás y que puedan ver tus verdaderos sentimientos y debilidades.

Brayan soltó una carcajada nerviosa. Hasta ese momento nadie había podido indagar tan profundamente en su interior, pero aun así la negación se apoderó de él. No estaba listo para admitir aquellas verdades y menos frente a otras personas.

—No sabes nada sobre mí, solo estás inventando cosas.

—Las sirenas nunca mentimos.

—Brayan—interrumpió Jane con irritación—. Si no vas a aportar nada positivo te pido que cierres la boca y me dejes terminar con esto.

—¿Acaso insinuaste que soy un cobarde? —Brayan encaró a la sirena, ignorando por completo la orden de su compañera. Ella sonrió con ironía—. Quiero tomar el lugar de Jane.

Los Elegidos quedaron atónitos al escuchar las palabras de Brayan. No podían creer que estuviera ofreciéndose a renunciar a su poder sin siquiera dudarlo.

—¿Qué haces, idiota? —gruñó Jane, furiosa—. ¿Quién pidió que te metieras?

Brayan la ignoró. Su mirada se concentró en la sirena líder, quien observaba la escena con interés, pero sin opinar nada al respecto. No pensaba echarse atrás, solo deseaba terminar con aquello de una vez por todas, aunque sabía que no le gustarían las consecuencias.

—Bueno, ¿podemos proceder? —insistió al ver que la criatura continuaba en silencio.

—¿Por qué deseas tomar el lugar de tu compañera? —El Elegido titubeó. La pregunta lo había tomado por sorpresa, miró a Jane y notó que estaba igual de interesada en saber la respuesta. Su mirada se había ablandado un poco, como si comenzara a sentir empatía por él—. Dime la verdad y quizás los perdone a todos.

Brayan quiso responder, pero las palabras se ahogaron en sus labios. Nuevamente sintió su corazón latir desbocado, causándole un poco de dolor de cabeza. ¿Acaso la sirena podía percibir sus temores? Se preguntó mientras la miraba directamente a los ojos. ¿Ella sabría la verdadera razón de su decisión? Era imposible, ni él mismo estaba seguro. Solo sintió el imperioso deseo de sacar a Jane de esa situación. Se golpeó mentalmente por haber sido tan impulsivo, se suponía que no le importaban las misiones y tampoco ninguno de los Elegidos, pero sabía que en el fondo los quería a todos, en especial a aquella estúpida y gruñona chica que nunca dejaba de sorprenderlo.

—Solo quiero demostrar que no soy ningún cobarde—mintió. Eso era más creíble y más acorde con su personalidad.

—¿Es en serio, Brayan? —chilló Jane, cada vez más enojada con su decisión—. ¿Todo esto es para demostrar tu maldita hombría?

—Apártate y déjale estas cosas a los hombres—la cortó el muchacho y se posicionó frente a la sirena.

Jane no insistió, pero estaba con los puños apretados y el ceño fruncido. Deseaba poder golpearlo para que se dejara de estupideces. Los Elegidos continuaban en silencio, cada vez más sorprendidos por lo que sucedía frente a sus ojos. Brayan extendió su brazo y la sirena lo agarró con delicadeza. Luego acarició la piel de su antebrazo con sus afiladas uñas. 

—Recuperarás tu poder cuando puedas admitir tus verdaderos sentimientos frente a los demás—recitó la sirena con voz dulce.

Brayan ahogó un gemido cuando una de las uñas se clavó en su piel y la sirena dibujó en ella dos lunas invertidas. Algunas gotas de sangre se escurrieron por la herida recién hecha y cayeron sobre el suelo del barco. De este modo, el hechizo quedó realizado con éxito. El muchacho observó aquel símbolo con desconcierto. Le costaría asimilar que su poder ya no estaría para protegerlo en las batallas, tendría que valerse de sus propias habilidades humanas y eso le causaba cierta incertidumbre.

—Bienvenidos a nuestro reino, Elegidos—dijeron algunas sirenas al unísono. Por consiguiente, se lanzaron al agua y se perdieron entre las olas.

Los otros Elegidos no reaccionaron al momento, solo miraron a Brayan en espera de que dijera algo relacionado con lo sucedido. Él tenía un dejo de tristeza en sus ojos debido a la pérdida que acababa de sufrir, pero intentó disimularlo a toda costa.

—Bueno, ya se terminó la función, pueden continuar con sus propias vidas—soltó con tono irritado y se apartó de todos, deseaba poder escapar de aquellas miradas lastimeras.

Los demás obedecieron y comenzaron a observar el paisaje, intentando disimular sus propios pensamientos. Jane caminó hacia Brayan, quien ahora se encontraba recostado contra una de las barandillas del barco y observaba el horizonte con fijeza.

—Vienes a darme las gracias—se burló para intentar disimular sus sentimientos.

—¿Por qué hiciste eso? —espetó—. ¿Me dirás la verdad? No creo nada de lo que dijiste.

Brayan resopló y apartó la mirada.

—¿Qué es lo que quieres que te diga? —soltó tras una breve pausa—. Creo que fui bastante claro con la sirena.

—Me niego a creer que hicieras todo esto solamente por resaltar tu ego de macho.

Brayan dio unos pasos hacia ella y la encaró con rostro serio.

—¿No puedes simplemente aceptar mi sacrificio y olvidar este asunto? —gruñó, fingiendo enojo—. Sí, lo hice para demostrar mi ego de macho, ¿feliz? ¿Ya vas a dejar de acosarme?

Jane apretó los puños, ahora si estaba verdaderamente enojada. Por alguna extraña razón deseaba escuchar otra respuesta de su boca, aunque no sabía cuál exactamente. Ahora estaba segura de que nunca la obtendría, Brayan continuaba siendo el mismo arrogante de siempre.

—Maldito idiota—espetó con desdén y le pegó un puñetazo en el hombro con todas sus fuerzas.

Brayan emitió un quejido y se sobó el hombro, sorprendido. En otras circunstancias no hubiese sentido dolor, pero ahora probablemente el golpe le dejaría un lindo moretón de recuerdo. Observó a Jane marcharse, luego dejó escapar un largo suspiro. Acababa de perder su poder indefinidamente y todo por intentar proteger a una estúpida chica.

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