La sortija de fuego II
Luego del descanso, los Elegidos se dirigieron al Salón de los Conjuros. El lugar se encontraba en una torre por lo que siempre debían subir unos cincuenta escalones hasta llegar a una gran puerta de hierro. Lo sorprendente era que, al atravesarla, podían encontrarse con todo tipo de sorpresas. Lo mismo había un jardín, que una pradera llena de flores y animales, que una habitación vacía. Esta vez estuvieron en un salón de clases común y corriente. Unos cofres antiguos les esperaban sobre las mesas.
—Veremos con que idea loca nos sale la vieja esta vez— comentó Lucas entre dientes.
Karla llegó de último. Tenía una venda en el brazo, pero parecía encontrarse bien. Ella le dirigió una mirada recelosa a Petter que estaba sentado en la única mesa que tenía un asiento vacío. Entornó los ojos con fastidio y se colocó a su lado, lamentándose por su mala suerte.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó Petter en voz baja para no llamar la atención de los demás.
—De maravilla—respondió Karla con sarcasmo y miró para otro lado—. Gracias por tu preocupación.
—Creo que necesitas aprender a luchar mejor—le susurró Petter muy cerca de su oído. Ahora tenía un tono más burlón que intentaba aparentar normalidad, aunque en el fondo se sentía apenado por haberla lastimado en el combate—. Puedo enseñarte si quieres...
—Gracias, eres tan amable—murmuró ella con una sonrisa fingida.
Karla extendió la mano hacia el antebrazo de Petter, logrando acariciar levemente su piel. El muchacho se estremeció ante aquel contacto repentino, por lo que arrugó el rostro. Por consiguiente, observó a la chica con detenimiento, como si quisiera descubrir sus verdaderas intenciones.
Una fuerte descarga eléctrica hizo que tuviera que apartar el brazo de golpe. Una palabrota se escapó de su boca, al tiempo que la risa de Karla inundaba sus oidos. Los otros Elegidos se voltearon para observar lo que ocurría.
—Eres un pequeño demonio— gruñó Petter en voz baja al tiempo que se sobaba el brazo que comenzaba hormiguearle.
Karla no respondió solo le dirigió una sonrisa triunfadora que hizo enfadar aún más al muchacho. En ese momento, apareció Zulma, la encargada de impartir los conocimientos relacionados con hechizos y conjuros.
—Bienvenidos, Elegidos.
La mujer saludó con una sonrisa melosa en los labios. Iba vestida con una falda larga y una blusa decorada con flores silvestres. Su cabello lacio caía de forma aburrida sobre sus hombros, aunque se veía un poco despeinado. Lo más llamativo era el color carmesí de sus labios. Ella se dirigió a una mesa que estaba en el centro del salón. Allí había un cofre un poco más grande que los que se hallaban frente a los Elegidos.
—Supongamos que quiero proteger el contenido de este cofre. ¿Qué debo hacer?
Noah levantó la mano enseguida, ella le hizo una seña para que respondiera.
—Realizar un hechizo de protección.
—Excelente, querido, excelente—celebró Zulma con emoción—. ¿Alguien sabe hacer uno?
Noah volvió a levantar la mano. Zulma le pidió que hiciera una demostración y explicara cómo debía hacerse el hechizo.
—Lo más importante para realizar cualquier hechizo es tener concentración y también saber dominar la lengua mágica.
Los Elegidos ya conocían lo que era la lengua mágica, de hecho, la estaban aprendiendo desde que llegaron a Arcadia. Se trataba de un lenguaje que solo los dioses conocían, pero que luego fue expandiéndose por el mundo junto con la magia. Fue uno de los regalos más importantes que ellos les hicieron a los humanos y que después debió borrarse de sus memorias para evitar que continuara usándose de forma errónea.
—Una palabra mal dicha puede desencadenar un accidente con el hechizo, así que deben saber lo que están diciendo siempre—explicó Zulma. Todos asintieron—. Vamos, querido, haz la demostración.
Noah puso su mano sobre el cofre y dijo las palabras mágicas en voz alta, cosa que no era necesario, pues bastaba con unos susurros bien pronunciados para que un hechizo se realizara con éxito.
—Kariya pelna
El cofre se cerró de golpe y Zulma aplaudió con entusiasmo. Luego incentivó a los Elegidos para realizar el mismo hechizo en sus respectivos cofres. Después de algunos fallos, frustraciones y un poco de desconfianza, los otros chicos también pudieron lograrlo con éxito.
—Bien, ¿ahora cómo hacemos para romper este simple hechizo? ¿Alguien sabe?
—Debe hacerse un hechizo de desprotección—respondió Petter sin levantar la mano.
Todos lo miraron extrañados porque no solía hablar en las clases. Incluso Zulma pareció sorprenderse con su intervención.
—Muy bien—respondió con una sonrisa—. ¿Sabes cómo hacerlo?
Petter asintió y puso su mano sobre su respectivo cofre.
—Tuksen pelna
El cofre se abrió de golpe haciendo un leve crujido. Los Elegidos ahogaron una exclamación de asombro. Zulma aplaudió nuevamente.
—Ahora sabrán guardar mejor sus secretos—bromeó sin poder dejar de sonreír.
—Tengo una pregunta, profesora—intervino Alejandro con voz tímida. Zulma se giró para mirarlo y le pidió que hablara con una seña—. ¿Qué protección tenía la casa de Noah y cómo es que Rosman pudo romperla?
El salón quedó en silencio. Noah pareció retener la respiración tras recordar todo lo ocurrido en su casa aquella noche. Los demás, se sintieron igual de abrumados. Zulma titubeó un poco, pero aceptó responder la pregunta.
—La protección que les he enseñado es la más básica de todas, cualquier mago o Elegido podría romperla, pero existen otras más fuertes que solo magos muy poderosos pueden hacer. —Hizo una pausa para evaluar los rostros de sus alumnos—. La protección de la casa de Emilio fue hecha por todos los magos del Consejo juntos, solo alguien con una reliquia mágica o con un dominio de la magia negra muy potente podría burlar esa seguridad.
—¿Eso significa que Rosman es más poderoso de lo que todos pensamos?
Camila pensó en voz alta y todos los demás parecieron estremecerse con sus palabras.
—El enemigo que tendrán que enfrentar es muy peligroso, por eso deben estar preparados y no tener miedo. El miedo siempre nos paraliza y no nos deja explotar todo nuestro potencial, así que nunca tengan miedo. —Los Elegidos continuaron con la misma cara de terror y apenas respiraron. Zulma sonrió para intentar calmarlos—. Quiten esas caras y vayan a tomar un poco de aire. La clase terminó.
Los chicos reaccionaron entonces y se levantaron de sus asientos, listos para aprovechar el descanso. La mayoría se dirigió hacia el lago donde se realizaban los entrenamientos al aire libre, pues la próxima clase era Control de Poderes con Corazón de la Tierra. Noah se sentó debajo de un árbol y cerró los ojos. Nuevamente el recuerdo de su padre lo atormentaba y hería su consciencia. Quizás si se hubiese quedado con él aquella noche todo hubiese ocurrido diferente. Deseaba tanto que existiera un hechizo que pudiera cambiar el pasado, pero lamentablemente eso era imposible.
—¿Puedo sentarme contigo? —preguntó Camila, interrumpiendo sus pensamientos.
Noah sonrió ante la presencia inesperada de su amiga y le hizo un gesto para que se sentara a su lado. Camila se lanzó al suelo casi de un tirón. El lugar era sumamente relajante, ideal para olvidar cualquier cosa que pudiese atormentarlos.
—Bonita vista— dijo para intentar comenzar una conversación.
—Realmente es perfecto— respondió Noah con la mirada perdida en el horizonte—. Mi padre me contaba sobre Arcadia desde que era un niño y me describía con gran precisión cada detalle de este sitio. No puedo creer que ya no esté conmigo.
La voz de Noah comenzó a entrecortarse y sus ojos azules se cristalizaron gracias a las lágrimas que amenazaban con escaparse de ellos. Camila apretó su hombro para intentar reconfortarlo.
—Su espíritu está en cada parte de este lugar. — Noah asintió y secó sus ojos para evitar que las lágrimas rodaran por sus mejillas—. Además, él está en nuestros corazones.
Noah tomó la mano de Camila que continuaba en su hombro y le dio unos golpecitos amistosos mientras ponía todo su esfuerzo en sonreír. En tan poco tiempo aquella chica se había convertido en una persona muy importante para él, alguien a quien deseaba tener siempre cerca.
—Quiero contarte algo muy importante, pero no debes decirle a nadie. — Noah se sorprendió ante aquellas palabras. No tenía idea de lo que Camila deseaba decirle—. Solo en ti confío para que me ayudes.
—Cuéntame, ten por seguro que sé guardar cualquier secreto.
—Nos vemos esta noche en la biblioteca cuando todos estén dormidos.
Noah asintió sin hacer preguntas a pesar de que estaba bastante intrigado. En ese momento escucharon el aviso de los demás, al parecer ya era hora de comenzar el entrenamiento. Los dos chicos se levantaron y caminaron hacia donde estaba el grupo.
...
Camila salió a hurtadillas de su habitación porque no deseaba encontrarse con ninguno de sus compañeros, ni dar explicaciones de a dónde iba. Al llegar a la biblioteca vio a Noah sentado en una de las mesas de estudio.
—Hola, disculpa la tardanza, pero estaba esperando que mis compañeras de cuarto se durmieran, cosa difícil porque Karla suele ser noctámbula.
Camila se rio al recordar que Diana Valentina hablaba dormida y que Karla pasaba leyendo hasta tarde en la noche.
—Me estás preocupando Camila. ¿Qué es eso tan misterioso que quieres decirme?
Camila tragó en seco, un poco preocupada por la reacción que pudiera tener Noah, no sabía si querría ayudarla.
—Descubrí una pista en un libro, al parecer la dejó mi madre para mí. — Noah abrió los ojos con asombro, ahora estaba mucho más intrigado—. Esa pista tiene que ver con el brazalete.
Camila comenzó a explicarle con lujo de detalle todo lo que había descubierto para luego mostrarle el libro, omitió por supuesto que esa investigación la había hecho con Petter. Noah escuchó con atención, para luego examinar aquella pista con detenimiento por algunos minutos. Había mucho detrás de aquel simple mensaje, por lo que necesitaría analizar todo con más calma.
—Bien, necesito un café— exclamó el chico, echándose hacia atrás en el asiento.
Luego se levantó y fue hacia el dispensador de café que se encontraba dentro de la biblioteca para ayudar a los estudiosos nocturnos. Era una ingeniosa máquina que te permitía guardar tus propias tazas de porcelana y extraerlas cuando quisieras para poder tomar café sin necesidad de dañar el medio ambiente.
Noah se sentó en la mesa nuevamente, listo para reflexionar sobre los datos que tenía y conectarlos hasta hallar una respuesta.
—A simple vista pareciera que la quinta amatista se refiere a la amatista que Aerys entregó a la diosa Leah para crear el brazalete, pero...—Noah se detuvo, aparentemente para meditar bien lo que iba a decir— debe haber algo más. — Sus ojos se movían a toda velocidad mientras leía la página del libro.
—El quinto poder formado por la diosa fue el fuego, no sé si eso tenga algo que ver.
—Por supuesto, el fuego es la clave para develar el misterio, pero...—Noah tomó un sorbo de su café— también se vincula con algo más.
—¿Qué cosa? —preguntó Camila, ansiosa.
—Tu pasado— concluyó Noah con voz seria.
—¿Mi pasado? —se sorprendió Camila, no comprendía que tenía que ver aquello con la quinta amatista.
—Existe algo llamado la herencia del poder— explicó Noah—. Es la regla principal de un Elegido. Tu poder debe pasar de generación en generación, a tus hijos y nietos. No debe cortarse esa línea, aunque a veces sucede. Con el poder del fuego esto nunca pasó, esa línea se mantuvo intacta desde que Aerys recibió el quinto poder hasta ahora.
—Eso quiere decir que mis ancestros descienden de Aerys y de los dioses— reflexionó Camila, atónita ante aquel descubrimiento.
—Exacto y además de eso existe un anillo llamado "la sortija de fuego". Ese anillo pasó de generación en generación desde Aerys hasta tu madre. Creo que el anillo es la clave para encontrar el brazalete.
—Nunca había escuchado sobre ese anillo.
—No es un objeto importante. Se cree que fue la sortija que Ralph le regaló a Aerys como muestra de amor y fidelidad hacia ella. Cada portador del fuego lo ha recibido de su respectivo padre. Tú deberías haberlo recibido de tu madre.
Camila quedó en silencio unos segundos e intentó procesar aquella información. Si Noah tenía razón el anillo podría ser la próxima pista, pero había un problema mayor: ¿Dónde podría encontrarlo?
—Si quieres encontrarlo tendrás que seguir indagando en tu pasado Camila y quizás eso no sea tan buena idea— le advirtió Noah.
Camila se sorprendió aún más. Su amigo parecía saber más de lo que aparentaba.
—¿Qué es lo que sabes, Noah? — lo encaró ella.
—Solo puedo decirte que hay algunas cosas sobre tu pasado que te han ocultado y estas pueden cambiar el curso de tu vida, por eso es que tu padre y tu madre decidieron no decírtelas.
—¿Qué cosas? —Noah bajó la mirada, era obvio que no podía decir más—. Habla Noah, se supone que somos amigos.
—Cami. — Noah le tomó la mano con ternura y se la apretó en señal de apoyo—. Sabes que te ayudaría en lo que fuera, pero le prometí a mi padre que no intervendría en esto. Él me dijo que solo Ernesto debía tomar la decisión de decírtelo. Perdóname.
Camila apartó la mano de golpe. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas debido a la impotencia.
—Voy a llegar al fondo de esto.
Ella se levantó de su asiento lista para marcharse, pero antes volvió a echarle un vistazo a Noah. Él la miraba con culpabilidad, como un animalito agazapado. Sus ojos azules reflejaban que estaba apenado por Camila, pero al mismo tiempo tenía claro que no podía romper aquella promesa.
—Gracias por tu ayuda— murmuró la joven con sequedad y luego caminó hacia la puerta.
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