Prueba de bondad

—La leyenda cuenta que cuando Arcadia fue fundada, a cada reino mágico se le otorgó un lugar donde establecer sus leyes y costumbres. Las sirenas tuvieron el mar, los gordianos la ciudad, los inframundos el subsuelo, los magos el palacio y a las hadas se les otorgó una gran extensión de tierra vacía y árida. Ellas enseguida utilizaron sus poderes para establecer su pueblo, llenaron el lugar de flores, árboles y praderas. También, crearon un bosque impenetrable al que llamaron "el bosque de los mil árboles". Un sitio que nadie se atrevía a visitar sin ser invitado. Allí es donde Aurora, la reina de las hadas, escondió el cristal para que nadie pudiera tomarlo por la fuerza. Ahora solo ustedes tienen permitido realizar la prueba de bondad y obtener ese cristal.

—Mi poca experiencia me dice que cuando un lugar tiene esas características lo mejor es no molestar y retirarse a tiempo—opinó Lucas con voz temblorosa.

Los Elegidos se encontraban parados todos juntos frente a la entrada del misterioso bosque. Una brisa tenebrosa azotó sus cuerpos y casi los hizo retroceder.

—De algún modo el cristal escogerá a su portador, por lo que no deben preocuparse—explicó Corazón de la Tierra—, pero antes, el bosque los pondrá a prueba para ver si son dignos de obtenerlo. No será fácil, pero estoy seguro que lo conseguirán.

—¿Entonces Anemith y Rosman no están allí? —preguntó Leonarda. Se veía tan asustada como el resto del grupo.

—No lo sé, pero ellos ya saben que el cristal está en el bosque, es probable que vayan a por ustedes cuando lo obtengan.

Los Elegidos asintieron, ya estaban casi listos para partir a pesar de que sus piernas se negaban a avanzar. Corazón de la Tierra observó a Alejandro y a Camila que estaban cerca uno del otro.

—Utilicen el poder de sus reliquias si es necesario, puede ser de utilidad.

—No tengo idea de cómo funciona el cristal—objetó Alejandro.

—No te preocupes, tu poder se activará en el momento necesario.

Alejandro asintió, tenía el cristal en uno de los bolsillos de su traje de entrenamiento y esperaba que usarlo fuera tan fácil como lo había explicado el mago. Camila frotó el brazalete que estaba en su muñeca y esperó no tener que utilizarlo, sabía que su poder era demasiado impredecible y podía lastimarla si no lograba controlarlo correctamente.

Finalmente, Los Elegidos caminaron hacia el bosque con sus corazones retumbando dentro de sus pechos y en poco tiempo se perdieron entre la maleza.

Una vez dentro, se encontraron con un montón de árboles cuyas copas apenas eran visibles debido a su altura. Los Elegidos desenvainaron las espadas, en espera de cualquier eventualidad. El lugar permanecía en penumbras, solo algunos rayos de sol se colaban entre las ramas e incidían sobre el suelo. Reinaba una extraña quietud que los hizo relajarse un poco, a pesar de que el lugar parecía estar consumido por un aura sombría.

—Intenten no separarse—sugirió Noah que estaba a la cabeza del grupo—. Siento que no estamos solos.

—Cierra la boca, Noah, no me pongas más nervioso de lo que estoy—lo regañó Lucas con nerviosismo. La espada temblaba en su mano—. Odio este tipo de lugares, espero que no haya leones o rinocerontes o...

—Es un bosque, Lucas, no un zoológico—lo cortó Brayan a punto de perder la paciencia.

Noah los hizo callarse con un siseo. Había escuchado un ruido, pero desapareció en cuanto volvieron a estar en silencio.

—¿Qué sucede? —preguntó Camila, nerviosa.

—Creí escuchar...

—Estás paranoico, Noah—le reclamó Brayan.

De pronto, alguien gritó y todos se giraron, sobresaltados. Jane acababa de ser arrastrada por la rama de un árbol que amenazaba con llevársela lejos de allí. La chica intentó sujetarse de algo, pero la fuerza del árbol  era implacable. Alejandro utilizó su velocidad para llegar hasta ella y agarrarla del brazo, pero tampoco fue capaz de frenarlo. Ambos comenzaron a ser arrastrados hacia un destino desconocido. Cuando los demás quisieron ayudar, otras ramas se escurrieron entre la maleza y apresaron a todos los que pudieron. Algunos quedaron atados en los troncos sin poder liberarse, otros fueron suspendidos en el aire, mientras los más hábiles utilizaban sus espadas para cortar las raíces rebeldes.

Brayan corrió hacia Alejandro y Jane, esquivando las ramas que amenazaban con apresarlo. Logró encontrarlos a tiempo. Alejandro sujetaba a la muchacha por la mano, pero las raíces continuaban jalándola hacia un agujero en la tierra. El muchacho tenía la mitad de su cuerpo dentro y a duras penas resistía sin soltarla. Jane gritaba desesperada, aferrada a su mano. Brayan se precipitó hacia el hueco y la tomó del brazo justo antes de que el otro Elegido cediera debido a la fuerza descomunal de las raíces.

—No me sueltes, por favor—lloriqueaba ella, aterrada.

—No lo haré—sentenció el muchacho con voz firme—. Aférrate a mi brazo—le ordenó.

Jane intentó calmarse y apretó con ambas manos el brazo fornido de su compañero. Él utilizó su poder para sacarla de allí lo antes posible, por suerte para ambos, su fuerza era mayor a la de las raíces. Cuando la joven estuvo afuera no pudo evitar aferrarse al cuello de su compañero y comenzar a llorar. Brayan quedó inmóvil, sin saber exactamente qué hacer, nunca había consolado a una chica. Alejandro los observó, todavía conmocionado por todo lo ocurrido, su brazo sangraba debido a las uñas de Jane que habían desgarrado su carne. Los gritos  de los demás los hicieron reaccionar de golpe.

—Iré a ayudar a los demás—informó Alejandro tras levantarse del suelo. Luego tomó su espada que estaba a unos pasos de allí y se marchó a toda velocidad.

Brayan quiso seguirlo, pero todavía tenía a Jane enroscada en su cuello. La chica apenas comenzaba a reponerse del susto, por lo que se apartó un poco avergonzada y secó sus lágrimas. El muchacho se levantó del suelo con rapidez y le extendió una mano para ayudarla a levantarse.

—Vamos, antes de que te rapte un rinoceronte y tenga que volver a defenderte.

Jane le dirigió una mirada enojada y le dio un manotazo en la mano.

—Puedo sola—gruñó. Se levantó, intentando aparentar normalidad y lo empujó para poder abrirse paso en el bosque.

Brayan frunció el ceño, un poco enojado. Tomó su hacha que estaba tirada cerca de allí y la siguió, debía cerciorarse de que no volvieran a capturarla.

—Ni siquiera un: "Gracias Brayan, fuiste muy valiente"—murmuró con los puños apretados—. Todas son iguales.

Cuando llegó a donde ocurría la batalla se encontró con un panorama casi irreal. Los árboles parecían haber cobrado vida, por lo que sus raíces atacaban a los Elegidos como si fueran dedos filosos. Camila, Alejandro, Noah, Giselle y Petter utilizaban sus espadas para cortar las ramas y liberar a los otros chicos. Diana, César y Milena estaban atrapados y comenzaban a quedarse sin aliento. Leonarda utilizaba su poder para destruir alguna de las raices, pero cada vez se volvían más y más fuertes.

Tras una incanzable lucha por derrotar a la naturaleza, el bosque pareció ceder. Los Elegidos aprovecharon de tomar un poco de aire, pero la tranquilidad no duró mucho. Diana soltó un gruñido de dolor y cayó al suelo.

—¿Qué mierda...? —exclamó Petter, pero antes de que pudiera terminar de hablar, una espina de gran tamaño se clavó en su espalda y lo hizo tambalearse. Karla, que estaba a su lado, se aproximó para ayudarlo, pero el chico cayó de bruces al suelo.

Los otros Elegidos no pudieron reaccionar, más espinas salieron disparadas hacia ellos. Noah gritó para que se agacharan, César también resultó herido. Cuando la ráfaga cesó, los otros chicos corrieron para socorrerlos.

—Petter...despierta—lo sacudió Karla. El muchacho reaccionó, pero no pudo hablar, su cuerpo se había quedado rígido y sus dientes apretados. Sentía dolor en las articulaciones  y algunas convulsiones lo hicieron gruñir—. ¿Qué te pasa? 

Noah se acercó corriendo y comenzó a examinarlo. Su padre le había hablado de aquellas plantas que solo existían en Arcadia y que expulsaban espinas venenosas con distintos efectos secundarios. La única manera de parar los síntomas era sacar la espina y contrarrestar el veneno con otra planta, lo que debía hacerse cuanto antes o podía ser fatal. De pronto, las ramas amenazaron con atacarlos de nuevo. El muchacho maldijo para sus adentros.

—Escuchen—gritó para que todos prestaran atención—. Debemos actuar con rapidez y trabajar en equipo. —Los chicos asintieron, mientras empuñaban sus espadas para enfrentarse a las raíces nuevamente—. Los que puedan luchar deben impedir que las raíces lleguen hasta aquí y necesito a cuatro personas que me ayuden a curar a los heridos. —Los elegidos titubearon, asustados—. ¡Rápido! —ordenó.

Camila, Giselle, Leonarda, Karla y Jane se acercaron para ayudar, mientras los demás se enfrentaban a las raíces o hacían un campo de poder para proteger a los heridos. Dos de las chicas arrastraron a Diana y a César para colocarlos cerca de Petter, luego esperaron las instrucciones de Noah.

—Encuentren dónde está la espina—ordenó el muchacho—. Debo buscar tres azunes, solo eso podrá eliminar el veneno de sus cuerpos.

—Conozco esa planta—interrumpió Jane. Había aprendido un poco de herbología con las hadas en Arcadia—. La encontraré lo más rápido posible.

La joven se marchó, estaba convencida que si el bosque les había puesto esa prueba también les daría la solución.

—Desvístanlo—ordenó Noah y señaló hacia Petter—. Hay que encontrar la espina.

Camila y Karla sentaron al muchacho y comenzaron a quitarle la camisa con desesperación. César soltó un aullido, todos se detuvieron para observarlo. El chico tenía la piel llena de ronchas y sentía demasiada picazón, por lo que comenzó a rascarse con tanta fuerza que logró desgarrarla. Giselle se apresuró a sujetarlo antes de que se hiciera más daño. Diana, por su parte, se encontraba teniendo alucinaciones, Leonarda tuvo que darle un empujón para que no se saliera del campo de poder porque estaba caminando sin rumbo. Noah dejó escapar el aire para intentar concentrarse, si Jane no se apresuraba cualquiera de los tres chicos podría morir.

Cuando Petter tuvo el torso desnudo, Karla ahogó un gemido. No solo había notado que la zona donde se había clavado la espina estaba comenzando a tornarse de un color negruzco, sino también el sello de castigo en su omoplato derecho.

—¿Qué es esto? —preguntó, asustada.

Camila titubeó, pero prefirió decir la verdad.

—Es un sello mágico, se lo pusieron en el juicio.

—¿Cuál juicio? —preguntó Karla, horrorizada, pero Noah interrumpió la conversación.

—Sujétenlo fuerte, voy a sacar la espina.

Ambas chicas lo agarraron por los brazos, mientras Noah sacaba su daga. Luego el muchacho introdujo la punta donde estaba la espina y cortó la carne. El Elegido gruñó y se retorció, pero no pudo liberarse. Noah siguió cortando cada vez más profundo hasta que encontró la espina y pudo extraerla tras un movimiento hábil. Celebró con una sonrisa y la sostuvo con sus dedos ensangrentados. Luego hizo un hechizo curativo para que la herida cicatrizara. Petter se desmayó, probablemente por el efecto del veneno que comenzaba a invadir todo su cuerpo.

—Ahora necesitamos el azun—comentó Noah y se puso de pie para ayudar a Giselle, que comenzaba a perder la paciencia con César.

Karla y Camila recostaron a Petter sobre un tronco y fueron a ayudar. Giselle sostenía a César, mientras Noah le extraía la espina. Diana se encontraba caminando sin rumbo y gritaba desesperadamente, ellas tuvieron que aguantarla y obligarla a sentarse.

—Quédate quieto o te golpearé—gruñó Giselle tras recibir un manotazo de César. Noah soltó una risita divertida, luego le mostró la espina ensangrentada que acababa de sacar de su espalda. César también perdió el conocimiento—. Al fin— celebró Giselle tras dejarlo caer en el suelo como si fuera un muñeco sin vida.

Jane llegó en ese momento con las plantas necesarias, Noah casi gritó de alegría. Luego dirigió su atención hacia Giselle.

—¿Podrás sacar la espina de Diana? —preguntó.

La chica asintió, aunque no estaba segura de ser tan hábil como el muchacho. Luego se levantó para llegar hasta la Elegido que continuaba gritando incoherencias.

Jane sujetó a César, mientras Noah le abría la boca y utilizaba sus dedos para extraer el jugo de la planta. Cuando terminó, se dirigió hacia donde estaba Diana para repetir el procedimiento. Para su sorpresa, Giselle logró extraer la espina sin problemas. Se encontraba arrodillada junto a la muchacha, con las manos manchadas de sangre y el rostro lleno de sudor.

—Buen trabajo—celebró Noah y la chica le agradeció con una leve sonrisa.

En pocos minutos, había terminado con los tres Elegidos y estos comenzaron a despertar. Tenían mucho mejor semblante. El campo de fuerza se desvaneció y las raices rebeldes se quedaron inmóviles nuevamente. Los chicos respiraron aliviados tras secarse el sudor de sus rostros. Entonces escucharon un siseo.

—¿Y ahora qué? —preguntó Brayan tras un resoplido.

Los Elegidos volvieron a ponerse alertas, un grupo de serpientes de distintos colores se arrastraba en dirección a ellos.

—Lo que nos faltaba—gruñó Brayan y retrocedió de forma instintiva.

—Acérquense y las convertiré en puré de reptil—tartamudeó Lucas, quien estaba parado en un rincón con la espada en la mano, mientras cuatro serpientes lo rodeaban, deseosas de morderlo con sus filosos colmillos.

Usando sus espadas y sus poderes pudieron destruirlas antes de que alguien saliera herido. De pronto, una serpiente mucho más grande apareció. Debía medir unos cinco metros y se arrastraba erguida entre la maleza. Su cabeza era del mismo tamaño que la de un humano y sus colmillos parecían dagas filosas. Tenía la piel gruesa y de un color dorado.

Los Elegidos retrocedieron, asustados. Nunca habían visto a una serpiente tan grande, parecía sacada de un libro fantástico. Los ojos verdes del animal comenzaron a examinar a cada uno de los presentes con curiosidad. Noah gritó.

—¡No la miren a los ojos!

Fue demasiado tarde, aquellas míticas pupilas se habían clavado en las de Camila que era quien estaba más cerca. La joven comenzó a caminar hacia la serpiente con premura, como si deseara poder tocarla. Alejandro pudo ver como el animal envolvía a Camila con su cola y se la tragaba de un solo mordisco. Todo sucedió muy rápido, pero luego volvió a la normalidad, como si se tratara de una alucinación. El muchacho sintió cómo el cristal vibraba en su bolsillo. Entonces supo que se trataba del poder de la reliquia. No sabía cómo funcionaba exactamente, pero decidió actuar antes de que sucediera lo que había previsto. Corrió a toda velocidad y trepó de un salto por la cola del reptil. Este ya había atrapado a Camila y estaba listo para devorarla.  Alejandro clavó su espada en el cuello del animal, pero no consiguió matarlo. La serpiente soltó un chillido y hundió sus colmillos en el brazo del muchacho. El Elegido gritó de dolor y se tambaleó, un poco mareado, la sangre de su brazo comenzó emanar por la herida. Brayan aprovechó entonces para cortar de un tajo la cabeza del reptil, usando su pesada hacha. Este empezó a retorcerse entre espasmos frenéticos y gruñidos escalofriantes. Karla se acercó entonces y le lanzó algunos rayos eléctricos, hasta que el cuerpo del animal cedió y quedó sin vida.

—¿De dónde sacaron a ese maldito animal? —preguntó Lucas, todavía conmocionado por lo que acababa de presenciar.

Alejandro no pudo aguantar más y cayó sentado en el suelo, presionaba con su mano derecha la herida que continuaba sangrando sin control. Su visión comenzaba a tornarse blanca, como si estuviera a punto de desmayarse. Noah se agachó a su lado y examinó el lugar donde la serpiente lo había mordido. Se encontró con dos agujeros bastante profundos.  Camila se arrastró como pudo hacia allí, todavía le faltaba el aire.

—Dioses—masculló Noah. La serpiente era venenosa, necesitarían un antídoto cuanto antes o  moriría.

El rostro de Alejandro comenzaba a ponerse cada vez más pálido y sudoroso. Camila le apretó el brazo sano, pero el muchacho apenas tenía fuerza para mantenerse sentado. Pudo notar la debilidad en su mirada. Ella dirigió su atención hacia Noah.

—¿Qué le sucede? —preguntó con voz temblorosa. El otro Elegido permaneció en silencio—. ¿Estará bien?

Noah tartamudeó, pero prefirió no responder la pregunta. Sacó de su bolsillo un pañuelo y tomó la daga que siempre guardaba en su cinturón. Apretó el antebrazo del muchacho e hizo un corte justo sobre la mordedura. Alejandro gimió, pero evitó moverse. La sangre continuó saliendo, pero esta vez de un modo más frenético. Camila comenzó a sentir que su respiración se agitaba. No entendía lo que estaba sucediendo.

—¿Qué haces? —preguntó, ansiosa.

Noah estaba demasiado estresado como para responder, solo se concentró en extraer la mayor cantidad de sangre posible, de ese modo podría salir el veneno que se había colado en el cuerpo del muchacho, aunque sabía que eso no ayudaría demasiado, solo retrasaría un poco el desenlace final.

—Está intentando sacar el veneno—explicó Petter. Conocía aquel procedimiento porque las serpientes eran demasiado comunes en Nelvreska y la gente sabía cómo tratar sus mordeduras.

Camila comenzó a ponerse aún más nerviosa. Apretó con más fuerza la mano de Alejandro, quien luchaba por mantenerse consciente, a pesar del dolor y los mareos que sentía.

—Se va a recuperar, ¿verdad? —preguntó con voz ahogada.

Noah ahogó un suspiro y las lágrimas comenzaron a cristalizar sus ojos. Sabía que, sin un antídoto, Alejandro moriría y aunque tenía el conocimiento suficiente como para fabricar uno, tardaría demasiado tiempo en hacerlo y allí no contaba con las condiciones necesarias. Clavó sus pupilas azules en las de Camila y negó con la cabeza.

—No, no—tartamudeó. Algunas lágrimas se escaparon de sus ojos—. Hay que llevarlo a...—se detuvo. Ella misma sabía que no había hacia dónde ir. Estaban en la mitad de un bosque mágico y todavía no obtenían el cristal de las hadas—. Algo debe poder hacerse—gritó desesperada.

Los Elegidos observaban en silencio. Alejandro miró a Camila y quiso consolarla, pero comenzaba a sentir cada vez más debilidad, como si su cuerpo estuviera apagándose. Tenía la respiración acelerada y el corazón le palpitaba de un modo frenético. Soltó un gemido y su cabeza se tambaleó hacia adelante. La joven lo sostuvo antes de que pudiera golpearse contra el suelo.

—Cami...—murmuró. Camila lo estrechó entre sus brazos y comenzó a llorar desconsoladamente—. No llores por mí—volvió a decir, su lengua empezaba a trabarse y apenas podía hablar con coherencia.

—Lo siento, lo siento tanto...—repetía entre sollozos—. No debiste salvarme...

—De eso nunca podré arrepentirme—bromeó Alejandro con las pocas fuerzas que le quedaban—. Lo haría mil veces más si pudiera—murmuró y dejó que su cuerpo terminara de sucumbir ante el cansancio.

Camila lo colocó sobre la maleza. Alejandro la observó con una sonrisa para luego cerrar los ojos. Camila soltó un grito, creía que estaba muerto, por lo que comenzó a sacudirlo de una forma desesperada entre sollozos. Noah lloraba a su lado, al igual que la mayoría de los Elegidos. Entonces, una brisa agitó los árboles y una luz iluminó el bosque. Los chicos se giraron, alarmados, solo Camila permaneció acurrucada sobre el pecho de Alejandro sin querer reaccionar.

Un pavorreal apareció y todos se pusieron alertas. El animal era más grande de lo normal. Tenía las plumas de diferentes colores y un penacho que simulaba una corona dorada. Los Elegidos percibieron un olor particular que inundó sus fosas nasales, este le provocó tos y somnolencia. Noah se puso de pie y comenzó a dar instrucciones, debían tapar sus narices si querían mantenerse conscientes. Los chicos se alejaron lo más posible del humo, mientras se cubrían el rostro con las manos. Jane utilizó su arco para atacar al ave, pero la flecha no la lastimó, era como si fuera inmortal. Otros lo intentaron también, aun usando sus poderes, pero nada funcionó. Ningún ataque era capaz de matar al animal, ni siquiera conseguían herirlo.

Giselle observó sus alrededores con espaviento, mientras cubría su nariz con la mano para no sucumbir ante el poder del ave. La mayoría de los Elegidos había perdido la consciencia, se encontraban tirados en el suelo, totalmente dormidos. Entonces, recordó cuando iba de cacería con su padre. Siempre realizaban un ritual antes de quitarle la vida a cualquier animal, esa era una antigua tradición de los habitantes de Nelvreska. Aquel recuerdo la hizo entrar en razón.

—Es una prueba de bondad—murmuró, mientras luchaba por no inhalar el humo—. Las hadas son bondadosas, no pelean batallas, no asesinan...

Dio unos pasos hacia el animal y trató de encontrar sus pupilas, este no pareció sentirse amenazado por su presencia. Ella se dejó caer de rodillas con una mano levantada y pidió perdón.

—Hemos entrado en tu bosque sin autorización, dañamos a los animales y también a las plantas—dijo en voz alta sin levantar la cabeza—. Debimos ser amables desde el principio y arrodillarnos. Acepta mis disculpas.

El pavorreal avanzó hacia Giselle y dejó que aquella palma sudorosa rosara su plumaje. La joven respiró aliviada y acarició con cuidado su cabeza. Fue así como encontró el cristal, que estaba escondido entre las plumas de colores. Lo examinó con detenimiento y sintió alivio, como si acabara de descubrir un tesoro invaluable. Luego, se puso de pie. El animal dio media vuelta y se marchó por donde vino, dejando un sendero de flores a su paso. Era la salida del bosque.

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