Laila: Una Amistad
La señora Amira no mentía que iba a ser un día difícil. Las últimas semanas han sido dolorosas por los entrenamientos que me somete. Levantarme en las mañanas y pasar todo el día levantando cosas con mis poderes, corriendo mientras que ella me lanza bolas encantadas que cada vez que me tocan me dan un choque eléctrico y volando mientras que esquivo las flechas de los soldados que una casi atraviesa mi ala izquierda.
—Casi me dejan sin alas —exclamo enfurecida a Amira.
—Un incentivo para que vueles mejor —contesta con los arqueros a su espalda.
Cuando terminamos de entrenar me hace recoger todas las flechas que me dispararon. Mientras que camino con las flechas que tengo en mis manos que ya no me caben más, un chico levanta la flecha y me la entrega.
—Gracias —le digo al chico con aspecto andrajoso.
—¿La puedo ayudar? —me pregunta el chico que al detallarlo mejor no es como los otros chicos de por aquí. Con sonrisa hermosa y el pelo largo del mismo color que tengo, sus rasgos a pesar de la mugre son delicados y gentiles, y lo más importante es que él es el único que se dignó a hablarme.
—Por supuesto —digo entregándole las flechas—. Me llamo Laila ¿y tú?
—Kev, mi señora —se arrodilla tomando las flechas y apilándolas bien, se quita una cuerda y las ata todas sin que se caigan ni una.
Caminamos por un rato más recorriendo todos los alrededores del castillo. Él me habla de cómo me veía volando, al principio se había asustado, ya que nadie puede volar en el castillo. Quiso verme más, pero su madre no se lo permitió porque tenía que trabajar. Le pregunto cómo su madre y él habían llegado al castillo, pero la sonrisa que cargaba en el rostro se esfumó.
—Preferiría no hablar de eso —responde cabizbajo.
Llegamos hasta la torre donde vivo y la señora Amira está junto la puerta con un soldado de Seth
—Me alegro que hayas tenido ayuda, Laila —dice mirando a Kev—. Ya deberías estar con tu madre, Kev.
—Sí, señora —Le entrega las flechas al guardia, hace una reverencia a la señora Amira y se va igual que el guardia.
—Si quieres perdurar esa amistad con ese niño, procura que mi hijo nunca se entere —me advierte.
Entro a la torre ya cansada del día tan largo que he tenido, que ni me molesto en acostarme en la limpia cama y yo toda mugrosa de hoy. Caigo de inmediato en un sueño tan agradable en semanas con un chico de sonrisa hermosa.
Hago todo lo posible en terminar mis entrenamientos más tempranos para irme a jugar con Kev en el campo con los demás niños que al principio no querían, pero Kev los convenció. Cuando voy algunas veces a verlo, él y su madre todavía seguían trabajando en los campos de cosecha.
Le digo a la señora Amira si puedo usar mis poderes para ayudar en el campo a las personas. Al principio se negó rotundamente, pero en ese momento entraba Seth y su mano derecha de su ejército, la señora Amira y yo nos quedamos inmóviles.
—Se puede saber qué están haciendo aquí —demanda Seth.
—Sólo hablando con Laila de cómo quiere utilizar sus poderes para agilizar en proceso de recolección de las cosechas —contesta la señora Amira que, de inmediato le aprieto la mano en señal de traición. Si le dice eso a Seth que más cosas le habrá dicho de mi o de Kev. Estoy asustada.
—Lo hablaremos luego —dice Seth de manera pensativa—. Pero necesito que se vayan a otra parte.
Dicho eso la señora Amira y yo nos vamos tan rápido como vinimos. Cuando ya estamos lejos de la puerta me detengo al frente de ella
— ¿Por qué le dijo a Seth lo que quería hacer? —le suelto de manera brusca.
Ella me agarra del brazo y me arrastra hasta mi habitación, que fue una caminata un poco larga. Cuando por fin llegamos a mi habitación ella me suelta y tranca la puerta con seguro.
—Primero, no vuelvas a gritarme como lo hiciste; segundo, cualquier cosa que me quieras decir lo haces tranquila y en un lugar donde no haya nadie o harás que nos azoten por traición; y tercero, me duele mucho que pienses que pueda traicionarte sabiendo muy bien que no he dicho nada de lo que me has contado —dice más tranquila y un poco triste.
—Entonces por qué le dijo a Seth lo de las cosechas —pregunto menos molesta.
—Porque primero le tengo que pedir permiso a mi hijo para poder hacer cualquier actividad contigo —responde seria.
Me quedo sorprendida por un momento por lo que me dijo y luego le digo:
—Pero pensé que podíamos hacer todo lo que quisiéramos —confieso engañada.
Ella me mira otra vez amable y a la vez triste. Ella se sienta en la cama y me hace sentarme con ella.
—Mi pequeña Laila, jamás puedes pensar que estarás libre y mucho menos decir algo que vaya en contra de lo que mi hijo diga —me toma de la mano y la acaricia.
—Pero ¿por qué nosotras sí podemos hacer lo que queremos? —le pregunto confundida.
—¿Te parece que podemos hacer lo que queremos? —pregunta de manera triste.
—No —respondo decepcionada—. Cuando llegué, la mujer que me trajo aquí me dijo que el peor error que podía cometer era creer que sería libre.
—Sabías palabras de Lara...
—¡Así se llama! —exclamo emocionada, por fin puedo saber su nombre.
—Sí, pero no vayas a decir nada porque a ella no le gusta que las personas que no conoce sepan su nombre —me dice cómplice.
—Está bien —me quedo pensativa—. ¿Qué les pasa a las personas que desafían a Seth?
La señora Amira se le borra la sonrisa que tenía.
—Mañana, si mi hijo no me dice que no, te llevo a los calabozos y te mostraré lo que les pasa a las personas que lo desafían —dice sin expresión alguna.
Nos quedamos hablando de cómo haríamos para agilizar el proceso de la cosecha. Pasa el tiempo para que Seth toque o mejor dicho intente tirar la puerta. La señora Amira le abre la puerta para que entre.
—¿Por qué trancan esa mierda? —Seth demanda furioso que no sería nada nuevo ya.
—Hola hijo ¿cómo te fue con Arash? —pregunta de manera tranquila y amorosa como ella mejor sabe hacer.
—No estoy para tus bromas —se adentra de manera altanera a la habitación—. Hablen lo que vayan hablar porque no tengo tiempo para sus tonterías.
La señora Amira le plantea lo que quiero hacer sin decirle la parte en la que quiero pasar más tiempo con Kev. Solamente con la cara de Seth sin decir nada me da las respuestas que tanto ansío.
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