Secretos II
A la mañana siguiente, Petter despertó y no reconoció dónde se encontraba. Observó todo a su alrededor. Había un estante con libros viejos frente a su cama, una pequeña mesa de estudio con una laptop, al lado una lámpara de escritorio y detrás una pequeña ventana donde se colaban algunos rayitos de sol. Intentó moverse, pero sintió una punzada de dolor que le recorrió todo el cuerpo. Entonces recordó algunos de los sucesos de la noche anterior, el ataque del pulpo, el fuerte dolor que experimentó después, gente hablando cerca de él, frío, mucho frío. Sus recuerdos estaban distorsionados, por lo que no sabía dónde se encontraba en ese momento.
—¿Despertaste?
Escuchó una voz de mujer que le hablaba desde muy cerca. Era Camila, había pasado la noche en un pequeño sillón que estaba junto a su cama. Se encontraba adormilada, con el cabello despeinado y el rostro colorado por el sueño.
—¿Cómo te encuentras? — volvió a preguntar.
—¿Quién eres? — fingió no conocerla. Nadie podía sospechar que había sido enviado por Rosman.
—Me llamo Camila. Ayer nos salvaste la vida en el puente. ¿Lo recuerdas?
Petter simuló pensar por unos instantes para luego asentir con la cabeza.
—¿Qué me pasó?
—La tinta del pulpo era venenosa y casi te mata, por suerte conseguimos el antídoto a tiempo.
—¿Dónde estoy?
—Es la casa de un amigo, él fue quien te salvó. Pronto estarás bien, no te preocupes.
Petter no respondió, cerró los ojos y respiró profundo. Quiso distraer su mente del dolor que comenzaba a golpear cada músculo de su cuerpo, pero se le hizo imposible. Recordó entonces las últimas instrucciones de Rosman antes de marcharse al aeropuerto. Él le había indicado todo lo que tenía que hacer y le advirtió que el plan era bastante riesgoso, que podía morir si los Elegidos no conseguían el antídoto contra el veneno a tiempo. Lo que ahora le causaba sorpresa era que la chica que había jurado vigilar y capturar era quien había pasado la noche a su lado para cuidarlo.
—¿Estás bien? — Camila interrumpió sus pensamientos de repente—. ¿Te duele algo?
Petter asintió. Camila salió de la habitación para avisarle a los demás de la buena noticia. Algunos minutos después, apareció Emilio, quien comenzó a examinarlo y le tomó la temperatura. Él no lo conocía, pero se imaginaba que era aquel antiguo Elegido del que Rosman le había hablado, el que usaba su poder para crear medicinas e inventos que favorecieran a la sociedad.
—La fiebre bajó y haz recuperado tu color, eso es muy buena señal— le comunicó Emilio con una sonrisa—. El dolor es un efecto secundario que pasará en unos días. No debes preocuparte, ahora solo debes descansar.
Petter le agradeció.
—No me agradezcas a mí, esta señorita fue quien pasó la noche cuidándote. Merece todo tu agradecimiento.
—Gracias Camila— le dijo Petter.
Camila le sonrió un poco avergonzada. Ambos quedaron en silencio sin saber qué más decir.
—¿Cómo es que te llamas muchacho? — le preguntó Emilio.
—Petter— respondió él. Sin querer, dejó escapar un quejido de dolor. Cada vez era más intenso, por lo que le costaba un poco hablar con normalidad.
—Es mejor que nos vayamos, necesitas descansar. Más tarde vendré a revisarte.
Cuando Camila salió de la habitación se encontró con Alejandro y Noah, ambos habían pasado la noche en la sala, a la espera de cualquier novedad sobre el Elegido nuevo. Sus rostros se veían cansados, como si no hubiesen podido dormir.
—Buenos días— saludaron al unísono, Camila y Emilio hicieron lo mismo.
—Voy a preparar algo para desayunar— anunció Emilio con entusiasmo—, mientras, revisen esas bolsas, es ropa nueva para ustedes dos— dijo señalando a Camila y Alejandro.
Sobre la mesa del comedor había como seis bolsas de compras de diferentes colores. Camila no podía creer que Emilio se hubiera tomado el trabajo de comprar ropa para ellos y lo hubiese hecho tan temprano. Era un poco extraño, pero no hizo preguntas. Sin esperar más comenzó a revisar el contenido de las bolsas que tenían su nombre escrito en la tarjeta. Encontró un vestido floreado, dos pantalones cortos, dos blusas escotadas, una ropa deportiva con zapatos a juegos, unas sandalias que servían para el vestido y dos pijamas. También había ropa interior y algunos productos de higiene personal. Todo le pareció perfecto y se preguntó cómo es que Emilio tenía tan buen gusto. Miró hacia Alejandro y notó que estaba igual de asombrado con los regalos.
—¿Les gustó? — preguntó Emilio, un poco ansioso por saber si había acertado con las compras.
—Es perfecto— respondió Alejandro, quien no solía recibir regalos a menudo—. La verdad no sé cómo agradecerte.
—No se preocupen. Es un regalo de bienvenida— les guiñó el ojo en forma amigable—. Hay ropa cómoda y flexible para el entrenamiento.
—¿Seguiremos entrenando? — preguntó Camila, un poco confundida.
—Sí, Corazón de la Tierra los espera a las 8:00.
— ¿Cómo? No podemos salir de aquí— preguntó Alejandro sin comprender.
—Aquí hay otro portal que los llevará directo a la dimensión de entrenamiento— explicó Emilio con una sonrisa—. No necesitarán salir de aquí en ningún momento.
Camila y Alejandro se miraron. Una casa protegida y con un portal mágico. ¿Qué más faltaba por descubrir?
Los Elegidos comieron el desayuno entre risas, hicieron chistes sobre Corazón de la Tierra, su vestimenta anticuada y su manera de desaparecer de repente. Luego se dispusieron a lavar los platos, mientras Emilio le llevaba algo de comer a Petter. Cuando regresó encontró a los chicos todavía conversando entre sí sin importarles que casi era la hora del entrenamiento.
—Bueno, apresúrense que no deben llegar tarde — ordenó, quería parecer severo, algo que se le daba fatal.
Los tres chicos fueron conducidos por Emilio hacia un viejo ropero que estaba en la cocina, dentro se hallaba el portal. Él pasó la mano por la madera e hizo que se activara. Les explicó que podían usarlo en caso de emergencia para salir de la casa. Asombrados, pero deseosos de traspasarlo, los jóvenes se marcharon dejando tras de sí un intenso resplandor.
Luego de experimentar las típicas sensaciones de siempre aparecieron en la sala de los poderes. Allí los esperaba Corazón de la Tierra y los otros Elegidos. Lo primero que hicieron fue realizar la iniciación de Alejandro y otorgarle su anillo protector. Luego de esto, el anciano condujo a todos los chicos a otro portal diferente del anterior. Así llegaron a una habitación donde se hallaba una pista de entrenamiento gigante que ellos nunca antes habían visto.
—Esta pista les servirá para entrenar sus cuerpos y mejorar su agilidad— explicó el viejo—, pero antes, realizaremos unos ejercicios de meditación para que tengan más energía.
Media hora después, les tocó enfrentarse a la pista de obstáculos. Era muy larga y complicada, necesitarían mucho esfuerzo y dedicación para completarla. Había seis obstáculos que se volvían cada vez más difíciles. Alejandro fue el escogido para comenzar. Se colocó en la recta de salida mientras los demás lo animaban.
El primer obstáculo eran unos troncos de madera giratorios que al pisarlos se movían. Estaban a unos diez metros de alto y abajo había agua. Alejandro los pasó sin problemas sin mirar hacia abajo, los chicos aplaudieron. El segundo obstáculo era un poco más complejo. Se trataba de unos pinchos con solo dos aros que para pasarlo se debía ir rotando la argolla hasta llegar al final. El muchacho tuvo un poco de dificultad porque, aunque tenía bastante fuerza en los brazos, le costaba tambalearse hacia los lados usando solo dos anillos. Luego de casi un minuto logró vencerlo y no cayó, pero el tercer obstáculo se le hizo imponente. Era una red que colgaba suspendida en el aire casi pegando del agua. Debía dar un buen salto, agarrarse y recorrerla sin tocar ni un poco el agua. No pudo sostenerse bien y cayó abatido.
El cuarto obstáculo era una viga de ocho metros y medio de altura, que debía escalarse usando solo pies y manos, luego recorrerla de cabeza de la misma forma hasta llegar al final. El quinto no se veía mejor. Eran dos paredes casi unidas. Los Elegidos debían dar un salto y sostenerse con pies y manos, para moverse como una araña hasta el final. Por último, escalarían un tubo de madera cilíndrico sin más ayuda que las extremidades y así completar la pista.
Los demás chicos se animaron a intentar sobrepasar los obstáculos. Para las tres chicas no fue nada fácil, caían sin remedio en el primero. Noah fue el único que llegó hasta el cuarto obstáculo después de varios intentos. Lucas ni siquiera pudo pasar el primero y terminó cayendo al agua muchas veces. Corazón de la Tierra los observaba pensativo, aun eran muy débiles para enfrentarse a Rosman o a sus siervos. Esperaba pudieran mejorar lo más rápido posible porque les esperaba muchas batallas a lo largo de sus vidas.
—Ya no puedo más—se lamentó Diana, recostándose en el suelo.
—No se detengan— les exigió Corazón de la Tierra—, mientras más fuerte sean más posibilidades tienen de sobrevivir.
—Maldito viejo, no ves que me duelen los brazos y me golpeé con uno de los troncos—se quejaba Lucas. Tenía el rostro colorado y respiraba con agitación.
Luego de dos horas de esfuerzo, lamentos y quejas, los Elegidos ya no podían más y cayeron abatidos en el suelo, respirando profundo y con mucho dolor en las articulaciones. Ninguno había podido completar la pista. Era obvio que necesitarían muchos días de arduo entrenamiento.
—Son demasiado débiles, necesitan esforzarse más. Recuerden que cualquiera de ustedes puede encontrarse en peligro y si no pueden defenderse o escapar estarán muertos.
Los Elegidos se marcharon cuanto antes arrastrando sus exhaustos cuerpos adoloridos, ni siquiera se despidieron del mago, solo deseaban regresar a sus casas para poder dormir un poco. Camila se acercó a Corazón de la Tierra y le preguntó por su padre, este solo le dijo que estaba bien y que no debía preocuparse. Fue inútil indagar sobre la conversación que tuvieron, pues el anciano se mantuvo impasible y se negó a revelarle ninguna información al respecto.
Finalmente, Alejandro, Camila y Noah volvieron a la casa. Luego de almorzar, Noah invitó a los dos chicos a subir a su habitación que según su opinión era la más amplia de la casa. Cuando entraron, Camila estuvo de acuerdo con aquella afirmación, porque, aunque la recamara tenía un tamaño similar a las otras, esta contaba con un pequeño balcón que dejaba ver los alrededores de aquel barrio de clase media.
—Bonita decoración— la celebró Alejandro, mirando a los alrededores con curiosidad.
El cuarto de Noah contaba con una cama marinera donde podían dormir dos personas. Las paredes estaban pintadas de azul claro y tenían algunos posters en la pared sobre grupos musicales bastante pasados de moda. Había una pequeña pecera junto a la cama que solo contenía un pez de color naranja que daba vueltas en círculos con aburrimiento. También había algunas plantas exóticas, un escritorio que poseía una computadora, un montón de papeles desorganizados y un pequeño farol que parecía sacado de una tienda de antigüedades. Por supuesto, no podía faltar el estante abarrotado de libros. Camila se fijó que junto a la cama había un pequeño cuadro familiar. En la foto se observaba a Emilio visiblemente más joven junto a una delgada mujer de ojos azules y en el medio un pequeño de pocos años de edad, supuso que era Noah. Sostuvo el retrato en sus manos por unos segundos hasta que su amigo la interrumpió.
—Mi padre trajo un colchón extra para que todos podamos dormir aquí. Será divertido.
—Claro, podemos ponernos a leer tus libros científicos— se burló Alejandro. Noah lo miró un poco avergonzado—. Oye, solo bromeo. Quizás podamos ver una película.
Había un televisor justo frente a la cama que estaba cubierto de polvo, al parecer nunca se usaba.
—No me gustan las películas, pero acepto— dijo Noah con una sonrisa animada.
Camila no pudo evitar seguir mirando la foto con curiosidad. ¿Aquella mujer era la madre de Noah? ¿Acaso fue una Elegida también?
—Son mis padres— la interrumpió el muchacho— y ese soy yo.
—¿Tu madre no vive con ustedes? — preguntó Camila.
Enseguida notó que Noah se ponía un poco incómodo. Camila sospechó que había metido la pata con la pregunta. Él solo respondió que su madre se había marchado cuando él tenía cinco años dejándolos solos. Su rostro se entristeció por algunos segundos, pero enseguida recuperó su ánimo habitual.
Alejandro interrumpió para sugerir posibles películas que en su opinión eran entretenidas. Camila aprovechó que Noah y Alejandro discutían sobre qué película era mejor ver y salió al balcón a tomar un poco de aire fresco. Esperaba no tener que estar tanto tiempo allí encerrada. Deseaba poder recuperar su vida normal.
—Camila, ¿cuál película te parece mejor? — la llamó Alejandro desde el interior del cuarto.
Cuando Camila volvió a la habitación los dos chicos comenzaron a nombrarle películas, mientras exploraban la lista del televisor. Camila se decidió por una de acción que contaba la historia de un grupo de jóvenes con habilidades especiales. Todos pensaron lo mismo: Sus vidas parecían una película, solo que el final era mucho más incierto.
Una hora después, la película se volvía cada vez más entretenida, pero Noah no parecía haberla disfrutado demasiado. El chico se encontraba dormido sobre una de las almohadas que estaban tiradas en el suelo. Sus ronquidos hicieron que Alejandro y Camila se distrajeran y comenzaran a reírse en voz baja. Luego se miraron con complicidad, al parecer recordaron todo lo sucedido la noche anterior.
—¿Cómo te encuentras? — preguntó Camila en voz baja para no despertar a Noah.
—Supongo que bien, aunque no es fácil asimilar todo lo que ha pasado— admitió Alejandro con sinceridad—, pero se ve que tú lo llevas excelente.
—La verdad es que tampoco es fácil para mí— confesó Camila y su semblante cambió por completo, ahora se veía preocupada—. Extraño mi antigua vida. Era mucho más aburrida que esta, por supuesto— bromeó, causando que Alejandro soltara una risita—, pero al menos no corría el riesgo de morir a manos de un pulpo mágico o de un psicópata cómo Rosman.
—La verdad es que prefiero esta vida. Adoro entrenar, poder dormir más de seis horas por día, no tener que aguantar a jefes abusivos, a mi madre...— su voz se quebró un poco al recordar que su hermana continuaba en su casa, junto aquella horrible mujer. Deseaba tanto poder traerla a vivir con él—. Además, Emilio cocina delicioso y es amable, ¿qué más puedo pedir?
—Esto no es un juego, Alejandro— lo cortó Camila con rostro serio y por un momento su semblante cambió por completo, como si acabara de recordar algo terrible—. Rosman acabó con la vida de mi madre, ¿qué crees que haría con nosotros si llegara a encontrarnos?
—¿Qué? — se sorprendió Alejandro, horrorizado—. Lo siento mucho, no sabía que...
—Por eso entrenamos tan duro, porque tarde o temprano tendremos que enfrentarnos a él.
Alejandro quedó en silencio, sin saber cómo reaccionar ante la advertencia de Camila. Si bien estaba disfrutando aquellos días lejos de su verdadera realidad, sabía que tenía una responsabilidad difícil de llevar. Había hecho el juramento y pensaba tomárselo en serio, aunque todavía no comprendía del todo lo que significaba ser un Elegido. No tenía miedo, pero tampoco deseaba que las personas que lo rodeaban salieran lastimadas. Tenía muchas dudas en su interior.
—Debo vengar la muerte de mi madre, sea como sea— dijo Camila, rompiendo el silencio.
Alejandro sonrió para intentar animarla.
—Estamos juntos en esto, no tendrás que hacerlo sola— dijo con voz seria.
Camila sonrió, conmovida, estando junto a Alejandro sentía una extraña paz que no sabía cómo describir. Algo parecido a cuando buscaba refugio en el cuarto de su padre siendo tan solo una niña. Él le inspiraba confianza y tranquilidad.
—Hey, ¿aún no se terminó la peli? — exclamó Noah.
Ambos chicos apartaron sus manos de golpe, como si estuvieran haciendo algo indebido.
—Roncas como cerdo Noah, realmente no me imagino tener que dormir toda la noche aquí contigo—se burló Alejandro, el otro chico le lanzó una almohada en forma de broma—. ¿Quieres pelear? Veamos si eres capaz de ganarme en una guerra de almohadas.
Ambos chicos se pusieron de pie y comenzaron a golpearse con las almohadas que tenían disponibles. Camila comenzó a burlarse de ellos, hasta que fue golpeada sin querer en la cara. Minutos después, estaban los tres corriendo por toda la habitación entre gritos y carcajadas. Aunque ahora eran Los Elegidos, en el fondo seguían siendo niños.
Tres semanas después.
Los días de encierro continuaban en la casa de Noah. Los cuatro Elegidos solo tenían permitido ir al entrenamiento haciendo uso del portal mágico, por lo que seguían sin poder volver al mundo exterior. Camila extrañaba mucho a su padre, pero aunque había intentado comunicarse con él, nunca obtuvo respuesta de su parte. Quería confiar en la palabra de Corazón de la Tierra que le aseguraba que él sabía dónde estaba y no deseaba que ella se pusiera en peligro. De igual manera estaba ansiosa por poder verlo y hacerle preguntas.
Alejandro, por otro lado, sí se había comunicado con su hermana, pero se sintió fatal por mentirle y no aceptar verla en persona. Pasaba las noches pensando en cómo poder apartar a Marian de aquella realidad tan cruel, pero encerrado allí y en espera de enfrentarse a Rosman, le era imposible ayudarla.
Petter había mejorado, a pesar de la gravedad en la que se encontraba días atrás. En poco tiempo su cuerpo comenzó a llenarse de fuerza y pudo comenzar el entrenamiento destinado a todos los Elegidos. Desde el principio asombró a los demás con su destreza, dominaba bastante bien su poder y estaba a punto de completar la pista de entrenamiento. Camila supuso que su habilidad se debía a la sofisticada rutina que llevaba a cabo todas las mañanas antes de que los demás despertaran.
Él creía que nadie notaba que dormía apenas seis horas y que antes de que saliera el sol comenzaba a hacer ejercicios de meditación y luego entrenaba realizando complicados movimientos de artes marciales. Ella lo había visto una mañana cuando no podía dormir, pero él no pareció haber notado su presencia en ningún momento. Para Camila, Petter seguía siendo un chico misterioso, porque aparte de que no se sabía mucho sobre él, no era muy comunicativo ni parecía querer hacer amigos. Todos los Elegidos coincidían en que era una persona muy extraña.
—Estuve a punto de lograrlo— se lamentó Noah, mientras se secaba el sudor con una toalla. Había llegado hasta el último obstáculo y cayó segundos antes de terminar—. Llevo un año entrenando y aun así no soy lo suficientemente fuerte.
Camila se acercó a él, también con el rostro colorado y el cuerpo sudoroso. Estaban frente a la pista de entrenamiento, dándolo todo por alcanzar la meta final.
—Tranqui Noah, te falta muy poco. Al menos lograste llegar al último obstáculo.
Camila estaba exhausta. Le extendió una botella de agua a su amigo y se dejó caer en el suelo. Observó entonces como Alejandro y Petter competían por llegar al final. El primero era muy ágil y rápido, pero por momentos su fuerza se debilitaba o cometía algún error debido a su desesperación por llegar primero. El segundo, sin embargo, era más calculador y lo hacía todo con precisión, meditando cada paso, por esa razón logró terminar la pista y adquirir el deseado triunfo. Corazón de la Tierra aplaudió orgulloso, mientras los otros Elegidos lo miraban con un poco de envidia.
—Nuevamente nos supera, realmente es muy habilidoso— comentó Noah, un poco decepcionado por su propia derrota.
Camila recordó la manera tan extraordinaria en que Petter venció a los androides mecánicos que ella había enfrentado el primer día. Ciertamente era muy bueno.
—Felicitaciones Petter, ya has terminado la primera fase del entrenamiento. — El muchacho le agradeció a Corazón de la Tierra en voz baja y se dirigió hacia un lugar apartado, listo para descansar un poco.
Cuando el entrenamiento terminó, los Elegidos volvieron a sus respectivas casas, cansados y decepcionados, pero dispuestos a seguir entrenando sin detenerse. No pensaban darse por vencidos.
Al caer la noche, los chicos se fueron a dormir temprano, porque estaban muy cansados. Camila y Alejandro dormían arriba, en la habitación de Noah. Emilio quiso cederle su cuarto a Petter, pero este se negó rotundamente y terminó quedándose en el sofá de la sala.
...
Alejandro despertó en mitad de la noche y se sentó en la cama, sobresaltado. Su pecho subía y bajaba de forma agitada, mientras un sudor frío empapaba todo su cuerpo. Había tenido otra pesadilla, pero esta vez se sintió mucho más real que las anteriores. El cinturón impactando sobre su espalda desnuda, el dolor punzante que quemaba la piel, el rostro de su madre que se hacía cada vez más macabro. Luego, oscuridad. El sótano donde terminaban casi siempre los castigos. Miedo, miedo de las ratas y de estar allí solo.
—¿Estás bien? —preguntó una voz a su lado.
Camila no había podido dormir esa noche. A veces le pasaba, sobre todo después de lo ocurrido en el puente. Tenía cierto temor a ser encontrada por Rosman o que su padre terminara muerto o herido. Por esa razón, había visto a Alejandro agitarse entre pequeños sollozos desesperados. Sin pensarlo dos veces, se bajó de la cama, fue hacia el colchón del muchacho que estaba justo al lado y comenzó a sacudirlo para poder despertarlo.
—Fue una pesadilla—respondió Alejandro, un poco más calmado. Apenas podía ver el rostro de Camila en la oscuridad, pero tenerla cerca lo hizo sentir protegido. Por suerte, no estaba en el sótano, estaba en lo más parecido a un hogar que tuvo jamás—. Estoy bien— murmuró.
—¿Quieres que me quede contigo? — preguntó ella—. Tampoco puedo dormir.
Alejandro vaciló, nervioso, pero terminó aceptando. Camila se acurrucó a su lado. Quedaron muy juntos, pero sin llegar a tocarse, pues había suficiente espacio en el colchón para ambos. Casi podían sentir sus respectivos corazones agitados.
—No me gusta la oscuridad—confesó Alejandro. Nunca se lo había dicho a nadie, ni siquiera a su hermana. Siempre fingió que no temía pasar las noches en el sótano cuando lo castigaban.
Camila hizo que el viejo farol de Noah se prendiera con solo chasquear un poco los dedos. Alejandro sonrió.
—¿Mejor? — preguntó casi en un susurro.
Alejandro asintió y se giró para poder mirarla directamente a los ojos. Estuvo así algunos segundos, detallando su rostro, hasta que su cuerpo se dejó vencer por el cansancio. Camila quiso acariciarle el cabello, pero no se atrevió, solo respiró aliviada al verlo dormir plácidamente. Él soñó por primera vez con una pradera llena de flores.
Camila volvió a despertar en mitad de la noche. Alejandro seguía durmiendo en la misma posición y eso la hizo sentir aliviada. Ella tuvo que hacer un gran esfuerzo para no despertarlo y poder escabullirse de la habitación. Bajó las escaleras con cuidado hasta llegar a la sala. Entonces se percató de algo inusual: Petter no estaba en el sofá. Revisó el resto de la casa con la mirada y sospechó que había salido. No podía creerlo. ¿Por qué saldría él en mitad de la noche? En ese momento no supo qué hacer, quiso despertar a todos y contarles lo que acaba de ver, pero algo en su interior se lo impedía. Quizás Petter tenía una familia y deseaba comprobar que estaban bien. No podía imaginar otra razón para que desobedeciera las órdenes de Corazón de la Tierra. De igual manera, decidió esperar a que regresara sentada en el sofá.
Una hora después, la puerta se abrió y se volvió a cerrar. Petter había entrado, pero se ocultaba usando su poder. Camila no podía verlo. La pequeña luz de la mesita que estaba junto al sofá se prendió de repente y ella pudo sentir la respiración del muchacho muy cerca de ella. Él la había visto, pero continuaba invisible. Debía romper el silencio cuanto antes.
—Sé que estás aquí, Petter, no es necesario que te escondas.
Pasaron algunos segundos donde solo reinaba el silencio, hasta que él se resignó y volvió a hacerse visible.
—¿Qué haces aquí? ¿Me estás espiando? — espetó con seriedad. Su voz sonó tan poderosa que Camila se estremeció.
—Claro que no. Bajé a tomar agua y me preocupé cuando no te vi.
Petter entornó los ojos con fastidio. No podía permitir que Camila destrozara sus planes tan fácilmente, debía inventarse una excusa rápida y convencerla de que guardara silencio.
—Necesitaba ir a.... —comenzó a explicarse, pero para su sorpresa ella lo interrumpió de golpe.
—No tienes que decirme nada, no soy Corazón de la Tierra. No diré nada de lo que vi.
Petter estaba sorprendido. Realmente Camila era una caja de sorpresas. Primero lo cuidaba durante toda una noche y ahora se ofrecía a encubrirlo.
—Gracias— murmuró. Continuaba desconcertado y sin saber qué más decir—. ¿No tienes sueño? —preguntó para cambiar de tema.
—No, estoy preocupada— respondió ella.
— ¿Por qué?
Camila dudó en si contarle sus problemas, pero por un momento sintió que necesitaba desahogarse y hablar de lo que sentía.
—Mi padre. No lo veo hace tres semanas y aunque Corazón de la Tierra me dice que está bien, me preocupa que Rosman le haga algo.
—¿Por qué lo haría?
Petter estaba interesado en saber más sobre el padre de Camila, él podía ser la única persona que supiera el paradero del brazalete.
—Sospecho que mi padre sabe muchas cosas importantes que obviamente no me ha querido contar. Si tan solo pudiera hablar con él— se lamentó Camila.
Petter meditó por unos segundos. Quizás podría llegar al brazalete más rápido de lo previsto. Si lograba ganarse la confianza de Camila y sacarla del refugio de Emilio, Rosman podría usarla para chantajear a su padre.
—¿Te gustaría hablar con él?
—Claro, tengo tantas cosas para preguntarle, pero no contesta mis llamadas.
—Puedo llevarte con él si quieres, nadie se dará cuenta.
Camila lo pensó por un momento. No era lo correcto, estaba incumpliendo las normas, pero Petter acababa de salir y nada le había ocurrido, por lo que no parecía ser tan riesgoso. Además, solo sería por una hora, no se expondría demasiado tiempo.
—¿Estás seguro que no es demasiado arriesgado? — preguntó Camila, todavía un poco indecisa.
—Confía en mí. Te protegeré con mi vida.
Camila sonrió y le estrechó la mano en señal de confidencialidad.
—¿Cuándo nos vamos?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top