Misión camaleón I
Cuando Petter llegó a la casa encontró la puerta entreabierta. Aquel refugio que alguna vez había protegido a decenas de Elegidos se hallaba deshecho. El joven atravesó el umbral y los recuerdos de la última vez que estuvo allí invadieron su mente como dagas filosas. Todavía no asimilaba del todo los acontecimientos traumáticos que había vivido en los días anteriores. La muerte de dos inocentes pesaba sobre sus hombros y sabía que ese sentimiento de culpa jamás sería borrado de su corazón.
Se le hizo un nudo en la garganta cuando vio la mancha de sangre que todavía relucía sobre el piso de la sala. Pensó que dos lágrimas resbalarían por sus mejillas por lo que se apresuró a secarlas antes de que salieran siquiera de sus ojos. Entonces notó el cuadro que seguía intacto en la pared: Emilio y Noah abrazados, ambos felices y con una sonrisa cálida en el rostro. Había destruido una familia y aunque no deseaba seguir causando más daño tampoco tenía muchas opciones. La vida de su madre estaba en juego. No podía ir contra la voluntad de Rosman y exponerse a perder a la única persona que tenía en el mundo.
Recordó entonces sus últimos momentos en el palacio de Nelvreska, cuando perdió los estribos y estuvo a punto de abandonar toda aquella vida para siempre. Su madre lo había encontrado rellenando sus maletas con desesperación.
"—¿Qué se supone qué estás haciendo? ¿Acaso yo críe a un cobarde, Petter? — le gritó ella. Su voz retumbó con el mismo ímpetu de siempre, aquel que podía dejar a cualquier guerrero paralizado.
—No puedo seguir con esto, no puedo. Aylen está muerta por mi culpa y Emilio... —Petter hizo una pausa porque su voz comenzaba a quebrarse—. Emilio también está muerto. No voy a seguir jugando para el bando que asesina a personas inocentes.
Vivian lo miró con indignación y sin esperar que dijera una palabra más le propinó una fuerte cachetada en el rostro. Petter se tambaleó tras el impacto y se cubrió el rostro con la mano, justo donde la mejilla comenzaba a ponerse roja. Miró a su madre con incredulidad como si no pudiera creer que acabara de golpearlo.
—Escúchame bien— lo señaló con el dedo índice—. No vas a abandonar tu misión. Sabes bien que Rosman es nuestro rey y nuestra vida depende de él. Nadie puede pensar, opinar o respirar en este mundo sin que él lo autorice. Así que no vuelvas a jugar con él de nuevo ¿entiendes? — Petter no supo qué responder, las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos sin poder evitarlo—. ¿Acaso quieres que te maten? ¿O es que quieres que me maten a mí? ¿Eso quieres?
El muchacho negó con la cabeza y sus fuerzas comenzaron a flaquear. Se dejó caer sentado sobre la cama de su habitación y tapó su rostro con ambas manos. Estaba contra la espada y la pared y no sabía qué decisión tomar. Su madre se sentó a su lado y le puso una mano en el hombro.
—Recuerda que la lealtad es lo más importante, hijo, y tú lealtad está con Rosman, no lo olvides jamás.
Todos aquellos recuerdos torturaban su memoria y venían a él en forma de pesadillas todas las noches. En ese momento, mientras veía el cuadro de un padre y un hijo felices, se preguntó nuevamente si era capaz de soportar una muerte más.
—Un inocente está muerto. — Una voz familiar lo hizo sobresaltarse y salir de sus cavilaciones. Era Corazón de la Tierra que al parecer acababa de transportarse usando su sortija—. Qué bueno verte sano y salvo.
—Siento haberme ido— la voz de Petter sonó nerviosa. No sabía cómo justificar su desaparición sin levantar sospechas y tampoco sabía cómo disimular toda la culpa que estaba sintiendo en ese momento. Corazón de la Tierra continuaba escudriñándolo con la mirada, como si pudiera leer sus pensamientos—. La verdad todo lo que pasó me dejó en shock, no me encontraba preparado para enfrentar aquel peligro en ese momento.
—Lo entiendo— respondió Corazón de la Tierra—. Estaba esperando tu regreso porque sabía que tarde o temprano volverías y que no nos dejarías solos con nuestra misión. Al fin y al cabo, eres parte de nosotros ¿no es así?
Petter tragó en seco, sintió como si aquellas palabras tuvieran la intención de interrogarlo. ¿Era posible que el anciano estuviera sospechando de él? Lo miró entonces con detenimiento e intentó descubrir algún indicio sobre sus pensamientos, pero Corazón de la Tierra continuaba observándolo sin inmutarse, tan impasible como siempre.
—Supongo que debes conocer el principio básico de un Elegido ¿cierto? — Petter asintió, cada vez más nervioso, pero sin atreverse a hacer preguntas—. Cuando hiciste el juramento estuviste de acuerdo en enfrentar cualquier peligro para defender la magia y a tus compañeros. Juraste que serías fiel hasta la muerte.
—Por supuesto—admitió Petter—. Y no he roto mi promesa. ¿Acaso no estoy aquí en este momento? Si he vuelto es porque conozco mi deber.
Petter estaba mintiendo y eso le dolía, pero era la única manera de disipar las dudas del anciano. Corazón de la Tierra se acercó a él y lo tomo por los hombros con delicadeza. Petter se estremeció, pero intentó disimular su incomodidad. Deseó que aquel contacto físico terminara pronto, pues tenía la sospecha de que el anciano era capaz de detectar sus mentiras si se lo proponía.
—Petter, nunca olvides quién eres y de dónde viene tu poder.
El joven abrió los ojos de par en par, visiblemente sorprendido.
—Eres un Elegido, la magia blanca corre por tus venas. Es tu deber defender al mundo de quienes intentan destruirlo, incluso si eso significa poner en peligro tu vida y la de las personas que amas.
Petter bajó la cabeza, avergonzado. Sabía que estaba fallando en su verdadera misión, pero no era tan fuerte ni tan valiente como para volverse a enfrentar a Rosman.
—Sé que esto puede sonar duro y difícil, pero es lo que eres y no se puede luchar contra lo que uno es. — Corazón de la Tierra sonrió con ternura—. No debes preocuparte ni tener miedo, ahora eres parte de un gran equipo y nunca estarás solo.
Petter le devolvió la sonrisa. Por un momento su corazón se sintió un poco más aliviado, aunque sabía que no pertenecía realmente a los Elegidos y que en realidad no era más que un vil traidor. Deseó poder escapar de todo aquello, pero ahora estaba atrapado y su única opción era seguir fingiendo.
—Debemos irnos, el funeral de Emilio está por comenzar— dijo el anciano.
El corazón de Petter se aceleró nuevamente. ¿Sería capaz de volver a mirar a Noah a los ojos?
...
La labor de un Elegido nunca terminaba, ni siquiera cuando su poder pasaba a alguno de sus descendientes. Siempre solían encontrar alguna forma para servir al mundo mágico. La mayoría continuaba usando las habilidades aprendidas para formar parte del Consejo de Magia o para enseñar a la nueva generación. En el caso de Emilio, decidió enfocar sus esfuerzos en crear inventos que mejoraran el medio ambiente. La magia y la ciencia siempre trabajaron juntas por el bien de los humanos, de esta manera el mundo pudo sobrevivir a pesar de la Guerra Atómica y del deshielo que casi termina con los siete continentes. Por esa razón, la muerte de Emilio era un golpe duro para el mundo mágico. Él honró la promesa de sacrificar su vida por el deber que le habían asignado, por eso sería considerado un héroe digno de recordar.
Toda Arcadia estaba reunida en la cima del Monte Sauce, el lugar donde se celebraban los funerales de quienes habían muerto cumpliendo con su deber mágico. La noche caía sin piedad sobre el hermoso paisaje primaveral y el viento arrastraba pequeñas hojas de color rosa y verde. Desde allí las estrellas parecían un ejército de luciérnagas gigantes que se aglomeraban para observar el funeral.
Los Elegidos estaban allí, en la primera fila, frente al cadáver. Emilio se hallaba posicionado debajo del gran sauce que decoraba el lugar, sobre una cama hecha de flores silvestres. Entre sus manos cruzadas descansaba una espada todavía empañada por la sangre de sus enemigos. Emilio no parecía estar muerto, su expresión era relajada, como si estuviera listo para partir al otro mundo y solo deseara descansar en paz.
Anise se encontraba justo al frente de los Elegidos, estaba de pie, impasible, sin siquiera mostrar una pizca de debilidad. Junto a ella se hallaban algunas criaturas mágicas, entre ellas Braulio quien tenía una mirada bastante entristecida, pero sin derramar ninguna lágrima.
También estaba una hermosa mujer morena de cabellera rizada y orejas puntiagudas. Ella llevaba puesto un vestido de seda y una corona de flores en la cabeza. Ya la habían presentado como la reina de las hadas y parecía ser bastante amigable.
Otra mujer mucho más atractiva llegó minutos después, tenía el cabello de color rojizo y un atlético cuerpo de modelo. Su piel blanca parecía no haber sido tocada nunca por el sol y sus ojos eran tan azules como el mar. Era la reina de las sirenas y según comentaron tenía unos cuarenta años, aunque no representaba para nada su edad debido a su excesiva belleza.
Por último, llegaron cinco señores vestidos con túnicas blancas, quienes según lo explicado por Braulio eran los integrantes del Consejo de Magia, antiguos Elegidos. Esta organización fue creada por la diosa Cindra para proteger los objetos mágicos, tomar decisiones importantes sobre la magia y guiar a los nuevos Elegidos y a las criaturas de Arcadia.
—¿Dónde está Corazón de la Tierra? —preguntó Anise, un poco inquietada por su ausencia. Esperaba que no estuviera cometiendo ninguna otra estupidez porque no tendría como explicárselo al Consejo.
Justo en ese momento el anciano apareció y se abrió paso entre la multitud. Iba vestido como siempre, con su túnica gris plata y llevaba un báculo de madera en su mano derecha que le servía como apoyo. Junto a él iba Petter, que intentaba mantener la cabeza en alto, a pesar de su incomodidad por estar siendo observado por todos sus compañeros. Su mirada se fijó en la de Noah por algunos segundos, este estaba tan devastado como la última vez que lo vio. Sintió una punzada de culpa. Entonces observó a Camila quien le dirigió una sonrisa inocente, al parecer se alegraba de verlo, aunque Petter hubiese preferido que todos supieran la verdad y lo odiaran, eso era mejor que fingir tristeza por una muerte que el mismo había provocado.
El funeral de un Elegido, sin importar si su magia se encontraba activa o no, era un acontecimiento solemne y de gran importancia. Emilio había sido un verdadero héroe y era necesario que su alma se fuera junto a los inframundos hacía el Raegari, donde se supone que iban los que morían cumpliendo con su deber. Por esa razón se realizaba una ceremonia para ayudar a que su alma encontrara el camino correcto y para que lo inframundos supieran que esta persona fue venerada aún después de muerta.
El poder de cada criatura mágica es puesto al servicio del alma que necesita encontrar la paz en el Raegari, por lo que cada representante de cada pueblo deja una muestra de afecto para el héroe. Braulio, en representación de los gordianos, dio un paso al frente para honrar la memoria de aquel hermano caído. Sacó de su bolsillo un hermoso sello plateado que tenía grabado el símbolo de los Elegidos en el centro. El gordiano se arrodilló y le colocó la prenda entre sus ropas negras. Luego pronunció las palabras sagradas.
—Que tu alma descanse en paz junto a la de nuestra primera diosa, Leah. Gracias por tu servicio.
Cuando Braulio se levantó, su expresión había cambiado, estaba mucho más triste que antes, pero no se permitió llorar delante de los que lo observaban. Aurora, la reina de las hadas, se trasladó con elegancia hacia donde reposaba Emilio. Puso una mano sobre su pecho y un montón de ramas silvestres comenzaron a envolver al cadáver, formando una especie de ataúd natural y dejando el cuerpo totalmente tapado. Algunas flores nacieron de aquellas ramas y el lugar comenzó a parecerse mucho más a una tumba. Noah empezó a llorar en ese momento, sus sollozos eran casi inaudibles, pero los Elegidos que estaban a su lado pudieron escucharlo.
Luego de que Aurora dijera las palabras sagradas, Selene, la reina de las sirenas, comenzó a entonar una melodía que parecía provenir de los mismísimos ángeles. Todos quedaron maravillados con aquel talento musical que hizo que el viento se agitara aún más y que las pieles de los que escuchaban se estremecieran. Mientras ella cantaba, Noah tomó la mano de Camila, que estaba a su lado y se la apretó.
—Quiero que hagas los honores para mi padre, yo no puedo... —dijo en un susurro, su voz estaba ahogada por el llanto.
Camila estuvo a punto de negarse porque no sabía exactamente qué debía hacer, pero Noah no la dejó contradecirlo. Dio un paso al frente cuando Selene terminó de decir las palabras sagradas y se acercó al ataúd. ¿Qué podía hacer un Elegido para honrar a quien alguna vez fue otro? Para ella Emilio era más que un héroe, era la persona por la que seguía con vida, la persona que se había sacrificado para que ella viviera. Sentía culpa por su muerte, aunque sabía que no tenía como predecir que su pequeño deseo de ver a su padre terminaría dañando a todos, pero aun así era consciente de que si hubiese obedecido Emilio seguiría con vida.
—Lo siento, Emilio. Gracias por todo— dijo en un susurro que nadie pudo escuchar.
Luego colocó una mano sobre el ataúd de hojas y rezó porque el hechizo que deseaba hacer tuviera éxito. Se concentró lo más que pudo y en cuestión de segundos el fuego que dormía en su interior se avivó. Este comenzó a extenderse de manera ordenada logrando que cada flor que adornaba el ataúd se incendiara y comenzara a iluminarse. Tanto las ramas como las flores estaban ardiendo y formaban llamas de diferentes colores que simulaban un arbolito de navidad. El efecto quedó tal y como Camila lo deseaba y se sintió aliviada por no haber cometido ningún error. Observó el rostro de Noah, sonreía, a pesar de que sus ojos seguían llenos de lágrimas.
—Emilio, que tu alma descanse en el Raegari junto a nuestra primera diosa y que tu cuerpo se una a la naturaleza, para seguir siendo útil al universo.
Anise pronunció aquellas palabras desde el centro del lugar y alzó sus brazos al cielo, como si quisiera embocar a alguna fuerza divina o sobrenatural.
—Que así sea—dijeron los presentes al unísono. Luego llevaron sus puños cerrados sobre el lado izquierdo de sus pechos, justo donde se encontraban sus corazones.
Fue entonces cuando Corazón de la Tierra se acercó y puso su cetro sobre el ataúd. Un polvo plateado comenzó a salir de entre las ramas iluminadas y se mezcló con el aire, algunas partículas viajaron hacia el cielo, otras permanecieron en la tierra, otras fueron hacia el mar. En cuestión de segundos, todo lo que alguna vez perteneció a Emilio había desaparecido, incluso los obsequios mágicos.
...
Al día siguiente, Anise se reunió con los otros magos del Consejo, quienes ya estaban enterados de las últimas novedades.
La Cámara Oculta se encontraba en el sector del Consejo. Era un lugar parecido a una bóveda, totalmente hermético y subterráneo donde se reunían los magos cuando debían discutir temas importantes. Las paredes eran doradas y tenían dibujos de diferentes momentos históricos. Se podía observar en el lado izquierdo una representación del nacimiento de los quince poderes Elegidos creados por la diosa Leah. Del lado derecho se veía una imagen de la Gran Guerra donde Leah logra vencer a Aerys, pero pierde su inmortalidad, quedando así vulnerable ante la muerte. En la pared del fondo se encontraba un grabado con relieve de los siete objetos mágicos. Por último, en el techo se veía una majestuosa imagen de la ciudad de Arcadia donde se podía apreciar las estatuas de las criaturas mágicas que allí vivían.
El lugar contaba con siete asientos colocados en forma lineal uno al lado del otro y que estaban suspendidos en el aire de forma colosal. Debajo había un vacío oscuro. Un estrecho puente de mármol era la única superficie que había en la sala y la que permitía el acceso a los asientos.
—Ya estamos enterados de todo lo que está ocurriendo.
Una de las integrantes del Consejo de Magos comenzó a hablar. Era una mujer mayor, que parecía tener unos sesenta años. Su cabello era de color castaño y lo llevaba atado en un moño recogido. Ni una cana se asomaba por sus hebras lisas, sus únicas muestras de vejez eran algunas arrugas sobre su frente y su mirada cansada.
—Cosas muy graves han pasado. Hay una chica común y corriente viviendo en Arcadia, un antiguo Elegido acaba de morir y otro está secuestrado y además tenemos una amenaza de Rosman para que la portadora del fuego se entregue. ¿Me pregunto cómo resolveremos este conflicto? — Su mirada se centró en Anise, esperando alguna respuesta.
—Lo de la chica fue una situación particular, Justine—intervino Corazón de la Tierra—. Emilio, que en el Raegari descansa, fue quien decidió proteger a esta muchacha. Ella es hermana de un Elegido y no tiene donde vivir. Yo no estuve enterado hasta después de ocurrida la tragedia.
—Con todo respeto, usted sabe muy bien que esa es una violación de las leyes de la magia— lo cortó Justine.
Corazón de la Tierra no quiso responder porque sabía la terquedad de su compañera.
—No te preocupes Justine. Las sirenas la aprobaron. Ellas consideran que será útil para nosotros más adelante.
Justine puso cara de enojo, pero no se atrevió a contradecir a Anise.
—Bien, hablemos mejor de un tema mucho más complejo, el secuestro de Ernesto.
Otro de los magos intervino, este lucía mucho más joven que el resto. Era un hombre alto, robusto, de ojos grises y mirada enigmática. Su cabello rubio claro le caía sobre su espalda, lo llevaba suelto, por lo que simulaban delicadas hebras de oro.
—Rosman desea chantajearnos para que Camila se entregue. Al parecer su intención es obtener el brazalete de amatistas— explicó Anise. Los magos comenzaron a murmurar entre ellos, ella los acalló con su potente voz—. Temo que pueda dañar a Ernesto si no cumplimos con su voluntad.
—Esto no estaría pasando si Ernesto nos hubiese entregado el brazalete desde el comienzo—opinó otro de los magos.
—No podemos sacrificar a Ernesto y entregar a Camila tampoco es una opción. —Anise ignoró el comentario—. Nuestro deber es protegerlos a todos, tanto a criaturas mágicas como a los antiguos Elegidos— concluyó, decidida, no pensaba arriesgar la seguridad de quienes alguna vez expusieron sus vidas por la protección de la magia.
Los magos asintieron, un poco angustiados. Conocían perfectamente su deber y no pensaban olvidarlo, pero como estaban las cosas se verían obligados a efectuar una guerra contra Rosman y no tenían las fuerzas suficientes para vencerlo. ¿Qué otra opción había? Rosman siempre cumplía su palabra y si se tardaban mucho pensando Ernesto terminaría muerto.
—Saben que solo hay una opción y es iniciar una guerra para rescatar a Ernesto, pero el tiempo es bastante corto y no contamos con las fuerzas suficientes para enfrentar a los siervos de Rosman—opinó Cornelio, el mago de cabellos dorados.
Un silencio bastante incómodo se apoderó de la sala. Ninguno de los magos sabía que decir, no encontraban ninguna idea que pudiera servir de ayuda para liberar a Ernesto y sabían que Cornelio tenía razón, sus fuerzas no eran suficientes para vencer a Rosman y menos en tan poco tiempo. Corazón de la Tierra observó a Anise y esperó que expusiera su idea delante de todos, deseaba que ante la desesperación fuera aprobada por la mayoría.
—Yo tengo una idea, pero es bastante arriesgada— soltó Anise por fin, logrando captar la atención de los magos—, demasiado arriesgada, en realidad.
—¿Más arriesgado que enfrentarnos a Rosman? — preguntó otro de los magos, deseoso de conocer las intenciones de Anise.
—Quiero negociar con Rosman. —Los magos ahogaron una exclamación de asombro—. Voy a hacerle creer que tengo el brazalete y que se lo entregaré si libera a Ernesto
—Sabes que Rosman te exigirá un pacto de sangre y los pactos de sangre no pueden ser rotos, su incumplimiento se paga con la muerte— intervino otra integrante del Consejo. Una mujer delgada, de ojos rasgados, cabello extremadamente lacio y labios abultados. Parecía tener unos setenta años. Su nombre era Zulma.
—Necesitaré de un Elegido, específicamente del portador del poder de la transformación. — Todos quedaron enmudecidos, sin comprender las intenciones de Anise. Ella le dirigió una mirada cómplice a Corazón de la Tierra—. ¿Crees que Lucas esté preparado para esta misión?
—Los Elegidos apenas comenzaron su entrenamiento hace un mes— interrumpió Justine—. Es imposible que sepan controlar bien su poder y menos por un tiempo prolongado.
Los otros magos estuvieron de acuerdo y comenzaron a dar sus opiniones, todos a la vez.
—Quizás no son tan expertos como quisiera y comprendo la preocupación de todos, pero Lucas es nuestra única esperanza, si él falla todos estaremos muertos. Sabemos que una guerra con Rosman sería una catástrofe que acabaría con todo nuestro mundo, así que no podemos arriesgarnos— opinó Corazón de la Tierra con voz firme.
—Es un plan muy riesgoso. Si el poder de Lucas falla, Rosman podría matarlo— advirtió Cornelio. Estaba dudoso, no creía que aquello pudiera funcionar tan fácilmente.
—Acepto sus sugerencias, pero la decisión final es de Corazón de la Tierra, pues es él quien vela por la seguridad de los Elegidos— les recordó Anise.
Los magos quedaron en silencio, resignados, esperando la opinión de Corazón de la Tierra, quien se tomó su tiempo para meditar mejor el asunto. Él debía proteger a los Elegidos con su propia vida y no podía arriesgarlos más de lo que podían soportar. El poder de Lucas era muy agotador, temía que el muchacho no pudiera controlarlo y Rosman descubriera el engaño. Había tantas cosas en juego que sintió que su espíritu se decaía. Aunque su mayor deber eran los Elegidos, no podía poner en peligro a todo el mundo mágico.
—Confío en Lucas, es nuestra única opción. Sé que podrá hacerlo— sentenció por fin.
Anise asintió, sabía que los discípulos de Corazón de la Tierra siempre resultaban ser valientes y fuertes, no dudaba que Lucas pudiera llevar a cabo aquella misión. Pensó entonces en que Rosman tarde o temprano descubriría la verdad, por lo que tendrían que planear qué hacer a continuación.
—Cuando me niegue a cumplir con mi promesa, la furia de Rosman no tendrá límites por lo que los Elegidos deberán prepararse para enfrentarlo. En ese momento comenzará la verdadera guerra.
—Por eso es tan importante que Camila encuentre el brazalete. Solo ella puede poner fin a esta disputa— respondió Corazón de la Tierra.
—Me reuniré con los Elegidos para explicarles mi plan, creo que ellos deben saber a lo que su compañero se enfrenta—alegó Anise, dispuesta a terminar la reunión.
—Espera— la detuvo Corazón de la Tierra—. Hay algo más que debo decirles. — Los magos lo miraron con curiosidad—. Creo que deberíamos ocultarles a los Elegidos lo que Lucas va a hacer.
—¿Por qué razón? — preguntó Anise, sospechando que Corazón de la Tierra escondía algo. Él tragó en seco y dudó antes de responder, era obvio que no quería contar lo que sabía.
—Sospecho que uno de los Elegidos es un siervo de Rosman y es quien ha intentado capturar a Camila, filtrando información.
Los magos se enderezaron en sus asientos, no podían creer que Corazón de la Tierra omitiera algo tan importante.
—¿Por qué no nos habías dicho esto? ¿Desde cuándo sospechas de él? —indagó Anise, consternada.
—La verdad desde que ocurrió lo de Emilio. No entendía cómo habían dado con la casa si siempre utilicé el anillo para eliminar cualquier tipo de rastro que pudiera guiar a los siervos hasta allí. Solo alguien de adentro pudo dar aviso a los siervos, y de todos los chicos que allí estaban, solo uno me pareció sospechoso, sobre todo porque huyó después de lo ocurrido. Lo investigué y no pude encontrar a sus familiares, aunque al parecer nació en Nelvreska. Además, hay algo mucho más sospechoso y es que su poder tiene una historia bastante turbia detrás —confesó Corazón de la Tierra.
— ¿De qué poder estás hablando? —preguntó Anise con la mirada fija en el anciano, preocupada ante la posibilidad de que un traidor estuviera detrás de toda aquella desgracia.
—Del poder de la invisibilidad.
Los magos quedaron atónitos ante aquella revelación y comenzaron a murmurar entre ellos.
— ¿Ese era el poder que le pertenecía a Ernesto? —preguntó Cornelio, consternado. Recordó cuando recibieron la noticia de que Leinad había sido capturada y asesinada por Rosman junto con su hijo mayor, Cristopher.
—Si ese chico filtra información para Rosman debemos capturarlo e interrogarlo, no podemos dejarlo junto a los otros Elegidos o terminará causando otra desgracia. Ya logró que capturaran a Ernesto y que mataran a Emilio, si sigue ahí logrará vendernos a todos— afirmó Justine, inconforme con la decisión de Corazón de la Tierra.
—Ese chico podría ser hijo de Ernesto y de Leinad. —Todos quedaron boquiabiertos ante aquella posibilidad que parecía descabellada, pero que era perfectamente posible—. Debemos intentar ponerlo de nuestro lado sin que salga herido— se defendió Corazón de la Tierra, decidido a proteger a Petter, aunque no fuera lo más sensato.
—Ese chico no puede ser hijo de Ernesto. ¿Acaso no recuerdas que encontramos el cuerpo del pequeño en el bosque? —intervino Justine—. Obviamente su poder fue robado y ahora lo porta este traidor. Hay que interrogarlo y sacarle información antes de que sea tarde.
—No estamos seguros de nada, todas estas son suposiciones— zanjó Anise—. Lo que debemos hacer es observarlo e intentar averiguar sus verdaderas intenciones. Quizás sea mejor que siga creyendo que no sospechamos nada.
—Confiamos en tu buen juicio, Anise— respondió Cornelio, con una sonrisa. Dándose así por terminada la reunión.
NOTA:
Queridos lectores, disculpen que no había podido continuar escribiendo es que estoy terminando mi carrera (me quedan tres meses para terminar) y he estado muy ocupada con eso. Aquí les dejo el nuevo capítulo de Los elegidos, espero les guste y me dejen sus opiniones porque eso me motiva a seguir escribiendo.
¿Qué piensan de Petter ? ¿Creen que entregará a Camila o se unirá a los elegidos?
¿Dónde creen que está el brazalete?
Dejen sus opiniones por aquí. Besitos.
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