El renacer de un Elegido

Drake sentía que el corazón se le quería salir del pecho. Desde su escondite observó cómo Anemith lanzaba a Mariana por el precipicio sin ningún tipo de remordimiento. Aquella mujer le daba escalofríos, por lo que se aseguró de mantenerse quieto y callado para que no pudiera descubrirlo espiando. Cuando estuvo seguro de que se había marchado, respiró hondo para calmarse y corrió hacia Corazón de la Tierra. El anciano continuaba acostado en el suelo, desencajado y con el traje manchado de sangre. Lo sacudió para intentar despertarlo.

—Vamos, viejo, espabile—suplicó cuando sus esfuerzos fueron en vano—. No puede dejarme aquí tirado...

Corazón de la Tierra abrió los ojos con dificultad y dejó escapar un gemido de dolor. Luego se aferró a los hombros del muchacho, mientras intentaba encontrar las fuerzas necesarias para hablar.

—Los Elegidos...—balbuceó—. Debes encontrarlos...

—¿Qué? —se sobresaltó Drake y abrió los ojos con asombro—. No estará pensando en que entre al reino de las sirenas para encontrarlos, ¿verdad?

—Debes hacerlo—insistió Corazón de la Tierra con voz entrecortada—. El cristal del océano está en peligro y también Mariana.

Drake se apartó, un poco conmocionado. Quedó con la mirada perdida en un punto lejano, como si quisiera encontrar una solución milagrosa al problema. Mientras tanto, su corazón latía cada vez más frenético y sus manos sudaban.

—Todo depende de ti, muchacho—murmuró Corazón de la Tierra antes de volver a caer en un profundo sueño.

Drake soltó una maldición. Los nervios comenzaron a torturarlo nuevamente. ¿Ahora cómo saldría de aquella situación? Pensó en Mariana, su vida corría peligro, debía encontrar los medios para ayudarla, pero ni siquiera sabía dónde estaba y a quién recurrir. Tampoco tenía idea de cómo ingresar al reino de las sirenas. Desesperado, comenzó a dar vueltas en círculo, intentando encontrar alguna solución. Su temor se volvía cada vez más evidente, pero al mismo tiempo, no era capaz de desistir y dejar a dos personas abandonadas a su suerte. Finalmente, hizo lo que le pareció más conveniente: recorrer el lugar con la esperanza de que alguien apareciera, pero estaba todo sumido en una abrumadora soledad. Llegó a la orilla de una playa, allí había un barco encallado, este tenía una sirena pintada en el mástil. Un presentimiento lo hizo trepar hasta la cubierta.

El barco comenzó a moverse solo, como si se tratara de un fantasma, lo hacía cada vez más rápido, hasta que alcanzó una velocidad sobrehumana. Drake se aferró a una de las barandillas y esperó, tras algunos minutos de recorrido estuvo en una isla. Se bajó, un poco mareado y asustado, pero sospechaba que los Elegidos estarían cerca para recibirlo, por lo que caminó deprisa por la ciudad abandonada. Aquel lugar le daba escalofríos, pero estaba decidido a cumplir con la misión encomendada por Corazón de la Tierra.

Voces entrecortadas lo hicieron detenerse de golpe. Luego una melodía invadió sus oídos. Era tan dulce como una canción de cuna, aunque tenía un toque de misterio estremecedor. Drake sintió un aliento caliente en su oído que lo hizo ahogar un gemido de pánico. Su corazón latió a una velocidad extrema. Sabía que no estaba solo, alguien lo acechaba en las sombras.

Un grupo de ánimas apareció de repente, logrando que el muchacho soltara un grito y cayera sentado en la arena. Intentó arrastrarse para escapar, pero recibió algunas mordidas y rasguños. Sintió los colmillos filosos rasgando su piel sin piedad.

—Paren, paren—suplicó mientras manoteaba para intentar deshacerse de aquellas criaturas—. ¿Qué quieren de mí?

Las ánimas no parecían interesadas en dialogar, continuaron atacándolo cada vez con más saña. Drake estaba muy asustado, pero apenas podía pensar en como escapar, solo sentía dolor y desesperación. Sus heridas sangraban, dejándolo mareado e indefenso. Finalmente, quedó hecho un ovillo en el suelo, sollozando y totalmente desprotegido ante aquella amenaza.

—No quiero morir, por favor, no quiero...—murmuró con la voz ahogada por el llanto.

En ese momento su temor más profundo lo paralizó. Recuerdos de su niñez vinieron a su memoria como un torbellino, sobre todo, los de esa noche donde perdió a sus padres para siempre. Desde ese día el miedo a la muerte y al abandono se convirtieron en sus peores pesadillas.

El rostro de su madre se materializó en su cabeza como si estuviera allí en ese preciso momento. Ella lo tranquilizaba para que no llorara, mientras su padre la instaba a apresurarse. Luego lo colocó en el asiento trasero del auto. Drake le tomó la mano para impedir que se marchara.

"Tengo miedo, mamá"

"Eres un niño muy valiente, Drake, no tengas miedo. Mamá y papá siempre estaremos contigo"

Drake se tranquilizó un poco y abrazó el dinosaurio de juguete que siempre llevaba a todos lados. La mujer besó su frente y le acomodó el cinturón para que quedara protegido en caso de accidentes. Luego sus padres se acomodaron en sus respectivos asientos, mientras comenzaban a discutir sobre los motivos de aquel extraño viaje. 

Un golpe hizo que el vehículo comenzara a girar. Drake perdió el conocimiento por varios minutos y hasta ese momento, solo recordaba haber despertado en el hospital días después, pero ahora nuevos recuerdos lo invadieron. Su padre lo había sacado del vehículo, desesperado.  Pudo ver perfectamente su rostro ensangrentado y lleno de lágrimas que suplicaba a los dioses porque su único hijo hubiese sobrevivido. Algunos hombres sin rostro rodeaban la escena, acechantes, pero una magia sobrenatural impidió que pudieran dañarlos. Su último recuerdo estaba dirigido a su madre. Su cuerpo destrozado se encontraba tirado en el suelo sobre un charco rojo. Ni siquiera se parecía a la mujer que recordaba. Quiso gritar, pero volvió a desmayarse. 

Salió de su letargo tras otra mordida violenta. Su cuerpo sucumbía ante las heridas y comenzaba a quedarse sin fuerzas para continuar soportando aquella tortura. Quiso rendirse y entregarse a la muerte, por primera vez ya no tenía tanto miedo. Sin embargo, las últimas palabras de su madre continuaban resonando en su interior. Deseaba ser valiente y poder levantarse, quería enfrentar sus mayores temores y llegar hasta donde estaban los Elegidos.

Logró ponerse de pie a pesar de sus heridas. Las ánimas se apartaron, como si acabaran de presenciar una terrible amenaza, luego se quedaron observándolo. Drake caminó con paso lento dejando un rastro de sangre en la arena. Anduvo por varios minutos, a veces se caía, pero volvía a levantarse. Ahora tenía un propósito y no pensaba abandonarlo. Llevaría el mensaje a los Elegidos, luego podría morir y reencontrarse con su madre.

Su visión se nubló, ahora solo percibía sombras que danzaban a su alrededor y algunas voces conocidas. Pensó que era una alucinación de las ánimas, pero alguien lo sacudió para intentar espabilarlo.

El cristal, se han llevado el cristal—murmuró. Unos extraños ojos azules lo miraban con inquietud—. Deben salvar a Mariana...

Más voces distorsionadas. Alguien gritó su nombre, quiso responder, pero hasta respirar le costaba. Poco a poco, todo se volvió más y más oscuro. Extrañamente ya no tenía miedo, su corazón estaba cada vez más tranquilo. Quizás muy pronto podría reencontrarse con su madre y disculparse por no haberla abrazado un poco más esa noche.

...

—Oh por dios, está muerto—murmuró Diana con voz temblorosa.

Drake se encontraba tirado en el suelo con todo su cuerpo lleno de heridas y su traje manchado de sangre. Su aspecto era parecido al de un cadáver, pálido y agotado. Noah estaba agachado a su lado, con ambas manos sobre su barbilla, intentando encontrar su pulso.

—Todavía no—respiró aliviado. Luego se puso de pie—, pero lo estará muy pronto si no nos apresuramos. Debemos regresar a Arcadia cuanto antes.

—¿Crees que aguante? —preguntó Camila. Alejandro y ella habían regresado minutos antes con el grupo—. Se ven demasiado graves sus heridas.

—Solo usando el cristal de las hadas podré salvarlo. —Noah soltó un suspiro de agotamiento—. Lástima que los cristales no funcionen en este reino.

—Entonces no esperemos más, vamos a regresar cuanto antes. Según lo que nos dijo Drake, Mariana también está en peligro—intervino Petter con voz ansiosa.

Noah comenzó a dar instrucciones para que el grupo se pusiera en marcha. No tenía mucha idea de cómo salir de aquel lugar, pero supuso que debían regresar al barco, así que intentó ubicarse en el espacio. Vio el rastro de sangre dejado por Drake y estuvo seguro de que por allí era la salida. Así que le ordenó a los demás que lo siguieran. Alejandro y Petter ayudaron a Brayan a caminar, mientras Lucas y César hicieron lo propio con Drake, aunque no fue tarea fácil porque el muchacho continuaba inconsciente. Tras algunos minutos, divisaron el barco y corrieron hacia él. Este comenzó a moverse a toda velocidad en cuanto se subieron. En poco tiempo estuvieron en el puerto principal de Arcadia, allí los esperaba un grupo de gordianos.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó Noah tras bajarse del barco.

Braulio dio un paso al frente. Se veía preocupado. Evidentemente las noticias no eran buenas.

—Anemith estuvo aquí. Atacó a Corazón de la Tierra, dejándolo bajo un hechizo temporal. —Los Elegidos quedaron espantados con la noticia, pero no interrumpieron. Noah apretó los puños, impotente—. Se ha llevado el cristal del océano.

—No puede ser—se quejó el muchacho—. ¿Cómo pasó esto? ¿Cómo no lo previeron? —Braulio abrió la boca para intentar justificarse frente a Noah, pero este no lo dejó terminar—. Ustedes son los gordianos, se supone que cuidan Arcadia a la perfección y nuevamente esta mujer entra aquí como si nada.

—No es tan sencillo—contrarrestó Braulio, se veía ofendido—. Ella tiene un poder que nos supera a todos.

—No hay tiempo para esto, Noah—interrumpió Camila, tomando el control de la situación—. Brayan y Drake están malheridos y hay que encontrar a Mariana.

Noah soltó un resoplido y relajó los músculos. Miró a Braulio que lo observaba con cierto resentimiento y se sintió culpable por haberle reclamado algo que se salía de su control. Se pasó la mano por el rostro y apretó el puente de su nariz para intentar pensar.

—Lo siento—dijo unos segundos después—. Estoy nervioso con todo esto.

Braulio asintió, más tranquilo. Noah caminó hacia los otros Elegidos. Brayan y Drake estaban tirados en el suelo con sus ropas empapadas de sangre. El primero continuaba consciente, pero cada vez más débil y asustado, era evidente que temía quedarse sin fuerzas y fallecer. Drake se encontraba aún peor, respiraba con dificultad y tenía el rostro pálido. Quizás no podría salvarlos a ambos con el cristal, pues su poder tenía un límite diario y no había forma de saber cuando se agotaría. 

—Drake se está muriendo—masculló. Sabía que lo correcto era ayudarlo a él primero, aunque Brayan estaba bastante decaído también.

—Brayan luchó con nosotros todo este tiempo, entregó su poder. Él...—la voz de Jane sonó angustiada, parecía a punto de echarse a llorar.

—Drake también es un Elegido—la cortó con severidad—. Morirá en cuanto se termine el hechizo de vitalidad que le hice sino uso el cristal ahora. No puede esperar.

Los Elegidos guardaron silencio y eso preocupó aún más a Noah, temía que su decisión fuera reprochada por todos en el futuro. Se quedó unos segundos en la misma posición, observando a las dos personas que necesitaban del poder del cristal. Brayan comenzaba a desfallecer, pero estaba intentando disimularlo a toda costa. Temió que no sobreviviera.

—No te preocupes por mí, enano, si el poder del cristal falla puedo aguantar un poco más—lo tranquilizó el muchacho con voz entrecortada. Estaba haciendo un gran esfuerzo por mantenerse consciente.

—Vamos, Noah, si sigues esperando ambos morirán—interrumpió Petter con voz firme.

Noah no respondió, pero sabía que su compañero tenía razón. Debía tomar una decisión cuanto antes. Nervioso, sacó el cristal de su bolsillo y lo puso sobre el pecho de Drake cubriéndolo con su mano derecha. Esperó que el poder hiciera efecto, rezando porque no fuera demasiado tarde. Segundos después, una luz verde brotó de la reliquia, logrando que el muchacho despertara sobresaltado y con la respiración agitada.

—¿Mejor? —preguntó Noah, ayudándolo a sentarse.

Drake lo miró como si no comprendiera quién era y por qué estaba allí. Luego reparó en su ropa manchada de sangre. Un mareo lo invadió y sus músculos se aflojaron. La bilis subió por su garganta y lo obligó a girarse para poder vomitar. Los demás observaron la escena con estupefacción.

—Qué asco...—comentó Diana tras hacer una arcada.

Noah sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo entregó al muchacho para que se limpiara. Luego se puso de pie. Observó a Brayan quien acababa de perder el conocimiento. El terror lo invadió. Se apresuró a usar el cristal, pero tal y como lo previó, su magia se había extinto temporalmente. Estuvo a punto de maldecir, pero los gordianos no le dieron mucho tiempo de quejarse. Lo subieron con brusquedad a una camilla improvisada, logrando que el Elegido soltara un quejido, luego se lo llevaron hacia el palacio.

—Ahora debemos encontrar a Mariana—dispuso Noah. Su voz sonó temblorosa. Era evidente que estaba cada vez más estresado. Se giró hacia Braulio quien permanecía en el mismo lugar—. Muéstrame el sitio donde encontraron a Corazón de la Tierra.

El gordiano asintió e hizo un gesto para que todos lo siguieran. Los Elegidos se prepararon para avanzar, pero Noah se detuvo unos segundos, continuaba preocupado por el estado de ausencia que presentaba Drake, como si se encontrara en algún tipo de limbo.

—Diana—llamó a la otra muchacha que continuaba apartada del resto—. Te quedarás con Drake hasta que se recupere.

—¿Qué? —chilló la Elegida—. No pienso hacerlo.

—No discutas conmigo y haz lo que te digo— respondió Noah con voz autoritaria.

—No necesito una niñera—intervino Drake, continuaba con la mirada en un punto lejano, pero al menos había reaccionado para quejarse, para Noah eso era una buena señal.

—Claro que sí y Diana lo hará estupendamente.

Por primera vez Noah soltó una risita traviesa, luego continuó su camino rumbo a los acantilados. Diana soltó un chillido y pateó el piso a modo de perreta, luego se cruzó de brazos. Quería matar a Noah por haberla dejado allí con Drake.

—Eres tan infantil—se burló Drake cuando todos se habían marchado.

—Al menos no huelo a vómito ni parezco una lagartija aplastada por un camión de basura.

Drake frunció el ceño, un poco sorprendido por sus ofensas. Luego soltó una estruendosa carcajada. Diana levantó una ceja.

—¿De qué te ríes, idiota?

—Es que no sé cómo se te ocurren esos insultos tan patéticos.

Diana apretó los labios, tenía ganas de continuar ofendiéndolo, pero prefirió callar. Drake se puso de pie y la miró con detenimiento por unos segundos, como si quisiera entender su mutismo.

—¿Podrías llevarme al palacio flotante? Necesito una ducha.

Ahora fue Diana quien soltó una carcajada, iba a vengarse por su insolencia.

—Claro que no. Tendrás que encontrar el camino tú solito, idiota.

Drake la observó marcharse. Una palabrota se escapó de sus labios. No tenía idea de cómo llegar al palacio solo. Resignado, se sentó sobre una roca y espero que alguien apareciera para ayudarlo. Mientras tanto, sus pensamientos se dirigieron hacia lo ocurrido en el reino de las sirenas. Aquellos recuerdos continuaban atormentándolo. Su padre lo había sacado del auto y parecía tan preocupado por él, pero luego decidió abandonarlo para hacer una nueva vida. Dos lágrimas se escaparon de sus ojos, pero las secó con rabia. Él era el culpable de todo, del accidente, de la muerte de su madre y de que hubiese pasado su infancia en un orfanato. Nunca podría perdonarlo por sus actos.

—Prometiste que nunca me dejarían solo, mamá —se lamentó en voz baja.

En su interior alguien pareció responder esa protesta. Su madre continuaba allí, estaba viva en sus recuerdos y en su corazón, quiso que eso fuera suficiente, pero cada vez le hacía más falta su presencia. Ella le había dado la fuerza necesaria para continuar caminando en la isla, aun cuando tenía un terrible miedo a morir. No comprendía de dónde había sacado tanta valentía. Quizás nunca lo sabría, pero ya no había vuelta atrás. Ahora se había convertido en un Elegido y debía estar a la altura de eso. 

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