Prueba de lealtad
Se acercaba la hora indicada para comenzar el primer entrenamiento en Arcadia. Camila estaba preocupada, Petter no había aparecido desde la mañana, le costaba creer que se encontrara todavía con Giselle. Tuvo miedo de que algo le hubiera sucedido. Iba caminando por los pasillos del colegio cuando alguien la tomó por el brazo y la empujó hacia uno de los salones. Casi pegó un grito, pero enseguida se dio cuenta de que se trataba de Alejandro. Este le sonreía con picardía.
—¿Qué haces? —Camila respiró profundo, su corazón estaba latiendo a toda velocidad. Preocupada, observó a sus alrededores, por suerte el lugar estaba vacío—. Casi me matas del susto.
—Te extrañaba—respondió Alejandro con despreocupación, luego la acorraló con delicadeza contra una de las paredes del lugar. Ambos comenzaron a besarse—. ¿Cómo haces para que no pueda dejar de pensar en ti ni un segundo? —preguntó tras separarse un poco. Sus ojos parecían brillar de amor y deseo a la vez.
Camila se sonrojó un poco con el comentario y no pudo evitar soltar una risita traviesa. Alejandro volvió a besarla, esta vez de un modo mucho más desesperado. Nuevamente un sinnúmero de sensaciones comenzaron a invadir sus cuerpos, instándolos a ir un paso más allá. Ella exploró con sus manos debajo de la camisa del chico, palpando su abdomen marcado. Alejandro ahogó un gemido, pero la dejó continuar, mientras estrujaba sus caderas con cautela. Quería perder el control y dejarse llevar por lo que estaba sintiendo, pero algo lo hacía dudar, un temor que en ese momento no supo a qué se debía. Se separó un poco, todavía agitado por aquel contacto tan íntimo.
—¿Quieres que me vuelva loco? —preguntó con voz ronca.
Camila apartó su mano. No estaba segura de si quería ir más allá o simplemente juguetear un poco. Estaba demasiado confundida.
—Lo siento...—se disculpó un poco avergonzada. Alejandro le dirigió una sonrisa conciliadora y besó su frente—. Debemos irnos al entrenamiento.
—Claro...—asintió el muchacho, pero no se movió. Volvió a besarla en los labios, esta vez con mucha más suavidad, manteniendo las manos quietas en la cintura de su novia. Cada vez le era más difícil alejarse de Camila, odiaba tener que fingir que no tenían una relación para no levantar sospechas entre los demás estudiantes.
—¿Se puede saber qué hacen?
Una voz enojada los hizo separarse de golpe. Los jóvenes quedaron helados en su sitio al encontrarse con Petter que los observaba con cierto reproche en su mirada. Ambos comenzaron a acomodar sus ropas estrujadas, como si así pudieran ocultar lo que estaban haciendo.
—¿Petter...? —murmuró Camila, un poco avergonzada porque su hermano la pudiera estar observando todo ese tiempo.
—Cualquiera podría haberlos visto aquí—los regañó el muchacho tras atravesarlos con sus ojos verdes—. ¿Acaso no tienen consciencia?
—Fue mi culpa—intervino Alejandro—. No estaba pensando lo que hacía...
—Me di cuenta—asintió Petter con doble intención. Alejandro no pudo evitar sonrojarse un poco.
—Tendremos más cuidado la próxima vez—aseguró Camila para terminar con aquel tema. Luego miró a Alejandro con complicidad—. Nos vemos en el entrenamiento.
Ambos se despidieron con un beso en la mejilla. Petter continuó parado en su sitio, escudriñando a Alejandro con la mirada. Cuando el muchacho quiso marcharse, él lo retuvo, bloqueándole el paso con su cuerpo.
—Sé que quieres a Camila—dijo con voz seria—, pero debes controlar tus impulsos, ¿entiendes? —Alejandro no respondió, solo le clavó sus ojos mieles, un poco incómodo por aquel comentario amenazante—. No quiero que salga lastimada.
—Sabes que jamás la dañaría.
Petter asintió, resignado. No tenía derecho a meterse en aquella relación, pero Camila ahora era su hermana, debía velar por su seguridad.
—No me importa lo que hagan ustedes dos. —Alejandro se estremeció con aquel comentario y sus mejillas se tornaron carmesí—, pero tengan cuidado. En todos los sentidos, ¿entiendes lo que quiero decir?
Alejandro asintió, el corazón le retumbaba en el pecho. Petter relajó un poco su expresión y le hizo un gesto para que lo siguiera.
—Vamos, nos espera una tarde complicada.
...
Los Elegidos se reunieron frente al lago del sector elegido. Iban vestidos con sus ropas habituales de entrenamiento y tenían las armas atadas en sus cinturones. Corazón de la Tierra llegó algunos minutos tarde, acompañado de Braulio. Ninguno sospechó lo que sucedía, pero sí pudieron notar cierto temor en sus ojos.
—Tenemos novedades—dijo sin preámbulos—. Anemith ya sabe la ubicación de los cristales. Por lo que las pruebas se realizarán antes de lo previsto.
—¿Qué quieres decir? —intervino Camila, un poco preocupada.
—No podemos esperar—volvió a decir el anciano tras escudriñar a todos con la mirada—. Braulio ha accedido a que hoy tengan su primera prueba, la prueba impuesta por los gordianos.
Los Elegidos comenzaron a murmurar entre ellos, Corazón de la Tierra levantó la mano para acallar sus voces.
—Todavía no estamos listos...—opinó Leonarda. Aún no comenzaba su entrenamiento, por lo que apenas sabía sujetar una espada.
—Tendrán que estarlo—refutó el anciano con el ceño fruncido—. No tenemos otra opción, hoy debe realizarse la primera prueba. —Los Elegidos se miraron los unos a los otros—. Hay un posible traidor muy cerca, por lo que no podemos arriesgarnos.
—¿Qué? —exclamó Jane—. ¿Otro traidor?
Corazón de la Tierra asintió.
—¿Quién es? —indagó Noah, no pudo evitar dirigir su atención hacia Petter—. ¿Es parte de Los Elegidos?
—No estamos seguros, pero podría ser cualquiera—intervino Braulio que hasta ese momento había permanecido callado e impasible—. Por eso hoy deben demostrar si son capaces de afrontar su deber, deben hacerlo antes de que Anemith se les adelante. —Los Elegidos no respondieron, pero continuaban igual de inquietos—. ¿Creen que tienen todo lo necesario para proteger los cristales?
Ninguno respondió al momento, parecían estar meditándolo muy seriamente. Finalmente, Noah dio un paso al frente, decidido.
—Yo sí—exclamó. Sus ojos azules brillaban como estrellas—. Hice un juramento y no pienso romperlo. En honor a mi padre cumpliré con mi deber hasta la muerte.
Corazón de la Tierra asintió orgulloso y una sonrisa se dibujó en sus labios. Noah llevó la mano derecha hacia su corazón y miró a sus compañeros. Enseguida los demás comenzaron a acercarse, un poco conmovidos, pero dispuestos a darlo todo por obtener el cristal de los gordianos. Solo Drake permaneció en su lugar, negando con la cabeza y con el ceño fruncido.
—No pienso hacerlo—dijo cuándo todos lo miraron—. Esto es una total locura. No pueden mandarnos a una prueba incierta sin siquiera saber luchar. —Corazón de la Tierra lo escuchó con atención, no quiso contradecirlo—. Además, poco me importan los cristales y todas estas tonterías.
—¿Se supone que este chico es un Elegido? —bufó Braulio de forma burlona—. Dejas muy mal parado a tus antepasados.
—¿Crees que me importa? —respondió con desdén—. Ustedes y su mundo de fantasía me importan un carajo.
Los Elegidos estaban atónitos, no podían creer lo que escuchaban. Drake nunca había hablado desde que se unió al grupo, pero no parecía estar interesado en nada referente a la magia.
—Eres un elegido, Drake—intervino por fin Corazón de la Tierra con voz pausada—. Intenta acostumbrarte a esa idea y únete a nuestra lucha. Te necesitamos.
Drake vaciló un poco, pero terminó negando con la cabeza.
—No cuenten conmigo.
Sin decir más, el muchacho dio media vuelta, listo para marcharse, pero una voz lo hizo girarse de golpe.
—¡Eres un cobarde! —Diana Valentina estaba en el medio del grupo con los labios apretados y una expresión enojada—. ¿Crees que es fácil para nosotros asimilar lo que somos? —Drake quiso decir algo, pero no fue capaz de hablar en ese momento—. Todos tuvimos miedo la primera vez, pero no nos hemos echado atrás como cobardes. Hemos enfrentado a nuestros enemigos sin miedo. Tú deberías hacer lo mismo y dejar de hacer pataletas como un niño inmaduro.
Los otros Elegidos quedaron estupefactos ante la intervención de Diana, incluso Corazón de la Tierra se mostró sorprendido por el ímpetu que tenían sus palabras. Drake la miró por unos segundos más y soltó una carcajada.
—Eres patética—se burló, luego dio media vuelta para marcharse.
Diana sintió como si la hubieran golpeado en el estómago. Sin saber por qué, las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. La opinión de Drake no debería importarle, pero aun así tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantenerse impasible, en su interior solo podía pensar en golpearlo.
—Déjalo que se vaya—sugirió Alejandro para tranquilizar a su compañera—. No lo necesitamos.
Minutos después, los Elegidos se dirigieron hacia el sector de los gordianos. Allí los recibieron un grupo de criaturas que parecían ser los guerreros de Braulio, tenían una mirada solemne, aunque la duda se podía ver reflejada en sus ojos. Eran los guardianes del cristal, por lo que estaban enterados de la prueba y habían preparado todo para que saliera perfecta. Ellos saludaron a los Elegidos con una inclinación de cabeza y les desearon suerte.
—Por fin un poco de reconocimiento a nuestra labor—comentó Lucas tras unas palmaditas animadas.
—Espero que podamos regresar como héroes y no como mártires—dijo Brayan a modo de broma, pero todos se estremecieron.
Se encontraban en una habitación de tamaño mediano que no tenía muebles ni decoraciones. Los Elegidos estaban cada vez más nerviosos y preocupados, solo podían observar los rostros de los gordianos y preguntarse qué peligros los acechaban. Braulio se colocó frente al grupo y comenzó a hablar.
—Como ustedes saben, la prueba de los gordianos será una prueba de lealtad, lealtad a la magia, a los cristales y también a sus compañeros. Es lo único que necesitaban saber por ahora. — Al ver que Los Elegidos no respondían, continuó con su discurso—. Quiero desearles suerte a todos.
—Tengo una duda—interrumpió Karla—. ¿No puede decirnos algún otro detalle? Siento que nos está mandando a un lugar incierto.
—Lo único que puedo decirles es que detrás de estas puertas—señaló a una puerta grande que estaba a su derecha— hay un laberinto. —Los Elegidos se miraron de nuevo, un poco intimidados por lo que aquello significaba—. Tendrán que tomar el camino que les corresponde a cada uno y así comenzará la prueba.
Finalmente, los chicos asintieron y las puertas se abrieron para ellos. Había llegado el momento de enfrentarse a la primera prueba, pero sus corazones se encontraban desbocados dentro de sus pechos y sus almas intranquilas. ¿Serían capaces de salir victoriosos?
Lo primero que vieron fueron los muros de metal del laberinto que casi llegaban hasta las nubes, no podrían escapar una vez que estuvieran dentro ni tampoco visualizarlo desde arriba. Había una serie de entradas, por lo que el primer conflicto que tuvieron fue saber cuál camino debían tomar. Se quedaron unos segundos contemplando el lugar, indecisos.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Jane. Los demás se encogieron de hombros, igual de perdidos.
Noah estaba examinando las entradas con detenimiento, en busca de algún indicio que les indicara hacia dónde debían ir.
—No podemos quedarnos aquí para siempre, así que tendremos que decidirnos por cualquiera de estas—opinó Brayan y caminó hacia una de las entradas.
—Espera, Brayan...
Noah intentó retenerlo, pero fue demasiado tarde. El muchacho había atravesado el umbral de una de las entradas, pero una fuerza sobrenatural lo empujó hacia atrás, dejándolo tirado en el suelo. Brayan soltó un gruñido de dolor. Los demás se acercaron para ayudarlo a levantarse.
—Debemos descubrir cómo entrar sin que nos pase esto—comentó Noah y se acercó lo más posible a una de las entradas, intentando encontrar una solución. Entonces se acordó de un hechizo que quizás podría servir en aquellos casos—. dunnamus revelati— murmuró.
De pronto, un manto transparente apareció frente a cada una de las entradas, al parecer el laberinto tenía una barrera de protección.
—Ahora sabemos que hay una barrera, solo falta descubrir cómo pasarla— soltó Lucas con algo de desganó en su voz.
—¿Podríamos usar otro hechizo para eliminarla? —preguntó Leonarda dirigiéndose hacia Noah, este negó con la cabeza.
—No creo que se pueda burlar con un simple hechizo—opinó—. Tiene que haber algún tipo de truco.
—La prueba que estamos realizando es para demostrar nuestra lealtad hacia la magia, así que quizás la forma de burlar la barrera tenga que ver con eso—sugirió Camila.
Entonces Noah tuvo una idea. Con cuidado extendió su mano izquierda hacia la barrera de poder y dejó que una corriente dolorosa atravesara su cuerpo. Soltó un gruñido, pero no apartó la mano, intentó concentrarse para decir las palabras finales del juramento de los Elegidos. En cuanto terminó, la barrera se desvaneció por completo. Noah dejó escapar un gemido y agarró su brazo, el que apenas era capaz de mover. Entonces unas luces iluminaron el laberinto, mostrando algunos símbolos que representaban a cada poder elegido.
—¿Estás bien? —preguntó Camila al notar que su amigo se hallaba magullado. Noah asintió y comenzó a mover los dedos con cuidado, intentando disipar el dolor de sus articulaciones. Su brazo hormigueaba como si acabara de recibir una fuerte corriente eléctrica.
—Ahora sabemos por dónde debemos ir—comentó César. Cada una de las entradas tenía cuatro símbolos —. Es momento de seguir.
Cada uno de los Elegidos comenzó a buscar el símbolo que representaba a su respectivo poder. En ese momento todo comenzó a complicarse aún más porque el laberinto pareciera poder leer sus pensamientos y desear ponerlos en la peor de las situaciones.
En la primera entrada debían avanzar juntos Noah, Petter, Leonarda y Karla. Enseguida la tensión se apoderó de los cuatro Elegidos, en especial de Noah, que lo último que deseaba era trabajar en equipo con Petter.
—No puede ser—gruñó sin poder dejar de mirar al otro muchacho—. Esto tiene que ser una broma.
Petter no respondió, decidió darle tiempo para que asimilara aquella realidad. Las otras dos chicas permanecieron calladas, en espera de que Noah tomara una decisión.
—No pienso hacer esto.
Noah negó con la cabeza, indeciso, sin dejar de mirar la entrada del lugar. Petter continuó impasible, aunque la vergüenza y la culpa encogían su corazón.
—Noah, debes hacerlo—comentó Karla, intentando romper la tensión del momento. El muchacho la atravesó con sus ojos azules.
—¿Crees que es fácil? —gruñó. Las lágrimas amenazaban con escaparse de sus ojos—. Mi padre está muerto por su culpa. ¿Acaso nadie se acuerda de eso ya?
Hubo un breve silencio, pero Leonarda decidió intervenir. Los otros Elegidos se habían marchado, no podían quedarse allí mucho tiempo más.
—Debemos dejar nuestras diferencias de lado y continuar—opinó con voz seria—. No podemos arriesgarnos a perder el cristal.
Noah respiró hondo varias veces para poder calmarse. Tenía el rostro empapado de lágrimas y el corazón encogido, cada vez que pensaba en su padre solo podía sentir deseos de venganza, aunque en el fondo sabía que no era capaz de dañar a nadie. Le echó una última mirada a Petter, quien permanecía callado en su sitio, luego caminó hacia el interior del laberinto. Debía cumplir con su deber costara lo que costara. Los demás lo siguieron en silencio.
...
Alejandro, Brayan, Lucas y Jane se encontraban transitando el mismo camino dentro del laberinto. Aquel lugar parecía un desierto, no se escuchaba ni un ruido y tampoco había ningún indicio del cristal. Después de algunos minutos avanzando comenzaron a preguntarse cuál era el sentido de aquella prueba.
—Estamos dando vueltas en círculos—protestó Brayan, un poco cansado de caminar sin un rumbo aparente.
—Cierra la boca, Brayan—gruñó Jane. El muchacho le dirigió una mirada asesina—. Deberíamos hacer marcas para saber por dónde vamos, de lo contrario nos perderemos.
—Es una buena idea—reconoció Alejandro—. Intentaré usar mi poder para encontrar la salida, ustedes vayan marcando cada tramo del laberinto.
Brayan comenzó a rayar las paredes del lado derecho con su espada, mientras Jane hacía lo mismo por el izquierdo. Alejandro se adelantó para comenzar a explorar cada tramo del laberinto en busca de algún indicio del cristal. Entonces un grito lo hizo detenerse de golpe. Intentó agudizar sus sentidos para entender lo que sucedía, pero nuevamente solo había silencio. Caminó más despacio por los corredores desolados, hasta escuchar una voz desesperada que lo llamaba.
—¡Ale! —El corazón del muchacho se paralizó—. Ayúdame, por favor.
Pudo reconocer la voz de Camila, por lo que un terror desesperante lo invadió. Comenzó a correr a toda velocidad, intentando encontrarla. Poco a poco los gritos se escucharon más cerca, hasta que al doblar en uno de los pasillos divisó a la muchacha. Estaba sentada en el suelo. Alejandro corrió hasta llegar hacia ella. Ambos se abrazaron.
—Cami, ¿estás bien? —preguntó cuando pudo separarse de ella. Luego comenzó a examinarla con cuidado. Tenía una herida bastante profunda en la pierna —. ¿Dónde está tu grupo?
—Me perdí...
De pronto, otra voz hizo que Alejandro se girara de golpe. No podía creer lo que sus ojos veían. Rosman estaba parado frente a él y lo observaba con una sonrisa maliciosa.
—Qué bueno verte, Alejandro.
Alejandro empuñó su espada y amenazó a Rosman con ella. Una carcajada estremeció las paredes del laberinto.
—¿Crees que puedes vencerme con una simple espadita?
—Pruébame—gruñó Alejandro y dio un paso al frente. Debía proteger a Camila a toda costa.
—Tendrás que vencerla a ella primero—sonrió Rosman y señaló hacia Camila.
Alejandro se giró, para su sorpresa Camila se encontraba de pie. La lesión en su pierna continuaba sangrando, pero ya no parecía impedirle caminar. Tenía su espada en la mano y una sonrisa en el rostro. Enseguida le lanzó un ataque al muchacho con la intención de herirlo, pero por suerte él pudo esquivarlo a tiempo. Alejandro retrocedió algunos pasos, confundido, no comprendía lo que estaba pasando.
—¿Cami? —preguntó con voz entrecortada sin poder dejar de mirar a su novia. Camila volvió a atacarlo, esta vez la espada rozó el pecho de Alejandro con la punta. El muchacho logró apartarse, pero sintió el ardor quemar su piel. Algunas gotas de sangre mancharon su traje—. Camila, soy yo. ¿Qué demonios te pasa?
—Camila está de mi lado, Alejandro. —Rosman volvió a hablar. El muchacho lo miró, incrédulo. No, eso era imposible. Camila jamás traicionaría a los Elegidos—. Y lo mejor de todo es que ella tiene el cristal, si quieres tenerlo tendrás que matarla.
Alejandro volvió a mirar a Camila, parecía estar tranquila, esperando las ordenes de Rosman. Entonces intentó poner en orden sus pensamientos. ¿Camila era una traidora o estaba siendo manipulada por Rosman? La segunda posibilidad era mucho más factible, pero de ser cierto eso, no podría dañarla, mucho menos matarla. Otro ataque lo hizo espabilarse, nuevamente sintió ardor, pero esta vez en su brazo. Camila lo había herido y ahora la sangre salía a borbotones por el tajo. Intentó comprimir la hemorragia, pero no tuvo tiempo, ella continuó asediándolo, por lo que usó su velocidad para mantenerse alejado.
—Rosman, termina con esto—gruñó, furioso—. Sabes que nunca te dejaremos tener el cristal. Saca a Camila de tus cochinos planes.
Otra carcajada, Rosman continuaba impasible en su sitio. Alejandro siguió esquivando los ataques, en espera de alguna solución para aquel conflicto.
—Ya te lo dije, debes matarla si quieres ganar.
—No voy a hacerlo—negó Alejandro y volvió a fijar su mirada en Camila, que estaba cada vez más decidida a liquidarlo—. Cami, mírame, soy yo...Mírame, por favor.
—Eres un tonto, Alejandro—bufó Camila y se detuvo. Alejandro no podía creer sus palabras. Algo volvió a oprimir su corazón—. ¿Creíste que de verdad te quería?
Alejandro se tambaleó emocionalmente, su desconcierto fue utilizado por Camila para empujarlo de una patada y dejarlo inutilizado en el suelo. La espada había caído a unos pasos de ellos, por lo que el muchacho estaba indefenso. Ella colocó la bota sobre su abdomen, al tiempo que le rozaba el cuello con su arma.
—Cami...—murmuró Alejandro, las lágrimas picaban en sus ojos—. ¿Qué te sucede?
—Que tonto eres, muchacho—se burló Rosman—. ¿Acaso crees que alguien podría quererte? —El corazón de Alejandro se aceleró de golpe—. Ni siquiera tu madre te quiso. Te dejó tirado como a un perro y tu padre...—El rey hizo una pausa, su sonrisa era cada vez más amplia—. Ese tampoco te quiso.
Alejandro tenía la respiración agitada, las lágrimas comenzaron a mojar sus mejillas. Rosman tenía razón, nadie lo quería de verdad, ni siquiera Camila lo había querido...Toda su vida era una mentira, estaba destinado al sufrimiento.
—Soy una princesa, no puedo enamorarme de un pobre plebeyo como tú—se rio Camila, continuaba apuntándole con la espada—. ¿Crees que alguien te va a querer de verdad? Obviamente no, ni siquiera Antonella te quiso, porque no vales nada y eso nunca cambiará —Alejandro estaba agitado, todas aquellas palabras dolían en lo más profundo de su corazón—. Tu madre adoptiva tenía razón, eres una basura igual que tu padre.
Aunque Alejandro se encontraba experimentando la peor tortura de su vida al escuchar aquellas palabras de la boca de su novia, algo lo hizo reaccionar de golpe, como si lo acabaran de sacudir con violencia. Camila no tenía por qué saber aquellos detalles porque nunca se los había contado. Jamás habló sobre lo sucedido con Antonella ni tampoco reveló los insultos que usaba su madre para torturarlo. ¿Qué era todo eso? ¿Una alucinación, un truco de los gordianos? Con brusquedad, torció las piernas alrededor de las de Camila y con un movimiento ágil la hizo caer al suelo, luego agarró su brazo y se lo torció, logrando quitarle la espada. Ella gritó de dolor.
—¿Quién eres? —preguntó, exasperado. Camila lo miró con sus habituales ojos tiernos, el muchacho tuvo que hacer un gran esfuerzo para no dejarse llevar por aquella mirada inocente—. Dime quien eres o te mataré.
—Ale, soy yo, soy Camila—murmuró—. Perdóname...
Alejandro no pensaba volver a confiar. Debía encontrar el modo para descubrir aquel misterio. Entonces tuvo una idea. Solo había una forma de saber si ella era la verdadera Camila.
—Usa tu poder—le ordenó con rostro serio. Camila titubeó, como si no supiera qué hacer exactamente—. Vamos, hazlo—gruñó Alejandro, impaciente.
—No puedo—tartamudeó la joven.
Alejandro evaluó su expresión por algunos segundos más, pero ahora sabía lo que tenía que hacer. Ya no tenía dudas.
—Tú no eres Camila—sentenció y clavó la espada en su abdomen.
Camila gritó, pero enseguida su voz comenzó a volverse diferente, como si se tratara de un alma en pena. Su cuerpo empezó a adquirir una tonalidad transparente hasta convertirse en una masa viscosa sin forma que se escurrió entre los dedos de Alejandro. El muchacho quedó atónito con lo que presenciaban sus ojos, pero por fin pudo respirar aliviado. Entonces encontró un cristal de color naranja que se hallaba tirado en el medio del charco de baba. Lo tomó entre sus dedos ensangrentados y lo guardó en su bolsillo. Miró a sus alrededores, el supuesto Rosman había desaparecido. Ahora debía encontrar el camino de vuelta, pero al intentar levantarse se tambaleó. Un dolor agudo recorrió su abdomen, al parecer aquella cosa lo había herido cuando intentó neutralizarla. Levantó su camiseta, preocupado, tenía un tajo profundo justo al lado de su ombligo y estaba perdiendo mucha sangre. Debía lograr escapar de allí a tiempo o terminaría desmayándose.
...
Petter, Noah, Karla y Leonarda llevaban casi media hora caminando por el laberinto y creían estar perdidos, a pesar de que también estuvieron marcando las paredes. Iban en silencio, la tensión aumentaba mientras más tiempo pasaban juntos. De pronto, sintieron un ruido que los hizo detenerse de golpe.
—Alguien nos sigue—observó Petter, al tiempo que llevaba la mano a su espada. Los demás comenzaron a ponerse nerviosos y sacaron sus armas—. Voy a mirar.
Petter caminó algunos pasos, los otros Elegidos quedaron en el mismo lugar, en espera de cualquier eventualidad. Entonces una figura desconocida apareció por uno de los pasillos laterales del laberinto y se acercó al Elegido. Él estaba de espaldas, pero enseguida pudo sentir su presencia, por lo que se giró de golpe. Su sorpresa fue mayúscula al encontrarse con Vivian que lo observaba con una expresión conmovida.
—¿Madre? —murmuró Petter, asustado. Por un momento pareció olvidar que había visto a Vivian morir, por lo que bajó la espada, indeciso—. ¿Realmente eres tú?
—Ven aquí, hijo—respondió ella con una sonrisa y abrió sus brazos.
Los Elegidos pudieron ver cómo una figura de aspecto viscoso se acercaba a Petter, esperaron que él reaccionara y la atravesara con su espada, pero al verlo bajar la guardia y aproximarse al enemigo, comenzaron a inquietarse.
—¿Qué hace? —se preguntó Noah en voz alta.
Para entonces, Petter ya se encontraba muy cerca de la figura y parecía estar a punto de echarse a llorar, como si estuviera pasando por una gran angustia. Noah supo que algo andaba mal, debía intervenir antes de que fuera tarde.
—Petter. ¡Aléjate! —gritó Noah desde su posición. En ese momento ni siquiera pensó en que Petter era la persona que más odiaba en el mundo después de Rosman.
Petter apenas reaccionó, estaba demasiado fascinado por aquella aparición milagrosa. La criatura aprovechó su distracción para atacarlo. Logró cortarlo en el pecho con sus garras tras un movimiento ágil, haciendo que el muchacho se tambaleara. Karla gritó, asustada. Noah sacó su pistola y le disparó a la entidad antes de que pudiera volver a herirlo. Petter cayó sentado en el suelo, la sangre comenzaba a manchar su traje. Los otros Elegidos se acercaron corriendo.
—¿Estás bien? —lo sacudió Karla. Petter apenas la miró, continuaba conmocionado—. ¿Qué sucedió?
—Mi madre...la vi—balbuceó, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
—Esa cosa no era tu madre—interrumpió Noah. Petter lo miró sin comprender—. Era un golgen.
—¿Qué es eso? —preguntó Leonarda, confundida.
—Es un demonio que puede leer nuestra mente, por lo suele convertirse en personas que queremos para confundirnos—explicó Noah con rapidez.
Petter dirigió su mirada hacia el charco de baba que alguna vez tuvo el aspecto de su madre. Entonces, un gruñido de dolor los hizo reaccionar. Noah cayó de rodillas al suelo, una daga se había clavado en su espalda. Cinco golgen aparecieron. Karla se adelantó. Enseguida logró atravesar a uno con su espada, pero el segundo la cortó en el brazo. Petter ya se había levantado y puso a Leonarda detrás de él, temía que pudieran dañarla porque no sabía luchar. Luego comenzó a enfrentarse a los golgen con ayuda de Karla, en pocos minutos lograron acabar con todos.
—Buen trabajo. —Petter le dirigió una mirada orgullosa a Karla, ella se sonrojó—. Has mejorado.
—Chicos...—Una voz los hizo reaccionar y girarse de golpe. Leonarda estaba agachada en el suelo junto a Noah, quien se encontraba gravemente herido—. Noah está mal.
Los dos chicos corrieron hacia el muchacho. Petter se agachó y sacó una daga de su bolsillo para cortar el traje de Noah, así podría examinar mejor la herida. Contuvo la respiración al ver la gravedad de la situación. Debía actuar rápido o Noah moriría desangrado.
—Hay que sacarla antes de moverlo—comentó—. Sujétenlo—les ordenó a las chicas. Ambas obedecieron.
Petter sacó el puñal. Noah reaccionó y soltó un quejido de dolor. La sangre comenzó a brotar de un modo espeluznante. El otro Elegido utilizó la tela del traje para presionar la herida, así podría detener un poco la hemorragia. Luego hizo un hechizo de vitalidad.
—Hay que sacarlo de aquí—dijo Karla, cada vez más preocupada.
Petter sujetó a Noah y lo puso bocarriba. El muchacho volvió a gemir, luego lo miró con sus ojos azules que estaban comenzando a perder el brillo. Apenas era capaz de mantenerse consciente.
—Voy a cargarte—le informó.
Noah negó con la cabeza, desesperado. Una tos seca obstruyó su garganta y lo hizo soltar otro quejido de dolor.
—No, déjame aquí—murmuró con dificultad cuando logró hablar.
Petter lo ignoró. Con cuidado lo tomó por los hombros para intentar levantarlo. Noah protestó, algo molesto.
—Lo último que quiero es deberte nada.
—Ya tendrás tiempo de lamentarte por esto más tarde—respondió Petter con sequedad. Luego le hizo un gesto a Karla para que lo ayudara a colocar al muchacho sobre su espalda.
Noah terminó resignándose y, en cuanto estuvo seguro sobre los hombros de su compañero, perdió el conocimiento. Petter caminó con dificultad. Cada paso era una tortura, la herida en su pecho continuaba sangrando y comenzó a debilitar sus fuerzas, aun así, estaba decidido a no rendirse. Llevaría a Noah hasta la salida del laberinto sin importar el sacrificio. Se lo debía a Emilio.
...
Camila se encontraba parada en la salida del laberinto, junto a otros Elegidos. Casi habían pasado dos horas desde que comenzó la prueba y aún faltaban algunos chicos por llegar, eso la tenía preocupada. Entonces divisó tres siluetas que avanzaban por uno de los pasillos. Eran Jane, Brayan y Lucas.
—¿Están bien? —preguntó ella, ansiosa. Luego buscó con la mirada a su novio—. ¿Alejandro no entró con ustedes?
—Sí, pero hace casi una hora que se fue a explorar el laberinto y nunca más regresó—explicó Jane—. Creo que se perdió.
Camila respiró profundo, quería poder regresar a buscarlo, pero no estaba permitido. Entonces, se escuchó un llamado de auxilio en otras de las entradas. Asustada, corrió hacia allí. Karla y Leonarda llegaron primero, pero detrás avanzaba Petter con Noah en los hombros. Camila casi ahogó un grito al notar la sangre que manchaba todo su traje de entrenamiento.
—¿Qué sucedió? —preguntó, dirigiéndose a Karla.
—Nos atacaron unas criaturas extrañas—explicó la chica con rapidez—. Noah está malherido.
Los gordianos aparecieron entonces y colocaron a Noah sobre una camilla. El muchacho se encontraba inconsciente y con el rostro muy pálido. Camila se estremeció, tuvo miedo de que no sobreviviera. Petter se tambaleó, Karla tuvo que sujetarlo para que no cayera.
—¿Te sientes bien? —preguntó, preocupada.
Petter asintió, aunque se encontraba demasiado mareado cómo para continuar caminando. Camila se acercó y ayudó a Karla para poder trasladarlo hasta dónde estaban los gordianos.
—Yo estaré bien—masculló Petter con una sonrisa en los labios—. Solo espero que Noah lo esté.
Tras pronunciar aquellas palabras, el muchacho se desplomó. Las dos chicas comenzaron a gritar pidiendo ayuda. Los gordianos se acercaron corriendo y lo llevaron hacia la enfermería para que las hadas lo curaran.
—Que tonta he sido—murmuró Karla entre lágrimas. Todos aquellos temores que la habían separado de Petter ahora le parecían insignificantes. Su corazón solo podía pensar en que estuviera a salvo.
Camila quiso correr para acompañar a su hermano, pero su corazón estaba dividido. Alejandro todavía no llegaba. Quedó en el mismo sitio, frotándose las manos con ansiedad. Entonces, escuchó los murmullos de los Elegidos que anunciaban que algo sucedía. Fue hacia el grupo, desesperada. Alejandro se acercaba con paso débil, casi tambaleándose. Camila corrió para recibirlo. Él se aferró a sus hombros, aliviado de encontrarla bien.
—Lo tengo—murmuró. Luego colocó el cristal en la palma de la mano de Camila—. El cristal es nuestro.
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