Unidos por el deber
Anise tomó el último sorbo de café que había en la taza justo cuando tocaron a su puerta. Amanecía y todavía no había recibido noticias de los Elegidos, por lo que estaba preocupada y ansiosa. Ya era la quinta vez que ordenaba que le trajeran café y algunos biscochos para soportar aquella terrible noche. Con un grito exasperado ordenó que pasaran y sintió un poco de alivio al encontrarse con Daisy, su hada de mayor confianza.
—Los Elegidos han vuelto.
Anise se puso de pie de golpe y no pudo evitar sonreír.
—¿Están todos bien? — preguntó con un poco de desesperación en su voz —. ¿Ernesto, Camila...?
—Sí, ellos están bastante bien, aunque...—Daisy titubeó—. Karla está grave. La están atendiendo en la enfermería.
—¡Cielos! — exclamó Anise y se dejó caer de nuevo sobre su asiento—. Hagan todo lo posible por ella— ordenó. Luego comenzó a juguetear con la taza de café vacía, como si estuviera pensando en algo mucho más preocupante—. ¿Qué pasó con el brazalete?
—Camila lo tiene en su poder ahora.
—Excelente— celebró Anise un poco más tranquila—. Ahora es responsabilidad de ella mantenerlo a salvo. Espero pueda cumplir con su deber tal y como lo hizo su madre.
—Estoy segura que lo hará excelente—opinó el hada—. Supe que pudo utilizar el brazalete contra Rosman. —Anise abrió la boca con sorpresa—. De hecho, lo dejó malherido.
—¡Vaya! — exclamó con desconcierto, aunque en el fondo estaba feliz de recibir aquellas noticias—, parece que Camila será incluso mejor que su madre, cosa que no me sorprende. Por sus venas corre la sangre de los dioses.
—Con el brazalete ella será implacable.
—No me cabe duda de eso, pero me preocupa que tanto poder la corrompa. Ella es aún una niña inocente, lo menos que deseo es que...
—No debe preocuparse, Anise— la interrumpió Daisy y le regaló una sonrisa conciliadora—. La historia no volverá a repetirse.
Anise suspiró y estuvo unos minutos en silencio. Olvidó por completo que Daisy seguía allí, en espera de alguna orden o comentario. Su mente había sido invadida por un sinnúmero de recuerdos del pasado. Con tantos siglos de existencia, estaba convencida de que nada de lo que hiciera podría cambiar el futuro de los mortales. Por lo que ninguna fuerza en el mundo impediría que Camila cumpliera con su destino, fuera este bueno o malo.
—Hay algo más. — Anise despertó de golpe de aquella ensoñación—. Giselle está aquí.
—¿Giselle? — exclamó sin poder creerlo—. ¿Cómo es posible?
—No sé los detalles, pero ella desea verla.
Anise se puso de pie y le indicó con una seña que la hiciera pasar. Por alguna razón, sus manos comenzaron a sudar y su corazón volvió a acelerarse de golpe. Por fin, después de tantos años, conocería a su nieta. Caminó hacia el centro del lugar y esperó para recibirla. Apenas pasaron unos segundos para que una adolescente estuviera frente a ella, observándola con cierta desconfianza. Era tan hermosa como su madre, con aquella envidiable figura esbelta y el cabello largo y sedoso que le caía sobre la espalda. Enseguida pudo reconocer cierto parecido con Rosman, los ojos negros y expresivos, la piel un poco más oscura y la mirada suspicaz. Quiso acercarse para poder abrazarla, pero Giselle retrocedió de forma instintiva.
—Giselle— murmuró, todavía sorprendida por aquella visita repentina—. Ya eres toda una jovencita...
—Sí, evidentemente tenía que crecer, ¿no le parece? — respondió ella con tono cortante.
Anise la ignoró, podía comprender que no estuviera contenta de verla, al fin y al cabo, nunca tuviera una relación.
—¿Qué ha pasado, mi niña? — preguntó y la invitó a que sentara frente a ella, en uno de los sofás del despacho—. Si bien este encuentro me llena de felicidad, también me preocupa el hecho de que hayas decidido venir sola, después de tanto tiempo. Supongo que tu padre no te dio permiso para...
—Vine por respuestas. —Anise pareció turbarse y se movió inquieta en su asiento—. Hay muchas cosas que necesito saber...
—Puedes preguntarme lo que quieras.
—¿Segura? — inquirió Giselle con sarcasmo—. ¿Incluso sobre mi madre?
Anise se puso aún más nerviosa, pero intentó disimularlo frotándose las manos.
—¿Qué fue lo que Rosman te contó? —indagó con cierto temor en su voz.
—Que mi abuela tuvo la valentía de acabar con la vida de mi madre, aun sin importarle que fuera su hija.
—Giselle...— murmuró Anise e intentó agarrar sus manos, pero ella se lo impidió—. Las cosas no son...
—¿Ah no? — exclamó Giselle al tiempo que secaba las lágrimas que salían de sus ojos—. ¿Cómo pasó entonces? ¿Cómo una madre es capaz de acabar con la vida de su propia hija?
—¡Yo no maté a Anemith! — gritó Anise, sobresaltada. Al ver el rostro sorprendido de Giselle, supo que había perdido un poco la compostura, por lo que respiró profundo para calmarse—. Tu madre era una persona despiadada, alguien a quien no le importaba lastimar a los demás, ni siquiera a su propia familia. Su único amor era el poder, al igual que tu padre, por esa razón ambos terminaron uniéndose, porque sabían que juntos eran implacables. Rosman necesitaba el don de tu madre para tener mayor poder mágico y ella necesitaba su poder político. — Giselle la escuchaba con atención, aunque no estaba segura de que toda aquella historia fuera cierta—. Anemith deseaba ser diosa suprema y para lograrlo se llevó por el medio a sus propios hermanos, por eso ser la esposa de Rosman le resultaba tan atractivo, podría reinar sobre los demás.
—¿Qué fue lo que le hiciste? —preguntó Giselle con voz queda.
—Ella no está muerta. —Anise sabía que aquella información podía traerle problemas en el futuro, pero no fue capaz de engañar a su nieta, no sobre un tema tan delicado—. Está bajo un hechizo de sueño eterno que impedirá que le siga haciendo daño a la gente.—Giselle la miró sin poder creerlo—. No fui capaz de matarla.
—No sabes cuánto quise tenerla conmigo— comenzó a decir Giselle con los ojos vidriosos—. Mi padre no tiene demasiado tiempo para mí. A veces creo que no me quiere...
—No digas eso— la interrumpió Anise con ternura. Luego tomó su mano y se la apretó—. Puede que Rosman sea una pésima persona, pero estoy segura de que sí te quiere, al menos a su manera.
Giselle sonrió con cierta añoranza. Quería mucho a su padre, a pesar de que nunca fue la persona más cariñosa del mundo, ni tampoco le dedicaba la mayor parte de su tiempo. Rosman era un hombre duro y frío, pero siendo una niña ella descubrió cómo ablandarlo. Recordaba estar enrollada en su cuello con apenas cuatro años y hacer algún berrinche para que la llevara cargada hasta su habitación. Él cedía y se dejaba engatusar por sus besos y caricias. De este modo, le compró un hermoso caballo y le enseñó a montar, también le llenó el cuarto de muñecas y vestidos, todo para que ella fuera feliz y no sintiera su ausencia. Giselle recordaba que nada de eso la llenaba, ella solo quería una familia normal. Un padre que la arrullara todos los días y le contara cuentos, una madre que fuera algo más que un retrato sin vida. Por esa razón, fingía estar enferma, hacía berrinches, destrozaba cosas, se escapaba del palacio, así llamaba la atención de la única persona que tenía en el mundo.
Recordó que una vez Samtines sugirió que ella necesitaba un correctivo más severo, algo que la hiciera comportarse como una verdadera princesa. Cuando estuvo frente a Rosman intentó volver a ganarse su confianza con besos y ruegos, pero esta vez su padre no cedió. Estaba furioso como nunca antes. Sus palabras aun retumbaban en su memoria: Si fueras mi hijo, si fueras un varón, te azotaría por esto que acabas de hacer, pero no soy capaz de ponerte una mano encima. Luego le ordenó que se marchara a pesar de que ella le rogaba que la perdonara. Estuvo encerrada casi tres meses sin poder salir de su habitación y su padre se negó a visitarla aun cuando fingió estar muy enferma. Giselle hubiese preferido cualquier cosa, incluso los azotes, antes de perder el afecto de su padre.
—Giselle, querida. — Anise la hizo salir de sus cavilaciones—. El pasado no se puede cambiar, no debes lamentarte por lo que sea que hayas vivido antes. Ahora tienes la oportunidad de empezar de nuevo, lejos de la maldad de tu padre.
—No es tan fácil, en el fondo lo quiero.
—Lo entiendo, pero debes comprender que Rosman es una mala persona y tú no. Tú tienes la oportunidad de tomar tus propias decisiones ahora.
—Él me apartó siempre de todo esto. Nunca me dijo que era una Elegida, tuve que descubrirlo todo por mi cuenta y aprender a usar mi poder yo sola.
Anise sonrió con orgullo.
—Sé que en el fondo eres una chica buena, puedo verlo en tus ojos, a pesar de que hayas sido criada por tu padre y engendrada por tu madre. Eres una Elegida, por tus venas corre la magia blanca, nunca olvides eso.
—Me siento tan confundida...
—Tranquila, tienes tiempo para pensar lo que quieres hacer. Puedes regresar con tu padre si eso es lo que deseas o puedes quedarte aquí conmigo en Arcadia y formar parte de los Elegidos. Al fin y al cabo, para eso naciste.
—Gracias, abuela. — Giselle la abrazó de golpe—. Me alegra haberte conocido.
—Siempre puedes contar conmigo, mi niña—murmuró Anise al tiempo que sobaba su espalda, luego se separó un poco de ella para poder mirarla a los ojos—, pero recuerda, debes olvidarte del pasado y de tu madre. Ella no puede regresar a la vida de nuevo o sería una catástrofe para todos, ¿lo entiendes?
Giselle asintió, aunque su corazón estaba cada vez más confundido. Siempre deseó poder conocer a su madre y ahora la oportunidad estaba allí, al alcance de su mano, solo tenía que usar el cristal. Sabía que si su abuela tenía razón el regreso de Anemith desataría otra guerra, aunque no estaba tan segura de que tan confiable era su palabra. ¿Qué debía hacer? Se preguntaba una y otra vez, mientras caminaba sin rumbo por los pasillos de Arcadia. ¿Abandonaría los deseos de conocer a su madre a cambio de preservar la paz del mundo mágico?
...
Petter estaba sentado en el suelo del pasillo que conducía hacia la enfermería de Arcadia. Llevaba horas allí, sumergido en una profunda estupefacción, sin siquiera reparar en el dolor de sus propias heridas. Todavía no podía asimilar que Karla se debatía entre la vida y la muerte, mientras él esperaba algún milagro que la trajera de vuelta. Sus labios de vez en cuando pronunciaban un "por favor" involuntario, como si estuviese dirigiendo una plegaria a algún ser desconocido. Camila lo hizo reaccionar de golpe tras estrechar su mano entre las suyas.
—Tranquilo, ella estará bien— le dijo en voz baja.
Hubo unos segundos de silencio. Petter suspiró y le dirigió una mirada devastada a su hermana.
—Si algo le pasa...—dijo con la voz entrecortada y los ojos vidriosos— no voy a perdonármelo jamás.
Camila notó que estaba temblando como un niño pequeño y sintió ganas de abrazarlo.
—Estaba decidido a acabar con Rosman— continuó—. Había jurado matarlo con mis propias manos, pero no pude, no fui capaz. ¿Sabes por qué? — Camila negó con la cabeza—. Pensé en Karla. Cuando estaba allí, a punto de atravesar a Rosman con mi espada, vinieron a mi mente sus palabras, las que me dijo cuándo mi madre murió. Ella me hizo querer ser una persona diferente, querer enmendar todo lo malo que hice y desear seguir viviendo cuando ya no le encontraba sentido a nada. Con ella quiero empezar una vida nueva.
—Petter...— murmuró Camila, conmovida por sus palabras. Luego apretó su mano para reconfortarlo—. Eres una buena persona, por eso no pudiste matar a Rosman. Tú no eres un asesino, aunque hayas cometido errores.
—He hecho cosas terribles...— confesó Petter. Sus ojos parecieron reflejar el dolor de aquellos recuerdos.
—Si lo dices por lo de Emilio...
—No es solo por lo de Emilio— reconoció él y apartó su mano de la de Camila. Luego comenzó a mirar hacia un punto lejano de la habitación—. ¿Acaso no viste lo que le hice a Sandro?
—Petter, por favor. — Camila lo obligó a mirarla, tomando su rostro con una de sus manos—. Sandro quería matar a Karla, es lógico que...
—Ni siquiera lo dudé— confesó Petter—. Cuando lo vi tocando a Karla quise sacarle el corazón.
—Eso no te hace un asesino, Petter, te hace una persona que protege a los que ama.
Petter soltó una risita irónica, luego fijó sus ojos verdes en los de Camila. Su rostro reflejaba toda la angustia que había guardado por tantos meses.
—¿Eso crees? —su voz sonó indignada—. No me conoces, Camila. No soy tan bueno como piensas.
—Te conozco lo suficiente.
Ella volvió a apretar su mano y le sonrió con ternura.
—Yo asesiné a alguien, Cami. —Las palabras escaparon de sus labios cómo ráfagas, a pesar de que su garganta pareció atorarse debido a los nervios—. Yo no quería hacerlo, pero Rosman...— Su voz se quebró. Camila esperó a que terminara de hablar a pesar de que aquella confesión la había dejado perturbada—. Ella fue alguien importante para mí, alguien a quien quería, aunque no puedo decir que fuera amor, pero aun así no merecía lo que le hice.
—¿Qué fue lo que pasó?
—Rosman me obligó a dispararle. — Camila abrió los ojos con asombro, le costaba creer sus palabras. Petter dejó que algunas lágrimas se escaparan de sus ojos. Luego las secó con rabia—. Rosman me obligó a hacerlo cuando lo traicioné, era eso o matar a mi madre. No supe que hacer en ese momento, no quería morir y tampoco quería...
Camila lo abrazó de golpe y él sintió como si ese abrazo comenzara a enmendar todo aquello que todavía dolía en lo más profundo de su corazón.
—Tranquilo...
Estuvieron unos segundos así, abrazados, hasta que Petter logró recomponerse un poco.
—No quiero que Karla sepa esto Cami, prométemelo. No quiero perderla a ella también. Odiaría que me viera como a un monstruo.
—Está bien, nadie lo sabrá— respondió ella con seriedad para intentar darle confianza—, pero no entiendo por qué me lo contaste.
—No lo sé— reconoció Petter tras sobarse la nariz—. Necesitaba decírselo a alguien y sé que tú no vas a juzgarme. Fuiste la única que no me dio la espalda cuando se descubrió todo a pesar de que te usé para robar el brazalete. Eso te lo agradezco.
—Somos familia, Petter, ¿recuerdas?
Petter intentó sonreír, aunque en el fondo no acababa de acostumbrarse a esa realidad. Le costaba asimilar que tenía otra madre, un padre y una hermana. Aun así, se alegraba de que Camila fuera parte de eso. Entonces escuchó los pasos de alguien que se acercaba, era Ernesto. Pudo notar cómo la energía en la habitación cambiaba.
—Disculpe que los interrumpa, solo quería saber cómo estaba la joven.
Ernesto hablaba con cierta incomodidad, era evidente que le costaba estar cerca de Petter.
—Aún no tenemos noticias, pero al parecer es grave— respondió Camila con un dejo de tristeza en su voz.
—Lo siento mucho. — Ernesto intentó conectar su mirada con la de Petter—. Yo quería hablar contigo, hijo.
—No es un buen momento— respondió Petter con sequedad.
—Lo sé, lo sé— dijo Ernesto con cierto nerviosismo. Petter lo miró por primera vez—, pero hay mucho que necesito decirte.
El joven asintió, resignado.
Camila optó por marcharse y dejarlos solos. Ernesto se sentó sobre uno de los asientos que estaban cerca de la enfermería. Petter lo siguió sin decir ninguna palabra. Deseaba evitar aquella conversación, pero sabía que tarde o temprano llegaría el momento de enfrentar el pasado.
—Hijo, sé que esto es difícil para ti— comenzó a decir Ernesto, cada vez más nervioso—, para mí también lo es. No creas que es fácil descubrir que mi hijo, a quien lloré por años, continúa con vida. — Ernesto evaluó el rostro de Petter para poder continuar—, pero quiero que sepas que, si hubiese sabido que tú estabas vivo, yo hubiese hecho lo que fuera por traerte de vuelta.
—No debes preocuparte— lo cortó Petter con brusquedad—. Tuve una infancia feliz. Mi madre...— Hizo una pausa para rectificar sus palabras—. Vivian, me crio lo mejor que pudo. Nunca sentí que necesitara otro hogar u otra familia.
—Lo sé y le agradezco mucho por eso. — Ernesto sonrió—. Sé que a pesar de todo fue una buena madre e hizo todo por protegerte. — Petter bajó la cabeza, le costaba aceptar que ella no volvería—. Siento lo que le ocurrió.
—No creo que lo sientas, pero entiendo que tienes razones para odiarla. Como todos.
— La verdad es que no la odio, porque ella pudo haberte matado en el bosque tal y como le ordenó Rosman, pero por alguna razón decidió criarte. — Petter lo miró con asombro, no podía creer que Ernesto no le guardara rencor a Vivian—. De hecho, hizo bien su trabajo.
— Yo no soy como crees— negó Petter—, he hecho muchas cosas que podrían hacerte avergonzar. Por mi culpa Emilio está muerto. — Ernesto bajó la cabeza con tristeza, le dolía saber todas las situaciones que su hijo había atravesado solo—. Maté y traicioné a quienes quería. No soy un ejemplo de Elegido como tú o Leinad, ni siquiera soy semejante a Camila. Ella si heredó algo de ustedes.
— No digas eso, hijo. — Ernesto le apretó el hombro de forma amistosa—. Hoy luchaste contra Rosman como todo un guerrero. Demostraste una gran valentía, no solo porque lo enfrentaste cara a cara, sino porque luego fuiste más digno que él al perdonarle la vida. Con eso dejaste más que claro que mereces ser un Elegido. No importa lo que hayas hecho antes. A partir de ahora eres otra persona y ya no estás solo. No tendrás que dudar sobre qué decisión tomar, nos tienes a nosotros para poder pedir ayuda si lo necesitas.
Petter no respondió, pero algunas lágrimas se escaparon de sus ojos. Ernesto lo rodeó con sus brazos de un modo protector y besó su cabeza como lo había hecho en Nelvreska. Su corazón volvió a explotar de dolor y alivio a la vez. Esperaba poder recuperar todo el tiempo que habían perdido.
—Te quiero mucho, hijo— murmuró entre lágrimas—. No sabes cuánto deseé este abrazo aun cuando pensaba que nunca más volvería a verte.
Petter se aferró a su pecho como un niño desprotegido y dejó escapar algunos suspiros, no sabía exactamente por qué. Siempre quiso tener un padre, era como si la vida le diera una segunda oportunidad para ser feliz y disfrutar de una familia. Camila llegó en ese momento y sonrió al ver aquella escena tan conmovedora.
—¿Puedo unirme al abrazo? — preguntó ella con emoción. Ernesto y Petter intentaron disimular sus lágrimas, pero sabían que era en vano. Camila se abalanzó sobre ellos y los apretó como si no quisiera dejarlos ir jamás—. Me alegra tanto que estemos todos juntos, pero la felicidad no será completa hasta que mamá esté con nosotros—opinó casi sin pensarlo.
Ernesto se apartó de golpe como si acabaran de sacudirlo.
—¿Qué dices, Camila? —preguntó, visiblemente consternado. Su corazón estaba comenzando a palpitar a toda velocidad.
Camila y Petter se miraron con complicidad, acababan de recordar que Ernesto no sabía aún que Leinad seguía con vida.
—Leinad está viva— espetó Petter sin miramientos.
Ernesto palideció, como si de todas las cosas posibles en el mundo aquella fuera la más inaudita. La mujer que más había amado en el mundo y a quien nunca pudo reemplazar, seguía viva. ¿Por qué no los había buscado? Fue lo primero que se preguntó, pero no fue capaz de indagar en los detalles, continuaba consternado.
—No puede ser— murmuró minutos después con voz temblorosa—. Rosman me envió sus cenizas, no es posible que...
—También envió los supuestos huesos de Cristopher, pero ya sabemos que todo fue una trampa de él para ocultar la verdad.
—¿Están seguros de que ella está...? — preguntó Ernesto, todavía sin poder creerlo.
—Rosman la tiene viviendo en un lugar secreto. Ambos parecen ser felices juntos, como una pareja de recién casados— comentó Petter. Ernesto seguía sin poder creerlo, por lo que negó con la cabeza. Ella no podía seguir amando a Rosman después de todo lo que él había hecho—. Yo supongo que está hechizada— opinó Petter para calmarlo.
—Maldito infeliz—gruñó Ernesto y apretó los puños con rabia—. ¿Cómo pude ser tan idiota? ¿Cómo pude conformarme con su palabra? — se lamentó Ernesto al tiempo que escondía su cabeza entre las manos.
—Tranquilo, papá. —Camila lo abrazó para intentar reconfortarlo—. Rosman nos engañó a todos, no debes culparte.
—¿Sabes dónde la tiene, hijo? —preguntó Ernesto con cierta desesperación en su voz, dirigiéndose a Petter—. Tenemos que traerla de vuelta como sea.
—No es tan fácil—opinó Petter—. Es un lugar muy protegido. Hay cientos de guardias cuidando la fortaleza y la ubicación solo la conocen dos personas: Rosman y Clover. — Ernesto resopló con frustración—. Para Rosman, Leinad es su posesión más preciada, no dejará que se la quiten fácilmente.
—Tiene que haber alguna forma. No podemos abandonarla a su suerte.
—Yo intenté persuadir a Clover para que me revelara la ubicación, pero fue imposible. Él es fiel a Rosman, no lo va a traicionar. La única opción que nos queda es negociar con Rosman, pero no creo que exista otra cosa que él ame más que a Leinad.
—A Rosman le interesa demasiado el poder. Es lo único que podría persuadirlo para entregarla— meditó Ernesto en voz baja.
—Sí, pero sabemos que eso no sería negociable— intervino Camila—. Ella siempre guardó el secreto sobre el brazalete, así que lo menos que querría es que ayudemos a Rosman con sus planes a cambio de liberarla.
—Tienes razón, hija— sonrió Ernesto un poco más calmado y miró a sus hijos con orgullo—. Ya pensaremos en algo para traer a Leinad de vuelta, por ahora intentemos disfrutar de esta nueva realidad los tres juntos, como una verdadera familia.
En ese momento, Alejandro llegó e interrumpió la conversación para preguntar por Karla. Camila le explicó que no tenían novedades, luego se marcharon los dos juntos. Cuando Petter y Ernesto volvieron a quedar solos, el primero pudo notar que su padre estaba cada vez más inquieto, como si algo más le preocupara.
—¿Qué pasa? —indagó. Ernesto lo miró con algo de lástima en sus ojos—. ¿Es por lo de Leinad?
—No, hijo—titubeó, sin saber cómo continuar con la conversación—. Hay algo que debo decirte, pero no sé cómo.
—Dímelo—exigió Petter, un poco nervioso por la expresión devastada de su padre.
—Anise me informó que el Consejo de Magos se reunió y han decidido realizarte un juicio mágico por tu traición. —Petter se movió en su lugar, inquieto. Aunque no quería demostrarlo, sentía un poco de temor. Sabía que el veredicto no sería nada agradable—. No debes preocuparte, Camila y yo estaremos contigo. Somos una familia y te apoyaremos pase lo que pase.
—¿Cuándo es? —preguntó el muchacho. Las lágrimas picaban en sus ojos.
—En unos días.
—¿Quiénes estarán?
—Solo asistirán quienes tú decidas y Noah, por supuesto.
Petter apartó la mirada para observar a un punto lejano. Sabía que ese juicio era necesario y lo ayudaría a cerrar aquel ciclo, pero sentía demasiada vergüenza de que sus compañeros lo presenciaran.
—Por favor, no quiero que nadie más lo sepa, ni siquiera Camila—suplicó y una lágrima se resbaló por su mejilla, la secó antes de que su padre pudiera notarla.
—Hijo, necesitas testigos que puedan defenderte y...
—No te preocupes por eso. Aceptaré el veredicto que me den. Quizás eso me ayudé a olvidarme de todo lo malo que hice.
Ernesto sintió que el corazón se le encogía. Sin poder contenerse le dio un fuerte abrazo a su hijo. Petter le correspondió, entre lágrimas, ya no estaba tan incómodo, había encontrado un refugio seguro a dónde acudir cuando no supiera qué hacer y eso le resultaba alentador.
...
El rostro pálido de Karla fue dulcemente acariciado por los primeros rayos de sol de aquella mañana. La joven remoloneó un poco entre las sábanas antes de decidirse a abrir los ojos. Luego se sentó con cuidado en su cama y volvió a deleitarse con el aroma a flores que la acompañaba en cada despertar. Allí estaban las rosas rojas de Petter perfectamente colocadas sobre el florero de cristal. Ella sonrió sin poder evitarlo y tomó una. La acarició con sus labios y se dejó caer de nuevo sobre el mullido colchón. Él le había traído las mismas rosas cada noche mientras ella dormía, como una muestra de que estaba allí, cuidándola, aunque nunca se atrevía a aparecer por las mañanas. Deseaba tanto poder tenerlo cerca...Entonces, un ruido la hizo reaccionar de golpe y cubrirse hasta la nariz con las sábanas. Era Camila, que entraba con una sonrisa en los labios y la sacudió cuando estuvo a su lado.
—Buenos días, dormilona— le dijo con alegría. Luego reparó en las flores y sonrió—. Mi hermano va a dejar sin rosas el jardín de las hadas.
—Tampoco exageres.
Karla se volvió a sentar y colocó la rosa que tenía en la mano dentro de florero.
—Es un detalle muy lindo, ¿no te parece? — Karla asintió—. Lo ha hecho desde que le permitieron entrar a verte, cuando todavía estabas inconsciente. — Una sonrisa atontada se dibujó en el rostro de Karla—. Vamos, deja de sonreír. Tenemos mucho para hacer. Hoy es la fiesta.
—¿La fiesta?
—¿Lo olvidaste? — preguntó Camila con incredulidad—. La fiesta de despedida de Arcadia. Mañana volvemos a casa.
Karla se quedó con la mirada perdida por unos segundos. Por fin volvería a su casa con su familia. Podría ver a sus padres y a su hermana mayor. Sería el momento de intentar reconciliarse con ellos después de todo lo que había pasado.
—¡Oh cielos! —soltó de repente—. Debo arreglarme cuanto antes. — Karla se levantó de golpe y caminó hacia su ropero para sacar un hermoso vestido de color rojo. Camila soltó una carcajada—. Petter estará en la fiesta ¿verdad? — preguntó con preocupación.
—Supongo que sí.
—No lo he visto en todo este tiempo. No entiendo por qué no ha querido hablarme.
—Quizás está esperando el momento indicado.
Camila sonrió con picardía y le guiñó un ojo.
—No lo sé— titubeó Karla y colocó el vestido sobre la cama—. Petter es tan complicado y además...—se interrumpió de golpe—. Hay tantas cosas que no se de él.
—Karla. — Ambas se sentaron sobre la cama una frente a la otra—. Petter tuvo que tomar muchas decisiones complicadas y cometió errores, pero sabes que en el fondo es una buena persona.
—Lo sé...—murmuró Karla, aunque tenía ciertas dudas—. Es solo que él dijo algo que me dejó preocupada.
—¿Qué cosa?
—Él le dijo a ese hombre, al siervo de Rosman, que ya había matado a alguien antes y que podría hacerlo de nuevo. Alguien a quien quería...— Camila recordó lo que Petter le había contado, pero sabía que no podía revelar aquel secreto—. Me dio miedo preguntarle a qué se refería, pero eso me dejó un poco asustada.
—Petter no pudo matar a Rosman, alguien a quien debería odiar con toda su alma...
—Eso me preocupa también— admitió Karla—, después de lo que me contaste que le hizo a Sandro, me puse a pensar que quizás dejó vivo a Rosman porque...—Karla tenía vergüenza de lo que estaba pensando, por lo que negó con la cabeza—. Olvídalo.
—¿Crees que él continúa trabajando para Rosman? — preguntó Camila con voz indignada. Karla no respondió. En el fondo confiaba en Petter, pero le era difícil olvidar su engaño—. No es posible—espetó—. Después de todo lo que Rosman le hizo es imposible lo que piensas. Rosman lo golpeó, mató a quien creía era su única familia y lo separó de su verdadera familia. ¿Crees que aun sabiendo eso va a servirle?
—Yo...—Karla titubeó y comenzó a juguetear con el satín de su vestido—. No me hagas caso. — se levantó de golpe—. Mejor nos arreglamos para la fiesta, no quiero verme como una enferma paliducha.
—Relájate, faltan varias horas aún.
Camila intentó aparentar normalidad, como si las palabras de Karla nunca hubieran salido de sus labios, pero en el fondo estaba un poco dolida. Entendía que ella tuviera dudas y miedos, después de todo lo ocurrido en esos meses, pero lo menos que deseaba era ver sufrir a su hermano. Sentía que él merecía al menos una pizca de confianza y apoyo de su parte.
...
Esa noche Los Elegidos tendrían una fiesta de despedida, al día siguiente regresarían a su vida normal en sus respectivos hogares. El salón de reuniones había sido decorado con globos, flores y algunas mesas con comida. Había un pequeño bar con bebidas sin alcohol y también una pista de baile. Cerca de las 9, los chicos comenzaron a llegar al lugar, acompañados de algunas hadas y gordianos más jóvenes. Anise estaba allí junto a Giselle, Alina y Varinia, sus nietas, quienes apenas se estaban conociendo.
—Sigo sin comprender qué se supone que viniste a buscar aquí— le preguntó Alina a Giselle en un susurro para que Anise no la escuchara—. No creo que te interese mucho conocer a tu familia materna. — Giselle le dirigió una mirada penetrante—. Vamos, podrás engañar a mi abuela, pero no a mí.
—¿Qué es lo que quieres, prima? — preguntó con sarcasmo.
Anise se levantó entonces de la mesa para ir a saludar a Braulio que acababa de llegar junto con Cornelio. Varinia continuaba bebiendo un cóctel, distraída, por lo que Alina aprovechó para continuar con el interrogatorio.
—Sé que tienes el cristal— le dijo muy cerca de su oído—. Quieres despertar a Anemith, ¿cierto?
Giselle casi se atora con la bebida que estaba tomando. Alina soltó una risita burlona, pero sabía que acababa de dar en el clavo.
—¿De qué hablas?
—Tu madre está bajo un hechizo de sueño eterno en el sector de los magos y tú tienes un cristal que te permite burlar casi cualquier magia del mundo. ¿Qué te impide ir a liberarla?
—No tengo el cristal, lo perdí cuando hui de Nelvreska— mintió Giselle. Era la misma historia que le había contado a Anise para que no le quitara la reliquia.
—Sé que lo tienes— aseguró Alina con voz severa—. Y si lo que quieres es liberar a Anemith, puedo ayudarte.
—¿Por qué te interesa tanto eso? — preguntó Giselle con cierta desconfianza.
—La historia la cuentan los vencedores, primita— recitó Alina con una sonrisa maliciosa en los labios—. Recuerda eso. No todo lo que sabes sucedió tal y como lo cuentan.
—¿Crees que mi madre no era tan mala?
—¿Acaso querer tener más poder que los demás te hace malo?
Giselle no supo qué responder. Su confusión sobre aquel tema se había incrementado. Quería conocer a Anemith más que nada en el mundo, pero no deseaba desatar otra disputa entre sus padres y Los Elegidos. Además, su abuela parecía ser una buena persona, no se creía capaz de traicionarla.
—Están comenzando a llegar los Elegidos— interrumpió Varinia con voz emocionada.
Alejandro atravesó el umbral de la puerta con timidez. Iba vestido con una camisa de mangas largas de color blanco que había dejado por fuera del pantalón y con la parte superior un poco desabotonada. Llevaba el cabello despeinado como siempre, algo que lo hacía lucir aún más informal. Junto a él estaban Lucas y Noah.
—Es tan guapo—comentó Varinia y dejó escapar un suspiro.
—¿Quién? — preguntó Giselle.
—Alejandro, obviamente— respondió Varinia sin poder dejar de mirarlo.
Giselle hizo un mohín. Alejandro no le parecía tan guapo. Recordó que era novio de Camila porque ya los había visto algunas veces de la mano por los pasillos, pero no quiso comentarlo.
—Aquí vas de nuevo con tus amores imposibles— se burló Alina con aires de superioridad.
Varinia apartó la mirada, avergonzada. Era evidente que no sabía cómo enfrentar a su hermana
—Alejandro está con Camila, así que quizás deberías fijarte en otro chico— opinó Giselle, ignorando las palabras de Alina.
—Camila es una niña tonta— espetó Alina—. Veremos cuánto tiempo pasa para que terminen.
Giselle le dirigió una mirada enojada. ¿Quién se creía que era? ¿Cómo podía tratar tan mal a su hermana y hablar así de los demás? Quiso responderle, pero Alina se levantó de la mesa.
—Con permiso, voy a estirar las piernas.
Las dos chicas se quedaron observando como Alina se dirigía hacía Alejandro y comenzaba a sacarle conversación. Él sonreía, pero se notaba un poco incómodo, al parecer no quería ser grosero con ella.
—Alina siempre consigue lo que quiere— comentó Varinia con decepción.
—No siempre— respondió Giselle y le sonrió para intentar animarla.
Varinia era la única persona que le había brindado una amistad sincera, porque el resto de Los Elegidos continuaba mostrándose huraños con ella. Por esa razón, le profesaba cierto cariño. Era lo contrario de Alina, una chica dulce, entusiasta y amable. Merecía un chico que de verdad la quisiera.
Cuando Alejandro pudo librarse de la presencia de Alina, se dirigió hacia la barra donde estaban sus amigos. Lucas y Noah se encontraban bebiendo unas extrañas bebidas que tenían sabores exóticos que ninguno pudo reconocer.
—Alina es preciosa— comentó Lucas al tiempo que le echaba un vistazo a la muchacha, quien ahora bailaba con un gordiano.
Alejandro lo miró con una ceja levantada. Lucas soltó una risita nerviosa y disimuló dándole un sorbo a su bebida.
—No tanto como Marian, obviamente. Ella es mucho más hermosa.
—Más te vale o tendré que golpearte.
Lucas le dio una palmadita en el hombro a Alejandro para que se calmara y luego miró su reloj, con impaciencia.
—¿Cuánto más puede demorarse Marian en llegar?
Marian y Lucas estaban cada vez más cerca, era cuestión de tiempo para que terminaran siendo novios, aunque el muchacho aún no se decidía a decirle sus sentimientos. Alejandro temía que llegara ese momento, pero había decidido no interferir.
—Escucha— le dijo Alejandro a Lucas—. Te quiero bien cerca de mi campo de visión y nada de citas a solas con Marian, ¿entendiste?
— ¿Ni siquiera un besito? — Alejandro soltó un gruñido y entornó los ojos—. ¿Ni de piquito?
El muchacho no pudo evitar soltar una risita maliciosa. Luego se remangó la camisa, intentando parecer amenazador. Lucas retrocedió, también con una sonrisa en los labios, y se preparó para huir de él.
Entonces Noah se interpuso entre los dos y señaló hacia la entrada del salón de reuniones.
Camila acababa de entrar por la puerta. Los tres chicos quedaron boquiabiertos al verla tan arreglada. Ella llevaba un vestido largo de color salmón que tenía un adorno de piedras doradas en el busto. Karla le había tejido parte del cabello formando una corona en la mitad de la cabeza, aunque algunas hebras sueltas caían sobre su espalda. Su maquillaje era lo más llamativo porque la hacía parecer un poco más madura, aunque en su mirada continuaba prevaleciendo parte de su inocencia. Alejandro caminó algunos pasos hacia ella, nervioso, porque se había quedado petrificado en su sitio. En cuanto estuvieron cerca, él no pudo evitar sonreír atontado. Su corazón estaba latiendo igual que la primera vez que se besaron.
Camila apartó la mirada, un poco avergonzada, pero en sus labios había una sonrisa. Alejandro la tomó de la mano y la atrajo hacia él con delicadeza. Puso las manos en su cintura y por un momento sintió que su cuerpo comenzaba a temblar ante aquella cercanía. Llevó sus labios hacia su oído para que ella pudiera escucharlo.
—Estás hermosa.
Camila lo abrazó, colocando la barbilla en el hombro de él. Ambos comenzaron a moverse suavemente al ritmo de la música. Luego, se miraron fijamente, sin poder disimular cómo se sentían. Camila amaba perderse en aquellos ojos mieles que algunas veces reflejaban tristeza y otras, como aquella, parecían explotar de felicidad. De forma natural, sus labios terminaron por unirse, formando un apasionado beso.
Noah estaba observándolos desde la barra. Sus puños se apretaron de forma involuntaria y su expresión corporal cambió por completo. Se sentía incómodo y enojado al mismo tiempo, aunque sabía que ese sentimiento no le estaba permitido. Alejandro era su mejor amigo, jamás podría competir con él. Debía olvidar a Camila de una vez por todas, aunque tuviera que arrancarse el corazón.
—Te gusta ¿verdad? — preguntó Lucas.
Noah se sobresaltó y su corazón comenzó a latir a toda velocidad.
—¿Qué dijiste? —preguntó, dirigiéndole una mirada penetrante.
—¿Qué si te gusta? — repitió Lucas con tranquilidad. Noah sintió ganas de golpearlo para que no volviera a repetir aquellas palabras—. Camila.
—¿Qué estás diciendo, Lucas? — gruñó Noah y se movió, nervioso. Comenzó a servirse más bebida para intentar evadir la conversación. Lucas continuó mirándolo con curiosidad. No pensaba darse por vencido—. Alejandro es mi amigo.
—Tienes razón, pero eso no es lo que te pregunté.
Noah entornó los ojos con fastidio y volvió a mirar a sus amigos, que estaban bailando despreocupadamente en la pista. Quedó en silencio unos minutos, hasta que Lucas volvió a interrumpirlo.
—¿Por qué no se lo dijiste?
El muchacho parecía estar consternado con lo que acababa de descubrir. Noah sabía que ya no podía engañarlo.
—Ellos son el uno para el otro. Nunca tuve oportunidad—admitió Noah, resignado.
Lucas pareció entenderlo, aunque en el fondo lo admiraba por tomar una decisión tan difícil. Cualquier otra persona hubiese sido mucho más egoísta.
—Marian acaba de llegar— le avisó Noah y señaló a la joven que apenas ingresaba al salón.
Lucas olvidó por completo todo lo que acababa de descubrir y sonrió con emoción. Intentó marcharse para ir a recibirla, pero Noah lo agarró del brazo, impidiendo que pudiera moverse.
—No le digas esto a nadie, por favor— le suplicó.
Lucas asintió, Noah lo dejó ir entonces, algo en su mirada lo hizo comprender que nunca revelaría su secreto. Se quedó observando como Lucas invitaba a Marian a bailar y no pudo evitar sentir cierta envidia. ¿Su alma gemela llegaría también o estaba destinado a quedarse solo para siempre?
...
Camila y Alejandro salieron al balcón del salón de entrenamiento. Iban tomados de la mano, riéndose a carcajadas, como dos niños pequeños. Llevaban casi una hora bailando por lo que estaban agotados y un poco despeinados. Alejandro tomó a Camila por la cintura y, aprisionándola con su cuerpo, la arrinconó contra el barandal. Luego le dio otro beso apasionado que la hizo sobrecogerse. Ella metió sus dedos en su cabello y acarició su cuello, al tiempo que sus labios exploraban los de su novio. Cuando se separaron, volvieron a reír sin saber exactamente por qué.
—De todas las maneras que esperé terminar estas vacaciones, esta es la más irreal— comentó Alejandro sin poder dejar de mirarla.
Camila le dio un pequeño beso en la nariz. Ella sentía exactamente lo mismo.
—Lástima que ahora toca regresar a nuestras normales vidas— suspiró Camila y se apartó un poco de él.
Ambos se inclinaron sobre el barandal, en silencio. El cielo nocturno de Arcadia era el más hermoso que habían visto nunca, con un montón de estrellas brillando en la lejanía. La luna incidía sobre el mar, dándole una tonalidad púrpura. Casi podían escuchar el sonido de las olas impactando contra las rocas sobre las que estaba construido el palacio. Pronto toda aquella realidad sería un recuerdo más en sus memorias.
—Volveremos a casa— dijo Camila y sonrió.
Su padre había planeado unas vacaciones para compartir en familia y Petter iría a vivir con ellos. Sentía que su sueño de tener una familia comenzaba a cumplirse, aunque faltaba su madre.
—No pienso volver— masculló Alejandro y su mirada cambió. Nuevamente los recuerdos nublaban su felicidad. Camila tomó su mano y se la acarició—. Marian y yo iremos con Noah, al menos por un tiempo.
—¿Crees que tu madre te esté buscando?
—Es posible. Ella me necesita para poder costear su asqueroso vicio.
Camila quiso abrazarlo y besarlo hasta que volviera a sonreír como antes, pero decidió darle un poco de espacio. Él pareció perderse por unos minutos, al tiempo que observaba el paisaje. Alejandro nunca le había hablado sobre su pasado y siempre evitaba hacerlo. Aun así, ella lo entendía sin necesidad de escuchar sus sentimientos. Estaba segura que le afectaba mucho saber que su madre solo lo buscaba para poder costear sus drogas y que eso era incluso más doloroso que los golpes.
—Ale— lo interrumpió tras apartarlo del barandal para tenerlo frente a ella—. Todo estará bien, te lo prometo—. Alejandro sonrió y le besó la frente—. Volveremos a vernos en cuanto termine mis vacaciones.
—Algo me dice que Rosman volverá en cuanto pueda reponerse de sus heridas y eso me preocupa. No estarás a salvo hasta que puedas controlar el brazalete.
—Retomaré el entrenamiento en el portal dentro de un mes— informó Camila con entusiasmo—. No debes preocuparte por eso.
—Aunque quizás Rosman no pueda levantarse de la cama en un largo tiempo— se burló Alejandro y Camila soltó una carcajada—. Casi lo matas.
—No voy a dejar que vuelva a lastimar a las personas que quiero.
Alejandro sonrió con orgullo, todavía no podía olvidar cómo ella había aguantado la tortura de Rosman para proteger a los Elegidos. Aquella imagen nunca se borraría de su mente y era otra razón para admirar la valentía de aquella chica. Entonces sintió un poco de alivio. No importaba lo que le pudiera esperar el próximo año, él estaría bien siempre que Camila lo estuviera.
—Siento interrumpir—una voz los hizo separarse de golpe, era Petter—, de nuevo.
Alejandro sonrió y Petter le correspondió haciendo lo mismo. Después de la última batalla habían comenzado a respetarse el uno al otro, como si fueran dos héroes que tuvieran el mismo objetivo.
—Voy a buscar algo para tomar— dijo, al darse cuenta de que Petter deseaba hablar a solas con Camila.
Los dos chicos quedaron en silencio unos segundos.
—¿Todavía no se lo has dicho? — preguntó Petter, rompiendo el silencio incómodo. Camila negó con la cabeza—. Deberías hacerlo, no sabemos si Carlotta guardará el secreto.
—Quería disfrutar esta noche sin que nada la arruine.
Petter sonrió con cierta desilusión en su mirada. Luego se colocó junto a su hermana en el balcón. Camila pudo notar su tristeza, a pesar de que intentaba esconderla.
—¿Pudiste hablar con Karla? — Petter negó con la cabeza—. ¿No vino?
—Está afuera, pero usé mi poder para que no me viera.
—¿Por qué?
—No sé qué decirle. — Camila soltó una carcajada. Petter la miró sin comprender—. ¿De qué te ríes?
—Eres un idiota. — Petter rio también—. Ve allí y dile lo que sientes. Hazlo antes de que se acabe la fiesta.
—No soy bueno para decir lo que siento.
—¿Qué es lo que sientes exactamente? — lo animó Camila—. Dímelo a mí. Eso ayudará.
—Creo que la quiero—admitió Petter—, mucho más de lo que he querido a cualquier otra chica y eso me asusta. —Camila sonrió con ternura. Petter estaba enamorado por primera vez—. Además, me preocupa que ella no sienta lo mismo.
—Eres una de las mejores personas que he conocido, Petter y no lo digo porque seas mi hermano. — Él sonrió un poco más calmado—. No tengas miedo de abrirte con ella y de decirle lo que sientes. Déjate llevar sin tanto miedo.
En ese momento, Alejandro entró en la habitación con tres copas llenas de bebida. Camila se acercó al oído de Petter.
—Además, Karla también te quiere, tonto.
Petter sonrió como si acabaran de quitarle un gran peso de encima y le plantó un beso pegajoso en la mejilla a Camila.
—Gracias, hermanita.
...
Karla se encontraba bailando en la pista junto a otros Elegidos, parecía haberse olvidado de todo lo que la rodeaba. Su cuerpo se movía al compás de la música y sus ojos estaban cerrados. De pronto, sintió unas manos que apretaban su cintura. Se detuvo de golpe, pero para su sorpresa no había nadie junto a ella. Su corazón se aceleró cuando comenzó a sentir un aliento caliente en el oído. Petter estaba allí, aunque ella no podía verlo, solo él podía hacerla estremecer de esa manera con solo sentirlo cerca.
—Te quiero, Karla...—murmuró con voz ronca. Ella se estremeció, pero intentó disimularlo para no levantar sospechas sobre el resto de los presentes.
Petter comenzó a besar con cuidado parte de su cuello, al tiempo que rozaba sus brazos desnudos. Karla sintió que sus piernas temblaban al igual que todo su cuerpo. Nuevamente sucumbía ante aquellas caricias.
—No sé qué me pasa contigo, pero causas que me comporte como un niño tonto y asustado.
Petter continuó hablando en su oído. Su voz sonaba temblorosa y agitada. Karla se volteó y por fin pudo verlo parado frente a ella. Sus ojos reflejaban lo que sus palabras expresaban. Era evidente que le había costado mucho pronunciarlas. Ella se acercó, sin dejar de mirarlo a los ojos, hasta quedar muy cerca de sus labios.
—Perdóname por todo, Karla...
Petter estaba casi temblando. Nunca se había comportado así con una chica y eso le asustaba un poco, pero siguió el consejo de Camila. Karla no lo dejó seguir hablando, le robó un súbito beso en los labios que lo tomó por sorpresa. Sus labios se movieron con avidez por algunos segundos, como si quisieran saciar todo el deseo que se tenían. Las palabras sobraban, esa noche solo importaban los sentimientos.
...
Camila citó a todos los Elegidos en una pequeña playa que se hallaba en el sector de las sirenas. Al terminarse la fiesta, los protagonistas de aquella arriesgada aventura estuvieron allí, en espera de lo que pudiera pasar a continuación. Había sentimientos encontrados de amor, resentimiento, dolor y cariño, pero ninguno se movió, esperaron con paciencia las palabras de Camila.
—Sé que este encuentro les puede parecer extraño, pero mi intención es que hagamos un juramento. — Los chicos la miraron, un poco confundidos, pero no respondieron—. Quiero que juremos que pase lo que pase de ahora en adelante estaremos siempre juntos y nos apoyaremos como hermanos.
—No creo que esto sea buena idea— opinó Giselle desde su posición.
Camila la ignoró.
—Vamos chicos, pasamos por todo tipo de cosas juntos, expusimos nuestra vida para poder estar hoy aquí disfrutando de este momento. —Los Elegidos permanecieron en silencio—. Ahora somos casi una familia.
—Tampoco tanto— interrumpió Brayan—. ¿Te parece que puedo ser familia de la lunática de Diana o del tonto de Lucas?
Los chicos no pudieron evitar soltar una carcajada.
—¿Lo haremos? —insistió Camila, detallando los rostros de sus compañeros.
Noah negó con la cabeza como si acabaran de proponerle la cosa más absurda del mundo. Camila notó su reacción y comprendió que acababa de lastimar, sin quererlo, a su mejor amigo. El muchacho tenía los ojos llenos de lágrimas y los puños apretados. Por consiguiente, se apartó, quería escapar de allí cuanto antes. Camila lo tomó por el brazo para intentar detenerlo.
—Noah, espera.
—No puedo hacer esto— murmuró él cada vez más afectado—. Pídeme lo que quieras, menos que permanezca dos segundos cerca del asesino de mi padre.
—Lo siento.
Camila se disculpó y lo dejó ir, sabiendo que no sería fácil para él perdonar lo que había ocurrido con Emilio. Luego miró a Petter, quien estaba intentando no sucumbir ante la vergüenza y la culpa.
—Soy yo quien debe irse— espetó él, visiblemente afectado por la reacción de Noah—. No merezco estar aquí.
Ambos muchachos se marcharon casi corriendo. Los otros Elegidos quedaron en silencio sin atreverse a decir ninguna palabra. Camila observó sus rostros incómodos y supo que no sería tan fácil mejorar la relación entre ellos, mucho menos después de la traición de Petter. Algunos errores podían ser irreparables, aunque ella no estaba lista para enfrentar esa realidad.
—Lo siento, pensé que esto era una buena idea, pero...—Sus palabras se ahogaron en sus labios y su corazón se arrugó un poco, como si acabara de perder algo importante.
—No te preocupes, al fin y al cabo, somos Los Elegidos y con eso debería bastarnos, ¿verdad? —comentó Alejandro con una sonrisa conciliadora en los labios.
Los chicos asintieron, un poco más tranquilos y se acomodaron en la arena, como si el tiempo acabara de detenerse en ese momento. El destino los había unido por alguna razón, poniéndolos a luchar en el mismo bando y por los mismos objetivos. ¿Podrían olvidar sus diferencias y perdonarse? Probablemente no, pero como dijo Alejandro: eran Elegidos y con eso tendría que bastar.
Fin
Queridos lectores: Muchas gracias por haber seguido esta historia desde el comienzo, sobre todo por los comentarios y los me gusta que me han regalado. Gracias de todo corazón, ustedes me animaron a continuar a pesar de todo.
Los Elegidos tendrá un segundo libro que está en proceso y podrán encontrarlo aquí mismo gratuitamente. Espero sigan la historia, pues se vienen cositas interesantes. Un abrazo gigante. :)
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