La última elegida
En cuanto Carlotta supo de la fiesta a la que habían sido invitados los príncipes, envío una limosina real para levantarlos a ellos y también a todos sus amigos. Camila, Alejandro, Petter, Karla, Diana, Lucas, Marian, Brayan, Noah y Jane esperaban en la entrada del colegio vestidos para la ocasión.
—¿De qué me perdí? —preguntó Brayan, al notar que Marian y Lucas estaban tomados de las manos—. ¿A ti no te habían rechazado hace unas horas? —dijo dirigiéndose a Lucas.
—Quiero informar a toda la comunidad que la chica más hermosa de Galea—hizo una pausa para mirar a Marian, quien comenzaba a sonrojarse— aceptó ser mi novia.
Los chicos comenzaron a felicitarlos con alegría. Diana corrió para abrazar a Marian y pedirle todos los detalles, la chica se puso aún más roja. Brayan bufó, seguía pensando que aquella pareja era demasiado infantil para su gusto.
—¿No nos felicitarás, rubio? —preguntó Lucas, al notar que Alejandro los miraba con los brazos cruzados y una expresión seria—, mejor dicho, cuñadito.
—Claro que sí, estoy muy feliz por ustedes—admitió. Luego caminó hacia Lucas con los brazos abiertos. Ambos se abrazaron. Alejandro lo apretó con todas sus fuerzas hasta casi dejarlo sin aliento, después habló en voz baja para que nadie más escuchara—. Si haces cualquier estupidez que lastime a mi hermana te romperé los huesos.
Lucas se puso rojo debido al apretón, pero asintió sin dudarlo. Alejandro lo soltó, ahora si estaba sonriendo. Marian sospechó lo que su hermano había hecho, por lo que le dirigió una mirada de reproche, pero el muchacho la ignoró.
La limosina llegó minutos después y todos subieron, ansiosos por llegar a su destino. En menos de una hora, estuvieron en Punto Dorado, la ciudad donde vivía Renson con su familia. El vehículo se detuvo en la entrada de una despampanante mansión que dejó a todos con la boca abierta. Un mayordomo los recibió con honores y los invitó a pasar al salón principal.
—Este lugar es perfecto—murmuró Diana, mientras observaba la decoración con curiosidad.
El salón principal de la mansión era enorme y estaba decorado al estilo moderno. Tenía ventanales de cristal que permitían ver el exterior de la casa, cortinas de hilo fino y una lámpara en forma de espiral que colgaba del techo. Dentro del lugar había también una pequeña piscina, un bar y una sala de juegos. La música sonaba por unos parlantes gigantes y había luces que aparentaban a las de una discoteca. Algunos chicos bailaban en pareja, otros bebían o se besaban en un rincón. Renson se hallaba jugando una partida de pool con tres amigos. Enseguida abandonó lo que estaba haciendo para recibir a sus invitados.
—Bienvenidos, príncipes—dijo tras hacer una reverencia—. Y ustedes también, claro—miró a los demás y les hizo un gesto para que se acomodaran donde quisieran—. Todos siéntanse como en su casa.
Los chicos obedecieron y se colocaron en un sofá gigante que estaba en un rincón de la habitación. El mayordomo se acercó para ofrecerles bebidas y algunos aperitivos. Renson concentró su atención en Camila, quien ahora sostenía un vaso de gaseosa en la mano.
—Princesa, está muy hermosa hoy—dijo con una sonrisa ladina en el rostro.
Camila sonrió para no parecer grosera. Debía admitir que Renson se veía más guapo de lo que recordaba, ahora tenía el cabello alborotado y un arete en la ceja. Llevaba una camiseta sin mangas que resaltaba sus músculos y dejaba ver un tatuaje en forma de brazalete, con un pequeño dragón en el medio.
—Gracias por el cumplido—respondió con amabilidad.
La puerta volvió a abrirse. Mariana y César llegaron juntos. Renson hizo una reverencia para el príncipe, para luego darle un beso en la mejilla a la chica.
—Espero tengas listo mi licor de fresa—bromeó la pelirroja tras guiñarle un ojo.
—Parece que el tal Renson conoce a toda la alta sociedad de Galea—comentó Karla en voz baja, solo Camila y Petter pudieron escuchar su comentario debido a la música alta.
—Vamos, no se queden ahí sentados como momias—gritó Renson tras dar algunas palmadas alegres—. ¡Que siga la fiesta!
Un humo de colores inundó el salón, al mismo tiempo que la música se intensificaba. Mariana fue la primera en comenzar a bailar en el medio de la pista mientras tomaba una copa que le había ofrecido el mayordomo. Cesar la siguió, tras ser interceptado por una chica desconocida que se guindó de su cuello. Lucas tomó a Marian del brazo y la arrastró hasta el centro de lugar.
—Princesa, venga conmigo—le pidió Renson a Camila tras extender su mano. Ella titubeó—. Vamos, no sea aburrida. Prometo que solo será un baile.
—No me gusta bailar—dijo, deseando con todas sus fuerzas que aquella excusa fuera suficiente, pero Renson volvió a insistir e intentó tomarla del brazo. Alejandro se interpuso, poniéndose de pie y cuadrando sus músculos de un modo amenazante.
—Te dijo que no, ¿eres sordo? —gruñó.
Ambos comenzaron a mirarse de un modo poco amigable, Camila se puso de pie, un poco asustada de que pudieran agredirse.
—¿Y tú quién eres? —preguntó el otro muchacho con los puños apretados y el rostro colorado por la vergüenza. Tuvo ganas de golpear a Alejandro, pero se encontró con la mirada de Petter, quien ahora estaba parado al lado de Camila a modo de protección.
—Creo que necesitas entender que cuando una chica te dice que no, es no— dijo Alejandro tras señalarlo con el dedo índice.
Renson dio unos pasos hacia él, cada vez más encolerizado, pero Camila se interpuso y lo empujó un poco para apartarlo de Alejandro.
—¡Basta! —exclamó con enojo—. Vamos a bailar—dijo, tras tomarlo por el brazo para llevarlo hasta el centro del salón.
La música cambió de repente y comenzó a sonar algo más suave. Renson la tomó por la cintura, ambos se movieron al compás del sonido. Camila continuaba agitada, en el fondo se sentía culpable por aceptar aquel baile, pero Alejandro se había expuesto demasiado al defenderla. No quería levantar sospechas y que todos descubrieran su relación con él.
—Tranquila, Alteza—murmuró Renson cerca de su oído. Camila se tensó ante aquel roce tan cercano—. No muerdo.
La joven soltó una risita nerviosa y continuó bailando, aunque su mirada estaba concentrada en Alejandro que la observaba desde su asiento.
—Tus amigos me parecen muy agradables—comentó Renson para intentar distraer su atención, había notado que ella no podía dejar de mirar al chico de cabellos rubios—. ¿Hace cuánto los conoces?
—Hace unos meses—respondió Camila.
—¿Todos son becados?
Ambos se miraron a los ojos por unos segundos.
—Lo son, ¿algún problema con eso?
—Por supuesto que no...—tartamudeó él, preocupado por aquella respuesta tan brusca—. Es solo que me llama mucho la atención tu historia. Has conocido personas del pueblo a pesar de tener sangre real. Eso debe ser muy interesante.
—Hasta hace muy poco no sabía que tenía sangre real.
Hubo un breve silencio, pero Renson decidió continuar con la conversación, cada vez más intrigado por el pasado de Camila.
—Ese chico rubio te cuida demasiado, ¿acaso es tu novio? —preguntó, sin rodeos.
—Claro que no—respondió ella con voz seria, aunque su corazón comenzó a latir a toda velocidad—. Es solo un amigo.
Por suerte para Camila, la música terminó y pudo disculparse para poder regresar al mismo lugar en el que estaba antes. Ahora el sofá se encontraba casi vacío porque la mayoría de los chicos estaba bailando o jugando en la sala contigua. Alejandro continuaba en la misma posición, rígido como una estatua, pero sin atreverse a reclamar por aquel baile. La joven intentó tranquilizarlo con disimulo, para que los demás no lo notaran, pero Renson continuaba observándolos desde otro rincón del lugar.
La música cada vez se ponía más intensa. Lucas comenzó a descontrolarse un poco debido al alcohol, ahora pegaba saltos en la pista de baile, mientras cantaba las canciones a todo pulmón. Brayan estaba a su lado, bailando con una chica que acababa de conocer, su rostro se hallaba colorado por la bebida. Petter y Karla se movían juntos en el centro, sin importarles la presencia de Renson. Diana y Jane degustaban todos los platillos que ofrecía el mayordomo, mientras conversaban con los chicos que jugaban al pool.
—Lucas está irreconocible—protestó Marian cuando logró separarse de él. Se había dejado caer sobre el sofá donde continuaban sentados Camila y Alejandro—. Ha bebido mucho.
Lucas tenía un micrófono en una mano y en la otra una botella de brandy. Cantaba a todo pulmón una canción romántica, mientras señalaba con su mano hacia Marian, quien comenzaba a ponerse cada vez más roja. Alejandro resopló y se puso de pie, caminó hacia él y luego le quitó la botella con brusquedad.
—Oye, rubio, ¿qué haces? —protestó.
—Deja de hacer el ridículo, Lucas—gruñó Alejandro cerca de su rostro para que pudiera escucharlo a pesar de la música—. No más alcohol por hoy.
—¿Por qué? —gimoteó.
—¿Así quieres ser un buen novio para Marian? —le reclamó cada vez más enojado—. ¿Actuando igual o peor que nuestra madre?
A pesar de cómo se encontraba Lucas, el muchacho pareció comprender sus palabras porque dejó de quejarse y caminó hacia el sofá, apenas podía mantenerse en pie. Renson se acercó a Alejandro.
—¿Qué sucede? —preguntó tras cruzarse de brazos.
—Nada importante—lo cortó el muchacho. Ambos volvieron a mirarse de un modo amenazador—. Lucas está muy borracho, no debe seguir bebiendo.
—Creo que Lucas es lo bastante grande como para decidir eso. —Alejandro ignoró su comentario—. Quizás, no deberías preocuparte tanto por los demás.
—Me preocupo porque es mi amigo—lo contradijo el muchacho y apretó los puños—. Así que no te metas.
Renson no deseaba continuar peleándose, mucho menos delante de los príncipes, no quería que lo vieran como alguien vulgar. Echó un vistazo a Lucas, quien abrazaba a su novia en el sofá, y decidió que era el momento de comenzar con su plan. Alejandro no se saldría con la suya tan fácilmente, lo haría pagar por su insolencia.
—Bueno, no debes ponerte tan agresivo, amigo—dijo tras darle una palmadita en el hombro. Alejandro continuaba enojado, pero intentó disimularlo a toda costa—. Mejor, juguemos a algo divertido.
—Quizás lo mejor es que nos vayamos ...—intervino Camila, quien se había acercado al notar la tensión entre ellos.
—Todavía es temprano y los demás se están divirtiendo, así que no veo por qué arruinarles la celebración.
Camila resopló, estaba segura de que nadie querría irse tan pronto, por lo que terminó aceptando. Renson apagó la música y propuso un juego de preguntas y respuestas. Algunos de los chicos que estaban en la fiesta estuvieron de acuerdo y se acomodaron en el suelo del salón formando un círculo. Otros continuaron con sus actividades en la sala de juegos. Finalmente, quedaron casi todos los Elegidos y alguno que otro adolescente desconocido. Alejandro y Camila decidieron unirse, a pesar de que lo que más deseaban era escapar de aquella fiesta.
—Será un juego de preguntas y respuestas—explicó el anfitrión cuando todos estuvieron listos—. La botella decidirá quien hará las preguntas. Cada persona que deba preguntar tendrá tres intentos para hacerlo. Quien no quiera responder, tendrá que meterse con ropa a la piscina, ¿de acuerdo?
Todos asintieron. El mayordomo se acercó con una botella vacía. Renson le dirigió una mirada cómplice a su mejor amigo, un muchacho delgado que tenía el cabello pintado de rojo. El chico sabía cómo manipular la botella para lograr obtener la información que Renson deseaba, por lo que, sin dudarlo, la hizo girar con brusquedad. Esta dio vueltas en círculos por unos minutos hasta apuntar hacia Renson.
—Vaya—exclamó con tono fingido—. Tengo mucha suerte hoy. —Su mirada volvió a encontrarse con la de Alejandro y otra sonrisa iluminó su rostro—. Chico rubio—dijo sin vacilar—. ¿Dónde conociste a la princesa Camila?
El joven pareció turbarse con la pregunta, por lo que miró a su novia con nerviosismo.
—Nos conocimos en una cafetería—respondió por fin.
—Interesante...—comentó Renson, mientras jugaba con el líquido transparente de su vaso—. ¿Y cómo entablas conversación con alguien desconocido en una cafetería?
—Pues...—Alejandro dudó, pero terminó diciendo la verdad, sin importarle la opinión del otro muchacho—. Yo trabajaba allí y...
—¿Trabajabas en la cafetería? —rio el muchacho, aunque enseguida intentó disimular su regocijo—. Vaya, eso es muy admirable de tu parte.
—¿Admirable? —bufó Alejandro con sarcasmo—. Supongo que no lo sabes, pero la gente normal debe ganarse la vida trabajando para poder mantener a su familia. No todo el mundo tiene un padre millonario para que le pague sus lujos.
Hubo un breve silencio. Los otros chicos estaban sorprendidos con las palabras de Alejandro, pero prefirieron no dar ninguna opinión. Renson se sirvió otro trago y se preparó para continuar. Ahora estaba verdaderamente molesto y quería vengarse a toda costa.
—¿Dónde naciste? —espetó sin miramientos.
Alejandro estuvo a punto de perder la paciencia, quería escapar de aquel lugar, pero sabía que debía mantenerse firme para no levantar sospechas entre los demás presentes. Además, no deseaba parecer un cobarde delante de sus amigos, sobre todo de Camila. Dejó escapar el aire con pesadez.
—En la Ciudadela.
Renson quedó sorprendido con la respuesta, pero esta vez no se rio, no quería demostrar sus verdaderos sentimientos con tanta facilidad. En el fondo, estaba feliz, acababa de dar en el clavo, tal y como deseaba.
—Es un lugar peculiar para vivir, ¿verdad?
—No tienes que responder eso—intervino Camila tras dirigirle una mirada filosa al otro muchacho.
—Por supuesto, no respondas, simplemente tenía un poco de curiosidad. No debes tomártelo a mal, chico rubio.
—Alejandro—soltó el muchacho con dureza—. Mi nombre es Alejandro Wheleer. —Todos lo miraron, sus pupilas ambarinas brillaban ante el enojo que sentía—. Y no, vivir en la Ciudadela es más que peculiar, es un lugar que ni siquiera te imaginas. Niños pasando hambre, basura, la policía del reino entrando para acallar las voces de quienes se atreven a protestar porque no tienen dinero para comprar comida, madres pidiendo limosna para sus hijos, mujeres prostituyéndose en cada esquina. Eso es la Ciudadela. Y no me avergüenza decir que nací allí, aunque quizás eso sea lo que quieres escuchar.
Renson se turbó un poco con sus palabras, por lo que debió tomarse unos segundos para pensar su respuesta, finalmente, jugó su última carta.
—Eres admirable Alejandro, te lo digo con sinceridad—dijo con voz pausada que intentaba sonar conmovida—. Naciste en uno de los lugares más difíciles del reino, pero ahora estudias en el mejor colegio del mundo y, además, eres amigo de los herederos de Volcán. Realmente tienes mucha suerte.
Alejandro no respondió, no se tragaba su amabilidad, sabía que en el fondo había hecho todas esas preguntas para humillarlo y demostrar su supremacía. Karla se aclaró la garganta, sacando a todos de sus cavilaciones.
—Bueno, te quedaste sin preguntas—espetó con cierto sarcasmo en su voz—. Deberías volver a girar esa botella.
De pronto, la puerta del lugar se abrió y una voz melosa atrajo la atención de todos, en especial de Renson.
—¡Ren! —exclamó una joven. El muchacho se levantó para saludarla y ambos se abrazaron con efusividad—. No sabes cuánto te extrañé.
—Por fin llegaste de tu gran viaje—celebró Renson cuando se hubieron separado—. Ven, quiero presentarte a unos amigos muy especiales.
La muchacha caminó hacia el grupo, pero algo la hizo detenerse en seco. Se había encontrado con una mirada que le era familiar. Inconscientemente aguantó la respiración y su corazón comenzó a palpitar a toda velocidad.
—¿Ale? —murmuró por lo bajo. Allí estaba, aquel chico que nunca más pensó encontrarse en su vida y a quien le había roto el corazón meses atrás.
—Anto...—Alejandro no pudo evitar llamarla por su diminutivo. Estaba conmocionado con lo que veía.
Todos se percataron de lo que sucedía, pero solo Renson se atrevió a preguntar.
—¿Ustedes se conocen?
Ninguno de los dos respondió al momento, quedaron mirándose un poco más. Antonella fue la primera en reaccionar. Caminó unos pasos hasta Alejandro y una sonrisa desolada iluminó su rostro. Deseaba lanzarse a sus brazos como en los viejos tiempos, pero sabía que debía guardar las formas.
—¿Cómo has estado? —preguntó, sin importarle que los demás estuvieran al pendiente de la conversación.
—Bien, gracias por preguntar— respondió con sequedad. Nuevamente sus miradas se cruzaron por otros breves instantes—. Lo siento, debo irme—tartamudeó antes de desaparecer de la habitación.
Antonella quedó parada en el mismo lugar, con el corazón a punto de escaparse por su garganta. Los presentes pudieron notar la tensión entre ambos adolescentes, sobre todo Camila, quien comenzaba a sentir ansiedad, quería huir para poder encontrar a Alejandro y hacerle mil preguntas, pero tuvo que obligarse a permanecer allí, fingiendo normalidad.
—Bueno, que siga la fiesta—exclamó Renson y se sirvió otro trago de vodka.
Los chicos continuaron bailando y jugando al pool. Alejandro, por su parte, escapó de la casa por una puerta trasera que daba al patio. No sabía cómo regresar y encarar a Antonella, eso era lo último que le faltaba para empeorar aquella noche. Sintió unos pasos que se acercaban, se giró, nervioso, pero por suerte era Noah.
—¿Está todo bien? —preguntó su amigo. El muchacho dejó escapar el aire con pesadez. Luego negó con la cabeza—. Ella era la chica que me contaste, ¿verdad?
—No puedo creer que esté aquí—exclamó con desgano—. Era lo último que esperaba hoy.
—¿Qué sentiste al verla?
Alejandro quiso responder, pero primero se concentró en analizar lo que sentía porque no lo tenía claro. Noah esperó con paciencia su respuesta.
—Enojo, rabia, impotencia—dijo, tras apretar los puños—. Se veía tan feliz cuando entró, es obvio que en todo este tiempo ni siquiera pensó en cómo lo estaba pasando.
—¿Por qué te importa eso ahora?
—No lo sé—confesó Alejandro—. Quizás sea porque estoy harto de que me sucedan cosas horribles.
—¿No será que todavía sientes algo por ella?
Alejandro negó con la cabeza.
—Mis sentimientos por ella murieron la última vez que nos vimos—confesó con amargura—, pero eso no quita que verla vuelve a abrir un poco esa herida.
Noah le puso una mano en el hombro y se lo apretó, deseaba poder reconfortarlo, pero no sabía cómo hacerlo. Alejandro debía enfrentar aquellos fantasmas del pasado solo, aunque eso le costara volver a sentir el mismo dolor. De repente, un grito los hizo reaccionar y ponerse alertas. Alguien pedía ayuda con desesperación. Ambos chicos se miraron y sin pensarlo dos veces corrieron hasta el lugar de donde provenía el llamado. Llegaron a un lugar apartado del patio, alguien se estaba ahogando dentro de un pozo. Al principio, no pudieron reconocer quien era debido a la oscuridad, pero sabían que se trataba de una joven. Alejandro se inclinó para poder ayudarla, pero notaron que el hueco era demasiado hondo.
—Tranquila, te sacaremos—gritó Noah para tranquilizar a la muchacha quien luchaba por mantenerse a flote.
—Por favor, no sé nadar—lloriqueaba entre jadeos exasperados.
Alejandro miró a Noah, quien estaba buscando en sus alrededores alguna cosa que sirviera para poder sacarla de ahí, pero no encontró nada a simple vista. Los gritos comenzaron a debilitarse, al parecer la chica se quedaba sin fuerzas para seguir flotando.
—Ve a buscar ayuda—le ordenó Noah a Alejandro, quien dudó unos segundos, pero terminó corriendo hacia la casa.
Noah se quitó la camisa, los zapatos y los pantalones con rapidez. Luego se sentó al borde del pozo y se aventó, sin meditarlo demasiado. En cuanto cayó al agua, un calor abrasador quemó su piel, como si acabaran de mojarlo con agua caliente. Logró sacar la cabeza, agitado y un gemido se escapó de sus labios. Debía salir cuanto antes o se quemaría. Sus instintos lo hicieron intentar sujetarse de las paredes lisas del pozo, pero recordó entonces que la chica continuaba allí. La buscó con desesperación, a pesar de que todo su cuerpo ardía de un modo insoportable. Por fin, pudo sacarla de lo profundo del agua. Sintió una corriente eléctrica recorrer toda su piel cuando la tuvo entre sus brazos. Supo a qué se debía, ella era una Elegida.
—Despierta, despierta—murmuró mientras la sacudía. Ella reaccionó y comenzó a tomar aire con desesperación, mientras se aferraba a los hombros de su salvador—. ¿Estás bien?
—¿Noah? —preguntó con tono de sorpresa—. Por favor, sácame de aquí—dijo y un sollozo se escapó de sus labios.
—¿Mariana? —El muchacho la sostuvo con más fuerza. No lo podía creer, aquella hermosa chica pelirroja era una Elegida y además conocía su nombre. Tuvo ganas de preguntarle cómo había caído al pozo, pero el ardor en su piel comenzó a intensificarse—. Tranquila, ya fue alguien por ayuda.
Mariana respiraba con dificultad, intentó decir algo, pero sus palabras se ahogaron en su interior. Solo pudo llorar, mientras abraza al muchacho. Tenía mucho miedo.
—¿Están bien? —gritó Alejandro desde arriba. Noah respondió con una afirmación—. Voy a lanzar una cuerda.
Noah pudo escuchar las voces de otras personas que debatían sobre lo que había sucedido, pero decidió ignorarlas para concentrarse en encontrar la cuerda en la oscuridad. Cuando la sostuvo, gritó para que Alejandro atara el otro extremo a algo resistente.
—Debes subir tu primero—le dijo a Mariana, quien seguía aferrada a su pecho y temblaba sin control. Ella se negaba a separarse de él—. Vamos, toma la cuerda.
—No quiero que me sueltes—gimoteó la chica, aferrándose más a su cuello.
Noah resopló, debía salir cuanto antes porque la temperatura del agua comenzaba a subir de un modo escalofriante. Entonces tuvo una idea. Le pidió a Mariana que se sujetara de sus hombros, ella obedeció, todavía un poco asustada, luego el chico se aferró a la cuerda, intentando escalar por las paredes mohosas del pozo. Tuvo que esforzarse al máximo para poder acercarse a la salida porque el peso de su compañera le impedía avanzar con normalidad.
—Toma mi mano—ordenó Alejandro y estiró su brazo hacia Mariana. Tenía la mitad de su cuerpo dentro del hueco, mientras Brayan lo sostenía por la cintura para que no se cayera—. Tranquila, no te dejaré caer.
Mariana terminó aferrándose a su brazo y el muchacho la jaló hacia arriba con todas sus fuerzas, hasta que logró ponerla a salvo. Ella quedó de rodillas en el suelo, temblando y sollozando. Brayan ayudó a Noah para que pudiera salir del pozo. Los otros jóvenes los rodeaban, curiosos y preocupados a la vez.
—¿Estás bien? —preguntó Renson y se agachó junto a la joven. Ella apenas lo miró, continuaba temblando de miedo—. ¿Cómo te caíste ahí?
—El agua estaba brillando de un modo extraño...—hizo una pausa para tomar aire—, me incliné para observarla mejor, pero perdí el equilibrio y me caí.
—Creo que bebiste demasiado, Mari—se burló uno de los amigos de Renson. Algunas carcajadas se escucharon a lo lejos, pero él les dirigió una mirada penetrante para que dejaran de burlarse.
—Bueno, deberíamos ir adentro y seguir la fiesta—sugirió Cesar con voz alegre—. Por suerte, todo el mundo está a salvo.
Los demás estuvieron de acuerdo y comenzaron a caminar hacia el interior de la casa. Alejandro miró a Noah, que estaba todavía un poco agitado por la subida.
—¿Estás bien? —preguntó, preocupado por su aspecto adolorido y agotado.
—Me quemé un poco—confesó en voz baja. El otro muchacho entrecerró los ojos con extrañeza—. Luego te explico con detalles.
Noah caminó hacia su ropa, sin poder dejar de mirar a Mariana que continuaba sentada en el suelo, temblando. Camila se acercó para ayudarla a levantarse, ella le agradeció con una sonrisa.
—Gracias—dijo cuándo Noah le puso su chaqueta sobre los hombros para que se cubriera—. Fuiste muy valiente y amable...—Una sonrisa iluminaba sus labios pálidos. Noah se sonrojó ante aquellos cumplidos.
—Quizás deberíamos irnos de esta fiesta—opinó Camila—. Es bastante tarde.
—No inventes, Camila—protestó Brayan—. Acabo de conocer a una chica hermosa, no puedes arruinarme la diversión tan pronto.
—Anota su número y vámonos, hay varias cosas que debemos poner en orden cuanto antes—intervino Noah con voz seria y aunque nadie comprendió sus palabras, supieron que algo sucedía.
Los Elegidos se marcharon en la limosina real rumbo al colegio. En el camino se mantuvieron en un incómodo silencio, interrumpido solamente por Lucas que preguntaba todo el tiempo a dónde iban y se quejaba por haber abandonado la fiesta tan pronto. Continuaba bastante borracho, por lo que apenas podía decir algo coherente. Mariana, por su parte, durmió recostada sobre el hombro de Noah, quien no dudó en cobijarla como si se tratara de una frágil doncella.
Una vez en Ziraldo, los Elegidos entraron casi de puntillas, intentando no llamar demasiado la atención, sabían que estaba prohibido llegar a esas horas y menos de una fiesta. Lucas apenas podía caminar, por lo que Alejandro tuvo que arrastrarlo hasta la entrada, haciéndole señas para que guardara silencio.
—¡Marian! —gritó el muchacho cuando Marian se alejó rumbo a su habitación sin siquiera despedirse. Alejandro siseó para callarlo—. No me dejes, te necesito...
—¡Cierra la boca! —gruñó Karla y le dio un manotazo—. Si sigues gritando vas a despertar a todo el colegio.
El muchacho obedeció, pero se negaba a irse a dormir. Noah le hizo un gesto a Camila para que acompañara a Mariana hacia su habitación, quería hablar con los otros Elegidos sin que la joven escuchara. Cuando estuvieron solos, aprovechó de contar lo que había descubierto.
—Mariana es una Elegida—explicó en voz baja. Los demás casi soltaron una exclamación de asombro.
—¿Estás seguro? —intervino Petter con incredulidad.
—Sí, es la última Elegida. Debemos informarle a Corazón de la Tierra.
—¡Mariana es una Elegida! —gritó Lucas a todo pulmón. Alejandro le tapó la boca antes de que pudiera continuar hablando. Luego lo arrastró hasta uno de los elevadores para intentar llevarlo a su habitación—. Rubio, te quiero—dijo con voz atontada, mientras se aferraba a los hombros de su amigo. Este tenía ganas de ahorcarlo, pero solo podía pensar en sacarlo de ahí antes de que siguiera haciendo escándalo—. Eres el mejor cuñado del mundo.
—Voy a matarte por esto mañana—gruñó Alejandro. Marian miró a su hermano con preocupación, este le hizo un gesto para que se marchara—. Tranquila, después de un baño y par de jalones de pelo estará como nuevo.
La joven se marchó más tranquila, aunque en el fondo se encontraba un poco molesta por el comportamiento de su novio. Cuando los otros Elegidos se disponían a ingresar en los elevadores, una voz los hizo girarse de golpe.
—¿Se puede saber qué hacen aquí a estas horas?
Justine estaba parada a unos pasos de ellos con los brazos cruzados y expresión enojada. Los Elegidos abrieron la boca, queriendo poder justificarse, pero nada salió de sus labios.
—Espero tengan una buena explicación porque salir de noche y llegar a estas horas es una violación grave a las reglas del colegio. — La mujer echó un vistazo a Lucas, quien comenzó a aplaudir sus palabras con una sonrisa atontada en los labios—. ¿También bebieron alcohol? —preguntó, indignada.
—Solo fue una pequeña celebración—respondió César, intentando calmar a la directora. Justine lo fulminó con la mirada.
—Debería castigarlos y dejarlos sin vacaciones—respondió con severidad—. Lástima que Camila y Petter tienen su coronación el próximo fin de semana y no puedo interferir en eso.
—Vamos, señora, no sea amargada —comentó Lucas con voz graciosa y se desprendió del brazo de Alejandro para acercarse a la mujer. Justine abrió los ojos, asombrada—. Debería tomarse un descanso y disfrutar la noche.
Hubo un breve silencio, los otros Elegidos enmudecieron ante aquellas palabras. Justine respiró hondo para intentar calmarse y volvió a mirar a cada uno de los jóvenes con severidad.
—Llévense a ese muchacho y denle un baño de agua fría, antes de que pierda la paciencia.
Alejandro arrastró a Lucas hasta el elevador antes de que volviera a meter la pata. Los demás se marcharon también a sus respectivas habitaciones, deseando poder escapar de la mirada severa de la directora.
...
Horas después, Mariana despertó luego de una terrible pesadilla que casi la hace comenzar a gritar. Soñó que estaba en lo profundo del océano y por más que intentaba respirar no lograba que el aire llegara a sus pulmones, tampoco podía pedir ayuda ni alcanzar la superficie. Era un verdadero tormento. Solo pudo encontrar la paz cuando supo que estaba a salvo en su habitación. Miró a sus alrededores, sus compañeras dormían con tranquilidad. Sintió su garganta seca, por lo que caminó hasta una pequeña nevera que estaba cerca de su cama y sacó una botella de agua, luego se sentó nuevamente sobre su cama, mientras bebía el frío líquido. De pronto, una extraña luz iluminó las rendijas de la puerta, se levantó, un poco asustada y abrió. Respiró aliviada cuando no encontró nada anormal, pero un ruido la hizo estremecerse. Sin pensarlo demasiado, caminó por el pasillo, rumbo al final, donde estaba una ventana que daba al bosquecillo del colegio. Justo antes de llegar, sintió que unas manos frías la tomaban por la espalda y tapaban su boca para que no gritara. Forcejeó para liberarse, pero fue inútil, aquella persona tenía mucha fuerza, por lo que apenas pudo ahogar un gemido de miedo. Luego, todo comenzó a nublarse hasta quedarse totalmente oscuro.
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