Culpa y venganza
Petter despertó en las mazmorras del palacio de Nelvreska. Lo supo enseguida, pues el olor putrefacto a excremento y a basura invadió su nariz en cuanto abrió los ojos. Estaba en una total penumbra, pero pudo escuchar el goteo del agua que se filtraba por las paredes mohosas y el roer de las ratas. Se hallaba sobre un asqueroso colchón de esponja que olía a orine y a viejo. Intentó ponerse de pie, pero enseguida sintió una punzada de dolor en su espalda. Optó por quedarse inmóvil, al fin y al cabo, no tenía escapatoria. Rosman había jurado dejarlo vivir, pero de igual manera lo haría pagar por su traición recluyéndolo en aquel lugar infrahumano para siempre. La muerte se veía entonces como un final más digno.
Petter escuchó el crujir de una reja. Al parecer, alguien acababa de entrar en su celda. Sintió el sonido de unos pasos que se acercaban y una pequeña luz comenzó a encandilar sus ojos. Entonces una figura desconocida se agachó a su lado, lo que sobresaltó un poco al muchacho. Tuvo que pestañear varias veces para darse cuenta que se trataba de Sandro, su compañero de misiones.
—¿Sandro? ¿Qué haces aquí? — preguntó, sin poder creer lo que veía.
—Vaya, vaya, con que has desatado la ira de Su Majestad y te ha mandado a esta pocilga. ¡Qué triste! —Sandro habló con un tono burlón, mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios—. Uff, mira cómo te han dejado— dijo y puso su bota sobre la espalda del chico, lastimando intencionalmente sus magulladuras.
Petter soltó un gruñido de dolor, pero no fue capaz de defenderse en esas condiciones.
—Maldito, imbécil—lo insultó lleno de rabia y deseó poder golpearlo—. ¿Por qué carajo estás aquí?
—Su Majestad decidió dejarte vivir, pero eso no quita que en el fondo desee verte muerto. No creo que se enoje si yo le hago el favor de deshacerme de ti.
Petter lo miró un poco confundido. Sabía que no era del agrado de Sandro porque siempre envidió sus privilegios. Muchas veces cuestionó el hecho de que Rosman le hiciera regalos, lo dejara comer a su lado y lo llevara a algunas reuniones del Consejo Real. ¿Sería esa la razón por la que ahora deseaba destruirlo o había algo más?
—¿Por qué deseas matarme? — preguntó, sin hacer ningún esfuerzo para escapar. Quizás ya la muerte no se le hacía tan preocupante como quedarse allí para siempre.
—Por Aylen— respondió Sandro con voz sombría. Petter creyó haber escuchado mal, pues no podía entender que relación había entre Aylen y Sandro—. Yo la quería para mí, siempre la quise, pero Su Majestad decidió dártela a ti. — La voz de Sandro estaba ahogada, como si le costara pronunciar aquellas palabras—. No sé por qué te tenía tanto aprecio como para regalarte a la mujer más hermosa de su harén.
—Lo siento— respondió Petter, aun sorprendido, sin saber que más decir—. Yo no sabía que...
—¿Lo sientes? — gruñó Sandro, mientras lo tomaba por el cuello de la camisa y lo sentaba de golpe—. Ella está muerta por tu culpa, porque no pudiste protegerla. — Sandro le propinó un golpe en la mandíbula a Petter que hizo que el muchacho cayera de espalda, adolorido—. Haré que pagues por eso.
—Golpéame si quieres, pero eso no la traerá de vuelta. Si una paliza pudiera remediar todo lo que hice, yo te diría que me mataras a golpes, pues eso es lo que más deseo.
Petter hablaba con dificultad. Sentía que todo su cuerpo estaba destrozado por el dolor. Su labio sangraba y también su brazo, por lo que era cuestión de tiempo para que volviera a desmayarse. Sandro lo miraba con los ojos desorbitados por la rabia y el rostro colorado. Entonces perdió el control, algo que le sucedía a menudo. Comenzó a golpear a Petter, deseando destruirlo por haberle robado todo lo que él creía le pertenecía. Usó tanto sus puños como sus botas para causarle el mayor sufrimiento al muchacho, quien estaba en el suelo hecho un ovillo, sin poder defenderse. Finalmente, Petter perdió el conocimiento, lo que hizo que Sandro se detuviera.
—Despierta, desgraciado— exigió, mientras lo sacudía, pero Petter ya no era capaz de escucharlo. Entonces Sandro tuvo miedo de haberlo matado porque sabía que Rosman podría castigarlo por eso. Aterrado, salió corriendo del lugar, esperando que nadie supiera del delito que había cometido.
Algunos minutos después, alguien más entró en la celda. Era Vivian, quien al ver a su hijo en esas condiciones corrió a su lado para intentar despertarlo.
—Hijo, por favor, despierta—le decía, desesperada.
—Madre...— respondió Petter luego de algunas sacudidas. Estaba muy débil, por lo que apenas podía hablar.
—Voy a sacarte de aquí—le dijo, mientras limpiaba la sangre que corría por su labio con sus dedos—. Pronto estarás en Arcadia.
Petter sonrió, pero no fue capaz de emitir ningún sonido para responderle. Estaba concentrado en soportar el dolor que tenía en todo su cuerpo. Dos guardias entraron entonces a la celda y lo levantaron de golpe. Luego lo arrastraron hacia una salida secreta que tenía la cárcel y lo metieron dentro de un auto fúnebre, como si fuera uno más de los cadáveres que sacaban diariamente de sus celdas. Su madre se despidió de él, con lágrimas en los ojos, antes de que el vehículo arrancara.
—Perdóname por todo, hijo. — Vivian acarició su rostro magullado y sudoroso —. Algún día nos volveremos a ver.
—Ven conmigo, por favor—le suplicó Petter y retuvo su mano para que no se marchara.
—Lo siento, mi deber siempre estará con Rosman y el tuyo está ahora con los Elegidos. — Petter negó con la cabeza y sus ojos se cristalizaron por las lágrimas—. Aunque ahora seamos enemigos, nunca dejarás de ser mi hijo.
—Rosman te matará.
Vivian besó su frente, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Petter nunca la había visto llorar y sospechó que nunca más la vería hacerlo. Ella se apartó, deteniéndose en la puerta del vehículo para mirarlo por última vez. Tenía el rostro colorado y los ojos rojos, pero sonreía, intentando grabar en su memoria aquel momento.
—Pase lo que pase conmigo, intenta ser feliz — le dijo y cerró la puerta del auto.
Petter quiso gritar para suplicarle que no lo dejara, que no podría soportar estar sin ella toda la vida, pero algo en su interior se lo impidió. Cuando el auto comenzó a moverse, sintió que su corazón se partía en mil pedazos, sobre todo al ver la imagen de su madre despidiéndolo como un soldado despide a otro: de pie, inmóvil y con rostro firme. Minutos después, sus párpados comenzaron a pesar, cayendo lentamente sobre sus ojos. De esta manera, tanto el dolor como los recuerdos se esfumaron con la niebla de aquella madrugada.
...
—¿Qué ocurre? — preguntó Camila, casi en un grito. Corazón de la Tierra la calló con un siseo, haciéndole una seña para que comprendiera que debía guardar silencio.
—Te espero afuera— le dijo en un susurro—. Es importante.
Camila reaccionó entonces. Se hallaba en su cama y todavía no amanecía, pues la habitación estaba en penumbras. Se levantó, apresurada, e intentó no despertar a sus compañeras que seguían durmiendo. Salió vestida con una ropa casual, deseaba saber qué era tan urgente como para levantarla a esas horas. Al salir de la habitación, encontró a Corazón de la Tierra esperándola. Iba vestido con su túnica habitual y parecía preocupado.
—¿Qué ocurre? —preguntó la chica, ansiosa.
—Petter está aquí— dijo el anciano sin preámbulos. Camila se detuvo de golpe e intentó procesar la información—. Está herido, pero ha pedido verte. Se niega a ser atendido hasta hablar contigo.
—¿Cómo es que...? —preguntó Camila, confundida.
—Vivian, la madre adoptiva de Petter, me contactó—explicó el anciano—. Ella sobornó a los guardias de la celda donde Rosman lo tenía, pero necesitaba ayuda para transportarlo hacia Arcadia antes de que Rosman se enterara. Así que viajé a Nelvreska utilizando mi anillo y luego lo traje hasta aquí.
—¿La madre de Petter traicionó las ordenes de Rosman? — exclamó Camila, sorprendida—. No lo puedo creer.
—Creo que prefirió eso antes de ver como su hijo sufría en esa cárcel para toda la vida—concluyó Corazón de la Tierra.
—Es increíble que tenga sentimientos. Ella asesinó a Emilio sin cuestionarlo.
—Ella es una sierva de Rosman, pero eso no quita que amara a Petter como a un verdadero hijo— opinó Corazón de la Tierra con tranquilidad, como si comprendiera perfectamente aquel sentimiento a pesar de no haber tenido descendencia.
Camila sonrió por primera vez después de tres días de angustia. Amaba que Corazón de la Tierra fuera tan osado y decidiera arriesgarse para traer a Petter de vuelta, a la vez le agradecía a Vivian por su sacrificio.
Ambos caminaron en silencio hasta la puerta de la enfermería. Estando allí, la joven tuvo miedo de ingresar. El anciano la animó entonces, dándole una palmadita en el hombro.
—A pesar de todo es tu hermano— dijo, como si pudiera interpretar sus inquietudes.
Camila asintió, más tranquila y entró. Una de las hadas la guio hacia una habitación privada que era donde descansaba Petter. El muchacho se hallaba sentado sobre la cama. Camila se estremeció al notar sus heridas. Tenía el rostro magullado, un moretón violáceo en el labio inferior y otro en uno de sus pómulos. Su brazo derecho estaba sangrando justo donde había impactado la bala. Su torso se hallaba al descubierto, por lo que se notaban algunos moretones en su abdomen y las marcas de los latigazos que continuaban en carne viva. Ambos adolescentes se miraron por algunos segundos, en silencio.
—Petter...—dijo por fin Camila, acercándose al muchacho—. ¿Rosman te hizo esto?
—En parte—sonrió Petter, causando que Camila frunciera el ceño, confundida.
—¿Por qué no dejaste que las hadas te atendieran? Estás sangrando.
—No te preocupes por eso ahora. Estoy bien— la interrumpió Petter e intentó parecer tranquilo, aunque en el fondo estaba rabiando de dolor—. Hay algo que necesitas saber.
—Hay tiempo para eso...
Petter negó con la cabeza, un poco inquieto, deseaba contar todo lo que sabía cuanto antes.
—Leinad está viva— espetó. Camila quedó inmóvil, sin saber cómo reaccionar y sin poder emitir ningún sonido. No podía creer que aquello fuera cierto—. La vi con mis propios ojos. Rosman la tiene oculta en una especie de finca y ambos parecen ser felices juntos.
—Eso no puede ser—negó Camila, mientras le daba la espalda a Petter y caminaba de un lado a otro, ansiosa—. Mi madre no puede estar viva y continuar amando a Rosman después de todo lo que hizo.
—Probablemente esté hechizada— opinó Petter y Camila se sintió más tranquila con aquella posibilidad—. Rosman la ama demasiado, pero también quiere el brazalete, por eso quizás la dejó a su lado, para buscar una forma de obtenerlo.
—Eso tiene sentido—admitió Camila—. Rosman les mintió a todos diciendo que ella estaba muerta y también mi hermano.
—Sí, todavía no entiendo por qué me dejó vivir—dijo Petter.
Camila lo miró con asombro.
—¿Ya lo sabes todo? — preguntó, mientras se sentaba a su lado. Petter asintió, pero no dijo nada más. No deseaba tocar ese tema—. Todavía no puedo creer que seas Cristopher...
—¡No me digas así! — la cortó Petter con brusquedad. Luego se arrepintió de tratarla con tanta rudeza al ver sus ojos entristecidos—. Lo siento, pero prefiero seguir siendo Petter para todos. Cristopher no significa nada para mí.
—Te entiendo— respondió Camila, sabiendo que para él no era nada fácil aceptar su verdadera identidad.
—Tenemos que hacer algo y rápido— opinó Petter, cambiando de tema—. Rosman ahora sabe muchas cosas que utilizará para destruirte.
—¿Qué cosas?
—Ernesto le contó cómo obtener el brazalete. — Camila quedó atónita con aquella información. No podía creer que su padre hubiera cometido semejante irresponsabilidad—. Le dijo que solo tú puedes usarlo, pues fuiste escogida por Cindra. Además, le confesó que para obtener el poder del brazalete debe matarte primero, esa es la única forma.
Camila quedó en silencio unos segundos. Ahora comprendía muchas cosas. Su padre le había ocultado todo aquello para protegerla, porque sabía que Rosman no descansaría hasta obtener el brazalete de amatistas. Sin embargo, su madre había dejado pistas para que ella pudiera encontrarlo aun sin ayuda de Ernesto. Ambos parecían estar conectados y saber cómo actuarían en cada situación. Lo que más le sorprendía era que su padre revelara aquellos secretos sin importarle ponerla en peligro de muerte.
—Ernesto no quería ponerte en peligro, pero no tenía muchas opciones— respondió Petter cuando ella le planteó sus dudas—. Lo hizo para que no me mataran.
—¿Entonces ya él sabe quién eres?
Petter asintió y sus ojos parecieron oscurecerse al recordar todo lo que había sucedido ese día. Todavía no podía creer que tuviera un padre y que este fuera capaz de ponerlo por encima de su hija, a quien había protegido con su vida por tanto tiempo.
—¿Qué podemos hacer ahora? Si nuestra madre está viva...— Camila se interrumpió enseguida al ver la mirada entristecida de Petter, probablemente estaba pensando en Vivian y no en Leinad—. Debemos rescatarla y también a mi padre.
—No es la única persona que Rosman tiene secuestrada. También hay una Elegida.
—Con más razón hay que hacer algo, de lo contrario no podremos vivir en paz jamás. Siempre andará cazando mis pasos para matarme ahora que sabe la verdad— opinó Camila, cada vez más decidida a enfrentarse a Rosman.
—No será tan fácil. Primero debes obtener el brazalete y probar su poder—explicó Petter—. El poder del brazalete es muy fuerte, podría matarte si no estás preparada para usarlo.
—Haré posesión del brazalete esta noche.
—¿Ya conociste a la reina? ¿Ella sabe que estoy vivo? —preguntó, un poco preocupado. Camila asintió—. Preferiría que siguieran pensando que estoy muerto. Lo último que quiero es formar parte de la realeza de Volcán.
—Petter— lo interrumpió Camila—. Sé que esto es difícil para ti, pero no puedes negar lo que verdaderamente eres, aunque te duela. Sé que tienes una madre y que la quieres, pero eso no cambia quién eres realmente.
—Puedes contar conmigo para enfrentar a Rosman— la cortó Petter, deseando terminar con aquella conversación—. Sé cómo entrar al palacio y también sé dónde tienen a tu padre y a la Elegida, incluso puedo intentar llegar hasta tu madre, pero no me pidas que juegue a la familia feliz. No pertenezco a tu familia, ni lo haré jamás.
Camila bajó la cabeza, un poco afectada por sus palabras, pues siempre deseó tener una familia numerosa: padre, madre, hermanos, abuelos, etc. Quiso decirle al muchacho que a pesar de no haberlo conocido antes, era una persona importante para ella, pero prefirió guardar silencio. Petter interrumpió sus pensamientos poniendo los dedos sobre su barbilla y levantándola para que ella lo mirara a los ojos.
—Me importas mucho, Camila— dijo, con voz seria—. Eres alguien a quien protegería sin dudarlo, pero no quiero otra familia, mucho menos una a la que he decepcionado.
—No digas eso— murmuró Camila, conmovida por sus palabras—. No importa lo que hayas hecho, ni que no nos hayamos criado juntos, para mí eres mi hermano y siempre lo serás.
Petter sonrió y tuvo ganas de abrazarla, a pesar de que dar afecto no era algo que le gustara demasiado. Camila había sido el detonante para convertirlo en alguien diferente, en una buena persona. En el fondo, lamentaba no haberla tenido durante su infancia. Eso no podría perdonárselo a Rosman.
—¿Karla sabe que estoy aquí? — preguntó Petter cuando Camila se levantó para marcharse. Ella negó con la cabeza. El Elegido soltó un resoplido e hizo un gesto de decepción—. Supongo que ella nunca me perdonará por lo que hice y los demás tampoco.
—Lo harán en algún momento— respondió Camila—. Debes darles tiempo.
Camila salió de la habitación, un poco conmovida por haber tenido aquella conversación tan importante con su hermano. Caminó, distraída, por los pasillos del sector Elegido hasta llegar a la puerta de su habitación. Allí, una voz conocida la interrumpió haciéndola detenerse.
—Cami, ¿qué sucedió? ¿por qué te fuiste de la habitación antes de que amaneciera?
Era Karla quien le hablaba. La joven aún estaba vestida con un pijama veraniego y llevaba el cabello atado en una trenza que generalmente usaba para dormir.
—¿No estabas dormida? —la interrogó Camila, sorprendida porque hubiese notado su ausencia.
—Últimamente he estado durmiendo menos que antes— confesó Karla.
Camila pudo leer la tristeza en sus ojos grises.
—Petter está aquí—respondió en un susurro, pues no quería que alguien más escuchara. Karla pareció sentirse aliviada con la noticia—. Está herido.
—¿Qué le pasó? ¿Es grave?
Camila negó con la cabeza para tranquilizarla.
—Me preguntó por ti. Creo que deberías ir a verlo.
—No, no puedo—respondió Karla, un poco nerviosa, mientras se mordía el labio—. Él nos traicionó y además jugó con mis sentimientos...
—Amiga— la interrumpió Camila y luego la tomó por los hombros para intentar persuadirla—. Petter te quiere, estoy segura. — Karla bajó la cabeza, perturbada—. Sé que lo que hizo fue muy grave, pero también sé que está arrepentido. Creo que debes intentar darle una oportunidad, sobre todo porque tú también lo quieres.
Karla no respondió. Su corazón la impulsaba a correr hacia Petter, pero su consciencia le decía que no debía hacerlo. Finalmente, quedó sola en mitad del pasillo, esperando encontrar la decisión correcta.
...
Petter se encontraba sentado a horcajadas sobre una silla. Un hada le limpiaba la herida que tenía en el brazo. Por suerte, la bala no había penetrado demasiado en la piel, por lo que fue fácil extraerla.
—Esto sanará pronto—le dijo el hada tras colocarle vendas limpias en la herida—. Ahora viene la peor parte.
Petter sabía a qué se refería, pero intentó mantenerse tranquilo. El hada comenzó a revolver un ungüento de color verdoso para colocarlo sobre las magulladuras de su espalda. Era un remedio bastante popular que solo las hadas sabían preparar y que servía para curar y al mismo tiempo eliminar las marcas.
—¿Listo? —preguntó el hada, mientras se preparaba para colocarle el ungüento—. Va arder, pero intenta no moverte.
Petter asintió, decidido, y esperó a que el hada comenzara a aplicar el remedio. Enseguida sintió un ardor muy fuerte, casi tan terrible como los latigazos. Era como si le hubiesen vertido un frasco de ácido en la piel. No pudo evitar estremecerse y soltar un gemido de dolor.
—Espera, espera— le dijo al hada, intentando evitar que continuara con su trabajo.
—Debe arder para que sea efectivo—respondió el hada con tranquilidad y esperó que el muchacho lo dejara continuar.
Petter respiró profundo y cerró los ojos, deseaba tener la fuerza suficiente para soportar el tratamiento. Nuevamente sintió el ardor recorrer toda su espalda. Otro gruñido de dolor se escapó de sus labios, pero esta vez evitó moverse para no interrumpir al hada. Aguantó todo lo que pudo, respirando profundo y apretando los puños hasta volverlos blancos. Entonces, sintió que alguien tomaba su mano. Cuando abrió los ojos observó a Karla frente a él. Su corazón saltó repetidas veces dentro de su pecho.
—Aprieta mi mano—le ordenó ella con severidad.
Petter obedeció y se concentró en aguantar el dolor sin quejarse para no parecer un cobarde delante de Karla. Ella nunca soltó su mano durante ese tiempo, cosa que Petter agradecería siempre. Cuando todo terminó, el muchacho estaba jadeando y gotas de sudor corrían por su cuerpo.
—Ahora bebe esto—le indicó el hada, tras alcanzarle un frasquito con un brebaje para calmar el dolor y hacerlo dormir—. Te hará sentir mejor.
Petter obedeció y se tomó el brebaje sin protestar. Karla intentó marcharse, pero él la agarró de la mano antes de que pudiera moverse.
—Espera, no te vayas aún—le dijo casi en un susurro, sin saber cómo dirigirse a ella después de todo lo que había pasado—. Quiero explicarte...
—No hace falta, Petter— lo cortó con voz seria—. Solo vine porque Camila me dijo que estabas herido, pero eso no cambia lo que pasó y lo que siento.
—¿Qué es lo que sientes, Karla? — preguntó Petter, luchando para mantenerse sentado, su cuerpo estaba cada vez más débil—. ¿Sientes repulsión por mí? ¿Todo lo que experimentaste esa noche se borró ahora que sabes lo que hice?
—Petter...—Karla tartamudeó sin saber cómo explicar sus sentimientos. El muchacho se tambaleó entonces, cada vez más cansado—. Te llevaré a la cama.
Karla lo ayudó a levantarse. Petter se aferró a sus hombros y caminó como pudo hacia la cama. Cuando por fin estuvo allí, se acostó con cuidado, intentando no rozar demasiado sus magulladuras de la espalda.
—¿Te duele mucho? —preguntó Karla, al notar su rostro angustiado. Petter negó con la cabeza para no preocuparla—. ¿Por qué Rosman te hizo esto?
—Porque decidí ser fiel a los Elegidos—respondió Petter con una sonrisa triunfante, sintiéndose orgulloso de su decisión—, en el fondo siempre lo fui, pero no sabía cómo ir en contra de mi madre y de mi juramento como siervo.
Karla bajó la mirada, un poco incómoda al recordar la traición de Petter. Él aprovechó su desconcierto para rozar con delicadeza sus dedos. Ella notó que llevaba su pulsera en la muñeca y una sonrisa se dibujó en sus labios.
—Perdóname Karla. —Petter luchaba por mantenerse despierto, pero sus párpados estaban cada vez más pesados—. No quería lastimarte, solo quería...
—Tranquilo, descansa—le dijo ella con voz dulce, sin dejar de acariciar sus dedos.
—No quiero dormirme—negó Petter y apretó su mano lo más que pudo, como si eso pudiera evitar que sucumbiera al sueño.
—¿Por qué no?
—Porque sé que cuando despierte no estarás aquí— respondió con los ojos cerrados, pero sin dejar de aferrarse a su mano.
Karla no supo qué decirle, por lo que prefirió quedarse en silencio y esperar pacientemente a que el chico se durmiera.
Algunos minutos después, ella se desprendió de su mano, a pesar de que lo menos que deseaba era alejarse de Petter. Con lágrimas en los ojos lo besó en los labios y se marchó de la habitación.
...
Tres días después, Camila y Petter se reunieron con el Consejo de Magos, quienes ya estaban enterados de las últimas novedades. Anise le cedió la palabra a Petter en cuanto se abrió la sesión para que pudiera contar todo lo que sabía. Él explicó, con voz firme, cada uno de los sucesos vividos en Nelvreska e incluso se atrevió a dar su opinión sobre cómo deberían proceder en adelante. Los magos lo escucharon sin interrumpir y cuando terminó de hablar, el lugar quedó sumergido en un silencio lúgubre. Justine fue la primera en dar su opinión, al ver que nadie se atrevía.
—Antiguamente los traidores eran condenados a muerte y hoy se sientan a conversar con nosotros, e incluso nos dan lecciones de cómo hacer nuestro trabajo. —Su mirada se concentró en Anise, era obvio que no estaba de acuerdo con que Petter estuviera allí en vez de en un juicio mágico—. Me pregunto qué otra cosa me queda por ver.
—Creo que debemos centrarnos en lo que realmente nos interesa ahora—opinó Cornelio con voz cordial—. Ahora sabemos dónde está el brazalete y que Rosman sabe cómo obtenerlo. Debemos estar preparados porque él no se quedará de brazos cruzados ante esta información.
—Además—intervino Petter—, hay personas secuestradas, no solo Leinad y Ernesto, también hay una Elegida. — Los magos quedaron atónitos con aquella información—. No podemos seguir esperando para rescatar a estas personas.
—Petter tiene razón, debemos actuar lo antes posible— opinó Anise.
—¿Acaso podemos confiar en la palabra de un traidor? — soltó Justine, visiblemente enojada—. Él ni siquiera debería estar aquí, debería ser juzgado cuanto antes. — Petter bajó la cabeza, avergonzado. Camila pudo notar cómo se sentía y le apretó la mano para reconfortarlo—. Este Elegido cometió delitos graves y debe pagar por eso.
—Justine...—la regañó Anise y le dirigió una mirada de advertencia.
—Lo siento, Anise, pero no me pidas que me siente y dialogue con quien causó la muerte de Emilio.
—Comprendemos que lo que hizo Petter es grave, pero yo doy fe de que en el fondo está arrepentido. Pude sentirlo cuando se sometió a la máquina de los recuerdos— intervino Corazón de la Tierra—. Él fue criado para ser un siervo y aunque deseaba ser fiel a nosotros, no sabía cómo traicionar a su madre.
—Entiendo que tu deber es defender a los Elegidos, Corazón de la Tierra, pero no podemos poner las manos al fuego por un traidor y un asesino— gruñó Justine con evidente desprecio.
—Tenga cuidado de cómo habla de mi hermano—la enfrentó Camila, perdiendo la paciencia. Petter la miró admirado por su valentía—. Puede que Petter no sea el prototipo de héroe al que están acostumbrados, pero al menos rectificó a tiempo y hoy está aquí de nuestro lado. Merece una segunda oportunidad.
—Perfecto, pues hagamos un juicio mágico como corresponde y dejemos de saltarnos las reglas de una vez por todas—respondió Justine dirigiéndole otra mirada de reproche a Anise.
—El juicio se hará—zanjó Anise, un poco fastidiada de aquella discusión—, pero primero debemos resolver nuestro conflicto con Rosman. Ya casi se termina la tregua que pacté con él, no podemos perder tiempo en formalidades. —Camila le agradeció con la mirada. Anise continuó hablando—. Petter se enfrentó a Rosman por defender su juramento para con nosotros, esa ya es una prueba de valentía y lealtad. Ahora lo importante es que Camila logre dominar el poder del brazalete para que así esté lista para enfrentarse a Rosman.
Camila recordó entonces la noche en que intentó usar el brazalete por primera vez. A pesar de todo, la reliquia la había aceptado, pues al ponérsela en su muñeca no sintió ningún tipo de dolor ni debilidad, al contrario, su cuerpo se llenó de una energía sobrenatural que la inducía a dejarse llevar por el poder y destruirlo todo. A penas pudo usarlo cinco minutos, pues enseguida su fuego interior se volvió implacable y amenazó con destruirla. Todavía no estaba del todo preparada para usarlo en una batalla, pero continuaba preparándose para lograrlo.
—Anise tiene razón— opinó Zulma—. Cuando se venza la tregua, Rosman no tendrá piedad con nosotros, así que debemos estar preparados.
Cuando la sesión del Consejo terminó, Camila, Petter y Corazón de la Tierra se dirigieron hacia el salón de reuniones del sector Elegido, donde estaban esperando los otros Elegidos. Justo en la entrada, Petter se detuvo, como si una fuerza mayor le impidiera avanzar. Camila le dirigió una mirada cordial, él respiró profundo y sonrió. Era el momento de enfrentarse a sus compañeros y confesar toda la verdad.
Cuando atravesaron la puerta del inmenso salón, enseguida se encontraron con los rostros expectantes de los demás. Petter intentó no agachar la cabeza, a pesar de que la vergüenza lo carcomía. Solo pudo mirar a Karla, quien se veía casi igual de perturbada que él.
—Se preguntarán por qué los hicimos venir hasta aquí. — El anciano habló cuando se posicionó frente a los adolescentes—. Petter quiere decirles algo importante y les pido que lo escuchen hasta el final.
Petter tragó en seco y miró a sus compañeros, quienes estaban en silencio, esperando que se decidera a hablar. Camila se colocó a su lado para demostrarle su apoyo.
—Chicos— dijo, con voz temblorosa, mientras repasaba sus rostros uno a uno—. Si estoy aquí hoy es porque deseo empezar de cero, si es que es posible hacer eso. Necesito redimir todos los errores que cometí, aunque entiendo que son imperdonables...—Petter se detuvo. Los Elegidos lo miraban sin comprender a qué se refería—. Sé que el perdón es difícil y que no lo merezco, pero es lo único que me queda por hacer ahora.
—¿A qué te refieres? — preguntó Lucas, rompiendo el silencio del grupo. Los demás comenzaron a moverse inquietos y a hacer preguntas.
—Yo era un siervo de Rosman—soltó Petter, sin rodeos. Todos quedaron en silencio, sin saber cómo reaccionar ante aquella confesión—. Rosman me escogió para espiar a los Elegidos, sobre todo a Camila. Mi misión era encontrar el brazalete y entregárselo.
—¿Qué estás diciendo? —soltó Brayan con tono de reproche—. ¿Todo este tiempo estuviste jugando a dos bandos?
—Sí, pero...—Petter tartamudeó e intentó organizar sus ideas para explicarse mejor—. Yo quise renunciar, pero Rosman me tenía amenazado. Además, mi madre...—El muchacho miró a Noah, preocupado por cómo iba a reaccionar. Este lo miraba con el ceño fruncido—. Mi madre es una sierva, por lo que no podía renunciar y dejar que Rosman la asesinara.
—No lo puedo creer—exclamó Brayan, asqueado—. Rosman asesinó a mi padre y desea matarnos a todos—gruñó, apretando los puños para no perder el control—. ¿Cómo pudiste traicionarnos así?
Los demás Elegidos comenzaron a murmurar entre ellos, impactados con la noticia. Fue entonces cuando Noah habló, acallando las voces de sus compañeros.
—¿Tú sabías que los siervos vendrían esa noche a mi casa? —preguntó, mientras se acercaba a Petter. Sus ojos reflejaban decepción y enojo—. ¿Tú planeaste el ataque?
—Lo siento...—se disculpó Petter y bajó la cabeza, no era capaz de mirar a Noah a los ojos después de todo lo que había hecho—. No quería que Emilio muriera, esa no fue mi intención. Todo se salió de control y...
Noah quedó unos segundos en silencio e intentó procesar la información. Algunas lágrimas se deslizaron por su rostro y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no romper en llanto. Se sentía traicionado e impotente, sin saber cómo sobrellevar aquella noticia.
—¿Cómo pudiste hacerlo? — gritó, algunos segundos después, abalanzándose sobre Petter. Alejandro y Lucas se interpusieron, ya esperaban aquella reacción de Noah—. ¡Mi padre te salvó la vida! — aullaba entre forcejeos descontrolados para intentar liberarse del agarre de sus amigos—. ¡Él no merecía morir!
—Calma, Noah, calma—le decía Alejandro, mientras lo jalaba hacia un rincón de la habitación.
—¡Voy a matarte! —gritaba Noah entre sollozos, cada vez más afectado por todo lo que acababa de descubrir. Alejandro continuaba sujetándolo sin soltarlo—. ¡Juro que voy a matarte...!
—¡Cálmate! — le ordenó Alejandro, tras darle una sacudida violenta para que entrara en razón.
Noah se detuvo y miró a su amigo a los ojos por primera vez. Fue ese momento cuando se dio cuenta de que había perdido el control y de que todo su cuerpo estaba temblando debido a la rabia que sentía. No era una sensación que hubiese experimentado antes, por lo que se quedó sin fuerzas y estuvo a punto de desplomarse. Alejandro lo ayudó a sentarse en uno de los asientos del salón de reuniones, los demás también lo rodeaban, preocupado. Noah no pudo soportar más la impotencia que sentía en ese momento y comenzó a llorar. Camila se sentó a su lado y le puso una mano en el hombro para intentar animarlo.
—No llores más, Noah— le dijo. El muchacho la miró, conmovido, y por primera vez sintió un poco de alivio—. Todo estará bien.
Petter se dejó caer sobre uno de los asientos que estaba en el salón de reuniones y cubrió el rostro con sus manos. Estaba abatido. El llanto de Noah martillaba su cabeza y su corazón. Deseaba poder enmendar lo que hizo de alguna forma, pero sabía que era demasiado tarde para eso.
—Si no te mata Noah, te mato yo— lo amenazó Brayan, agarrándolo por la camiseta y levantándolo de golpe. Petter apenas se inmutó, a pesar de que no vio venir aquel ataque. En ese momento no tenía miedo a la muerte ni a cualquier daño físico que pudieran hacerle. Ya casi estaba destruido por dentro—. Rosman mató a mi padre, ¿lo sabías? Cualquiera que se una a él es mi enemigo.
—Ya basta, Brayan— lo regañó Corazón de la Tierra con voz firme. Brayan estuvo unos segundos en la misma posición, mirando a Petter con desagrado, hasta que decidió soltarlo—. Es mejor que todos se vayan. Nada conseguiremos con la violencia.
—Es Petter quien no merece estar aquí —opinó Jane—. Debe pagar por lo que hizo.
—Ya me entregué a Rosman y rompí mi juramento como siervo. Él se encargó de castigarme por eso— dijo Petter, un poco indignado por el comentario. Luego se quitó la camisa para mostrar las marcas de su espalda que aún no desaparecían del todo—. ¿Qué más debo hacer para demostrar que ahora soy leal a los Elegidos?
—¡Morir! — le gritó Noah desde su posición. Su mirada ya no era la misma. Estaba poseído por la rabia y el dolor—. Quizás eso sea lo único que puedas hacer para redimir todo lo que has hecho.
—Noah, siento mucho todo esto. Yo...—volvió a disculparse Petter, pero su voz salía cada vez más entrecortada.
—Nunca podré olvidar lo que hiciste— le respondió Noah, mientras se secaba las lágrimas y se ponía de pie para mirarlo directamente a los ojos—. Así que mejor intenta no cruzarte en mi camino mientras vivas.
Diciendo esto, Noah salió de la sala, casi empujando a los Elegidos que estaban aglomerados a su alrededor. El lugar quedó en silencio. Ninguno de los presentes sabía qué decir, por lo que prefirieron marcharse, uno tras otro. Petter intentó hacer contacto visual con Karla, pero esta esquivó su mirada. Aquel gesto le hizo darse cuenta de que su traición no sería olvidada tan fácilmente.
—Sanar el corazón lleva más tiempo que sanar el cuerpo— comentó Corazón de la Tierra, mientras se sentaba a su lado. Petter ni siquiera lo miró—. Ellos no van a perdonarte si no te perdonas tú primero.
—Nunca podré perdonarme—sentenció Petter y se puso de pie.
Luego caminó hacia la salida del salón de reuniones, deseando escapar de todo aquello, pero alguien se interpuso en su camino. Era Anise que acababa de llegar.
—Hay algo importante que necesito comunicarte, Petter— le dijo—. Rosman envió un mensaje para ti.
Petter asintió, un poco preocupado porque sabía que nada bueno podía venir de Rosman. Anise le entregó una pequeña esfera transparente de cristal que el muchacho apretó en su mano derecha, mientras su corazón latía a toda velocidad. En cuanto la magia de la esfera invadió su cuerpo comenzó a entrar en trance. Sus pupilas se dilataron y una luz de color blanco emanó de entre sus dedos cerrados. Camila preguntó lo que pasaba, Corazón de la Tierra le explicó que se trataba de una esfera mensajera que contenía recuerdos acompañados con imágenes.
En cuestión de segundos, Petter pudo ver una serie de imágenes que hicieron que su respiración se agitara. Observó cómo su madre era llevada ante Rosman por dos guardias, quienes la dejaron arrodillada en el suelo. Sus ojos reflejaban dureza, pero también tristeza y desolación. Rosman le dijo: «Te atreviste a liberarlo y desafiar mis órdenes». Vivian respondió casi en un susurro: «Lo siento, Majestad, pero él es mi hijo. No podía abandonarlo». El rey desenvainó su espada y volvió a decir: «Si no puedes serme fiel por encima de todos, ya no me sirves». Vivian bajó la cabeza y se preparó para morir. Rosman llevó la espada hacia su cuello y lo cortó tras un movimiento ágil. La mujer cayó de espaldas en el suelo sobre un charco de sangre. Sus pupilas se apagaron mientras observaba el rostro de quien había sido su líder por tantos años. Rosman se sentó en su trono, impasible, y comenzó a limpiar su espada con un paño de seda. «Esto es tu culpa, Petter». Estas fueron las últimas palabras que Petter oyó antes de que se terminara el mensaje.
La esfera plateada se resbaló de sus dedos haciéndose añicos. Los fragmentos quedaron suspendidos en el aire formando un espiral que giró alrededor del muchacho antes de desaparecer por completo. Petter comenzó a ponerse cada vez más pálido y su respiración se volvió inestable. Anise y Corazón de la Tierra comenzaron a preguntarle qué había visto, pero él no podía responderles. Un mareo lo invadió y cayó al suelo, sentado, con la mirada perdida en la nada. Estuvo así algunos segundos, en un letargo del que no era capaz de salir. Luego soltó un grito desgarrador que heló el corazón de todos.
—No, por favor, no—repetía una y otra vez, entre sollozos desesperados.
—¿Qué pasa? — le preguntó Camila mientras se arrodillada a su lado—. Dime, Petter. ¿Qué fue lo que viste?
—Mi madre...—murmuró por fin—. La asesinó. Él la asesinó.
Camila quedó atónita ante aquella noticia. Ahora comprendía por qué Petter estaba devastado. Sin poder evitarlo se sentó a su lado y lo rodeó con sus brazos para intentar calmarlo. El muchacho se recostó en su hombro y continuó llorando sin poder contenerse. Corazón de la Tierra y Anise observaron la escena, estupefactos por lo que había ocurrido con Vivian, quien siempre fue una sierva leal a Rosman. Nunca pensaron que su final fuera a manos de su propio amo. Ellos decidieron dejar a ambos adolescentes solos para que Petter pudiera desahogarse con más tranquilidad.
Petter continuó refugiado en el hombro de Camila por algunas horas, la única persona que le quedaba en el mundo y a quien apenas conocía. Estaba abatido como nunca antes. Acababan de romperlo por dentro. Ya no había ninguna razón para continuar, excepto la venganza.
— Destruiré a Rosman cueste lo que cueste—dijo, casi sin fuerzas, mientras sucumbía ante el cansancio y el sueño.
—Lo haremos juntos, te lo prometo—susurró Camila, pero Petter no pudo escucharla. Ella acarició su cabello y luego besó su frente, justo como lo hizo Vivian alguna vez.
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