Aryana: Amistades Que Florecen
Han pasado cuatro meses desde que llegué al castillo del Este. Al principio los animales se mostraban recelosos a permitir que los curara ya sea por mi cicatriz que cubre media cara o por pensar que era como el antiguo cuidador, que ni me molesté en memorizar su nombre. Me gané primero a los cachorros por contarles cuentos y a enseñarles a leer, después a sus madres y así ganarme a los guardianes como a sus protegidos. La mañana transcurre tranquila, ya curamos a la gran mayoría de los animales y criaturas que había en el castillo como las que llegaban de otros parajes.
—ARYANA —grita un guardia—. Te tenemos a otra bestia para que la controles.
Corro donde se encuentra la dicha bestia que la retienen cinco soldados.
—Suéltenlo —me acerco hasta ellos.
—¡¿Se ha vuelto loca?! —exclama uno de ellos que sujeta al caballo con una soga.
Le quito la soga y aparto a los soldados.
—Oye, cálmate ¿Quieres? Que hay niños cerca y los puedes lastimar y créeme que ahí si esos soldados te darán una paliza.
—No les tengo miedo —responde un poco más tranquilo.
—Lo sé, pero no quiero que nadie salga herido —le miro el costado—. ¿Quieres que te cure eso? Se te puede infectar y puedes morir.
—No me importa con tal de no estar en este mugroso castillo —escupe al suelo.
—Ven, vamos a curarte y a darte algo de comida ¿te parece?
—¿No estás escuchándome? —se exaspera.
—Fuerte y claro, pero —me acerco a su oído— te conviene venir conmigo y ayudarte, que quedarte aquí desangrándote y ser la cena de mi pantera.
Señalo a mi pantera tanteando al caballo que tengo al lado.
—Está bien —relincha y me sigue a paso lento hasta el consultorio.
—Muchas gracias, yo me encargo desde aquí —freno a los soldados.
—Si te daña el consultorio no te quejes después —dice el líder y se van.
—Comprendo tus ganas de matarlos —le digo al caballo.
—Me hubieses dejado y ya estarían...
No termina la frase porque se cae de costado gimiendo de dolor.
—¿Decías? —Me alegro de que cayera del lado que no tiene la herida para así poder curársela de manera cómoda o al menos para mí—. Ahora a curarte.
—Déjame morir —pone su cabeza en el suelo—. No quiero servirle a nadie.
—Mejor para mí —se monta Nairn encima del moribundo caballo.
—Vete —le digo a mi pantera.
—Pero ¿acaso no lo escuchaste? no quiere vivir y yo tengo hambre.
—Lárgate criatura infernal —maldice el caballo.
—Ya basta los dos —echo a Nairn del consultorio. Y me encargo de curarle la herida al caballo. Pasaron dos semanas para que Kai pudiese volver a caminar, no me había fijado que su herida era tan grave. Las armas de los soldados tienen veneno que inmoviliza o mata a cualquier cosa que atraviese. Ya más de uno he tenido que curar y se ha muerto por ese veneno. Les había dicho que no utilizaran ese tipo de armas porque mata a los animales y lo único que recibí fue burlas por parte de ellos:
—¿Qué piensas cara cortada? —Habla uno de ellos, ese es el apodo que utilizan para referirse a mí—. ¿Qué le hablemos delicadamente, para que a ti no te afecte?
—Entonces llévenselos a la cocina de una vez.
Y me marcho. En cierto modo preferiría que me llamaran hermosa a que cara cortada, pero con los ineptos de los soldados no se puede hablar. Saco a pasear a Kai, que no fue cosa fácil sacarle el nombre; tuve que esperar a que delirara para sacárselo.
—Eso es hacer trampa —relincha—. Me estaba muriendo y tú te aprovechas de un pobre animalito indefenso.
Me río.
—¿Animalito indefenso? —caminamos por los alrededores del castillo sin pasar por el frente. Siempre hago esto con los animales que se están recuperando o los que cachorros que empiezan a caminar—. Se necesitaron a cinco soldados para controlarte.
—Y estaba herido —apunta—. Ya te podrás imaginar los grandes soldados que defienden al reino.
—Oye, hacen lo que pueden —los defiendo aunque en realidad nada más defiendo a mi cuñado porque los demás son una porquería.
—Gracias a ti no puedo dormir por las noches —se lamenta.
—¿Y ahora qué hice?
—Que sabes mi nombre —finge dolor.
—¿Y en serio te afecta que sepa tu nombre? —le pregunto restándole importancia.
—Para mí sí —mira hacia los lados—. Siempre acostumbro a que los que saben mi nombre me tienen que dar algo a cambio.
—Te digo de una vez que no tengo dinero —le advierto.
—No quiero tu dinero —me mira de arriba abajo—. Quiero información.
—Menos —ahora soy yo la que se ríe.
—¿Qué te ocurrió en el rostro? —me suelta, de inmediato mi cara pasa de diversión y brillo a estar sombría por el resto del camino.
Le cuento mi historia a Kai ya que me nace en contarle. De hecho es la primera persona que conozco en el castillo que le digo; no les digo a los demás porque no me gusta, y lo único que quieren es poder chismosear con los demás.
—Lo siento —lamenta colocándose en su establo. Lo quise colocar solo porque no quiero que cause problemas y además solo hay cinco caballos. Los demás están con el rey en no sé dónde.
—No te disculpes —me siento a su lado—. Ya estoy acostumbrada a todo esto —señalo mi cara.
—No deberías.
—Lo dices porque no tienes el rostro así.
—Me refiero a que te tienes que aceptar como eres y no acostumbrarte a como eres —me mira gentil—. No porque tengas marcado el rostro, eso no te defina como persona, Aryana.
—Lo dices como si fuera fácil —me resigno.
—Dije que tienes, no que fuese fácil.
Lo miro sorprendida.
—Aryana —Me llaman desde afuera del establo.
—Seguimos esta conversación luego —me despido de Kai y me dirijo a la señora Eneka.
—Mi señora —hago una reverencia a la hermana de la guardiana del rey.
—Me alegro encontrarte por aquí —me saluda amable—, necesito que me acompañes al castillo por favor.
Me quedo asombrada por sus palabras, pero caigo en la cuenta en su estado.
—¿Se encuentra usted bien? —pregunto mirando su vientre.
—Sí, estoy perfectamente, pero necesito tus cuidados para mi hermana que acaba de llegar.
Me alarmo porque si la guardiana del rey está aquí eso significa que él también, pero me dijeron que el rey llegaba la próxima semana. No tengo nada listo ni los establos para los caballos ni espacio por si hay algún herido.
—Pero el rey...
Ella me tranquiliza diciéndome que el rey no llega hasta la otra semana. Me alivio un poco. Lo que pasó fue que su guardiana se lastimó y la tuvieron que mandar primero.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top