Venus: Un Hombre Desconocido
Y ahora...
Me acuesto cansada del viaje que hice con Marte desde Vulcan hasta el castillo de su hermano. Aún no sé por qué acepté venir con él. Es el primer viaje que hago con él y no ha sido muy bueno, Marte jamás me dijo que la distancia iba a ser tan larga. Dos semanas en el carruaje intentado de que no me tocara más de la cuenta era insoportable. Después de que hablé por primera vez con él hace tres años no imaginé en que lío me estaba metiendo, ya que si se tomó en serio mis palabras y empezó a gestionar todas las cosas que le dije, a sancionar a los que discriminaban a las mujeres en diferentes ámbitos de trabajo, salud y cultura.
Les permitió el acceso a estudiar y promover la integración de hombres y mujeres. Claro no todo ha sido color de rosa, hay una gran oposición en el senado y en la mayoría de los sectores obreros influenciados por las grandes casas del reino. Por suerte la tía de Marte que es mi señora Liora y su hija Musa nos apoyan en gran medida.
Marte se quedó fascinado conmigo tanto, que siempre me invita a comer o pasear a caballo cuando tiene la oportunidad, incluso que le pidió a mi padre que cada vez que él le pidiera algo tenía que ser yo y solamente yo el que entregara dicho pedido. Mi padre se desconcertó ya que no quería que terminara en la cama del rey.
—Creo que debiste haber prevenido eso antes de mandarla a entregar esa espada —exclama mi madre molesta. Ella está sentada en un gran sillón viendo como baila el fuego en la chimenea.
—Ya te lo dije —contesta mi padre cansado y se sirve una copa de vino—, no tenía a nadie a quien enviar —le da un gran sorbo—. Además, deberías alegrarte, mira el logro de nuestra hija.
Me señala mientras habla.
—Consiguió más de lo que pudo esperar.
—¿Disculpa? —me enojo.
—Es la verdad, Venus. Obtuviste más de lo que ibas dispuesta a hablar con ese concejal.
—¿Y a qué costo? —Protesta mi madre—. Ahora el rey está obsesionado con nuestra hija.
—Estás exagerando, mujer.
Me voy de allí antes de que mi madre mate a mi padre.
Intento cerrar los ojos para dormir todo lo que no pude en el viaje. En ese momento entra alguien a mi cuarto y me levanto sobresaltada.
—¿Por qué no tocas? —reprendo a Marte.
—Lo siento, no sabía que estabas dormida —se encoge de hombros—. Quiero hablar contigo.
—Déjame descansar, Marte te lo ruego —me tumbo otra vez a la cama.
—¿Por qué le dijiste a mi hermano que somos amigos? —se sube a la cama y se acuesta a mi lado.
—Porque lo somos —murmuro exasperada.
—Claro que no —lo miro confundida.
—Claro que sí.
—Que no —se coloca de lado apoyando el codo en el colchón—. En mi caso y creo que la mayoría de los hombres se refieren a sus amigas como compañeras de cama y tú no eres mi compañera de cama.
—Que tus amigos o tu hermano utilicen el término amiga para referirse a sus amantes no es mi problema, solo somos dos buenos amigos que nos queremos y respetamos...
—Pero yo no quiero que seas solo mi amiga —dice triste—, quiero que seas mi compañera de vida, mi esposa, la madre de mis hijos. La mujer que me impulse a hacer una gran persona. No quiero obstaculizar tus sueños y metas, quiero verte volar y que consigas todo lo que te propongas, pero quiero estar a tu lado cuando eso suceda.
—Marte, yo...
—Solo dime que me quieres a tu lado y me quedaré.
—Marte...
—Siempre me he preguntado por qué no te gusta que las personas te toquen —me siento en el borde la cama y él igual—; o específicamente los hombres, no dejas que ni siquiera tu padre lo haga o tus hermanos. Siempre utilizas vestidos de mangas largas aunque el clima no es lo propicio para eso, te incómodas cuando estás con demasiadas personas en un mismo cuarto, cargas un cuchillo en tu bota...
—No es tu problema ¿sí? —Hablo a la defensiva—, y por favor vete.
—No, hasta que me digas la verdad.
Me levanto molesta, pero también nerviosa, no me gusta decir lo que me pasó no por vergüenza ni nada de eso, sino que no me gusta que las personas me tengan lastima y sobretodo es que no me gusta sentirme débil, que pude haber hecho más por defenderme, que pude...
En ese momento Marte me abraza por detrás y apoya su cabeza en mi hombro.
—No quiero presionarte, si no quieres...
—Me violaron cunado tenía catorce años.
Él me mira sobresaltado, pero a la vez amable.
—¿Quieres hablar de eso? —me susurra al oído.
—Estaba caminando sola con Adana de regreso de mis clases de bordado, en la casa de una amiga de mi madre. Se me hacía tarde para llegar a mi casa así que tomé un atajo por el bosque, no había nadie, todo estaba en absoluto silencio. Caminamos rápido ya que no había nadie, entonces de la nada apareció un hombre grande y borracho, su guardián empezó a atacar a la mía y yo empecé a correr, pero él me alcanzó y me arrastró hasta una piedra grande, me arrancó el vestido y me penetró. Gritaba y suplicaba que parara, pero él no me hacía caso.
»En ese momento él salió de mí y sentí que me derrumbaba y creo que así fue, caí al suelo y vi como otro hombre de piel oscura lo atacaba, el guardián de mi atacante intentó defender a su protegido, pero el otro hombre le tomó el cuello y lo apretó con tanta fuerza que le partió el cuello y lo arrojó al suelo y mató al dolido hombre atravesándole el ano con su lanza. Él hombre de piel oscura me cargó junto con Adana hasta la entrada de mi casa, me dejó en el suelo y me dio esto.
Saco de mi vestido una bola negra perfectamente circular que ese hombre me dio. Marte me suelta y toma la piedra examinándola detenidamente.
—¿Sabes cómo se llama el hombre que te la dio? —pregunta frunciendo levemente el ceño.
Asiento.
—Él volvió dos semanas después y me dijo quién era.
Estaba sentada en el jardín de mi casa mirando a lo lejos las pequeñas flores que había plantado mi madre meses atrás. No quería nada, no me sentía bien con lo que sea que mis padres pudieran darme. En ese momento se apareció y me dijo quién era.
Cuando ese hombre me dejó en el pórtico de la casa me dejó mal herida, pero antes de irse me dijo:
—Eres valiente pequeña —saca una bola negra de su pantalón—. Ten, cuando sientas que estás en un verdadero peligro, la arrojas y vendré a salvarte.
—¿-Por qué me ayudas? —pregunto débil.
—Porque no me gusta las injusticias y además tengo una hija y si alguien le haría daño me encargaría de que sufriera hasta el último respiro de su condenada alma.
—¿Quién eres?
Pero no dijo nada y se fue. Mi madre venía subiendo con mi hermano Lucas detrás de ella cargando unas bolsas de mercado, pero las arrojó al suelo en cuanto me vieron tirada en el suelo y ensangrentada. Mi hermano me cargó y me llevó a dentro de la casa y me subieron hasta mi habitación. Esas semanas pasaron tan lentas y dolorosas que son recuerdos que no me gusta revivir.
—No sabía nada, Venus —lamenta Marte devolviéndome la piedra—. Lo siento tanto, no quería hacerte sufrir recordando esas cosas.
—No te preocupes —le sostengo la mejilla—. No me siento cómoda estando tan cerca de un hombre no porque lo odie o algo por el estilo todo lo contrario, me aterran no quiero sufrir de nuevo.
—Comprendo —murmura resignado.
—Tú también me gustas, Marte.
Eso le saca una mega sonrisa.
—Pero sin presiones y no quiero que me apresures a hacer lo que tú muy bien sabes.
—No te preocupes —habla apresurado—. Haremos todo con calma y a su debido tiempo.
Me acerco más a él y le doy un pequeño beso en la mejilla.
—Gracias.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top