Cosmo: Una Nueva Oportunidad
Camino con Marte por los pasillos del castillo conversando tranquilamente.
—¿En serio quieres hacer esto? —pregunta Marte intranquilo.
—Es lo que debo hacer —digo confiado aunque no sepa si vaya a funcionar—. Tengo que hacer que Aryana sea mía o por lo menos que me perdone.
Él iba a contestar, pero de inmediato sale una pantera desbocada corriendo hacia nosotros.
—Aryana —balbucea en cuanto llega hasta nosotros—, está en peligro.
Veo rápido en su mente y salgo corriendo con Marte, guiándome con Nairn que vuelve a retomar la marcha al lugar donde se encuentra Aryana. Salimos del castillo y nos lleva a un granero que está un poco lejos. Estamos a fuera del lugar, se escucha personas peleando con espadas. Con mis poderes abro las puertas ya que está trancada. Marte, Nairn y yo entramos en busca de Aryana. La escena es perturbadora ya que hay sangre por todos lados, una persona muerta junto con su guardián.
Nairn ataca a los otros guardianes que son un águila y un mono. Mi hermano se me adelanta y le da pelea a uno de los que está atacando a Aryana. Yo me adelanto y les retuerzo las mentes a los dos hombres sin importarme que puedan morir.
—Cosmo, detente —grita Marte, pero no lo escucho ya que quiero que sufran—. Van a pagar, pero no así.
Me acerco hasta Aryana que está tumbada en el suelo cubierta de sangre.
—Mi amor —la reviso rápido en busca de que si la sangre es suya. La levanto y la pego a mi pecho—. Ya estás a salvo.
Ella me mira cansada, pero se refugia en mi pecho.
—Encárgate de ellos, yo la voy a llevar a mi cuarto —le digo a mi hermano. Nairn mira a Aryana y se viene conmigo.
—Tenemos que hablar —le digo a la pantera.
Al llegar a mi cuarto, Lilith y Venus me ayudaron a atender a Aryana. Venus la desvistió, mandó a Lilith que buscaran vendas y una jarra de agua. Salgo de la habitación para darles privacidad. Me voy a los calabozos donde está Marte con los dos guardias que intentaron abusar de Aryana, están esposados, golpeados y aturdidos por lo que le hice a sus mentes, pero eso no es nada a comparado de lo que realmente iba a hacerles. Paso toda la noche torturando a esa escoria que dicen ser hombres. Después de que me cansara de hacerles daño, ordeno que busquen a las mujeres que habían sido abusadas, algunas trabajan aquí así que empecé a investigarlas, las interrogué de lo que había pasado. Todas habían coincidido con las mentes de esos dos. Las tranquilicé ya que no habían hecho nada malo.
—¿Por qué no dijo nada a su superior? —le pregunto a la última mujer que ha aceptado hablar conmigo a estas horas.
—No pude —dice con lágrimas en los ojos—. El guardia me había amenazado que si hablaba le haría daño a mi hijo y no podía permitirlo.
—Comprendo su situación —expreso tranquilo a pesar de la ira que siento—. Ya esos individuos ya están siendo castigados ahora mismo y le doy mi palabra que nadie le hará daño a su hijo.
La mujer rompe en llanto.
—Lo que si le voy a pedir —se detiene el llanto—, es que si pasa algo como esto sea a usted o a alguien más, por favor dígaselo a su superior para poder hacer pagar a los culpables.
Ella asiente y se va de mi estudio. Me dirijo hacia mi cuarto cuando me encuentro con Venus.
—¿Cómo está? —le pregunto preocupado.
—Mejor —ella me mira amable—. No hubo violación alguna; tiene golpes y cortadas, pero nada grave. Déjala que descanse.
—Gracias.
Ella asiente y se va. Entro en mi cuarto, la veo tendida en la cama. Venus se tomó el tiempo de vestirla con uno de sus camisones, y cambiaron las sábanas sucias por la sangre. La miro dormir por un rato hasta que me voy al cuarto de baño y me limpio un poco la sangre, me deshago de las prendas sucias y me coloco mi bata, pero me pongo unos pantalones para no incomodar a Aryana.
Salgo del cuarto de baño y me acuesto con cuidado al lado de ella. Ella no percibe mi presencia. Su pecho sube y baja despacio, la tela del camisón deja ver los hermosos pechos de Aryana. Quisiera hacerla mía, pero eso no sería lo correcto, para nada bien. Nairn se fue con Lilith para tratarle sus heridas dejándome a solas con su protegida. Después de un rato ella se mueve a un lado, pero le dolió el brazo donde tenía la herida y se volvió a girar dándome una hermosa vista de su cara, ella abre sus hermosos ojos y me ve extrañada.
—¿Dónde estoy? —se sienta con cuidado en la cama.
—En mi habitación —le cuento como la traje aquí y como Venus y Lilith la cuidaron—. Ya esa escoria no la va a volver a molestar, me encargué de eso.
—Maté a un hombre —susurra mirando sus manos.
—Lo hizo para defenderse —le tocó el brazo—. No hizo nada malo.
Pero ella se niega dentro de su mente.
—Ellos habían abusado de otras mujeres —le acaricio la espalda, ella endereza la espalda y detengo mi mano.
—Pero ¿por qué? —Dice enojada—. ¿Cómo pasó?
Hago un breve resumen de las declaraciones de las mujeres que entrevisté en mi estudio.
—Ya la sentencia fue ejecutada.
—¿Los mató?
—No si antes torturarlos —ella me mira mal.
—No se podían ir sin castigo alguno.
Ella se pasa las manos en el cabello en señal de desesperación.
—¿Y por qué estoy aquí?
—Porque no quería dejarte sola —le tomo la mano y entrelazo mis dedos con los suyos—. Ordené que te dieran el resto de la semana libre para que pudieras descansar...
—¡¿Por qué hizo eso?! —sale de la cama alterada.
—Porque lo necesitas —me levanto y rodeo la cama—. Solo faltan dos días para el fin de semana y además —¿Cómo le digo lo del baile?—. ¿Me harías el honor de acompañarme al baile de este sábado?
—No —dice rotunda.
—Pero...
—Ya su guardiana me lo había dicho y le dije que lo pensaría...
—Pero es este sábado y quiero que me acompañara —expreso decepcionado.
—Seguro tendrá a muchas mujeres encantadas de acompañarlo toda la noche.
—Pero yo la quiero a usted.
—No soy nadie para estar con usted —lamenta—. No soy noble, no nací en una gran familia, ni siquiera tengo casa propia.
—Pero eso no me importa, la quiero a usted —me acerco, pero ella retrocede—. Usted es la persona más honesta, tierna y gentil que he podido conocer.
—Pero aun así me lastimó —sentencia severa.
—Es un error que cometería otra vez si la vuelvo a tener a mi lado.
Ella iba a decir algo, pero se calla.
—Por favor —le tomo de la mano—, déjeme demostrarle que puedo ser el hombre que usted desee.
—No quiero que cambies por mí —intenta quitarme la mano, pero la atraigo hacia a mí.
—No me cambiará —pego mi frente a la suya—. Me hará una mejor persona.
Ella niega, pero empiezo a besarla en los labios, ella quiere apartarse aunque se lo impido.
—Vamos a la cama a descansar que ha tenido un día bastante largo —ella me mira temerosa—. No pasará nada si usted no lo desea.
—Y no lo deseo.
Me acuesto con ella en la cama, ella me da la espalda, pero deja que la abrace por detrás.
—Cuando despertemos quisiera que se probara unos vestidos para el baile.
—Todavía no he dicho que si —da un pequeño bostezo.
—Soy un hombre de fe —digo sonriente.
—Será un hombre que no sabe aceptar un no como respuesta.
La miro a la cara, pero ella ya tenía los ojos cerrados otra vez, quitándome la oportunidad de replicarle.
—Mañana será un nuevo comienzo para los dos —le susurro al oído.
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