La profecía del príncipe misterioso

La ceremonia de coronación era uno de los eventos más importantes de la realeza de Volcán. En ella, el heredero, asumía la responsabilidad de velar y proteger el reino cuando llegara el momento, dejando de lado sus ambiciones personales y cualquier otra distracción que lo apartara de su propósito principal. Primero los herederos de la corona se dirigían al templo de la diosa para realizar un ritual, en el cual se comprometerían a velar por el reino en caso de que fuera necesario asumir el trono o cumplir alguna tarea importante para la nación. Luego el heredero escogido para gobernar recibía una corona y la aprobación directa del rey, el evento se cerraba con un baile donde asistían los miembros de la realeza de todo el mundo.

Camila se había despertado muy temprano porque debían llegar al templo antes del amanecer. Las sirvientas realezas se esmeraron en dejarla preparada para la primera parte de la ceremonia, pero su mente se encontraba viajando a un momento en específico, cuando Carlotta le reveló cómo se fundaron los cinco reinos y la relación de los Elegidos con aquel evento.

—La Guerra Atómica fue provocada por el gremio de los brujos negros, por suerte, los Elegidos de aquel momento, con la ayuda de Anise, pudieron frenar la amenaza, aunque los estragos fueron demasiado graves para la sociedad en general—explicó Carlotta, mientras le daba un recorrido por las Galerías Reales, el lugar donde se guardaba parte de la historia secreta de la nación—. Cinco jóvenes asumieron la misión de fundar los reinos que actualmente gobiernan sobre la tierra, velando por protegerlos de cualquier amenaza que pudiera desestabilizar la paz. Fuego, hipnosis, duplicación, electricidad y tiempo, esos fueron los poderes otorgados a cada uno de los reinos, los cuales debían preservarse por los siglos siguientes. De este modo, la magia y el poder político siempre estarían entrelazados.

Hay algo que no comprendo. —Había preguntado Camila mientras examinaba las fotos de la Guerra Atómica—. Si el poder del fuego le pertenecía a nuestro reino, ¿por qué lo he heredado de ti y no de mi abuelo o de mi tío abuelo?

—El reino de Somaria y el de Volcán siempre han estado unidos mediante diferentes matrimonios. Algunos años antes, mi abuelo, el rey Daviano, se casó con una princesa volcaniense llamada Noelia, descendiente de la primera reina Danira, de este modo su poder, el fuego, fue heredado por mi madre y luego por mí. —Carlotta rio—. Hubo un intercambio interesante porque la hermana de mi abuelo, la princesa Giovanna, se casó con el abuelo de Daniel, por eso el poder de la duplicación que originalmente era nuestro terminó de este lado.

—Vaya, ¿acaso nadie pensó en esas consecuencias tan confusas cuando pactaron ese matrimonio? —preguntó Camila, asombrada.

—En ese momento se necesitaba una alianza política más que una alianza mágica. Los Elegidos estuvieron bastante inactivos luego de la Gran Guerra, así que los poderes pasaron a un segundo plano. No eran tan importantes como lo son ahora.

—Entiendo...—Camila se detuvo frente a un retrato del grupo de los fundadores de los cinco reinos. Elegidos como ella, pero con una misión mucho más complicada y difícil. Verlos le generaba una extraña inquietud, como si en el fondo pudiera leer las emociones que reflejaban sus rostros serios. 

—El poder del fuego ha regresado a donde pertenece, a su verdadero hogar. Tú representas el esplendor de esta nación, su fuerza y su valentía. Serás la reina que Volcán necesita, estoy segura—musitó Carlotta con voz solemne mientras acariciaba los hombros de su nieta.

Los pensamientos de Camila fueron interrumpidos casi con violencia. Una de las sirvientas estaba intentando quitarle el collar que Alejandro le había regalado, por suerte, pudo reaccionar a tiempo para impedirlo. La mujer se apartó, un poco intimidada por su mirada colérica.

—Lo siento, Alteza, pero no puede llevar objetos personales al templo...

—No voy a quitármelo—contradijo Camila con el ceño fruncido. No entendía por qué era tan importante deshacerse de todos los objetos para sumergirse en las aguas del templo. De igual manera, no pensaba ceder dijeran lo que dijeran.

—¿Qué sucede? —interrumpió Carlotta que acaba de entrar. Las sirvientas hicieron una reverencia sumisa y bajaron la mirada—. Oh querida, te ves hermosa.

Camila tenía puesto un sencillo vestido carente de adornos y extravagancias, casi tan humilde como el de cualquier chica común y corriente. No llevaba joyas ni lazos, solo unas pinturas de color violeta que formaban un espiral alrededor de sus brazos. El cabello se hallaba peinado con una simple trenza, quedándole algunos mechones sueltos sobre la frente.

—Gracias abuela, estoy un poco nerviosa—confesó Camila con dulzura. 

—Lo sé, pero lo harás perfectamente. Además, Petter estará contigo todo el tiempo.

Camila recordó con tristeza como su hermano se había negado rotundamente a participar de aquella ceremonia, casi tuvo que rogarle para que la acompañara hasta el templo. Por suerte había aceptado, aunque de mala gana, solo para complacerla y no dejara sola en un momento tan importante.

Minutos después, salió de su recamara con el rostro cubierto con un velo blanco, eso también era parte de la antigua tradición, pues se suponía que nadie debía mirar al heredero ese día hasta que recibiera la bendición de la diosa. Petter la esperaba afuera de la habitación, los dos caminaron juntos hacia donde los esperaba la limusina y en poco tiempo abandonaron el palacio. Quedaron atónitos cuando al llegar a Galea se encontraron con grandes cantidades de personas que intentaban tomarles fotos y acercarse a ellos, por suerte estaban protegidos dentro del vehículo.

—Toda esta gente lleva horas esperando para poder vernos—comentó Petter con voz seria—. Es absurdo...

Camila no respondió, estaba demasiado nerviosa por lo que sucedería a continuación. Un suspiro se escapó de sus labios, por lo que solo pudo recostar su cabeza a la ventanilla y observar las largas filas de personas con escepticismo. Petter continuó hablando.

—Todavía no puedo creer que haya aceptado hacer esta estupidez— se quejó.

Camila levantó la mirada y extendió la mano para poder apretar su brazo. 

—Lo hiciste para no dejarme sola, ¿recuerdas?

Petter soltó un bufido y se desparramó en el asiento. Continuaba fastidiado por encontrarse allí, siguiendo las órdenes del rey sin poder quejarse, pero tampoco soportaba la idea de apartarse de Camila, debía apoyarla en todo lo que pudiera. Resignado, intentó disipar su enojo y concentrarse en las filas de personas que los saludaban.

Ambos hermanos quedaron consternados cuando llegaron a la entrada de una península que estaba totalmente custodiada por los guardias reales. Detrás de aquellas grandes puertas de hierro y una barrera de soldados se encontraba el templo, protegido de los humanos comunes. Ingresar allí no fue nada fácil porque las personas intentaban frenar el avance del auto poniéndose en medio.

—¿Qué les sucede? —preguntó Petter, cada vez más estresado con aquella situación.

—Creo que quieren hablarnos, pero desde aquí adentro no se escucha bien lo que dicen—opinó Camila.

De pronto observaron un grupo de personas que comenzó a golpear los cristales con violencia, mientras gritaban y escupían los vidrios. Camila se sobresaltó y su primer instinto fue apartarse de la ventanilla y pegarse a Petter. Ahora sí pudieron escuchar una frase que se repetía: muerte a la monarquía. Los soldados se abalanzaron sobre la gente y comenzaron a golpearlos con sus bastones, logrando disipar la manifestación.

—¿Qué hacen? —preguntó Camila, nerviosa y con las lágrimas a punto de escapar de sus ojos—. ¿Por qué los golpean?

Petter la abrazó por la espalda para intentar tranquilizarla, mientras observaba horrorizado lo que sucedía. Luego, el auto logró atravesar las rejas e ingresar en una carretera un poco más precaria. El trayecto continuó sin contratiempos, pero ambos hermanos no lograban sacar de sus cabezas lo que acababan de presenciar.

Minutos después, llegaron al templo. Un pequeño palacio que estaba cubierto de oro y otras piedras preciosas, con balcones y ventanales de cristal. Con ayuda de los guardias reales, Petter y Camila descendieron del vehículo y avanzaron hacia la entrada. Había un grupo de periodistas aglomerados en la entrada, pero ninguno intentó agredirlos ni acercarse demasiado, solo se limitaron a filmar y tomar fotos. 

Una vez dentro del templo, los hermanos lograron encontrar un poco de sosiego para sus corazones. Todo estaba en un completo silencio, apenas interrumpido por el sonido del agua corriendo. Camila se descubrió el rostro y comenzó a examinar con curiosidad el lugar. Estaban en un enorme salón que tenía paredes de mármol pulido, un techo alto con diamantes incrustados que formaban diferentes símbolos, entre ellos el de los Elegidos. Algunas antorchas estaban prendidas logrando mejorar un poco la visión del lugar y había pequeñas fuentes ornamentales de agua cristalina.

—Bienvenidos, Altezas—saludó una mujer regordeta que también estaba cubierta con una túnica de color blanco. Su rostro apenas se veía con claridad, pero ambos jóvenes pudieron notar que tenía una edad bastante avanzada—. Mi nombre es Mira, representante de la diosa en la Tierra, mi trabajo es mantener las tradiciones reales y transmitirlas de generación en generación. —Hizo una pausa y detalló a ambos jóvenes con más detenimiento—. Ambos llevan en sus venas la sangre de la primera reina, en especial tú, Camila de Volcán. Tú representas no solo la realeza, sino también el poder que da vida a esta nación.

La sacerdotisa se quedó unos minutos apreciando a los herederos del reino, mientras meditaba sobre sus orígenes, no eran príncipes puros, su sangre estaba manchada por la de un plebeyo. Quizás por esa razón era capaz de detectar la humildad en aquellos ojos asustados.

—Hay tres galerías en este templo, cada una representa uno de los valores que deben tener los miembros de la realeza, en especial, el heredero. —Hizo un gesto para que los hermanos se acercaran—. Vamos a pasar a la primera sala: "visión del pasado y del futuro".

Camila y Petter avanzaron con apremio hacia la primera sala. El lugar estaba casi vacío, a excepción de una mesa de mármol que tenía una serie de objetos encima. La anciana les pidió que se sentaran dentro de un triángulo que se hallaba dibujado en el suelo, ellos obedecieron. Después comenzó a preparar algunas cosas sobre la mesa, para luego acercarse portando dos cocos abiertos que entregó a los príncipes. 

—Beban—exigió con voz severa. Los jóvenes dudaron un poco, pero terminaron obedeciendo. El sabor era diferente al agua de coco normal, al parecer tenía agregado otros ingredientes. Al terminar, ya la mujer estaba frente a ellos—. Todo rey debe conocer su pasado y su futuro, de este modo podrá aprender de sus errores y modificarlos lo más posible.

La sacerdotisa tomó una botella de ron en su mano y bebió un sorbo, después sacó unos caracoles de una caja de madera y escupió el líquido en ellos. Luego cantó en una lengua muerta que ninguno de los príncipes conocía. Mientras tanto, Camila y Petter comenzaron a sentir cierto mareo, quizás debido a la bebida que acababan de tomar.

—Dame tu mano— le ordenó a Petter. El muchacho obedeció con un poco de temor. Ella sacó una daga e hizo un corte lo suficientemente profundo como para que la sangre goteara sobre los caracoles. Luego los recogió del suelo y los lanzó en el medio de ellos tres—. Interesante...

Petter examinó su mano herida con cierto recelo, no entendía aquellas prácticas, ni tampoco creía en que se pudiera leer el futuro de alguna manera. Camila, por otro lado, estaba fascinada, deseaba conocer la opinión de la anciana.

—¿Qué es lo que ve? —preguntó por fin, sin poder contener su curiosidad.

—Está muy cerca de la muerte, joven príncipe— murmuró tras unos minutos leyendo la posición de los caracoles—. Debe cuidarse.

—Gracias—masculló Petter un poco cortado. Todos los Elegidos estaban cerca de la muerte, así que sus palabras ni lo asustaban ni lo sorprendían.

—También debes sanar tu corazón—prosiguió la anciana tras inclinarse para palparle el pecho. Petter se agitó al sentir aquellas manos frías sobre él—. Tus culpas son demasiado grandes, tendrás que buscar el modo de eliminarlas antes de que acaben contigo.

Petter comenzó a sentir un mareo cada vez más fuerte que lo hizo comenzar a transpirar. Imágenes confusas invadieron su mente, casi todas de su pasado. Primero su verdadera madre dejándolo en el bosque, su infancia junto a Vivian, la manera en que traicionó a los Elegidos, la muerte de Emilio y de Aylen, Rosman torturándolo, los momentos felices junto a Karla. Todo pasó en cuestión de segundos, pero luego se mezcló con imágenes de dolor y sufrimiento que no pudo reconocer. Sintió angustia, enojo y deseos de venganza, pero todo terminó en cuanto la mujer guardó los caracoles en su caja.

—¿Qué demonios...? — intentó preguntar, pero la sacerdotisa estaba ocupada realizando el mismo ritual con Camila.

— Eres demasiado bondadosa, pero esa bondad te será arrebatada de la manera más cruel...—exclamó después con una mueca en los labios. Camila abrió mucho los ojos, preocupada por aquellas palabras. La anciana ensombreció aún más su mirada en la próxima tirada de caracoles, como si acabara de ver algo terrible —. La profecía se cumple, dos reyes caerán y dos príncipes salvarán al mundo de la próxima guerra. Debes intentar no perder tu bondad.

—No lo entiendo, ¿qué significa? —preguntó Camila con voz temblorosa. Tenía el ceño fruncido y los labios apretados.

—Veo demasiadas cosas, princesa, pero no todas pueden ser dichas.

Camila comenzó a desesperarse, necesitaba entender un poco más aquellas extrañas palabras, pero su lengua se enredó cuando quiso continuar preguntando. Sintió, mareos, náuseas y falta de aire, llevó una mano a su pecho para intentar aliviar aquella presión que la atormentaba. Imágenes confusas aparecieron, estaba sola, estaba devastada, llorando desconsoladamente con una corona en su cabeza, luego, un hombre apareció, pero ella deseaba destruirlo, no quería escucharlo. Aun así, tenía cierta curiosidad por conocer su identidad, pero cuando intentó mirarlo a los ojos se encontró con un gran vacío. Su rostro estaba cubierto por una cinta negra y su cabeza por una capa, por más que quiso acercarse, no logró detallar sus facciones.

—Cosas terribles se avecinan...—escuchó decir a la anciana cuando su consciencia comenzó a regresar.

—¿Qué cosas? Hable, por favor—insistió Camila con voz entrecortada, todavía conmocionada por su extraña visión. 

—Una guerra, una guerra que solo tú y él pueden evitar.

—¿Yo y quién más? —preguntó Camila, un poco estresada con tantas frases sin sentido que no parecían llegar a ninguna parte.

—Tú y el príncipe misterioso.

—Tonterías...—masculló Petter, un poco harto de aquello. 

—¿El príncipe misterioso? — murmuró Camila con voz queda. ¿Él sería el hombre que había visto en su visión? —. ¿Quién es? ¿Cómo puedo encontrarlo?

—Tranquila, él te encontrará a ti.

Camila abrió la boca para intentar preguntar más sobre el príncipe, pero la anciana ya se había levantado. Ambos hermanos tuvieron que seguirla hasta la siguiente sala.

La segunda galería tenía como propósito que los herederos recordaran su misión principal que era gobernar con justicia, templanza, astucia y piedad. La monarquía y la paz del reino siempre debían ser una prioridad, dejándose de lado las ambiciones personales y cualquier otra distracción. Allí serían ungidos por los cuatro elementos principales del reino: tierra, agua, fuego y ceniza.

—Usted primero, príncipe.

Petter caminó hacia un círculo que estaba dibujado en el suelo y se desabrochó la túnica, luego la dejó caer a un lado. Estaba totalmente desnudo, cosa que lo ruborizó un poco, pero intentó mantenerse tranquilo en todo momento. Camila apartó la mirada, un poco avergonzada con aquella situación incómoda.

—Oh diosa, acepta a este mortal como parte de la familia real, guíalo en las decisiones que tome, protégelo para que tenga un largo servicio a la corona y que su descendencia sea próspera.

Mientras hablaba la mujer untaba tierra en el rostro de Petter, luego fue bajando por los hombros hasta rozar levemente su pecho, el abdomen y culminar en sus rodillas. El muchacho se encontraba tieso y con los labios apretados, deseaba que aquel contacto terminara cuanto antes. Luego, tomó un cuenco con ceniza y comenzó a esparcirla por el cuerpo de Petter hasta dejarlo bastante sucio. Por último, le pidió que abriera las manos y las colocara en posición extendida, él obedeció sin quejarse, deseando terminar lo más rápido posible. La mujer le puso dos hierros calientes sobre las palmas. Petter debía aguantar el ardor mientras recitaba las palabras finales.

—Juro ser fiel al reino, cumplir con el deber que se me asigne y jamás claudicar en mi tarea.

Un leve gemido se escapó los labios de Camila cuando notó que las manos de su hermano habían quedado bastante lastimadas debido al fuego. Petter intentó disimular el dolor, no deseaba mostrarse débil ni angustiado, por lo que se apresuró a terminar con lo que le quedaba de ceremonia. Tras un gesto indicativo de la anciana, caminó hacia la última sala para poder sumergirse dentro del agua.

—Príncipe Cristopher Ernesto de Volcán, ahora eres oficialmente parte de la realeza. Tu deber como miembro de la monarquía jamás terminará ni siquiera después de tu muerte.

Petter quedó un poco perturbado al escuchar su nombre completo. El primero ya lo conocía desde que descubrió su pasado y aunque no lo aceptaba, lo sentía cada vez más familiar, pero el segundo lo tomó por sorpresa. Sabía que los miembros de la realeza siempre portaban dos nombres, pero nunca pensó que escogieran precisamente ese. ¿Sería idea de Leinad? No le incomodó aquella decisión, más bien le gustó, Ernesto merecía aquel pequeño reconocimiento después de ser tan duramente rechazado por Daniel.

Cuando logró procesar aquella novedad, Petter salió del agua casi con desesperación y corrió a vestirse. Una vez cubierto con su túnica blanca, logró mirar a Camila nuevamente a los ojos, todavía tenía las mejillas ruborizadas debido a la vergüenza. Ella le dedicó una sonrisa conciliadora y se dispuso a realizar el ritual.

Desnudarse era la peor parte, pero Camila lo soportó casi tan bien como Petter, solo debió cerrar los ojos y olvidarse de lo que realmente sucedía. Luego, sintió aquellas manos huesudas restregando su cuerpo, las palabras sagradas y por último el hierro caliente que apenas dejó una leve marca de color rojizo en sus palmas porque el fuego no podía quemarla y mucho menos lastimarla.

—Juro ser fiel al reino, cumplir con mi deber como heredera del trono y llegado el momento asumir mis responsabilidades como reina de Volcán. Juro que no claudicaré ni abandonaré mis responsabilidades—recitó de memoria con un hilo de voz. Pensó si realmente era capaz de tanto o quizás en algún momento huiría como lo hizo su madre.

Luego de sumergirse por completo en la piscina, sintió que el agua la renovaba y a la vez calmaba sus tensiones. La anciana la estaba mirando con regocijo, una sonrisa iluminaba su rostro apenas visible por la luz de las antorchas.

—Camila Danira de Volcán, ahora eres oficialmente parte de la realeza de Volcán y por supuesto tu responsabilidad es aún mayor que la de tu hermano. Algún día heredarás el trono y te convertirás en reina, así que nunca pierdas tus valores, tu fortaleza y tu determinación.

—¿Danira? —murmuró Camila, extremadamente sorprendida con su segundo nombre.

La anciana no respondió, al parecer aquella decisión estaba más que tomada y jamás podría cambiarse. Camila sonrió sin poder evitarlo, ahora llevaba el nombre de uno de los personajes más importante de la historia del reino, la fundadora de Volcán y quien logró hacerlo renacer como un fénix cuando emerge de sus cenizas. Ella la admiraba tanto, por lo que no podía estar más que complacida con aquella elección.

El ritual terminó cuando ambos hermanos cortaron la punta de su dedo con una daga y dejaron un pequeño rastro de sangre junto a sus nombres en las páginas del libro genealógico del reino. Ambos salieron del templo tomados de las manos. Los periodistas se aglomeraron nuevamente para tomarles fotos, ellos mostraron sus dedos ensangrentados para demostrar que la ceremonia había ocurrido con éxito. Luego, subieron a la limosina y se marcharon rumbo al palacio.


pd: Mis queridos Elegidos, espero les guste el capítulo. Me costó un poco hacerlo, por eso quisiera que me dejaran opiniones de cómo quedó, espero el ritual se sienta original y bonito. ¿Qué les pareció la profecía del príncipe misterioso y de la guerra que se avecina? ¿Quién creen que sea el príncipe? Dejen sus teorías.

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