44. Una familia
Tres semanas transcurrieron con lentitud. El invierno ya había llegado a Konoha, las calles estaban cubiertas de blanco y el sol todavía no salía. La única figura que apareció a las dos de la mañana, fue un hombre que traía puesta una capa blanca con el rostro cubierto por la capucha.
Cuando él exhalaba un humo blanco salía de sus labios y desaparecía en el ambiente; las pisadas que dejaba sobre el suelo a los pocos segundos eran cubiertas de nuevo y no quedaba rastro de que antes pasó por ahí.
Naruto ya había arreglado todo para ir a Suna; así que se dirigió a una parte del muro de la aldea. Shikamaru le había informado por dónde tenía que cruzar el muro y en qué momento, así que siguiendo sus indicaciones al pie de la letra dejó la aldea. Había decidido ir a pie hasta Suna, no recordaba la última vez en que recorrió una distancia tan grande a pie. Desde que asumió el cargo de hokage quedaron en el pasado las misiones y dejó de salir de la aldea.
Ahora por fin volvía a recorrer el bosque de Konoha, en esta ocasión sin mayores preocupaciones que llegar a tiempo a Suna. Atravesó el blanco bosque y cruzó el puente que señalaba la separación del bosque y el desierto. Al estar del otro lado pudo sentir el viento frío golpear su rostro, frío que lo acompañó la mayor parte de su recorrido en el desierto hasta que los primeros rayos del sol aparecieron. Tuvo que tomar un descanso a mitad del camino, pero luego continuó sin contratiempos hasta las afueras de Suna.
Gaara estaba al tanto de que su novio llegaría ese día, así que lo estaba esperando en su casa. Él le había prometido ingresar con discreción en la aldea, puesto que nadie aparte de ellos debía enterarse de que dejó su aldea.
—Si querías hacerme tan fácil entrar a Suna, ¿por qué hay tantos ninjas vigilando? —pensó Naruto desde una distancia razonable observando la entrada de Suna.
Lo normal en las aldeas es que hayan dos turnos de personas que vigilen las fronteros de la aldea. Observando la sombra de la piedra pudo calcular que eran cerca de las seis, no conocía cuál era la hora de cambio de turno; no obstante, era probable que fuera entre las seis y las siete como solía serlo en su aldea.
Siguió oculto y mirando las sombras de los ninjas que protegían Suna. Pasadas las seis y sin ser las siete vio esas figuras desaparecer, debía entrar ahora. Lo siguiente que hizo fue correr al muro y centrar el chakra en sus pies para subir sin problemas; cuando estuvo sobre el muro hechó un vistazo abajo y al ver que nadie observaba en su dirección decidió saltar al techo de una casa.
Al llegar al techo de la casa de Gaara pensó que entrar por la puerta no era una opción, así que entraría por la oficina que él tenía en el segundo piso.
—Creo que pensó lo mismo que yo —Naruto se había apegado al lado donde saba la ventana de la oficina y estaba abierta.
Miró a ambos lados de la calle y con rapidez se escabulló por la ventana. Sentado en la silla dándole la espalda estaba Gaara, en su mano sostenía el pincel y escribía sobre el pergamino.
El quinto kazekage sabía que su novio había llegado; sin embargo, decidió no voltear y continuó escribiendo. Unos brazos lo rodearon y sintió un aliento acariciar su nuca; de no haber levantado a tiempo el pincel pudo hacer un trazo incorrecto y tendría que comenzar a escribir denuevo.
—¿Así me recibes?
—Estaba esperándote—la mano derecha de Gaara se posó sobre la de su pareja y la acarició—, supongo que debes tener hambre. Bajemos para que desayunes.
El rubio tenía hambre, llevaba horas sin comer y adoraba cómo cocinaba su novio. Primero se quedaría un rato más así y luego pensaría en la comida.
—Prefiero quedarme así —susurró cerca del oído izquierdo del pelirrojo.
Ambos habían extrañado tener cerca al otro. Y no existía un lugar más privado que la oficina de Gaara para permitirse demostraciones de cariño. Naruto nunca tuvo problemas en expresar lo que sentía sin importar dónde estuviera, pero su novio era diferente en ese aspecto. Había descubierto que Gaara era más cariñoso cuando estaban a solas, si estaban en público se regulaba.
—¿Incluso si te preparé ramen?
—Me convenciste, pero primero —el hokage dejó de abrazar a su pareja y se paró al lado izquierdo de este, agachándose un poco para dejar sus rostros casi a la misma altura y le dio un beso en la mejilla.
Después de eso bajaron al primer piso y el rosa en las mejillas del kazekage persistía. Volver a estar juntos hace unas semanas parecía un sueño, pero ahora él estaba a su lado y no negaría que eso lo hacía feliz. Excepto que algo lo inquietaba, Naruto tendría que irse y debería esperar por un periodo de tiempo indefinido para verlo otra vez.
—Padre, ¿quién es el señor? —Shinki sabía que hoy llegaría alguien, su padre no le había dicho mucho sobre el tema y él tampoco indagó más.
—¿Señor? —pensó para sí mismo Naruto. No creía ser lo suficientemente viejo para que lo llamen así.
—Es mi pareja, Naruto Uzumaki —Gaara no temía la reacción del niño, de todos modos ya estaba enterado de que su pareja era un hombre y en su inocencia no encontró rareza alguna en esto.
—¿Él es el hokage? —preguntó con genuina curiosidad el niño y su padre asintió.
El rubio no había interferido en la coversación, ya que estaba concentrado en cómo su novio trataba al niño. Dudaba que Gaara estuviera al tanto de la sonrisa que le mostraba al niño cuando hablaba; mas debía admitir que esa escena era tierna de observar.
—Shinki, él todavía tiene que comer; si quieres luego conversamos.
Shinki asintió ante lo dicho por su padre, pero antes de irse a continuar practicando volvió a echarle un vistazo al hokage. Su padre en todas esas semanas cuando estaba en casa le daba toda su atención, mas con la llegada del hokage sentía que estaba pasando a un segundo plano.
Mientras Shinki estaba en el patio, Gaara calentaba el ramen y Naruto esperaba sentado en la mesa. Ambos habían alzado un poco la voz para escucharse pese a la distancia, comentaron sobre sus respectivos trabajos hasta que la comida estuvo lista. Gaara le llevó el ramen hasta la mesa y se sentó frente a él.
—Tendremos que dormir juntos —le explicó Gaara y lo siguiente que oyó fue a su novio toser—, la habitación de invitados pasó a ser la de Shinki y la de Temari se convirtió en donde practica hacer marionetas con Kankuro y esa está hecha un desastre.
El hokage dejó de toser y no podía decir que le disgustara la idea de compartir cuarto con su novio. Después de todo no sería la primera vez que dormían juntos, solo que lo tomó por sorpresa y se atoró con la comida.
—Está bien —respondió primero para no prolongar mucho y el silencio y continuó diciendo—. Se ve que Shinki ya se adaptó a vivir contigo, parece un buen niño.
—Lo es. Shinki es muy respetuoso conmigo; aunque con Kankuro es más informal—Gaara suspiró—. A veces creo que le doy miedo.
—Quizá te trata así porque eres el kazekage —sugirió el rubio tomando con los palillos unos fideos y llevándoselos a su boca.
Gaara pareció considerar sus palabras. Recordaba que antes sus propios hermanos por miedo lo trataban con respeto y esperaba que ese no fuera el caso con Shinki.
En estas cuatro semanas tuvo que levantarse en la madrugada por las pesadillas de Shinki, desde el día en quese descontroló por primera vez comenzó a suceder eso. Cuando tenía pesadillas atraía hacia su cuarto arena de hierro para protegerse, pero despertaba llorando y se asustaba al ver lo que había provocado; aunque principalmentelo asutaba el no poder controlar la arena de hierro. Durante la primera semana esto se repetía en cada madrugada y tuvo que encargarse de calmarlo.
—Tengo miedo de volver a dormir y causarle problemas —el pequeño se había disculpado entre lágrimas.
—No tienes por qué disculparte. Me quedaré a tu lado para que ya no tengas más pesadillas —le había prometido a su hijo y descubrió que esto era efectivo.
Las siguientes dos semanas se quedó a dormir con él y las pesadillas no regresaron. Ahora Shinki sabía controlar lo suficiente su chakra y podía dormir solo sin problema alguno. El mismo niño se lo había dicho y le demostró en la cuarta semana que era capaz de dormir sin causar problemas.
—No estoy seguro de si es así porque algo estoy haciendo mal —le compartió su preocupación.
—Yo creo que eres un maravilloso padre —lo animó Naruto dedicándole una sonrisa y tomando su mano por sobre la mesa.
Él sabía que ambos carecieron de una figura paterna y no tenían una idea de muy clara sobre cómo ser padres. A su parecer Gaara era un hombre lleno de virtudes que lo hacían un buen ejemplo a seguir, no solo como kazekage; sino también como padre.
—Gracias —esas palabras de su novio le brindaron seguridad y lo hicieron feliz.
Naruto continuó comiendo y al terminar lavó su plato. Iría a tomar un baño, el viaje lo había hecho sudar y realmente quería ponerse otra ropa. Era increíble que en Konoha fuera invierno y en Suna hiciera tanto calor, pero debía reconocer que prefería esto en lugar del frío.
Durante el resto del día no pasó nada muy relevante. Gaara fue a su oficina por unas pocas horas luego del almuerzo y regresó en la tarde; en esas horas Shinki permaneció encerrado en el cuarto de Temari fabricando una marioneta y Naruto comprobó que el niño no era muy social. Por suerte no tuvo que quedarse demasiado a solas con el niño, ya que Gaara regresó trayendo consigo algo del papeleo para avanzarlo desde casa.
Naruto lo ayudó en lo que pudo y notó algo más: Gaara tenía una buena caligrafía, sus trazos eran perfectos. También se detenían a descansar, o en ocasiones se distraían dándose algunos besos o diciéndose cosas que Kankuro consideraba muy empalagosas.
Kankuro había vuelto de la oficina y quería comentarle algo a su hermano, pero al legar cerca de la oficina y escuchar sus palabras de enamorados decidió decírselo luego. Así que fue donde su sobrino a enseñarle más sobre cómo hacer sus propias marionetas.
A la hora de la cena Gaara y Naruto salieron de la oficina. Shinki apenas escuchó abrirse a puerta de la oficina de su padre salió a su encuentro, dejando a Kankuro hablando solo. En sus manos llevaba su primera marioneta, aún tenía mucho por perfeccionar y otras cosas por agregarle; no obstante, quería mostrarle su avance a su padre.
—Padre, mire mi primera marioneta —Shinki no era demasiado expresivo, pero en su voz se notaba lo orgulloso que estaba de su trabajo.
—Me alegra que estés progresando, te ha quedado bastante bien para ser tu primera marioneta —el kazekage le respondió con una sonrisa, la cual fue suficiente para alegrar al niño.
A Gaara lo enterneció que su hijo buscara su aprobación. Dudaba si hacerlo era lo mejor, pero se dejó llevar por sus emociones y acarició la cabeza de su hijo.
Naruto que estaba observando la escena se sintió enternecido. La imagen frente a su ojos era tan bonita, ¿así lo habrían tratado sus padres de no haber muerto?
Aunque no pudo gozar de una familia, se sentía contento de poder formar una. Él la protegería y se encargaría de que nadie le pusiera un dedo encima; aunque confiaba en que tanto él como su novio eran lo suficientemente fuertes y capaces de cuidarla.
Gaara no pensaba algo demasiado alejado; pese a que tuvo que adoptar a Shinki antes de lo que tenía previsto, estaba feliz con su presencia. Ahora con su novio a su lado, no podía evitar sentir que ya eran una familia completa.
Mirando desde dentro de la habitación de Temari, Kankuro sintió que salía sobrando en esta situación y se mantuvo callado.
Continuará...
Por fin actualicé y debo disculparme por la demora, tuve un pequeño bloqueo al escribir el capítulo y recién hoy lo terminé.
Espero que les haya gustado, de ser así no olviden votar y comentar.
Posdata: Creo que a este paso la historia no llegará al capítulo 50. Por cierto habrá un epílogo.
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