Eva: Un Castigo Doloroso
—Tienes que hacerlo, Eva —insiste Asier—. Kenan ya te lo había dicho, de que si tú no le ponías un alto lo iba a hacer él.
—Ya lo sé —me siento en el sillón donde Cosmo se había sentado—. Es que todavía tengo esperanza de que se enamore de una buena mujer y lo haga feliz.
—Lo sé —Asier se sube a mí y se posa en mi regazo—. Pero debes estar consciente de que será por su bien.
—No tengo opción ¿verdad? —lo miro desesperada.
—No, no la tienes.
Me levanto con Asier en mis brazos y sube hasta mi cuello. Me dirijo hacia la habitación que el encargado del castillo me asignó el día anterior, ya que mi hijo estaba lo suficientemente ocupado para atender a su propia madre. Creo con firmeza que si hubiese sido Laila la que hubiese llegado, él no dudaría en recibirla. Todavía me enoja que Kenan me convenciera de entregar a mis dos hijos a sus respectivas señoras para que les enseñara sobre sus poderes.
Primero se fue Cosmo cuando tenía doce, y dos años después su hermano Marte a la misma edad. Me molestaba que siempre que quería visitarlos Kenan, Laila e incluso Liora me lo prohibieran siendo su madre. Los volví a ver cuándo tenían veinte años y ya estaban hechos unos adultos o por lo menos físicamente.
Ahora Cosmo me habla cuando le mando cartas y siempre las contesta con la misma monotonía como si le contestara a un general; y Marte ni me habla porque sabe que ha jugado con el amor más veces que un niño juega con una espada. Y en cuanto me vaya de aquí lo castigaré con todo el dolor de una madre que quiere lo mejor para sus hijos.
Busco entre mis cosas mi libro del amor. Es un libro que cuenta con la vida amorosa de cada ser viviente del universo.
—La vida amorosa de Cosmo Goodness —le ordeno al libro y se abre de inmediato en la larga lista de pretendientes de mi hijo.
—¿Revisarás cada mujer que ha tenido algo con Cosmo? —pregunta Asier detrás de mí.
—Sí, tengo que buscar con cuál mujer debería castigar a mi hijo.
—No comprendo tu plan.
—Le haré ver lo que pudo haber pasado si se quedaba con la que haya despertado, así sea algo, en el corazón de mi hijo.
—Suerte encontrando esa mujer —expresa sarcástico—. Claro si la encuentras.
Y así es como me tardo tres días en dar con la mujer que le hará a mi hijo creer en el amor o por lo menos a que lo respete.
—Señora —dice una sirvienta entrando en mi habitación—, aquí está su desayuno.
—Déjalo por ahí.
La sirvienta se va y ataco la comida.
—Espero que sea la correcta —ruega Asier comiéndose su carne recién cocinada.
—Yo también.
Me arreglo, ya que pasar tres días encerrada no le va bien a cualquiera. Salgo de la habitación con mi libro en mi bolso ya que no confío en dejarlo en mi habitación con el temor de que algún entrometido vea lo que hay allí. Ya fuera del castillo, me dirijo hacia los establos para ver si encuentro a esa mujer y ver, y considerar que sea la indicada, ya que entre todas las mujeres que vi eran más nefastas que su predecesora. Y esta tal Aryana Lightweight era la mujer más noble y pura de corazón que nadie. Llego a los establos y no la encuentro por ningún lado, pero me dicen que la puedo encontrar en su consultorio.
Antes de pisar el consultorio la observo con ojo clínico a ver si es lo que dice el libro. Y sí, si lo es. Mirada triste y penetrante a la vez, con una gran cicatriz en su rostro que sin ella había vuelto locos a los hombres con tan solo su sonrisa. Siento como la tristeza de su vida pasada y porque mi hijo le rompió su corazón la han hecho una mujer que ya ni cree en su propia valía.
—Hola —la saludo sonriente.
Ella me mira con esos ojos azules tan penetrantes como el mar de Galia que de inmediato me hace sonreír.
—¿En qué puedo hacer por usted? —me sonríe débil.
—¿Usted es Aryana Lightweight? —le pregunto gentil.
—Sí, soy yo —me mira perpleja.
—Me alegro —me siento en un banco—. Necesito que me ayude con mi guardián —señalo a Asier—. Es que ha estado tenso todo estos días, y no sé a qué se deberá.
—Bueno lo más probable es que debe de estar estresado —le tiendo a Asier y ella con gusto lo carga. Él se enrolla al brazo de ella.
—¿Cómo te llamas? —le pregunta Aryana a Asier.
—Asier —él se va colando por su cuello y sube hasta la coronilla de la mujer.
—Asier, compórtate —lo reprendo.
—No se preocupe señora —me mira amable—. ¿Quieres jugar algo?
—¿Qué clase de juego?—cuestiona bajando por el otro lado brazo de Aryana.
—¿Te gusta morder cosas?
—Me encanta —se le iluminan los ojos.
—Bueno —se levanta con Asier aún en su cuerpo y se dirige a un cajón que está al otro lado de la mesa y saca un peluche en forma de bola—. Ten, te lo regalo. Lo morderás cada vez que te sientas estresado o molesto.
—¿Y eso cómo lo ayudará? —pregunto confundida.
—¿Se fija como me tiene? —se señala la manera en como Asier está enredado en su cuerpo—. Eso pasa cuando tienen hambre o estrés, por lo general se llegan a poner violentas y por esa es la bola, para que la muerdan y no ataquen a nadie.
—Comprendo.
—Ahora —mira a Asier—, te daré la bola si te bajas de mí.
—Es un trato justo —sisea.
Se baja de Aryana y esta le pone la bola en su boca.
—Muchas gracias, Aryana.
—No es nada, me gusta que mis pacientes se sientan mejor —me mira amable.
Salgo con Asier y su pelota que no deja de morder.
—¿Es en serio? —lo miro escéptica.
—Ya la escuchaste, estoy estresado.
Llego a mi habitación y Asier se va a la cama dejándome trabajar. Me tardo todo el día en buscar un hechizo para borrar la cicatriz de su cara. Si estuviera Beck aquí sería pan comido, pero me tendré que conformar con lo que tengo. Espero a que todos se duerman para ejecutar mi plan.
—¿Cómo crees que con solo ponerla hermosa, harás que Cosmo se enamore? —pregunta Asier comiendo la cena que nos trajeron hace rato.
—No quiero que se enamore, solo quiero que se dé cuenta de lo que se perdió por jugar con el amor —me levanto con el libro de hechizos que uso en estos caso—. Y recuerda que no puedo forzar a nadie a que sienta algo que no quiere sentir, solo doy un pequeño empujoncito y ya.
—¿Y cómo harás para qué...?
—Ya te lo dije, no haré nada —tomo nota del hechizo—, de eso se encargará Kenan.
—Como siempre —expresa irritado.
Salgo de mi cuarto por la ventana tomando la forma de Asier, ya que Cosmo puso guardias para vigilarme; no me pienso arriesgar a que vayan y le informe de lo que hago a mi hijo. Ya estando en el césped, me arrastro hasta llegar al castillo pequeño buscando la habitación de Aryana que es una de las del primer piso que le queda cerca de su consultorio.
Me teletransporto hacia el otro lado de la puerta. Hago dormir más a su guardián para que no me vea e igual a la compañera de cuarto de Aryana. Me poso delante de la cama y saco el hechizo con el frasco de mi vestido y se lo vierto en toda la cicatriz y recito el hechizo de principio a fin.
Espero un tiempo para ver como la cicatriz va desapareciendo dejando ver a una hermosa mujer en su lugar. Me voy de la habitación de Aryana y me teletransporto de nuevo a mi cuarto.
—Podías haberte aparecido en su cuarto —me reprocha Asier soñoliento.
—Sí, pero no sería entretenido —sonrío.
Recojo mis cosas para irme antes de que mi hijo se levante y lea mis pensamientos, he querido evitarlo estos días, pero no fue necesario, ya que él no quería verme. Ya entrando el amanecer parto hacia el castillo central con una tristeza que se pudo haber evitado.
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