Aryana: Dentro De Mí
Mi señora y que también es la tía de Cosmo, me guía a través del castillo hasta una torre que jamás había visto o visitado. Ella se hace a un lado dejándome pasar de primera.
—Muy bien —habla cerrando las puertas con el enorme pasador de la misma—, así que tú eres la mujer que tiene imbécil a mi sobrino —dice ácida.
—Yo...
—Ni te molestes en darme una explicación querida —me interrumpe—, estás aquí para que escuches y me muestres lo que quiero saber de ti. No me importa si tienes grandes sentimientos o que eres la más buena y pura del lugar de que te sacó mi sobrino, porque me da igual.
Se acerca hasta la pequeña fuente de agua que está en todo el medio de la torre, no hay ventanas ni corrientes de aire y el único sitio que tenía como escape, la señora Laila lo había cerrado.
—Quiero que me digas de donde conoces a Eva —dice paseando por el pequeño cuarto.
—¿La madre del rey? —pegunto temerosa.
—Sí, esa mujer —gruñe despectiva.
—No la conozco —en cuanto digo eso, siento un fuerte golpe en el rostro tumbándome al suelo.
—No mientas querida —expresa tranquila.
—Sólo la vi una vez cuando vino, quería que le curara a su guardián —intento levantarme, pero no puedo porque siento un enorme peso en la espalda.
—No te creo —replica delante de mí—. ¿Por qué no tienes cicatriz? ¿Qué trato hiciste para tener esa linda carita? —se agacha y me sostiene el mentón.
—No hice ningún trato —digo intentando respirar—. Ella se fue y más nunca la vi, el día siguiente me levanté y ya tenía el rostro así.
—Interesante —se sienta en la fuente —. Te hace hermosa, mi sobrino cambia su forma de pensar y ver las cosas, cambió todo lo que le había enseñado y todo por una cara bonita. ¿Sabes?, eso me enoja enormemente.
Intento hablar, pero no salen palabras solo gemidos suplicantes a la falta de aire.
—Todo lo que hice, todo tirado a la basura por ti —expresa incrédula—. Limpiándole sus heridas y sus lágrimas, enseñándole a controlar sus poderes, a manipular, a engañar, a qué sea un guerrero, un rey. Todo ese sacrificio previniéndole de mi esposo para que no sufriera. Todo lo cambió por ti.
Me agarrara del cabello levantándome del suelo y arrastrándome hasta la fuente ahogándome en el agua helada.
—Quiero que me escuches muy bien maldita perra —me vuelve a sumergir en el agua—. No porque mi sobrino sienta algo por ti, aunque no sé en serio que te vio —vuelve mi cabeza al agua—, significa que te hará su reina porque ni con todas las joyas, vestidos y demás te hará una mujer que yo acepte o respete porque nunca sucederá.
Me golpea fuerte con el ladrillo de la fuente dejándome inconsciente.
Un fuerte dolor de cabeza me levanta, me toco la cara y siento un paño húmedo en mi frente.
—Gracias a mi señora que despertaste —expresa Cosmo ayudándome a levantarme con cuidado de la cama—, te diste un buen golpe.
Miro alrededor y me doy cuenta que estoy en la habitación de Cosmo.
—Mi tía me dijo que te habías caído del caballo que estabas montando —Cosmo me retira el paño de la frente—, te traje hasta acá para que pudieras descansar.
—¿Me caí de un caballo? —pregunto confundida.
—Sí, amor —me acaricia el rostro de manera dulce y sutil.
—No, eso no fue lo que pasó —le contesto extrañada.
—Amor, claro que sí —se ríe—. Yo mismo te levanté del lugar que te habías caído. Ese golpe ya te afectó la cabeza.
—Yo no me caí de ningún caballo, Cosmo —lo miro seria—. Estaba en la torre con tu tía hablando o más bien ella hablando y yo en el suelo oprimida...
—Claro que no, amor —dice comprensivo—. ¿Ves? Ya estás diciendo incoherencias.
—No estoy diciendo incoherencias, Cosmo —me intento levantar, pero él me frena.
—Amor...
—¿Por qué me dices amor si tú jamás me dices así? —pregunto confundida. Lo empujo y me levanto, pero el piso se mueve y caigo a un lindo jardín.
—¿Ves que si eres un problema? —contesta mi señora sentada en un banco de mármol.
—¿Por qué me odia tanto? Ni siquiera la conozco —esta vez sí me puedo levantar.
—No querida —hace un puchero—, yo no te odio. Lo que pasa que no te quiero como novia de mi sobrino.
—Pero ¿por qué? —ella me hace gestos para que me acerque y me siente.
—Lo que pasa querida —me siento al lado de ella—, es que mi sobrino es un rey ¿sí? Él necesita a alguien que le dé estabilidad más hacia el reino que la misma emocional. Y tú no le das la estabilidad que el reino necesita...
—Pero...
—No me interrumpas o hago que vagues por el resto de la eternidad por brasas ardientes —lo que iba a decir muere en mi boca—. Le puedes dar amor, comprensión y esas cosas ridículas que Eva profesa, pero qué imagen les daríamos a nuestros aliados como enemigos que el mayor dios y rey de este importante lado del universo está casado con una sanadora de animales. Y no me malinterpretes aprecio lo que heces, es muy noble, pero no es lo que se busca para él.
—¿Y qué es lo que buscan para él? Si vamos al caso ninguna mujer estará al altura de un dios —replico derrotada.
—Una diosa —la miro extrañada—. Mi hija no será su reina, ella ya tiene a una que es su esposa. Me refiero a que es cierto, ninguna mujer estará a su altura, pero puede competir o casi igualar su posición.
—Una que tenga sangre noble y que tenga grandes extensiones de tierra y poderío.
—O que su familia tenga un peso político en el reino o que sea objeto de intercambio.
—¿Intercambio?
—Que si un día de estos, espero que nunca pase, para poder firmar la paz con nuestros enemigos podamos comprometer nuestra casa con la de ellos en un lindo matrimonio.
—¡¿Qué?! —me alarmo.
—Dije que si llegase a pasar —señala cansada—. Cosmo sabe que esa es una posibilidad que puede pasar, no es de su agrado, pero es una posibilidad.
—Pero ya no hay tantos enemigos del reino...
—Sí, lo sé. Nuestro querido Cosmo se ha encargado de eso —ella se levanta—. No digo que él no te quiera al contrario, te adora, pero con su amor no nos defendemos y mucho menos dormiremos. Pueden jugar al matrimonio feliz que si los besos y demás cosas que hagan realmente no me importa, lo que si es que no serás su esposa o reina ni nada que se le parezca.
—Pero ¿tengo la posibilidad de ayudar a Cosmo con el reino? —pregunto esperanzada—. Porque puedo comprender que no poseo nada de poder, pero si vamos al caso las demás tampoco, son sus familias las que tienen ese poder no ellas...
—Sí, pero de igual serviría para fortalecer nuestros lazos...
—Pero ¿ellos no querrían apoderarse de la corona?
—¿Y qué me hace pensar que tú no lo harías?
—No lo haría, pero eso no le importaría —suspiro honesta—, tendrían más control sobre mí y le darían a entender a sus señores que los dioses también tienen su mirada fija en las clases menos favorecidas del reino.
—Tendría que pensarlo —bosteza—. Ahora si me disculpas, me iré a descansar para el baile de esta noche.
El hermoso jardín lleno de flores de diversos colores, se va desvaneciendo dando paso a la lúgubre torre de donde nunca salí. Antes de que la señora Laila saliera por la puerta se voltea dándome la cara.
—¿Cómo te diste cuenta que estábamos en tu cabeza? —pregunta intrigada.
—Cuando Cosmo me llamó mi amor —me levanto con lentitud—, él nunca me dice mi amor.
—Que interesante.
Sale de la habitación dejándome sola, mojada, adolorida y aturdida. Salgo lo más rápido que puedo de esa habitación poniendo sin rumbo mi caminata pensando todo lo que sucedió.
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