Cosmo: No Es Suficiente

Estaba confundido por el sueño que tuve pero también enojado. Enojado porque Lilith no me quiere hablar en lo absoluto, me dejó por estar con Aryana y ese mugroso de Kai. Saqué a Begoña de la que era habitación de Lilith y la envié a otra parte a servir en la armada. Ordené hacer una nueva armadura para Lilith ya que la que era suya se la di a Begoña y ya estaba desgastada. Me encamino a intentar a que Lilith me dirija la palabra otra vez. Mi enojo creció aún más cuando vi que Aryana estaba montando a Lilith en la pista. Me quedé en un lugar donde no podía ser visto.

Me voy a vengar de esa mujer.

Aryana se va con los demás animales mientras que Lilith se va a los establos. Me quedo en la puerta y observo a Lilith moviendo un gran fardo de heno.

—Supongo que eso no es solo más para ti —le digo burlón pero ella me ignora y sigue con su tarea como si nada—. Puedo llamar a alguien para que te ayude.

Silencio.

—No puedes ignorarme por tanto tiempo.

—Solo hago lo tú me haces —dice apilando cada fardo de heno en los establos.

—Yo no te ignoro...

—Lárgate de aquí y vete con tus putas.

 Me reprocha, es evidente que está enojada pero no es algo que no puedo arreglar.

—Ya te he dicho, que son amigas y además es evidente que pasas tanto tiempo por aquí que no te percataste que ya se fueron hace mucho tiempo incluida Begoña.

 Ella voltea inmediatamente.

Ya tengo su atención.

—Mientes.

—Yo no miento —me acerco hasta ella—, ven conmigo y lo verás.

—No te creo —titubea.

—Quiero que vuelvas a ser mi yegua, mi compañera de vida —ella relincha—. Ya sé que te aparte, que hice lo imaginable, pero estoy realmente arrepentido y quiero que me perdones.

 En cierto modo no miento, pero en serio si la necesito, aunque creo que soy muy orgulloso para decirlo. Vamos juntos hasta la puerta, claro ella desconfiada pero me acompaña. No llegamos a irnos porque en ese momento entra Aryana con su magnífico traje que se le ciñe al cuerpo y muestra unas jugosas curvas y perfectos pechos.

—Mi rey —hace una pequeña reverencia.

—Que gusto verte, Aryana —la miro de arriba abajo. Se ve exquisita con ese traje.

—Ya floreció —dice un animalito detrás de Aryana.

— ¡¿En serio?!—exclama emocionada Lilith.

Ya me perdí.

— ¿De qué hablan? —pregunto irritado de no saber lo que está pasando.

—Es una flor del oeste —responde Aryana—. La trajeron unos animales de los páramos y la plantamos. Es muy rara que florezcan y por lo general mueren antes que lo hagan.

—Voy a verla y después te acompaño.

—Si gusta puede venir con nosotros —propone Aryana.

—Él no le...

—Encantado iré con ustedes —Lilith me mira extrañada.

 Todavía me conoce tan bien que sabe que odio las flores sin embargo quiero ir para empezar a vengarme de Aryana que aún no sé qué haré al respecto. Las sigo hasta un poco más allá del castillo pequeño donde plantaron la dichosa flor. Varios animales están observando atontados la simple flor. Algunos para no decir que todos los presentes se fueron en cuanto me vieron. Aryana se adelanta ágil entre las rocas para alcanzar el lugar de la flor.

—Habla de una vez —me frena Lilith.

— ¿Qué quieres que diga? —me meto las manos en los bolsillos.

—Tú odias estas cosas.

—Las odio, no mentiré sobre eso pero si es para recuperarte, qué más da.

— ¿A sí? —me mira desconfiada.

  Aryana nos llama para ver si nos perdimos. Avanzamos hasta donde está ella y su guardián.

—Es hermosa —se acerca Lilith.

 No se equivoca, es una majestuosa flor de diversos colores y hojas que se mueven con el viento.

—Aquí dice que la flor muestra el color del alma de la persona que la toque en la punta —dice Aryana leyendo un manuscrito.

—Por qué no nos concede los honores, Cosmo —sonríe Lilith

Estúpida.

 Ella sabe qué color es mi alma. Me acerco hasta la punta de la flor y la toco. Poco a poco se va tornando negra la flor hasta las hojas secándose. Me aparto y Aryana lee.

—El negro representa el vacío y la soledad de la persona como también el misterio y la elegancia.

 No me sorprende, siempre que mi señora me hace ver mí del alma siempre arroja al color negro. Aryana toca la flor y esta se pone rosada con verde.

—El rosa representa integridad, amor y tolerancia hacia las personas. Y el verde es vida, estabilidad y verdad —lee Nairn el pergamino en el suelo.

—Yo quiero —se acerca Lilith.

 Intento detenerla pero es inútil. Se supone que ella es mi guardiana y debe salir el mismo color pero como rompí ese lazo hace mucho tiempo. Aryana y su guardián se darán cuenta. La flor pasa de un rosa claro a un púrpura oscuro.

—El color púrpura simboliza compasión, misericordia y ganas de libertad —lee Aryana extrañada, mira la flor, luego el pergamino y por último a mí.

—Lilith mejor vámonos, tenemos muchas cosas que hacer —tomo a Lilith por su correa y me teletransporto a la biblioteca.

— ¿Por qué hiciste eso? —protesta.

—Se te olvida que no estamos conectados —la miro enojado.

— ¿Y de quién es la culpa?

—No empieces —me tranquilizo y le muestro la armadura y su vieja y acomodada habitación.

—No me importa —se va por el pasillo y me deja solo en la habitación.

—Espera —la alcanzo—, pensé que te gustaría.

— ¿Gustarme? —dice atónita—. Esa ha sido más habitación de ella que mía, no me importan las armaduras porque nunca las he necesitado para defenderme. Yo solo quería ser tu guardiana otra vez.

 La meto en mi habitación.

—Me cambiaste por ella, le diste todo a ella y a mí me dejaste sin nada —me reprocha—. ¿A caso no lo ves?

—Comprendo lo que sientes, pero sabes que todo lo que he hecho ha sido para que lo tengas todo...

—No me importa nada de esto —señala con la cabeza a nuestro alrededor—. Me importas tú, siempre hemos estado juntos y de un día a otro me cambias y rompes con todo lo que teníamos.

—He sido un...

—No quiero tus palabras, quiero hechos.

—Y te lo estoy dando —me desespero.

— ¿Dar órdenes para que alguien más haga lo que tú no puedes o no quieres haces? ¡YO QUIERO SER TU GUARDIANA!

Ella se va de la habitación dejándome solo en mi cuarto. Me merezco esto, he alejado a todas las personas que en su manera se preocupaban por mí.

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