Aryana: Injusticias
Al parecer no fue tan mala la entrevista, lo malo es el lugar de trabajo que dejó el antiguo sanador.
—¿Cómo trabajaban así? —le pregunto a la que era asistente del antiguo curador.
—Estaba peor —se encoje de hombros—. No le gustaba que limpiaran o moviéramos sus cosas.
—Así no se puede hacer nada —digo moviendo algunas cosas para poder caminar—. Hay que arreglar o hacer el intento porque en vez de ayudar lo único que haremos es hacerles más daño a los animales.
—¿Y por dónde empezamos? —pregunta mirando todo el lugar.
—Primero, recogeremos todo lo que se pueda salvar, medicinas, hierbas, todo lo que consideremos que valga algo y el resto se lo damos no sé, a alguien que lo necesite.
—El señor Valka jamás me ha pedido que lo ayudara en algo —exclama encantada—. Me gustará trabajar con usted.
Terminada nuestra conversación, empezamos a arreglar el consultorio que duramos casi una semana, entra en la remodelación de los establos y los corrales para los animales con ayuda del personal de los establos.
—Se ve bien —comenta Ibay que así se llama la asistente del antiguo curador.
—Sí, pero ahora solo falta las medicinas que necesitamos —me adentro hacia el consultorio remodelado aunque vacío de medicinas en los estantes—. Hay que hablar con la encargada del castillo para solicitarle las medicinas o el dinero para comprarlas...
No termino de hablar cuando escucho la risa de Ibay.
—¿Qué es tan gracioso? —me volteo para mirarla.
—Lo siento, señora Aryana —se tranquiliza—. Pero la señora Gorka no le va a dar ni dinero, ni medicinas, el señor Valka conseguía todas las medicinas que utilizaba.
—Me estás diciendo que tengo que traer todo lo que utilizaré ¿verdad? —exclamo atónita.
—Sí, señora —se encoje de hombros.
Terminamos de acomodar las camillas y las jaulas pequeñas.
—Bueno, ya me tengo que ir a mi casa —me paso mi maletín por los hombros y cae en mi cadera—. Veré que tengo en mi casa para poder trabajar mientras tanto.
—Está bien mi señora —dice Ibay—. Que descanse.
—Ya le dije que me puede llamar Arya.
—Está bien señora Arya.
Me despido y me voy con mi pantera, no pasamos por el castillo grande. Pensé que por lo menos podría ver los pasillos o los jardines, pero construyeron el castillo del rey alejado al pequeño que tenemos para que ni los establos, las cosechas y mucho menos las personas como yo no pudiesen ni siquiera imaginar cómo sería ser por un día algo especial. Serás reconocida en la corte. Las palabras de mi cuñado me pasaron por la mente, puras mentiras. Los guardias me miran con asco y desprecio, uno quería hacerme daño, pero al ver a mi pantera siguió su camino. El camino es solitario y oscuro. No ves ningún tipo de vida en el sendero. Entro en la casa de mis padres dispuesta a matar a mi cuñado por omitir una gran parte del trato del castillo.
—Hija que bien que nos acompañes —me abraza mi madre en cuanto entro en el comedor—. ¿Cómo te fue, qué hiciste? Cuéntame.
—Hice muchas cosas —miro a Mikel—. Tenemos que hablar.
—Puede esperar, hija siéntate y comamos.
La cena transcurre en cómo me fue, qué hice y demás cosas. Mis sobrinos se van con mi hermana y mi madre a dormir.
—No me dejes viuda —me susurra Unai.
—No prometo nada —digo tomando una copa de vino.
Mi familia siempre me ha temido por mi guardián, soy la única que tiene una pantera. Mi madre como es mitad sombra no posee un guardián, mi padre tiene una coneja y mi hermana tiene un gato. Y yo soy la única que tiene un gran depredador de guardián.
—¿Todo bien? —pregunta mi padre dándole de comer a su coneja.
—Mikel, Me puedes explicar por qué no me dijiste que yo tengo que poner todo el material que vaya a implementar en el castillo —demando molesta.
—Bueno eso no lo sabía, pero puedes preguntárselo a la encargada del castillo —se excusa.
—Ya lo hice —miento—.Y no puede hacer nada.
—Bueno ahí lo tienes.
—¿Estás bromeando?
—Arya, mira para que el encargado te pueda dar lo que necesitas, tiene que pedírselo al mismo señor del castillo que en este caso es el rey y tu dios. Y créeme que es preferible que lo consigas tú...
—Bueno se le pide al rey —él me fulmina.
—Si quieres tus medicinas pídeselas, pero lo único que conseguirás es tu trasero en la calle.
Dicho eso Mikel se disculpa con mi padre y se va dejándonos solos.
—Yo te puedo proporcionar las medicinas, hija, no te preocupes.
—No es eso papá, es que es injusto porque todo el dinero que gane irá para medicinas y sabes muy bien que cuesta conseguirlas.
—Lo sé hija, pero son reglas que pasan de nuestras manos.
—Igual sigue siendo injusto.
Me resigno y me voy al granero que lo he convertido en mi escondite del mundo exterior. Subo las escaleras y me tiro en el colchón.
—Les harás la guerra ¿verdad? —pregunta Nairn.
—Primero tengo que tantear la zona antes de hacer la ofensiva.
—Esa es mi chica.
Se acuesta conmigo y conciliamos el sueño de manera rápida. La mañana siguiente hago una pequeña lista de lo que me llevaré. No me puedo llevar todo el consultorio, dejaría a mi padre sin material de trabajo. Recojo lo más utilizado en los pacientes llevándome solo dos frascos de cada producto. Organizo todo en una caja de madera y me voy de regreso al castillo. Con días libres se referían a que los viernes salgo en la noche, los sábados libres y el domingo ya tengo que estar antes del amanecer aunque sea una metáfora ya que siempre está oscuro. Me despido de mis padres, mi hermana y su familia. Regreso al castillo casi a media noche y me introduzco en la habitación que comparto con Ibay, no dejé nada de valor, solo un par de vestidos y mi uniforme. Coloco la caja debajo de la cama y me acuesto maldiciendo de no poder levantarme tarde mañana.
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