43. Nueva realidad
Naruto estaba en el departamento de Sasuke jugando con Sarada. Desde que Sakura falleció, estuvo pendiente de ir de visitar a su amigo todos los días sin falta a la hora del almuerzo y la cena.
Ahora Sasuke estaba sirviendo la comida que trajo Naruto. Él sabía que el hokage hacía esto para evitar que gaste el dinero que le quedaba; si este le ofreciera dinero, es obvio que por conservar un poco de orgullo no lo aceptaría. Así que bajo la excusa de que no le gustaba almorzar solo, él llegaba cada día trayendo comida que usualmente consistía en ramen.
—No tienes por qué hacerlo —una vez más Sasuke repitió esas palabras y recibió la respuesta acostumbrada.
—No sé de qué hablas, de veras —el último Uchiha estaba seguro de que ese tonto lo dijo con una sonrisa, aunque estaba de espaldas podría jurarlo.
Había cosas que no cambiaban, y una de ellas era la forma de ser Naruto. Hasta cierto punto eso le brindaba consuelo, puesto que lo último que necesitaba era tener a alguien que lo mirara con pena y le recordara lo que ya sabía. Era consciente de que ella estaba muerta e intentaba no repasar mentalmente ese tema por mucho tiempo; quizá más que tristeza sentía enojo, uno que iba dirigido hacia sí mismo. Se había prometido cuidar de ambas, evitar que se repita lo que le pasó a su familia y fracasó. Si dedicara todo un día a pensar en eso, probablemente ya habría perdido la cabeza.
Sarada lo distraía, le daba una razón para mantenerse tranquilo y no encerrarse en sus pensamientos. Ella necesitaba que alguien la cuide; así que hasta ahora no se dio tiempo para pasar por la tristeza de su luto... incluso ahora le resultaba difícil de asimilar que esta era su nueva realidad. Cada mañana despertaba y esperaba oír su voz; también Sarada la primera semana lloraba por las noches, parecía negarse a descansar hasta que llegara su madre a cantarle una canción de cuna.
"Ando muy ocupada" recordó que una vez ella dijo ", pero al menos esto puedo hacer por ella". Esa oración la dijo una noche en que regresó del trabajo. Ella lucía muy agotada, sin embargo, se cambiaba de ropa e iba a cantarle a la hija de ambos. En más de una ocasión la vio tan cansada que le sugirió que se fuera de frente a dormir, pero siempre le respondía de la misma manera.
Él aprendió a compensar su falta de aporte económico a su hogar y por esto aprendió a cuidar de su hija. Siempre se quedaba a cuidar de Sarada y se encargaba de mantener limpio su pequeño hogar.
—Ya ve sentándote, dobe —se volteó con ambos tazones en la mano y caminó hacia la mesa.
Pese a las buenas intenciones de Naruto, el de cabello azabache comenzaba cansarse de comer diferentes tipos de ramen todos los días; pero no planeaba quejarse, eso sería muy malagradecido.
Apenas dejó ambos tazones sobre la mesa, dirigió la mirada al mueble donde Naruto sostenía a Sarada en el aire y la pequeña reía.
—Se ríe mucho; es una suerte que no heredara tu cara de teme —comentó el hokage bajando a la pequeña y acunándola en sus brazos.
Sarada bostezó y Sasuke se acercó a su amigo para tomar a su hija. Antes de que él llegue, le había dado de tomar leche, así que la llevó a su cuarto donde había trasladado la cuna. No concebía la idea de dormir alejado de su hija; quería asegurarse de mantenerla a salvo.
Al retornar a la pequeña sala comedor, se sentó en un cojín quedando al frente del rubio, quien no había perdido tiempo y devoraba su ramen con una sonrisa. Comieron en silencio, pero a ninguno le incomodó que fuera así. Naruto era hablador, mas no un tonto y comprendía que su amigo prefiriera no hablar.
—Necesito que me entregues mi primera misión —Sasuke rompió el silencio al terminar de comer.
—Está bien, mañana temprano ve a mi oficina, te entregaré tu misión y tú me dejarás a Sarada. No le pasará nada, de veras —le aseguró el sexto hokage.
Sasuke no iba a admitirlo, mas le calmaba que fuera él quien cuidara de su hija; mientras Sarada estuviera bajo el cuidado del ninja más poderoso de la aldea, podía evitar preocuparse porque algo le suceda en su ausencia. Por ahora su hija era incapaz de protegerse, pero apenas aprendiera a caminar se encargaría de comenzar su entrenamiento.
Como se había vuelto costumbre, Naruto se retiró de vuelta a su oficina y encontró a Shikamaru esperándolo en la puerta de esta. Estaba fumando un cigarrillo, cosa que hacía para calmarse o pensar. Este hábito que Temari le recriminaba, venía de Asuma y dudaba que algún día lo dejara.
—El kazekage llamó a la oficina mientras no estabas y al parecer tiene algo urgente que decirte.
Naruto le agradeció y entró a su oficina; tomó asiento tras su escritorio y le devolvió la llamada a su novio. Desconocía las razones de su llamada, mas debía tratarse de algo muy importante porque él no solía llamarlo durante el día.
El tono de espera no se escuchó por mucho tiempo, ya que de pronto pudo oír la voz del otro lado. Detuvo sus dedos que por la preocupación había comenzado a tamborilear sobre su escritorio. Quería decir muchas cosas para calmar sus nervios; sin embargo, ninguna palabra salió de su boca durante los primeros segundos. Respiró y se calmó. Gaara volvió a decir su nombre por segunda vez.
—¿Ha pasado algo? —dijo lo más calmado que le fue posible.
Gaara suspiró y se alcanzó a oír cómo una puerta se cerraba.
—Tuve que reunirme de manera inesperada con los ancianos del Consejo.
—¿Qué te han dicho? —Naruto comprendía lo tediosos que podían llegar a ser los ancianos de la aldea; si bien los de Konoha habían fallecido en el reciente ataque a la aldea, pronto otras dos personas más asumirían su lugar.
—¿Recuerdas a Shinki?
Naruto logró recordarlo y comprendía el porqué su novio tenía tal interés en él: veía un reflejo de sí mismo. A partir de que le dio una respuesta afirmativa él continuó, le relató lo sucedido aquella misma mañana y cómo terminó siendo casi forzado a adoptar un niño. Pese a que Gaara realmente deseaba tener un hijo, entre sus planes era que fuera a futuro y no en las actuales circunstancias.
El hokage comprendía la razón tras querer dejar al niño con Gaara y admitía que era la decisión más lógica que pudieron tomar los ancianos. Solo Gaara podía encargarse de instruir a alguien como Shinki; además existía el problema de quién sería el futuro kazekage, puesto que Gaara no tenía hijos y estaba seguro de que no le interesaba tener una esposa.
—Finalmente acepté adoptar a Shinki.
Por unos segundos — el tiempo que le tomó a Naruto asimilar la noticia — la línea se mantuvo en silencio. ¿Cómo expresar su apoyo en palabras? No tenía idea de cómo hacerlo y temía que su extendido silencio diera a entender lo contrario. Sin pensarlo demasiado separó sus labios y habló.
—Siempre voy apoyarte y esta vez no será la excepción.
No podía verlo, no obstante podía imaginarse al hombre de cabellos pelirrojos con las puntas de los labios inclinadas hacia arriba. Lo conocía demasiado bien y se creía capaz de jurar que estaba en lo correcto.
En Suna, Shinki era acompañado por Kankuro. Hacía casi una hora que habían salido de la oficina y él junto al adulto fueron por algo de comida. No se hablaban ni tenían mayor interacción; aunque el culpable era Shinki, quien cada vez que Kankuro le hablaba solo se limitaba a negar o asentir con la cabeza.
—¿Qué quieres comer? —intentó nuevamente el marionetista sacarle una respuesta. En realidad no la necesitaba porque vio ese inocente brillo en sus ojos sobre un plato de kaarage.
Al no recibir respuesta lo dejó sentado en la mesa e hizo sus pedidos.
Shinki una vez más no dijo nada; tampoco estaba muy seguro de si hacerlo era lo mejor. Lo que sea que le dieran de comer le venía bien, ya que al vivir en un orfanato aprendió a no ser caprichoso y exigente; si ese día les daban tal comida, la aceptaba y listo, no rechistaba ni nada parecido.
Desconocía lo que era darse un gusto personal porque esa no fue su realidad; así que le sorprendió que el hermano del kazekage le trajera aquella comida que le pareció apetitosa. Podía no sentirse muy cómodo hablando con el desconocido cada vez un poco más conocido, pero por educación tuvo que hablar.
—Gracias —susurró con timidez y comenzó a devorar la comida sobre su plato.
Hasta que terminaron ambos de comer se retiraron, no sin antes llevar consigo una porción de comida para Gaara.
En aquel día, Shinki había pasado a ser el hijo del kazekage y eso es algo que le generaba muchas emociones; entre ellas estaba la duda porque no comprendía del todo la situación.
El hombre de cabellos pelirrojos le había transmitido confianza cuando lo ayudó aquella mañana, pero no sabía si él estaba feliz respecto a tenerlo como su hijo. Él no era demasiado expresivo o al menos así se mostró en el poco tiempo que convivió con él; aunque al abrir la puerta de la oficina, pudo ver una clara sonrisa. No era intensa como un rayo de sol, se asemejaba más a la tenue luz de la luna. Él seguía hablando por teléfono con alguien, no tenía idea de con quién, pero parecía feliz. Luego recordó lo que mencionaron los señores viejos y arrugados. Ellos dijeron que el kazekage tenía una pareja, era probable que estuviera hablando con él; sin conocerlo en persona, estaba seguro de que era alguien especial, ya que conseguía hacer sonreír de manera bonita a su ahora padre.
—Perdón por interrumpir, padre —Shinki se dirigió al kazekage con todo el respeto que pudo. Estaba a punto de volver a cerrar la puerta. Debió preguntarle al hermano del kazekage si podía entrar.
—No tienes por qué disculparte, Shinki —las palabras del pelirrojo junto a su sonrisa lo hicieron calmarse, pero por alguna razón demoró unos segundos en contestarle.
El kazekage se despidió de la persona murmurando dos palabras que no alcanzó a oír. Unos segundos más tarde notó un casi imperceptible rosa en sus mejillas. Luego él se puso de pie y rodeó el escritorio para acercársele.
—¿Vamos a casa? —le habló el de ojos turquesa extendiéndole la mano.
Gaara planeaba dedicar el resto del día a pasar tiempo con Shinki, más tarde compensaría el almuerzo que se saltearía. Él pretendía ganarse su confianza, aunque fuera de manera lenta y llegar a ser lo que Yashamaru fue para él. La manera en que tuvo que convertirse en su padre adoptivo no fue de la manera esperada; sin embargo, eso no arruinaría su nueva experiencia.
El hijo menor de Rasa lo llevó a comprarse ropa y fueron seguidos por Kankuro. Aquel niño que antes se mostró tímido no ocultó su felicidad, le emocionaba que por primera vez le compraran algo para él. En un orfanato sabías que el cariño que te daban era para todos, no existía algo que fuera exclusivo para ti; sin embargo, ahora tenía un padre que era suyo, su padre y el de nadie más.
Esa tarde llegaron a la casa del kazekage. Shinki fue llevado por su padre a un cuarto, aquel donde durmió Naruto cuando vino de visita. Aún al niño le costaba adaptarse a su nueva realidad, pero confiaba en el kazekage y se sentía dichoso de tenerlo como padre. Sería un buen hijo y no mancharía el honor del gran hombre que tenía por padre.
En Konoha, Naruto consideraba cuándo iría a ver a su novio. Mañana y los días siguientes tendría que cuidar de Sarada, así que debía mantenerse en la aldea. Luego de eso podría ir a visitarlo. Además esperaba conocer a Shinki y llevarse bien con el niño; aunque era posible que lo segundo presentara complicaciones.
Continuará...
Perdón por la demora, el lunes empiezan los exámenes finales y creo que ya siento apretarse la soga en mi cuello. Este primer ciclo sacó lo peor de mí, soy una adolescente amargada, frustrada y fracasada.
Dejando de lado lo malo, al menos escribir me ayuda a distraerme un poco.
Espero que les haya gustado el capítulo, de ser así no olviden votar y comentar.
Posdata: Si el capítulo quedó demasiado mal se lo adjudico a mi estrés; aunque no se preocupen, si comentan que estuvo demasiado mal puedo reescribirlo cuando mi estado anímico sea mejor.
Posdata 2: Olvidé desearles un feliz mes del orgullo.
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