¿Siervo o Elegido?

Alejandro había usado su poder para llegar a su casa en pocos minutos. Su corazón palpitaba a toda velocidad, pero se aceleró aún más al encontrar a su madre tirada en el suelo yaciendo inerte sobre un charco de vómito. Se acercó a ella y la puso boca arriba para examinarla y notó entonces que respiraba con dificultad. Tanto su ropa como su aliento despedían un hedor que para Alejandro era familiar, se trataba de una mezcla de alcohol y cigarrillos. Su estómago se retorció por el asco. 

Escuchó un grito y un golpe seco, como si alguien acabara de ser lanzado contra un mueble. Reconoció la voz de su hermana que suplicaba y sollozaba sin cesar. Sin pensarlo dos veces, corrió hasta su habitación y encontró la puerta rota, al parecer había sido estremecida con violencia hasta que las bisagras se zafaron. En un rincón estaba un hombre de gran estatura sin camisa y con los pantalones bajos, este acorralaba a Marian e intentaba arrancarle la poca ropa que ella llevaba puesta.

Alejandro sintió tanta cólera al ver esta escena que arremetió contra el hombre y de un tirón lo apartó de su hermana. Aquella desagradable criatura despedía un asqueroso olor a alcohol mezclado con colonia barata. A pesar de estar bastante ebrio tenía músculos fuertes y puños gigantes, por lo que no se quedó tranquilo ante el ataque de Alejandro, enseguida le propinó un fuerte golpe en la nariz que hizo que el muchacho se tambaleara y comenzara a sangrar.

—¿Volviste para causar problemas, mocoso? — le gritó el hombre—. ¿Te olvidas de lo que pasó la última vez que quisiste defender a estas zorras?

La mente de Alejandro se inundó de aquellos desagradables recuerdos. Aquel hombre era algo parecido a un padrastro, pues estuvo varios años viviendo con ellos, pero siempre los trató con violencia, sobre todo a su madre. Una vez la golpeó tanto que casi le desfiguró el rostro, por lo que Alejandro tuvo que intervenir para que no la matara. Fue el día que se llevó la peor paliza de su vida, porque aquel hombre lo golpeó con una vara, haciéndolo sangrar como nunca antes. Luego lo encerró en el sótano por casi una semana. A los pocos días su madre había vuelto con el agresor. Sus heridas sanaron, pero el dolor continuaba martillando su corazón. Nunca podría entender cómo su madre podía ser tan despiadada e injusta con él.

—Voy a violar a tu hermana frente a ti, de este modo aprenderás quien manda.

Marian intentó huir en ese momento, pero aquel hombre la agarró con toda su fuerza y la tiró sobre una de las camas que había en el cuarto. Ella lloraba y suplicaba, pero él no pensaba detenerse. Comenzó a romper su vestido dejando parte de su busto al descubierto. Alejandro se puso en pie cómo pudo y aprovechando la distracción de su padrastro lo golpeó en la cabeza con un adorno que estaba en una de las mesas de luz. La porcelana se rompió y causó una visible herida en el cráneo que hizo que el hombre se tambaleara, pero para su sorpresa, él se volteó y agarró por el cuello al muchacho. Quería estrangularlo sin piedad.

Alejandro sintió que el oxígeno salía a toda velocidad de sus pulmones y comenzaba a quedarse sin fuerzas. Los gritos de Marian se escuchaban cada vez más lejanos. Intentó liberarse, pero fue en vano, el rostro sonriente del hombre se volvía borroso e irreconocible. ¿Acaso iba a morir de ese modo? ¿Sería el rostro de aquel cerdo lo último que vería antes de partir? 

No supo cómo pasó, pero volvió a estar en el suelo y el oxígeno comenzó a inundar sus pulmones. Desesperado agarró su garganta con ambas manos y empezó a toser, al tiempo que tomaba grandes bocanadas de aire. Había vuelto a la vida en cuestión de segundos, respirar en ese momento era lo más parecido a un milagro que había sentido nunca. 

Lo primero que pudo detallar fue el rostro de Emilio que lo sacudía para que volviera a la realidad.

—¿Estás bien? — le preguntaba una y otra vez.

Alejandro asintió y se agarró de su espalda para ponerse de pie. En ese momento vio al hombre que había intentado abusar de su hermana tirado en el suelo con un tajo en la garganta y los ojos fijos en el techo.

—¿Está muerto? — preguntó Alejandro, todavía temblaba debido al susto.

—Ya no podrá lastimar a nadie más— sentenció Emilio, con el rostro serio y el ceño fruncido, como si acabara de cumplir con un importante deber.

Alejandro se estremeció al ver nuevamente el cadáver, estaba semidesnudo y con el miembro al descubierto. Quizás lo mejor sí era que ese cerdo estuviese muerto. Entonces escuchó los sollozos de Marian y caminó hacia ella, todavía un poco mareado. Ambos hermanos se unieron en un abrazo que conmovió a Emilio. 

—Debemos irnos, antes que aparezca la policía—interrumpió Emilio.

—¿Qué va a pasar ahora? ¿Descubrirán que...?

—Nunca llegarán a mí, no debes preocuparte. —Emilio se quitó la chaqueta y se la puso a Marian para que cubriera su torso semidesnudo.

Alejandro se levantó y caminó hacia la sala. Se encontraba preocupado. Ya no podía dejar a Marian allí. Si su madre se recuperaba la castigaría a ella por lo ocurrido y si moría...El muchacho sintió un poco de miedo al imaginarse esa situación. Estarían solos y desprotegidos en el mundo, aunque quizás eso era mucho mejor que la vida que llevaban.

—¿A dónde vamos a ir? No puedo dejarla aquí después de lo que acaba de pasar.

—Ya pensaremos en algo— lo tranquilizó Emilio—. Esta noche puede quedarse en mi casa con los demás. — Alejandro le agradeció en voz baja—. Lo importante es que ella no debe saber lo que somos. 

Llegaron a la casa algunos minutos después. Los Elegidos continuaban en el mismo lugar, deseosos de saber qué había pasado. Todos se estremecieron al ver a Alejandro con la camisa cubierta de sangre y el rostro un poco hinchado. Su sorpresa fue mayor al ver a Marian con su ropa hecha trizas.

Camila conectó su mirada con la de Alejandro. A pesar de que el muchacho intentaba lucir fuerte, sin mostrar debilidad, ella pudo leer la tristeza en sus ojos. Sabía que él estaba sufriendo en silencio.

Quiso mantenerse en su lugar, pero un impulso la obligó a correr hacia él y abrazarlo.

—Estaba tan preocupada— murmuró Camila sin soltarlo. Luego se apartó un poco y detalló su rostro con detenimiento. Una punzada de angustia atravesó su corazón—. Dioses, estás sangrando...

—No es nada.

Alejandro negó con la cabeza para tranquilizarla y pasó la manga de su camiseta por la nariz con la intención de secar la sangre.

—¿Qué pasó? — preguntó Karla, un poco impactada con el aspectos de ambos adolescentes—. ¿Quién es la chica? — la última pregunta se la hizo a Noah en voz baja.

Emilio presentó a Marian.

—Ella es la hermana de Alejandro, se quedará con nosotros esta noche. Ya saben cómo deben comportarse.

Los Elegidos captaron la señal de Emilio que indicaba discreción, no debían usar los poderes frente a ella ni hablar sobre magia, porque no era una Elegida sino una persona común y corriente.

Karla se ofreció a hacer un té caliente para Marian que estaba muy alterada y como eran de la misma talla pensó en prestarle un camisón para dormir.

Camila corrió hacia el baño en busca del botiquín y se acercó a Alejandro lista para curarle las heridas.

—Tranquila, estoy bien.

—No, no lo estás— contradijo Camila y lo obligó a sentarse en una silla—. Todavía estás sangrando por la nariz, hay que frenar esa hemorragia.

Alejandro no pudo seguir insistiendo ante la terquedad de Camila. Dejó que ella le echara la cabeza para atrás y colocara un algodón en ambos orificios nasales.

—¿Qué ha pasado? ¿Tu madre...? —preguntó en un susurro para que los demás no escucharan.

—Esta vez fue mi padrastro. Intentó abusar de Marian. — Camila ahogó un gemido de asombro. No lo podía creer. Alejandro estaba con el ceño fruncido y los labios apretados—. Por suerte, Emilio llegó a tiempo. — Alejandro hizo una pausa y pudo relajarse un poco—.  Ya no podrá tocarla nunca más. 

—¿Qué quieres decir...? — preguntó Camila, alarmada. Esperaba que su presentimiento no fuera cierto.

Alejandro no respondió, pero su mirada era una afirmación rotunda. ¿En verdad Emilio era capaz de asesinar a alguien por muy repugnante que este fuera?

Pasaron algunos minutos, la tensión en la sala del pequeño apartamento continuaba. Marian había bebido el té hecho por Karla y se hallaba mucho más tranquila. Los Elegidos se encontraban reunidos sin decir una palabra, como si esperaran respuestas, pero no quisieran hacer preguntas.

—Quizás Marian debería ir a descansar— interrumpió Emilio—. Acomodé un colchón de aire en el cuarto de Noah. Siempre hay espacio para uno más— sonrió con amabilidad.

—Gracias por todo Emilio, la verdad no tenemos como pagarte— agradeció Alejandro.

Emilio le puso una mano en el hombro y se lo apretó, con este gesto dejaba claro que siempre estaría para Alejandro y también para cada uno de los Elegidos. Ambos hermanos subieron a la habitación luego de despedirse del resto del grupo. Fue en ese momento cuando se rompió el silencio en la sala.

—¿Ella no es una Elegida? ¿Cómo haremos para evitar que se dé cuenta de nuestros poderes? — preguntó Karla en voz baja. Los otros Elegidos miraron a Emilio en busca de respuestas.

—¿Qué haremos con ella? Alejandro no va a dejarla regresar a su casa— preguntó Camila, preocupada por su amigo y por la muchacha.

—Algo se me ocurrirá— zanjó Emilio sin querer dar ninguna respuesta en el momento—. Por ahora debemos evitar a toda costa que ella descubra lo que somos. Así que no usen sus poderes y mucho menos el portal.

Dicho esto, Emilio se dirigió al baño para darse una ducha. Noah y Camila se despidieron también, agotados.

Petter quedó sentado en el sofá, jugueteaba con los anillos que adornaban sus blanquecinos dedos. Estaba preocupado. Había tomado una decisión que decidiría su futuro, pero mientras más tiempo pasaba, más dudas tenía. Camila era una persona increíble, alguien a quien desearía considerar una amiga, pero desgraciadamente sabía que su deber estaba con Rosman. No podía traicionarlo. Aunque quisiera protegerla, ya no había vuelta atrás. Los siervos sabían la ubicación de la casa, probablemente estarían llegando en ese momento. Ahora solo quedaba esperar. 

—¿No piensas dormir? — preguntó una voz a sus espaldas.

Petter se estremeció. Sin saber por qué su corazón comenzó a palpitar más rápido de lo normal, cosa que no pasaba a menudo. Quien le hablaba era Karla. Ella se encontraba sirviéndose una taza de té con leche en la cocina. Petter la miró inexpresivamente y negó con la cabeza

—¿Quieres un poco de té con leche? — Petter volvió a negarse. Karla se sentó en el mueble que estaba frente al suyo. Comenzó a revolver el té con delicadeza—. ¿Siempre eres tan callado?

Petter bufó, un poco incómodo. ¿Acaso aquella chica no pensaba dejarlo en paz?

—¿Y tú siempre eres tan...—meditó por un segundo—, impertinente?

Las mejillas de Karla se tornaron carmesí y el calor de su cuerpo se elevó, por lo que tuvo que hacer un gran esfuerzo por disimular su enfado.

—Solo intento ser amable—respondió por fin. Petter entornó los ojos con fastidio, gesto que hizo enojar aún más a la joven—, pero es evidente que con gente cavernícola como tú es imposible.

—¿Cómo yo? —preguntó Petter con una sonrisa sarcástica—. ¿Quién es la que casi achicharra a su familia?

Esta vez el rostro de Karla estuvo mucho más rojo y sus puños se apretaron. En verdad fue una mala idea contar ciertos detalles de su vida delante de aquel niño engreído. Sintió que su poder comenzaba a aflorar y tuvo que calmarse para no hacer explotar todos los bombillos de la casa.

Respiró hondo, una idea mejor le vino a la mente. Se levantó con elegancia, como le habían enseñado en sus clases de etiqueta, y se acercó a Petter, quien la miraba con una sonrisa triunfadora. Sin pensarlo demasiado, le aventó la taza de té con leche encima de su camiseta. El muchacho dio un respingo y soltó un chillido de dolor.

—¿Qué haces? ¿Estás loca?

Se levantó de golpe. Estaba visiblemente enojado, pero tuvo que contenerse para no llamar la atención de los demás.

—Ups, se me cayó— rio Karla con sarcasmo e intentó dar media vuelta para marcharse.

Petter la tomó del brazo con violencia y la atrajo hacia él. Sus rostros quedaron a poca distancia uno del otro. Ambos estaban muy enfadados, por lo que sus respiraciones se agitaron.

—¿Qué pasa aquí? — preguntó Emilio que acababa de salir del baño—. ¡Suéltala! —le exigió a Petter, que a pesar de haber sido descubierto continuaba apretando a la muchacha con demasiada fuerza.

El muchacho la empujó haciéndola caer sobre el mueble de la sala.

—¿Qué les pasa? ¿Acaso ya no puedo ni bañarme tranquilo porque enseguida hacen desastre? — miró a Petter con reproche, ya iban dos veces que causaba problemas—.  Váyanse a dormir, antes de que exploten la casa— les ordenó.

Los dos adolescentes continuaron mirándose con enojo por algunos segundos más. Por fin, Petter respiró profundo y dio media vuelta para ponerse a acomodar el sofá dónde dormiría. Fue en ese momento que las luces de la casa parpadearon varias veces.

Emilio le dirigió una mirada inquisidora a Karla. 

—No soy yo— negó la joven, un poco preocupada. 

Por consiguiente, un golpe seco hizo temblar toda la casa como si se tratara de un terremoto. Las paredes se estremecieron y los objetos comenzaron a vibrar. Una ráfaga de aire invadió el lugar con tanta fuerza que los Elegidos tuvieron que aferrarse a lo que tenían a mano para no caer. Los cristales de las ventanas explotaron y salieron despedidos en distintas direcciones.

Petter observó como un montón de objetos pequeños con forma de estrella comenzaban a entrar a toda velocidad por las ventanas. Miró en dirección a Karla, que estaba a su lado, y notó que se había quedado en shock, sin poder reaccionar, por lo que no dudó en lanzarse sobre ella y cubrirla con su cuerpo. De no haber actuado con tanta rapidez ambos estuvieran muertos o malheridos, pues aquellos objetos podían hacer magulladuras muy graves.

Cuando la ráfaga de estrellas filosas pasó, Petter levantó la cabeza y vio que Emilio se posicionaba frente a ellos para protegerlos. 

—Rápido. Huyan por el portal, han roto la protección de la casa— ordenó. En sus ojos se podía percibir el miedo y la preocupación.

Petter levantó a Karla con brusquedad. Luego la arrastró hacia la cocina, al tiempo que esquivaba los ataques de los siervos que lanzaban estrellas y dardos filosos. Hizo una barricada con la mesa y ambos se escondieron detrás. Ella continuaba impactada, sin saber qué hacer.

Noah y Alejandro bajaron por la escalera, armados. Habían tomado sus respectivas espadas y pistolas que estaban en un maletín en la habitación de arriba. Noah le lanzó su espada a Emilio para que pudiera defenderse, después tomó su pistola y comenzó a derribar a alguno de los siervos que amenazaban con entrar en la casa. Alejandro hizo lo mismo desde su posición.

Petter, por su parte, le ordenó a Karla que escapara por el portal, mientras él intentaba recuperar sus armas. Ella se negó rotundamente.

—Mira que eres terca— resopló y desistió de ponerla a salvo.

Como pudo llegó hasta la escalera. Noah le alcanzó la espada y la pistola.

Karla se quedó escondida debajo de la mesa de la cocina mientras observaba lo que ocurría frente a ella. Algunos siervos habían ingresado y comenzaron a atacar a sus compañeros. Ella supo que tendría que luchar.

Agachada y con la mitad de su cuerpo protegido por la madera, empezó a lanzar ataques con su poder. Camila acababa de salir de su cuarto y estaba haciendo lo mismo que ella. Ambas se miraron con admiración. Su distracción provocó que fuera golpeada por un objeto en el hombro. De sus labios se escapó un quejido y tuvo que esconderse por completo detrás de la mesa para evitar otro ataque. Su brazo comenzó a sangrar, parte de su piel se había desprendido de la carne. Por suerte, era una herida superficial porque la estrella solo la había rozado.

—¿Qué demonios estás haciendo? No sabes luchar— le reprochó Petter cuando logró volver a su lado. Luego se quitó la camisa para intentar frenar la hemorragia.

Karla no se había fijado en sus marcados pectorales hasta ese momento, pero intentó no perderse contemplándolos. Él presionó con fuerza la herida, sin poder dejar de mirarla a los ojos. Parecía preocupado.  

—No iba a quedarme sin hacer nada mientras atacan a mis compañeros— se defendió Karla. 

Petter sintió una punzada de culpa. Karla era una chica inexperta que nunca había estado en un combate real, pero igualmente no tuvo miedo de exponer su vida por defender a los otros Elegidos, a pesar de acabar de conocerlos. Nunca había sentido una lealtad tan genuina por nadie, ni siquiera por Rosman, y eso martilló un poco su consciencia. ¿Estaba luchando en el bando correcto? No tuvo tiempo de pensarlo mucho más, porque los gruñidos de los siervos lo hicieron sobresaltarse.

Alejandro había recibido una herida en el hombro, pero continuaba luchando sin detenerse junto a Noah. Camila ya tenía una espada en su mano y se enfrentó como pudo a un siervo.

—Protejan a Camila— ordenó Emilio casi en un grito. Otros dos siervos la rodearon y ella ya no sabía cómo defenderse ni tampoco podía escapar.

Alejandro y Noah corrieron hacia ella. El segundo muchacho fue interceptado por dos siervos por lo que tuvo que luchar usando su espada. Alejandro, por su parte, pudo esquivar los ataques y eliminar a los siervos que apresaban a Camila. La tomó del brazo y la tiró detrás de un mueble, para impedir que la atrapara algún disparo. Cada vez la situación se volvía más difícil, por cada siervo derribado llegaban dos más, era imposible aguantar por mucho tiempo, por lo que Emilio tuvo una idea.

—Salgan por el portal, yo los voy a distraer—ordenó con un firme grito.

—Papá, no...— lo contradijo Noah, pero Emilio no tenía tiempo para que lo desobedecieran por lo que insistió con voz severa.

—Váyanse ahora. Yo estaré bien.

Karla le hizo una seña a Alejandro para que avanzaran hasta donde estaba ella, mientras los cubría de los siervos con su poder, pero el muchacho estaba preocupado por su hermana.

—Marian está arriba— murmuró, sin saber qué decisión tomar.

—Iré sola, tú ve a buscarla— le ordenó Camila.

Alejandro dudó, pero terminó aceptando, no sin antes apretarle el hombro a la muchacha, deseando que pudiera escapar sin problemas.

Camila se escabulló gateando lo más rápido que pudo, mientras Karla la cubría con sus ataques, pero casi llegando a ella un siervo que estaba tirado en el suelo la agarró y estuvo a punto de apuñalarla con una daga. Por suerte, Noah estaba cerca y le disparó con su pistola.

Otro siervo agarró a Camila por la espalda y le puso una cuerda en el cuello. Alejandro estaba arriba, por lo que no pudo ayudarla, Emilio se encontraba rodeado, Karla estaba cubriendo a Emilio desde su posición para que no lo mataran. Solo Petter se encontraba libre para ayudarla, pero sabía que no debía hacerlo. En ese momento se debatió entre dos deberes: ser Elegido o ser un siervo de Rosman. ¿Qué decisión tomaría? Escuchó entonces los gritos de Noah que pedía ayuda y también los de Karla.

Observó cómo arrastraban a Camila hacia la puerta y cómo Emilio era derribado de un golpe. Quedó inmóvil, totalmente en shock. Nunca comprendió por qué en ese momento sintió que no podría dejar que nadie lastimara a Camila.

Decidido, sacó su pistola y derribó a ambos siervos. Luego corrió hacia ella y la ayudó a esconderse detrás de un mueble. Entonces sintió un dolor agudo que lo hizo ahogar un gemido. Una estrella metálica se había clavado en su hombro. Se tambaleó, pero Alejandro ya estaba a su lado y disparó con su pistola para cubrirlo.

—Sácala de aquí— murmuró Petter, dirigiéndose a Alejandro, que estaba terminando de derribar a los siervos.

Por consiguiente, el muchacho se palpó el hombro, respiró profundo y sacó de un tirón la estrella que tenía clavada. Sintió un fuerte dolor y la sangre salió a borbotones.

Camila ahogó un grito, pero Petter no se inmutó, tomó su pistola y comenzó a disparar. Había decidido ayudar a los Elegidos y ahora no podía arrepentirse.

Camila y Alejandro se arrastraron hacia el portal. Karla y Petter los cubrieron hasta que pudieron ponerse a salvo detrás de la mesa. Marian también estaba allí, aterrada.

—Tenemos que irnos, es muy peligroso aquí— sugirió Alejandro. Noah llegó en ese momento y se negó rotundamente, no pensaba dejar a su padre atrás.

—Escúchame bien Noah— lo encaró Camila—. Debes ponerte a salvo, estás herido, en tu estado no puedes ayudarlo.

Era cierto. Noah tenía varios cortes en los brazos y una herida un poco más seria en la pierna. Aun así, parecía no sentir dolor. Su único objetivo era defender su hogar hasta el final.

—Si algo le pasa a mi padre...

—Él estará bien, es un guerrero— lo tranquilizó Camila.

Noah asintió dolorosamente, sabiendo que no tenía otra opción.

—¿Qué está pasando? — preguntó Marian con voz temblorosa. Estaba acurrucada detrás de la mesa. Petter y Alejandro continuaban defendiendo a Emilio sin darse por vencidos.

—¿Cómo la sacaremos a ella por el portal? — preguntó Camila. Marian no era una Elegida, no debería poder atravesarlo.

—Debes llevarla de la mano, sino no podrá pasar— explicó Noah

Marian comenzó a temblar con más fuerza. No sabía lo que estaba sucediendo, solo deseaba escapar de allí cuanto antes. Camila la tomó de la mano y la arrastró hacia el portal. Ambas lograron pasar sin problemas. Noah las siguió, pero antes de marcharse, le dirigió una mirada preocupada a su padre. Él lo animó con un gesto de la cabeza. Su corazón pareció estrujarse cuando se hubo ido, a pesar de estar aliviado porque pudiera ponerse a salvo.

Karla, por su parte, continuó lanzando ataques hacia los siervos. Emilio, a pesar de estar herido, siguió defendiendo su casa, en espera de que los otros Elegidos huyeran también. Petter y Alejandro luchaban sin dejar que el cansancio los detuviera.

— ¡Váyanse de una vez! —ordenó Emilio. Cuatro siervos comenzaron a rodearlo, listos para dejarlo inutilizado. 

Alejandro quiso ir en su ayuda, pero Petter lo retuvo y lo empujó hacia el portal.

—No podemos dejarlo— se resistió el muchacho—. ¡Lo van a matar!

—Si no nos vamos ahora, todos estaremos muertos.

Petter levantó a Karla de golpe y la obligó a caminar hacia el portal. Ella obedeció a pesar de que su cuerpo parecía no poder moverse por sí mismo. No deseaba abandonar a Emilio, pero en el fondo estaba demasiado aterrada como para quedarse.

Alejandro quedó paralizado, pero Petter lo empujó, haciéndolo reaccionar. Por fin, ambos atravesaron juntos el portal. Solo Petter se quedó de último, titubeando. Echó un último vistazo a Emilio, que ahora estaba rodeado por un grupo de siervos. Entonces, una mujer atrajo su atención y lo hizo retener la respiración. Ella le dirigió una mirada de reproche, Petter huyó antes de tener que enfrentarla. Esa mujer era su madre.

Emilio cayó de rodillas. Estaba herido en el abdomen y en la pierna. Respiraba con dificultad al tiempo que apretaba con fuerza su espada, sin querer darse por vencido. La mujer se acercó y lo golpeó en el rostro. Los otros siervos lo desarmaron.

—Emilio, que gusto verte de nuevo. — Ambos se miraron con desdén, deseosos de acabar uno con el otro—. Te has escondido muy bien todo este tiempo.

Emilio no respondió, solo bajó la cabeza. La mujer se acercó a él y lo agarró por los cabellos. Luego le subió la cabeza con brusquedad para que la mirara a los ojos.

—Sabes que tienes muy pocas opciones. Si no me entregas a la Elegida ahora, vas a morir. Tu pobre hijo va a quedar huérfano por segunda vez. 

—Sabes que nunca te la entregaré, Vivian—respondió él con una sonrisa provocativa.

Ella le propinó una fuerte cachetada en el rostro que lo hizo escupir sangre y dejó su mejilla hinchada.

—Tienes una sola opción. Llama a la Elegida y dile que salga del portal, de lo contrario te mataremos primero a ti y luego a su padre. Piensa rápido Emilio, recuerda que tu hijo no tiene a nadie más.

Emilio pensó en Noah, en lo mucho que lo amaba y en cómo sufriría si algo le pasaba. Su madre los había abandonado en cuanto descubrió la terrible verdad, no era capaz de vivir toda su vida corriendo el riesgo de ser asesinada y de perder a su familia, por eso huyó sin dejar rastros. ¿Qué pasaría con Noah si él faltaba? No podía imaginarlo, pero ¿acaso podría traicionar sus principios? Con lágrimas en los ojos asintió y sacó su teléfono celular. Marcó el número de Noah con sus dedos temblorosos.

—¿Papá? —preguntó el muchacho. Estaba aterrado por lo que su voz salió entrecortada—. ¿Estás bien?

—Hijo, escúchame...—dijo, casi a punto de echarse a llorar—. Te amo demasiado, perdóname por esto.

Noah no entendía lo que pasaba, solo pudo comenzar a suplicarle que regresara con él. Emilio sacó entonces una daga de su bolsillo y se puso de pie de un salto, aprovechando la distracción de Vivian. Decidió luchar hasta el final, aunque sabía que no podría vencerlos. Había entrenado toda su vida para ser un Elegido e iba a morir como tal, lucharía hasta su último aliento.

Emilio fue interceptado y golpeado varias veces, hasta que lo dejaron casi inmóvil en el suelo. Vivian, que era una de las mujeres más temidas de todo Nelvreska, no pensaba dejarlo con vida.

Lo apuñaló con su espada primero en el abdomen y luego en el pecho, haciendo que Emilio se estremeciera y soltara un gruñido de dolor. Su mirada se concentró en la pared de la sala de su casa, donde aún se encontraba una foto reciente de él con su hijo. Sonrió, mientras sus ojos comenzaban a perder el brillo y se quedaban cada vez más fijos. Aquel estado duró solo algunos segundos antes de que su corazón dejara de latir, pero Emilio lo sintió como la eternidad.

En ese momento pasaron por su mente los recuerdos más importantes de su existencia: los besos de su madre, el abrazo de su padre, los primeros entrenamientos como Elegido, las risas de sus amigos, la sonrisa de Corazón de la Tierra, la mirada de la mujer que más había amado en su vida, el nacimiento de Noah, etc. Todo recorrió su memoria en cuestión de segundos y luego desapareció para nunca más volver.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top