Cosmo: Una Rica Cena

Me pone triste en cierto modo no podré ver a Aryana por esta semana ya que me tengo que ir a reunirme con el consejo del Reino Oscuro en el reino del norte que es el de mi tía Laila. He estado visitando a Aryana en los fines de semana por estos últimos dos meses, me relaja hablar con ella de algunas cosas sobre cómo llevar a los aldeanos ya que me estresan, porque piensa que por el simple hecho de ser un Dios les tengo que estar cumpliendo sus caprichos. Le comento de mi viaje a Aryana para que no me espere este y creo que la otra semana.

—¿Y qué se hacen en esas cosas? —me pregunta. Empuja la reja de su casa dejándome pasar con las cosas de nuestro día de campo.

—Hablar, decir nuestros avances en el reino y esas cosas —intento ir por lo más superficial ya que lo que se habla en el consejo no se puede revelar.

—En pocas palabras una reunión de progreso y mejoras —ella me detiene en seco—. Muchas gracias por ayudarme. Ya se puede ir, es bastante tarde.

 La miro fijamente.

Que se vaya, no quiero que conozca a mis padres. Dice en su mente

—Pues fíjese que quiero conocer su casa, he estado viniendo y solo he visto su cocina.

—Es que estamos remodelando y está súper mal —hace una mueca.

—Sabe que es una nefasta mentirosa —ella se sorprende—. Y su castigo es que me deje entrar a su casa.

 La hago a un lado, camino hasta la puerta trasera y entro junto con Aryana a la cocina. Una mujer de cabello negro recogido se sorprende en verme.

—Hija ¿quién es tu amigo? —pregunta la mujer nerviosa.

—Él no es...

—Me llamo Cosmo, es un placer conocerla señora Lightweight —interrumpo a Aryana y le estrecho la mano a su madre.

—El gusto es mío —estrecha mi mano fuerte y mira confundida a su hija—. Hija porque no llevas a tu amigo a la sala para que conozca a tu padre y esté más a gusto. Lo siento por el estado en el que estoy —mira su ropa que está un poco sucia por los quehaceres del hogar—. ¿Se quedará a cenar?

—Por supuesto señora Lightweight, me encantaría cenar con ustedes; espero no incomodar.

—Para nada —Aryana deja las cosas ruidosamente en la mesa. La madre mira mal a su hija.

 Me encamino hacia el interior de la casa, pero Aryana se interpone en mi camino.

—Se puede saber lo que intenta —me lleva a un cuarto que está debajo de las escaleras.

—Odio las mentiras señorita Aryana y las castigo severamente, pero usted me agrada y prefiero hacer esto que otra cosa.

—No le he mentido.

—¿Ah no? —la miro molesto.

—No quiero que conozca a mis padres porque no quiero que se metan en mi vida, es muy difícil comprender eso.

—Es sencillo, y hubiera sido más sencillo si me hubiese dicho.

—Error de mi parte —se tranquiliza—. ¿Ahora se puede ir de mi casa?

—¿Y perderme esa deliciosa comida que su madre que con tanto esmero preparó?

—Tiene cocineros que le pueden cocinar toda la comida que desee —se desespera.

—Es cierto, pero soy voluble.

 Abro la puerta, salgo y me dirijo a la linda sala que está en la planta baja de la casa. Me encuentro con un hombre que está sentado curándole una pata a un conejo. La pantera de Aryana me delata y el hombre levanta la mirada.

—Disculpe si lo molesté —me presento ante el padre de Aryana.

—Encantado de conocerlo señor Cosmo, me llamo Ander. Mi hija nunca lo ha mencionado —mira a su hija que está refunfuñando mientras que coloca la mesa.

—Si eso me pude dar cuenta.

 El hombre deja a la coneja en el suelo, pero esta camina con una pata lesionada.

—¿Qué le ocurrió? —pregunto intrigado.

—Jugando con Nairn se dobló la pata.

—No fue mi culpa —Nairn se posiciona al lado de Ander.

—No te estoy culpando.

—¿Es su guardiana? —señalo a la coneja que se esconde detrás las piernas del hombre.

—Sí, se llama Hasen —la levanta—. Es un poco tímida.

—Ya veo —sonrío.

—¿Cómo conoció a mi hija? —pregunta. Detallo el hombre y me doy cuenta que es por el padre que sacó los ojos azules y por la madre la cabellera negra; este tiene el cabello más claro, las facciones del rostro duras pero la mirada denota tranquilidad.
Le digo que la conocí cuando estaba curando a mi guardiana Lilith.

—¿No es el Pegaso que estuvo aquí hace un tiempo? —le pregunta a su hija.

Tranquilízate.

—Sí, padre —Aryana me mira suplicante.

 En ese momento la señora Maisha entra con la cena, y claro, arreglada. Sigo al señor Ander junto con los animales. Me siento donde Aryana me indica, el señor Ander se sienta en la punta, Aryana al lado de su padre en el lado izquierdo y yo junto a ella. Le aprieto la mano en señal de molestia. Ella disimula el dolor que le provoco. La señora Maisha termina de servir y comemos en silencio.

 El estofado está delicioso, los trozos pequeños de carne se me deshacen en la boca y el caldo de papa y cebolla está exquisito. Aryana toma un trozo de pan que la señora dejó. Tomo un trago de vino que Aryana había servido. El sabor dulce de la uva embriaga mis papilas gustativas. Surgió de nuevo la conversación de cómo nos conocimos ya que la madre de Aryana no estaba.

—¿Eres un soldado? —pregunta la señora Maisha.

—No, formo parte del consejo del rey.

—Eso es bueno, señor —me felicita Ander.

—No me quejo.

 Le pregunto al señor por sus cosechas y él me dice que están bien, que ha sido un buen año ya que se había resuelto el problema de los ladrones que estaban en el reino.

—Fue un alivio, ya que teníamos que estar toda la noche despiertos para que no se llevaran nada.

—Me alegro que puedan prosperar de manera tranquila.

 La cena transcurre con más familiaridad ya que los padres de Aryana me cuentan historias de cuando ella era pequeña.

—La más hermoso era cuando nos pedía ir a la llegada del rey y su caravana —comenta la señora Maisha con una sonrisa.

—¿Ah sí? —digo divertido—. Por favor señora Maisha cuénteme.

—Mamá no...

—Siempre cuando pasaba la caravana —la madre habla sin hacerle caso a su hija—, ella me suplicaba que la llevara, aunque nunca podíamos ver al rey por la cantidad de gente que había y pues claro ella se ponía a llorar desconsolada.

—Pobre —miro divertido a costa de Aryana, pero ella mira molesta a su madre.

 Al terminar la cena me despido de los padres de Aryana y esta vez salimos por la puerta principal.

—Vaya quién diría que al final si conocerías a tu rey —me río a carcajadas.

—No es divertido —me fulmina.

—No me mires así —le sostengo el mentón—. Recuerda que sacaste a mi guardiana sin mi autorización y ni hablar de haberla montado.

—No fue mi intención, ella había insistido y no me pude resistir —cambia su cara de enojada a suplicar piedad por su alma.

—Usted dijo que odiaba las mentiras —caminamos más alejados para estar lejos de la mirada de sus padres—. Pero les mintió a mis padres respeto a su profesión.

—¿Y qué quería que les dijera? que soy su rey, su Dios —la miro con humor y la recuesto en el árbol más cercano.

—No, solo quería llegar a un punto.

—¿Y cuál es ese punto? —le susurro en su oído.

—Que usted puede mentir, pero nosotros no.

—Es diferente, tú ibas a mentir también. Qué más da si lo hice, lo importante es que tus padres me quieren.

—Ellos querrán a cualquier hombre que les presente.

 Su comentario me enoja, quiero llevármela a mi cuarto y darle una lección, pero todavía es muy pronto para eso.

—¿Por qué lo dice?

—Tengo casi dos años y medio que no les presento a nadie y ahora estarán metiéndose en cosas que no les incumbe.

—Me alegro ser el primer hombre decente que les presentas a tus padres.

 Me aseguro que no haya nadie y le robo un beso a Aryana, ella no pone mucha objeción; le devoro su boca y ella la mía, la aprieto más contra el árbol presionando mi entrepierna. Ella protesta y me retiro de su boca. La dejo sola en el árbol y me voy a mi castillo a descansar para el viaje de mañana.

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